16.4.10

CINE EN LA PLAZA

Comentarios de Jorge Gutman
LA NANA. Chile, 2009. Un film de Sebastián Silva

Abordando un tema que en apariencia puede resultar banal, Sebastián Silva obtuvo en su segundo trabajo como realizador una pequeña pero notable obra artística donde el año pasado, en el Festival de Sundance, obtuvo el premio al mejor largo metraje dentro de la categoría de cine dramático internacional y su protagonista Catalina Saavedra también fue galardonada por su excelente interpretación.
Saavedra anima a Raquel, una mujer que ha pasado más de 20 años de su vida como empleada doméstica (o “nana” como se denomina en Chile) con habitación incluida en el seno de una familia de clase media. A través de ese período ha logrado que su presencia resultara insustituible dada su eficiencia y esmero para que todo resulte impecable, realizando tareas desde las primeras horas de la mañana hasta las últimas de la noche; sin embargo, la naturaleza rutinaria y desgastante de la diaria labor y su confinamiento a través de larguísimas jornadas de trabajo han contribuido para que su carácter se haya vuelto hosco y poco sociable. Con todo, es objeto del buen trato dispensado por sus patrones Mundo Valdés (Alejandro Goic) y su esposa Pilar (Claudia Celedón), como también de Lucas (Agustín Silva), el hijo adolescente; la única excepción es la hija menor Camila (Andrea García-Huidobro) con quien mantiene frecuentes choques.

El esmerado guión de Silva y Pedro Peirano dibuja cuidadosamente el temperamento obstinado y hostil de Raquel. A pesar de las muestras de simpatía y afecto recibidos por sus empleadores, esta nana entiende que ése no es su hogar; aunque no quede explicitado en los diálogos, se observa que Raquel no comparte la misma mesa familiar a pesar de tantos años de vida en común, ni tampoco los amigos de sus patrones pueden llegar a ser los suyos. Aunque el relato no entre a considerar las relaciones de clase entre empleada y patrón, esa diferencia no pasa desapercibida para Raquel; sin embargo el director no tiene la intención de efectuar una crítica social sino que simplemente se limita a ilustrar una realidad latinoamericana en donde la labor de auxiliar doméstica y el lugar ocupado dentro de la estructura familiar son resabios de la cultura heredada de la época colonial.

Cuando Mundo y Pilar comprenden que Raquel experimenta ciertos problemas de salud y que necesita ayuda en sus tareas, deciden contratar a Mercedes (Mercedes Villanueva), una nueva empleada para asistirla. Resintiendo esa decisión por temor a perder el obsesivo control sobre la familia, Raquel hace todo lo posible para que Mercedes decida irse a los pocos días y lo mismo ocurre con Sonia (notable Anita Reeves), una mujer de edad madura a quien también logra “expulsarla”, hasta que finalmente llega Lucy (radiante y fresca Mariana Loyola) quien será la que en última instancia dé a Raquel un sentido positivo y renovador a su existencia.

Todo el elenco está impecablemente respaldado por personajes muy bien definidos, pero Saavedra se adueña del film al haberse adentrado en cuerpo y alma en el rol de Raquel. Basta contemplar su rostro para conmiserarse de su soledad, vulnerabilidad y del maquiavelismo que demuestra para que nadie pueda intentar invadir su territorio o destronarla del cargo que ocupa. En tal sentido, Silva logra insuflar excelentes momentos de humor negro al describir los métodos utilizados por Raquel para enfrentar a sus potenciales competidoras.

A pesar de que el film transcurre dentro de los muros de una casa de familia, de ningún modo transmite un clima claustrofóbico. En la medida que el relato se centra en el estudio de caracteres, el escenario en que transcurre es el más apropiado para ilustrar con minuciosa precisión la vida de las empleadas domésticas, o de las “asesoras del hogar” tal como hoy día son conocidas.

