25.12.09

CINE EN LA PLAZA


Comentarios de Jorge Gutman

LOS ABRAZOS ROTOS. España, 2009. Un film escrito y dirigido por Pedro Almodóvar
Cualquier nuevo film del demiurgo manchego despierta grandes expectativas y a decir verdad Los Abrazos Rotos no las ha defraudado. En su último film el gran cineasta vuelve a causar admiración a través de una nueva historia pasional donde el público queda sumergido por un par de horas en un complejo laberinto de relaciones humanas que mantiene constantemente su atención. Si Volver, su trabajo anterior, cautivaba por los sentimientos que fluían de su dramático texto y el encanto que despertaba el conjunto de sus personajes femeninos, en este film la emoción no brota a flor de piel pero de todos modos esta latente en la apasionante y enmarañada trama que Almodóvar propone.

¿De qué trata el film? Es la patética historia de Harry Caine (Lluis Homar), un guionista no vidente que hasta mediados de la década pasada fue un respetable director de cine llamado Mateo Blanco. Por circunstancias especiales se ve impulsado a contarle al hijo (Tamar Novas) de su asistente y amiga (Blanca Portillo) que lo cuida lo acontecido en el pasado. A través de flashbacks se habrá de saber la experiencia amorosa que mantuvo con la radiante y sensual Lena (Penélope Cruz) quien a su vez era amante de un magnate empresario (José Luis Gómez), así como del brutal accidente que lo ha hecho víctima de una ceguera cortical.

Aunque el argumento resulte un tanto alambicado, de cualquier forma la intriga está magníficamente articulada porque Almodóvar cuida muy bien el detalle de vincular las diferentes situaciones planteadas sin que aparezcan hilos sueltos en su narración. En todo caso, la trama atrae fuertemente porque muy pocos creadores son capaces como él de describir la riqueza de sus personajes desnudando la pasión, el odio, los celos, la traición y la venganza que los envuelve.

Como en la mayoría de sus trabajos, Almodóvar aprovecha nuevamente la ocasión para expresar su gran pasión por el cine. Así hace referencias, entre otros filmes, a Viaje en Italia de Roberto Rosellini, 8 y ½ de Fellini, Ascensor para el Cadalso con Jeanne Moreau; destaca el estilo del peinado de Audrey Hepburn para el personaje de Cruz en la ficción de un film titulado Chicas y Maletas que Mateo Blanco está rodando y que, dicho sea de paso, cualquier cinéfilo del realizador se dará cuenta de que es una réplica de su propio film Mujeres al borde de un ataque de nervios.
También y vinculado con el cine, el relato destaca la importancia que tiene el montaje para concluir un film, mostrando cómo se puede distorsionar la obra de un director cuando el productor se interpone en el montaje alterando con mala fe el contenido de la obra original.

Almodóvar nuevamente demuestra su habilidad para entremezclar hábilmente diversos géneros, al permitir que su relato transite con magistral precisión entre un fuerte melodrama, un drama romántico y un cine negro expresionista. También y tal cómo se ha apreciado en la etapa de madurez de sus películas, comenzada con La Flor de mi Secreto, este maestro sigue destapando sus fantasmas internos utilizando como elementos referentes a la fatalidad, el destino, el sentimiento de culpa y sobre todo la presencia soberana de la mujer capaz de influir fuertemente en la concepción de sus obras.

La interpretación es óptima tanto de Homar como las de Portillo y Gómez en los protagónicos. Mención aparte merece Penélope Cruz; teniendo en cuenta la gravitación de su personaje, podría afirmarse que pocas veces el cine ha logrado una simbiosis tan perfecta como la que existe entre Almodóvar y su musa. A pesar de que Cruz es hoy día una de las actrices más populares a nivel internacional, solo con su gran mentor artístico es capaz de brindar el máximo de su potencial.

