21.12.06

27 DRESSES

Estados Unidos, 2007. Un film de Anne Fletcher

Aunque esta comedia romántica no se llega a destacar de las del promedio con su buena carga de clichés, la simpatía generada por Katherine Heigl en el rol protagónico disimula un poco la trivialidad de una historia no muy inspirada que fue concebida por Aline Brosh, la guionista del exitoso film “The Devil Wears Prada” (2006).
Heigl anima a Jane, una joven generosa y preocupada por la gente que la rodea; esa conducta se remonta a la época de su infancia, donde dedicó su cariño y atención en el cuidado de su hermana menor, al morir su madre. Entre sus entretenciones favoritas figura la de actuar como dama de honor en la boda de sus amigas y conservar en el armario de su pequeño departamento los vestidos especiales que ha ido utilizando para cada ocasión. En lo que a ella misma se refiere, siente una atracción especial por George (Edward Burns), su jefe del lugar donde trabaja, aunque éste ignora sus sentimientos. La alternativa dramática de la historia se produce con la llegada de Tess (Malin Akerman), su hermana sexy que atrae la atención de George de tal manera que al poco tiempo le propone casarse con ella. No es necesario adivinar quien será la dama de honor de la novia.
Las cosas se complican aún más cuando Kevin (James Marsden), un joven periodista que se ocupa de cubrir eventos de bodas para un diario neoyorkino, conoce a Jane y gusta de ella, aunque al principio es rechazado.
En este relato no hay nada que permita sorprender al espectador; todo lo que se ve es predecible. Siguiendo la típica fórmula de los amores no correspondidos donde “él gusta de ella, pero ella gusta de otro y ese otro ama a su vez a otra”, el público sabe muy bien lo que le aguarda en la escena siguiente y de que manera los problemas sentimentales se irán resolviendo.
A pesar de que sus personajes no resulten creíbles y que la realización de la coreógrafa Anne Fletcher no supere los estándares de rutina, lo que 27 Dresses puede ofrecer –dependiendo del grado de complacencia de cada espectador- es un soplo de aire fresco proveniente de Heig; ella domina con su presencia casi todo el film y a decir verdad demuestra tener condiciones para la comedia: así por ejemplo, sabe generar cierto humor, como el que se produce en las ocasiones en que viaja en taxi y debe cambiarse precipitadamente de atuendo y pidiéndole al taxista que no la mire mirando mientras lo está haciendo. El resto del elenco se desempeña bien en papeles que no exigen mayor esfuerzo.
Aunque este género de películas es uno de los más difíciles de lograr en términos de originalidad, cabría aguardar alguna variante que disimule la familiaridad de su tema. Lamentablemente, eso no ocurre aquí. En todo caso, dentro de las limitaciones señaladas, este entramado se deja ver y hasta es posible que cierto sector femenino se encuentre muy satisfecho con su visión. Afortunadamente, el film no posee diálogo grosero, ni cae en el nivel de la vulgaridad para provocar la risa insulsa; al menos eso cuenta a su favor.
JG

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