En esencia, La Nana es un film que confirma a Silva como un importante realizador latinoamericano y que además permite apreciar la madurez del cine chileno en el contexto internacional.

PPP½

GAINSBOURG (Vie héroïque). Francia, 2010. Un film de Joann Sfar
En su primer film como realizador, Joann Star aborda la vida de Serge Gainsbourg (1928-1991), un famoso cantante y compositor de música pop que tuvo su apogeo en la década de los años 50 y 60. Star ha utilizado un criterio lineal y cronológico para su relato aunque la forma adoptada descanse más en destacar algunos momentos claves de su existencia sin ajustarse necesariamente a los cánones de una biografía tradicional.

Hijo de padres judíos que huyeron de Rusia después de la revolución bolchevique para radicarse en Francia, Lucien Ginsburg –tal su nombre de nacimiento- se sintió afectado durante su infancia (Kacey Mottet Klein) cuando se produjo la ocupación de los nazis en su país y tuvo que utilizar la estrella amarilla discriminatoria de su condición de judío. Sin embargo, este dramático período es tratado en forma epidérmica, con excepción de una escena fantasiosa donde una gigantesca caricatura antisemita lo va persiguiendo en la calle. Frente a su disconformidad de estudiar piano para satisfacer las exigencias de su padre (Razvan Vasilescu), comienza a seguir clases de pintura en una escuela de arte de París, hasta que años después Lucien se da cuenta de que su verdadera vocación no descansa en el arte pictórico sino en la música popular.

Sin la transición necesaria entre los años de infancia y los de su primera juventud, el relato se desplaza en el tiempo para mostrar al adulto Lucien (Eric Elmosnino) que cambiando su nombre por el de Serge Gainsbourg logra vincularse con algunas personas claves del mundo del cabaret y del music-hall parisino, como en el caso de Boris Vian (Philippe Catherine), Juliette Greco (Anna Mouglalis) y France Gall (Sara Forestier), logrando que sus primeras composiciones musicales con palabras por él escritas tuviesen repercusión popular.

Si hasta aquí el film mantiene un interés permanente generando expectativas positivas, lo que sigue posteriormente atempera la impresión inicial debido a que lo que se presencia es una mera revista de hechos bien conocidos pero sin profundización dramática. A medida que la estrella de Gainsbourg comienza a crecer, también su espíritu donjuanesco y carácter libidinoso adquiere potencialidad con las mujeres que formarán parte de su vida amorosa; estar casado y con familia no le impide mantener una apasionada relación amorosa con Brigitte Bardot (Laetitia Casta). Posteriormente se vincula con la británica Jane Birkin (Lucy Gordon) cuya colaboración artística produjo el famoso tema “Je t’aime, moi non plus” que llegó a escandalizar y el álbum “Histoire de Melodie Nelson”; tiempo después llegan a casarse y de esa unión nace en 1971 la actriz y cantante Charlotte; cuando ella lo deja años después, Gainsbourg habrá de reemplazarla con Bambou (Mylène Jampanoï).

Entre los aspectos positivos del film cabe apreciar su buena concepción visual, el apreciable trabajo de Elmosnino así como el de un elenco que sin dominar el canto entona adecuadamente las numerosas canciones de Gainsburg. Con todo, el film dista de ofrecer una clara visión de la vida de su protagonista; adoleciendo de un nudo argumental que lo cohesione y a pesar de las buenas actuaciones, el film se hace sentir en su segunda mitad, no solamente por su duración alargada sino también porque hay una monotonía que el director no ha sido capaz de disimular; por un lado se detiene demasiado en aspectos que no ameritan y por el otro pasa revista a vuelo de pájaro a situaciones que merecerían mejor tratamiento. A pesar de que el film lleve como subtítulo “una vida heroica”, deja dudas el saber en qué radica el heroísmo del cantante y además nada se muestra aquí sobre sus debilidades que lo conducirán finamente a un proceso autodestructivo; la introducción de un alter ego o “doble” (Doug Jones) tampoco ayuda mucho en conocer su personalidad tumultuosa y es ahí que el film no alcanza la dimensión que debiera haber tenido.
PP½