Este film deja al espectador la firme impresión de haber visto un drama excelente; no muchos como Almodóvar son capaces de exponer en imágenes el dolor y el sufrimiento, reflejando lo desconcertante y contradictorio de la naturaleza humana. Ciertamente, este realizador es uno de los escasos genios del cine y su nombre legítimamente puede ser incluido en una breve lista donde también figuran, entre otros, los de Chaplin, Ford, Bergman, Kurosawa, Welles, Hitchcock, Kieslowski y Fellini.
PPPP

AVATAR. Estados Unidos, 2009. Un film escrito y dirigido por James Cameron
Una nueva era del cine se inicia con Avatar. Tratando de superar el mayor éxito de boletería de la historia del cine logrado con Titanic (1997), James Cameron ha retornado con un filme que generará comentarios tanto en el presente como en el futuro cuando se quiera destacar las nuevas formas de expresión del cine en los albores del presente siglo.
Mucho se ha hablado de los efectos visuales que el adelanto tecnológico ha permitido incorporar durante los últimos años. Pero todo lo experimentado hasta la fecha no puede compararse con lo que Cameron ha obtenido aquí mediante el empleo de la tecnología digital en tres dimensiones.
El relato es de ciencia ficción y transcurre en 2154. Con el propósito de solucionar el problema energético que afecta a la Tierra, una corporación multinacional está interesada en extraer un mineral importante que se halla en el planeta Pandora. Para explorar el terreno y lograr la cooperación de los nativos de ese distante lugar, un equipo liderado por la científica doctora Grace (Sigourney Weaver) escoge a Jake Sully (Sam Worthington) -un parapléjico veterano de guerra- para que visite Pandora y entre en contacto con sus habitantes. Para efectuar ese viaje interplanetario el cuerpo de Jake es controlado biológicamente a través de un proceso de ingeniería genética donde su DNA es mezclado con el de los extraterrestres, convirtiéndose de ese modo en un “avatar” con sus mismos atributos físicos.
Causa admiración comprobar cómo en forma virtual ha sido captada la morfología de los Na’vi, nombre de los habitantes del planeta. La riqueza de sus expresiones faciales logradas por ordenador, la piel azul, sus cuerpos alargados midiendo dos metros y medio de altura, con orejas de caballo y una cola ubicada en la parte inferior de la espalda, los convierte en personajes pertenecientes a un mundo diferente que llegan a impresionar por la autenticidad que reflejan; otro tanto cabe afirmar con la extraña galería de animales donde abundan, entre otros ejemplares, dragones y reptiles voladores, monstruosos elefantes, dinosaurios estrambóticos, perros salvajes y exóticas aves. Dentro del contexto descripto las imágenes captadas en 3-D funcionan magníficamente, otorgando una sensación de absoluta realidad en el marco de la exuberante y psicodélica foresta tropical donde la población autóctona convive pacíficamente en plena armonía con la naturaleza.
La esencia de esta historia se circunscribe a las experiencias de Jake en el planeta visitado, su relación con la nativa Neytiri (Zoe Saldana) que lo introduce a los suyos y la forma en que rápidamente va adaptándose a esta nueva cultura. El conflicto dramático tiene lugar cuando los humanoides liderados por un agresivo coronel (Stephen Lang) se apropian de los minerales del lugar y deciden expulsar a sus habitantes; es ahí donde Jake debe decidir entre ser leal a los colonizadores o adherirse a la causa de los nativos.
La parte débil del film es su contenido. La trama es rutinaria, agravada con diálogos poco convincentes y personajes maniqueos desprovistos de psicología alguna; eso repercute en las actuaciones donde la única participación relativamente destacable es la de Sigourney Weaver. Como guionista Cameron no agrega nada nuevo a otras historias similares de calidad superior vinculadas con la colonización europea del continente americano y otras referidas a la conquista del Oeste de los Estados Unidos en el siglo 19 a expensas de las poblaciones autóctonas. Con todo, la intriga argumental es la excusa para justificar el despliegue de pirotecnia visual que llega verdaderamente a subyugar; ciertamente, la tercera dimensión es aprovechada ventajosamente para demostrar que el cine solo debe verse en el cine.
Cameron es un gran artesano que no ha dejado ningún detalle formal librado al azar, y con este film demuestra su condición de pionero al explorar nuevas formas de lenguaje cinematográfico brindando imágenes realistas digitalmente concebidas. Entre el valioso equipo técnico que lo ha rodeado debe mencionarse a Mauro Fiore responsable de la magnífica fotografía, así como los excelentes diseños de producción de Rick Carter y Robert Stromberg.
Dicho lo que antecede, Avatar es un espectáculo de gran acción y aventuras que tiene asegurada una inmensa audiencia internacional de gente joven que saldrá maravillada de la sala del cine. Solo cabe aguardar que en futuros proyectos, Cameron pueda recurrir a relatos más sustanciosos para que no sólo se destaque el esplendor visual que la nueva tecnología es capaz de ofrecer sino que también se atienda a su contenido.
PP½