DATE NIGHT. Estados Unidos, 2010. Un film de Shawn Levy
La única razón de ver Date Night es para disfrutar de dos excelentes artistas de la televisión americana como Steve Carell y Tina Fey, quienes vuelcan su entusiasmo y energía para tratar de animar a esta desigual comedia. Tras un comienzo promisorio, todo queda diluido al poco tiempo para que el film se convierta en un rutinario relato de acción salpicado con la natural gracia aportada por los mencionados actores.
La acción que transcurre en New Jersey, próximo a la ciudad de Nueva York, presenta a Phil Foster (Carell), un contador impositivo que está casado con Claire Foster (Fey) quien se desempeña como agente inmobiliaria. Ambos conforman un matrimonio bien avenido, rodeado de dos pequeños hijos a los que quieren mucho. Estas primeras escenas tienen momentos de ternura y además se benefician de la excelente química existente entre Carell y Fey.
Consciente de que la felicidad conyugal consiste en evitar la rutina matrimonial, Phil invita a su señora a una velada romántica especial para cenar en un restaurante sofisticado de Manhattan. Como el lugar es muy solicitado y no han hecho reserva previa, las posibilidades de que puedan ser ubicados son mínimas; sin embargo, aprovechando la ausencia de otras dos personas asignadas para ocupar una mesa, la pareja decide asumir sus identidades. Lejos están de imaginar que esa “inocente” travesura les resultará demasiado cara cuando la cena es interrumpida por dos individuos peligrosos que los confunden con los comensales que debieron haber ocupado la mesa, poniéndolos en colosales apuros. Allí comienza el verdadero infierno para Phil y Claire al tener que pasar una agitada noche fuera de serie eludiendo a los hampones debido al problema de las equivocadas identidades.
Si el agradable planteo de sus primeros 20 minutos creaba una expectativa favorable para lo que vendría después, lo cierto es que el resto del film desilusiona. Lo que sigue es una historia burda plagada de situaciones descabelladas e incoherentes, donde se presencian persecuciones automovilísticas incluyendo choques, explosiones, disparos de balas a granel, más el agregado de algunos momentos jocosos que son producto del excelente desempeño de sus dos protagonistas y no de la historia en sí misma. En resumen, lo que prometía ser una buena comedia romántica se convierte en un rutinario film de acción sin mayor brío.
A su favor, cabe reconocer la inmensa simpatía que irradian Carell y Fey quienes deben luchar denodadamente para tratar de salvar a un guión insulso, así como la buena participación de un elenco integrado por Mark Wahlberg Mark Ruffalo, Ray Liotta, James Franco, William Fichtner y Mila Kunis. En todo caso, los intérpretes no pueden salvar mucho la medianía de este rutinario relato.

A SHINE OF RAINBOWS. Canada-Irlanda, 2009. Un film de Vic Sarin
Un tierno y cálido drama es lo que ofrece el director Vic Sarin en este film donde un niño adoptado se esfuerza por ser aceptado y querido por su potencial progenitor. En un estilo “a la antigua”, puede que este relato no se ajuste precisamente a los cánones actuales pero afortunadamente todavía existe una audiencia considerable que es receptiva para apreciar una historia humana y bien narrada como A Shine of Rainbows.