INVICTUS. Estados Unidos, 2009. Un film de Clint Eastwood
Clint Eastwood sigue demostrando que conserva su capacidad de gran relator de historias; así, su última película es otro ejemplo de la humanidad que imprime a sus filmes. Combinando adecuadamente el deporte con la política en base a eventos reales que tuvieron lugar en Sudáfrica en la década pasada, el público tiene el placer de contemplar otro notable trabajo del veterano realizador.
El relato se centra en la figura del gran líder sudafricano Nelson Mandela. Habiendo cumplido 27 años de prisión queda en libertad en 1990 y 4 años después llega a ocupar el cargo de presidente de una nación mayoritariamente negra que había sido ignorada y segregada por el apartheid. Al asumir su cargo el distinguido estadista se propuso unificar a una nación racialmente dividida al propio tiempo que consolidar el proceso democrático; con tal fin, considera que lo más importante es dejar de lado el resentimiento que la población negra guarda hacia los afrikaners para evitar cualquier amago de guerra civil.
Convencido de la fuerza del deporte como instrumento de unión de su pueblo, Mandela aprovecha la oportunidad que se presenta cuando su país participa nuevamente en las competencias oficiales de la copa mundial de rugby, a pesar de tratarse de un deporte practicado preferentemente por la minoría blanca. El guión de Anthony Peckham con base en el libro Playing the Enemy de John Carlin ilustra cómo el carismático presidente se aproxima a Francois Piensar, el afrikaner capitán del equipo local Springboks, para que prepare convenientemente a sus integrantes a fin de lograr que salgan bien parados en la competencia mundial de rugby de 1995 donde Sudáfrica es el país anfitrión. Como el resultado es bien conocido, no es indiscreto revelar que en el dramático partido final que tuvo lugar en Johannesburgo en junio de ese año, Springboks obtiene un sólido triunfo venciendo a All Blacks, el equipo de Nueva Zelandia. Cuán emotivo resulta el momento en que blancos y negros sudafricanos exteriorizan su inmensa alegría abrazándose unos con otros cumpliendo así el sueño del presidente de ver a su país unido con prescindencia del color de piel de la gente que lo habita.

Aunque el relato adopta una narrativa clásica tradicional y sigue un camino predecible, de ningún modo disminuye su calidad. Eastwood, sin manipulación alguna, supo dramatizar una historia real apelando, como es su costumbre, a la máxima sobriedad y obteniendo lo mejor de su actor principal Morgan Freeman quien realiza un trabajo excepcional caracterizando a Mandela. Este actor, que por tercera vez en su carrera trabaja con el veterano realizador, transmite toda la expresión de nobleza que exuda la personalidad del astuto político y estratega que no tuvo reparos ni prejuicios para apelar a la minoría blanca para lograr su noble objetivo. En cuanto a Matt Damon, aunque en un rol secundario, convence plenamente como el capitán conduciendo al equipo que logrará la victoria y que humildemente recibe la inspiración de grandeza que le transmite el señor presidente.

Al margen de lo estrictamente deportivo, queda resaltada la labor del carismático Mandela quien habiendo asumido la presidencia en momentos muy delicados aplica la consigna de que en su país no existen vencedores ni vencidos y por lo tanto dispuesto a sepultar el pasado para afrontar el futuro con firme optimismo.

A pesar de que el rugby no sea un deporte favorito en América del Norte, el film logra la adhesión de la audiencia debido al tratamiento cálido y emotivo que Eastwood brindó a este relato de perdón y olvido; en gran parte eso es debido a la extraordinaria personalidad que emana de Nelson Mandela y que, como dijera anteriormente, encontró en Freeman al actor ideal para caracterizarlo. En resumen, un tema popular al servicio de un cálido film.
PPP