Basado en la novela de Lillian Beckwith, el libreto de Sarin, Catherine Spear y Dennis Foon transcurre en Irlanda, donde en las primeras secuencias se ve a Tomas (John Bell), un niño de 8 años tímido y de naturaleza frágil, sufriendo los embates y acosos de sus compañeros de clase en una escuela de la ciudad. En el orfanato donde se hospeda en su condición de huérfano lleva una vida solitaria y sin mayores alicientes. Cuando Maire O’Donnell (Connie Nielsen), una sensible y dulce mujer que no puede tener hijos, lo escoge con el propósito de adoptarlo, surge en el chico el optimismo natural de aguardar un futuro más alentador. Sin embargo, al llegar a la casa ubicada en una pequeña aldea de Corrie Island, cerca de la costa irlandesa donde Maire y su marido Alec (Aidan Quinn) habitan, el hombre manifiesta un tácito desprecio hacia el recién llegado hasta incluso rehusar a firmar los papeles formales de la adopción.

Con mucha sutileza, el film muestra la inseguridad y timidez de Tomas en el nuevo medio, en parte debido a la falta de comunicación y ausencia de respuesta positiva por Alec, impidiendo facilitar el vínculo entre ambos.

Con todo, la devoción que Maire siente por el menor así como la persistente labor que realiza para que se sienta más a gusto permitirá que el chico conozca a dos criaturas de su edad con quien entablará amistad, recobrando gradualmente su autoestima; paralelamente, el destino quiere que el niño descubra una pequeña foca abandonada en la playa a quien habrá de alimentar, creándose así una cálida relación entre ambos.

Adoptando algunos elementos del realismo fantástico, Sarin introduce momentos mágicos como cuando en un viaje en bote Maire ayuda a que Tomas se concentre y logre visualizar a quien fuera su abuela, como así también le permite descubrir un radiante arco iris atravesando el cielo en un magnífico día soleado.

Este emotivo film cuenta con magníficas interpretaciones del trío central donde cada uno de sus actores imprime completa convicción a sus personajes; en especial, despierta admiración la notable caracterización del pequeño actor John Bell que vive a fondo el personaje del pequeño e indefenso huérfano que necesita desesperadamente del cariño de su padre adoptivo y a quien le enseñará a madurar cuando la tragedia golpee a la puerta. Finalmente, cabe destacar la sobria dirección escénica de Sarin y además en su actuación paralela de camerógrafo logra captar la agreste belleza de los escenarios en que transcurre la acción.
PPP

HOW TO TRAIN YOUR DRAGON. Estados Unidos, 2010. Un film escrito y dirigido por Dean DeBlois y Chris Sanders.
La animación parece estar en su apogeo a juzgar por los éxitos logrados en el género con cada film que en los últimos tiempos se va lanzando al mercado. Esta vez ha sido el caso de “Como Entrenar a su Dragón” donde grandes y chicos logran entretenerse contemplando un espectáculo que ha equilibrado en forma acertada aventuras a granel con buenos toques de comicidad y algunos aditamentos de tono romántico.
Basado en uno de los libros infantiles sobre dragones escritos por Cressida Cowel, los directores Dean DeBlois y Chris Sanders han realizado una historia épica realzada por la tecnología digital 3D. La acción se ubica en un mundo mítico donde los rudos guerreros de una tribu de vikingos liderados por su jefe Stoick (voz de Gerard Butler) se dedican a combatir a sus enemigos naturales que son los dragones; aunque Stoick desea que su hijo adolescente Hiccup (voz de Jay Baruchel) siga sus mismos pasos, éste no demuestra la agresividad necesaria para semejante misión; de allí que el joven se sienta extraño, distante y diferente dentro del entorno que lo rodea.
Todo habrá de cambiar el día en que Hiccup encuentra a un dragón herido que le impide volar. A pesar de los resquemores iniciales comienza a surgir entre ellos una cálida amistad donde el joven va adiestrando a su mascota sin que nadie se entere. De este modo habrá encontrado su vocación natural de entrenador y domesticador de dragones haciéndole ver el mundo desde otra perspectiva y ganando al propio tiempo el corazón de la adorable Astrid (voz de América Ferrera).
Sin llegar al nivel de la magia desplegada por Steven Spielberg en “E.T.”, este film atrae fuertemente con sus personajes carismáticos y por la dosis de afecto y cariño que los realizadores han volcado en los mismos apelando al estilo de una animación clásica, ampliamente satisfactoria. Eso se debe a un elaboradísimo guión que ha evitado algunos de los estereotipos que caracterizan a este tipo de filmes y al haber permitido que esta historia de aventuras fantásticas encuentre amplio espacio para la ternura y la emoción en la relación entablada entre un adolescente y un animal. Finalmente, y aunque pudo no haber sido el propósito del film, se lo puede también apreciar por su mensaje de apertura y tolerancia entre especies diferentes.
En cuanto al uso de 3D, este nuevo sistema de filmación no constituye aquí un mero artificio para realzar los importantes valores visuales que el film aporta sino que constituye un elemento perfectamente funcional a un relato que aunque sencillo posee contenido; si eso está bien relatado, como lo es aquí, tanto mejor para regocijo del espectador. En resumen, un muy buen film para toda la familia.
PPP