UP IN THE AIR. Estados Unidos, 2009. Un film escrito y dirigido por Jason Reitman
Después de haber logrado hace dos años un rotundo éxito con Juno, el director Jason Reitman retorna con otro logrado film. Aunque genéricamente se trata de una comedia, su tono agridulce la distingue entre aquéllas de su género, permitiendo que una vez más el concepto de sano entretenimiento se combine perfectamente con la calidad artística que brinda Up In the Air. Eso ha sido posible gracias a la infalible fórmula que requiere de un buen director, un elenco eficiente y un guión de calidad.
El excelente libreto de Reitman y Sheldon Turner presenta a George Clooney animando a Ryan Bingham un ejecutivo de recursos humanos que se encarga de cumplir con la desagradable misión de comunicar a empleados de grandes compañías ubicadas en diferentes lugares de Estados Unidos que han sido despedidos. Teniendo en cuenta la difícil situación económica que vive el país, el problema de enfrentarse al desempleo hace que los afectados reciban con gran pena la noticia de haber quedado cesantes, sobre todo cuando a cierta edad –después de los 40 años- la posibilidad de nuevas oportunidades de trabajo son mínimas. Sin embargo, además de las consideraciones sociales, el guión enfoca la personalidad de Bingham.
Este mensajero de desagradables nuevas es un individuo atractivo puesto que es capaz de despertar la simpatía de quienes lo tratan, pero curiosamente es al mismo tiempo un ser solitario que vive 322 días por año viajando en aviones que lo transportan de una ciudad a otra de los Estados Unidos para cumplir con su misión. La naturaleza de su trabajo le imposibilita tener una vida familiar, como tampoco puede contar con verdaderos amigos por su condición de nómade con un hogar disperso en los diferentes hoteles donde debe alojarse. En todo caso, a pesar de todo, Ryan se siente a sus anchas con la vida que lleva.
Todo cambia inesperadamente para él con dos personajes femeninos que se le cruza en el camino. Por una parte está Alex (Vera Farmiga), otra viajera frecuente a quien conoce en un aeropuerto y que también vuela constantemente por razones de trabajo; los sucesivos encuentros influirán para que Ryan comience a pensar por primera vez en mantener una seria relación sentimental. La otra persona es Nathalie (Anna Kendrick) una joven que ingresa a la compañía y a quien aconseja con firme determinación efectuar cambios sustanciales para reducir sus costos, lo cual implicaría anular la tarea y los continuados viajes que Ryan realiza.
Lo expuesto anteriormente permite que Reitman utilice la originalidad del guión para realizar un trabajo inteligente al haber logrado el delicado equilibrio de combinar una comedia sofisticada con gran sentido del humor, un drama social capaz de conmover y un relato romántico altamente convincente. Por si fuera poco, la narración despliega calidez, manifiesta una delicada sensibilidad, y además cuenta con un desenlace imprevisto, sobriamente emotivo y sin necesidad de desbordar sentimentalmente.
Tanto Farmiga como Kendrick contribuyen a realzar sus personajes dotándolos de absoluta credibilidad, aunque es Clooney quien se lleva las palmas. En un papel que le viene como anillo al dedo, este carismático actor se supera en cada film que le toca intervenir pero aquí más que nunca ejerce un magnetismo sorprendente al combinar la simpatía y seducción de su personalidad con la profundidad que en determinadas escenas requiere su personaje; en tal sentido, es admirable contemplarlo como el individuo que nunca estuvo conectado emocionalmente con el mundo que le rodea y que finalmente revela su patetismo al adquirir tardíamente conciencia sobre la importancia de tener a alguien a quien querer y disponer de un hogar estable.
Los valores previamente reseñados contribuyen a que este film sea uno de los mejores de 2009. PPPP

ME AND ORSON WELLES. Gran Bretaña, 2009. Un film de Richard Linklater
Este curioso pero interesante film destaca la figura del realizador, actor y guionista Orson Welles (1915-1985), aunque no sea su principal personaje. Considerado como un genio que desde temprana edad comenzó a volcar su talento en la radiofonía con adaptaciones de obras que lograron un éxito incomparable –como el caso de La Guerra de los Mundos de H.G. Wells-, fue también un importante hombre de teatro, mucho antes de haber hecho su primera incursión cinematográfica con El Ciudadano (Citizen Kane, 1941), una de las obras maestras del cine.

Basado en la novela de Robert Kaplow, Richard Linklater enfoca a Welles como director teatral de la obra de Shakespeare Julio César, durante los días que precedieron a su estreno en 1937 en el teatro Mercury de Nueva York del cual fuera su fundador. Si bien muchos de los elementos que se aprecian en el film son verdaderos, la ficción surge a través de un personaje central que habrá de involucrarse con Welles. Se trata de Richard Samuels (Zac Efron), un muchacho de 17 años apasionado por el teatro y que sueña con llegar algún día a triunfar en Broadway. Cuando por azar conoce a Welles (Christian McKay), éste lo incorpora al elenco de la pieza que está montando, y en consecuencia Richard cree haber tocado el cielo con las manos. Todo marcha bien hasta el momento en que surge el inevitable enfrentamiento de Richard con la personalidad temperamental, impetuosa y contradictoria del joven Welles. Como apéndice del relato, se encuentra Sonja Jones (Claire Danes), la eficiente secretaria del director, de quien Richard se siente fuertemente atraído aunque no correspondido en sus sentimientos.

En líneas generales, el espectador asiste a los entretelones que tienen lugar detrás de la escena con todo el caos, desenfreno y estallido de crisis surgidos para poder llegar a estrenar la obra en la fecha fijada; simultáneamente queda reflejado el proceso de maduración que experimenta Richard como resultado del trato mantenido con su mentor.

La primera mitad del film podría haber sido reducida sustancialmente al entrar en detalles demasiado pormenorizados de los ensayos y del elenco que participa en los mismos; con todo, el film satisfará ampliamente al público amante del buen teatro, sobre todo porque capta maravillosamente todo el ego, la pasión, la arrogancia así como el brillante perfeccionismo de Welles, además de tener acceso a ciertas partes de la inmortal obra de Shakespeare a través de la recreación efectuada en su última parte. La interpretación es de notable calidad donde, en un rol secundario, McKay se distingue con la soberbia interpretación que logra física y emocionalmente recreando al gran director. Aunque sin tanto brillo, es convincente la actuación de Efron en el rol central, y tampoco desentona la presencia femenina de Danes.
PPP

EVERYBODY IS FINE. Estados Unidos, 2009. Un film escrito y dirigido por Kirk Jones
Basado en Stanno tutti bene, el film italiano de Giuseppe Tornatore de 1990, Kirk Jones filma una nueva versión de la misma historia que tuvo como protagonista al gran Marcello Mastroianni. Aunque con ciertos cambios menores del guión original (Tornatore, Tonino Guerra, Massimo de Rita), la adaptación de Jones conserva en esencia la idea central sobre un padre de familia que trata de volver a comunicarse con sus hijos adultos. 8 y ½ de Fellini

El personaje principal es Frank Woode (Robert De Niro), un viudo de edad otoñal que 8 meses atrás perdió a su esposa. Como desde entonces no se ha visto con sus 4 hijos adultos que viven en diferentes lugares del país, los invita para que se reúnan un fin de semana en su casa. Sin embargo, cuando todo está dispuesto para el reencuentro familiar, un hijo tras otro va suspendiendo la visita aduciendo diferentes motivos que imposibilitan verse. Para atenuar su frustración, Frank decide ir a visitarlos sin hacérselos saber para causarles una sorpresa, a pesar de que su médico de familia no le recomienda viajar por sus problemas de salud.

En un viaje realizado por autobús y tren, este hombre bonachón recala en primer lugar en Nueva York para comprobar que su hijo, David, un artista pintor, se encuentra ausente. Posteriormente sigue viaje a Chicago donde reside Amy (Kate Beckinsale), una de sus hijas que se desempeña como ejecutiva de una agencia de publicidad; a continuación, le sigue en turno Robert (Sam Rockwell) que habita en Denver y es miembro integrante de la orquesta sinfónica local. La última parada es en Las Vegas para encontrarse con Rosie (Drew Barrymore), su hija bailarina.

De los encuentros realizados queda claro que los hijos no se sienten cómodos con la visita inesperada del padre y es por esa razón que en cada escala realizada, Frank se siente desilusionado al tener que acortar obligadamente su estadía para evitar imponerse.

Aunque hay una razón oculta que en gran parte justifica el comportamiento cordial pero incómodo que los hijos dispensan al padre, la historia se presta a que el espectador se entere de la relación familiar que existía cuando los chicos vivían junto a sus padres. Mientras que Frank era el gran poseedor de la palabra criando a los suyos para que llegaran a ser “algo importante” en la vida, esa exigencia de excelencia determinó que los hijos no pudieran ser sinceros con su padre a fin de no defraudar sus expectativas; en cambio, la madre era la confidente, aliada y la que escuchaba con atención sus inquietudes, para luego retransmitir a su marido únicamente aquella parte de la verdad que podía hacerlo feliz para no destruir sus sueños.

A pesar de que la película no es de ningún modo compleja en su desarrollo, sí lo es en el tema abordado. Lo que en principio uno cree imaginar la presencia de una familia feliz, poco a poco se va revelando que cada uno de los hijos ha guardado para su padre sus secretos para demostrarle finalmente que muy a su pesar, él nunca llegó a conocerlos plenamente.

Al juzgar el film es imposible sustraerse del recuerdo de Mastroiani en su extraordinaria composición del personaje central. Pero con todo, De Niro logra una cálida y natural interpretación que aunque no requiera de grandes esfuerzos histriónicos, de todos modos cumple muy bien su cometido.

Es posible que se pueda objetar al film por ser demasiado directo, convencional, previsible y con un cierto exceso de sentimentalismo. Sin embargo, hay por detrás una historia muy humana y conmovedora como la de un hombre que trata de reconciliar las memorias de la familia ideal del pasado con la situación real del momento actual. Ciertamente, y a pesar de que solamente han transcurrido casi dos décadas de la versión original de Tornatore, la dinámica familiar de hoy día ha cambiado en gran parte debido al avance tecnológico (la telefonía celular que está ausente del film); de allí que resulte difícil comparar la naturaleza de la familia actual con la de antaño. Sin embargo, eso no es óbice de que la unidad familiar sigue constituyendo el núcleo vital de la sociedad; de allí que el mérito de este film reside en tratar de preservar los auténticos valores familiares para que la expresión de deseo reflejada en su título “todos estamos bien” se convierta en realidad.
PPP

THE PRIVATE LIVES OF PIPPA LEE. Estados Unidos, 2009. Un film de Rebecca Miller
Basado en el libro del mismo nombre, Rebecca Miller -que es su autora- lo ha trasladado al cine con un resultado bastante desigual. Teniendo en cuenta que ella también se ocupó de preparar el guión, es posible inferir que -como ocurre con algunas obras literarias -no haya sido posible transmitir al film el sentido de la novela original.
Ciertamente se hace difícil determinar cómo es Pippa Lee (Robin Wright Penn), su protagonista. Las varias vidas a que hace alusión su título se refieren precisamente a la forma engañosa de su personalidad ya que su carácter, humor y comportamiento van mutando continuamente hasta el punto de convertirla en un verdadero misterio.
La primera escena presenta a Pippa y su marido Herb (Alan Arkin), un importante editor literario de edad madura que la aventaja en 25 años, ofreciendo una cena para un grupo de amigos donde uno de los mismos (Mike Binder) elogia a la dueña de casa como una devota y abnegada esposa. Ese comienzo rosado precede a los pensamientos internos de Pippa pasando revista a su infancia y adolescencia poco feliz al tener que convivir con una madre (María Bello) maníaco-depresiva y adicta a las drogas medicinales. A los 16 años huye del hogar para refugiarse en forma temporaria en la casa de su tía (Robin Weigert) quien mantiene amores lesbianos con una fotógrafa (Julienne Moore) especializada en tomar fotos sadomasoquistas. Volviendo al presente se aprecia de que si bien su casamiento con Herb ha servido para estabilizar su vida dejando de lado una juventud un tanto tumultuosa, hay otros factores vinculados con la anterior esposa de su marido (Monica Belluci) que habrá de causarle un bajón emocional. De alguna manera eso gravita en la relación matrimonial donde su marido mantiene un affaire secreto con una amiga de la familia (Winona Ryder), en tanto que ella se encuentra reconfortada con la amistad entablada con el hijo (Keanu Reeves) de unos vecinos.
A pesar de su intención de describir la crisis existencial de una mujer de mediana edad confrontando su pasado inestable y tratando de encontrar una identidad propia, el film nunca encuentra el tono preciso como para interesar mayormente. Además de que los personajes resultan un poco esquematizados, el problema principal es que Pippa es un enigma desde el comienzo hasta el final del relato sin que el público llegue a saber quién es ella.La actuación del elenco es muy buena –especialmente en los casos de Wright Penn y Arkin- pero al servicio de un guión poco atractivo, impidiendo que el espectador se involucre en la vida de la protagonista y del entorno que la rodea. Puede que el libro –que yo no he leído- ofrezca elementos que conciten el interés del lector, pero en lo que al film se refiere hay un desarrollo dramático bastante desparejo como para que resulte atractivo.
PP

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