THE LAST SONG. Estados Unidos, 2010. Un film de Julie Anne Robinson
Nicholas Sparks es un autor muy popular en Hollywood si se considera el cuantioso número de sus obras literarias que han sido adaptadas para el cine americano; ahora se puede juzgar la versión cinematográfica de su última novela The Last Song en base a un guión que él mismo preparó en colaboración con Jeff Van Wie. A pesar de que el libro original haya sido otro de sus “best sellers”, lo que se aprecia en pantalla no resulta nada diferente de lo que ya se ha visto en múltiples oportunidades; esta comedia dramática dirigida por Julie Anne Robinson carece de elementos que la hagan diferenciarse o trascender de otras del mismo género, excepto por la curiosidad de ver a Miley Cyrus desligándose de su trabajo televisivo en “Hannah Montana” para asumir un rol dramático de mayor envergadura profesional.

La acción que transcurre en un pequeño balneario del sur de los Estados Unidos enfoca a Ronnie Miller (Cyrus), una adolescente rebelde quien junto con su pequeño hermano (Bobby Coleman) se ve obligada a pasar sus vacaciones de verano junto con su padre Steve (Greg Kinnear) a quien no ha visto desde hace tiempo por haber estado separado de su madre (Kelly Preston). Debido a que Steve dejó el hogar familiar, ese trauma no pudo ser superado por ella y es así que en ese reencuentro, la joven vuelca su frustración a través de un comportamiento de evidente desprecio hacia su padre. Esa forzada convivencia tendrá sus aristas positivas cuando Ronnie tiene la oportunidad de conocer a Will, un agradable y apuesto joven del lugar (Liam Hemsworth) con quien descubrirá la dicha del primer amor. Como resulta previsible, a lo largo del film ella habrá de crecer y madurar como persona adulta.

Después de los primeros 40 minutos en que nada importante parece acontecer, el relato comienza a adquirir un matiz más positivo a través del proceso de reconciliación de la hija con su padre y por los vaivenes que experimenta la relación sentimental de los jóvenes. En el primer caso, sin que se sepa claramente el motivo de la separación de sus padres, tanto el amor por la música que Ronnie y Steve tienen en común como también un secreto bien guardado por el padre contribuirán a reconstituir los lazos familiares; en cuanto al vínculo de Ronnie y Will, habrá conflictos suscitados por diferencias de clase social dado que el muchacho pertenece a una acaudalada familia y su madre no ve con buenos ojos la relación que mantiene con su novia; a pesar de la riqueza, los padres de Will tampoco mantienen una relación sólida lo que hace que el joven evidencie una gran pena, a pesar de no exteriorizarla.

Como quedó señalado, el film carece de elementos que lleguen a impactar; aunque bien filmado y correctamente actuado no hay gran excitación o emoción a pesar de que hacia el final, el relato utiliza resortes melodramáticos para tratar de atraer a la audiencia.

Ciertamente el espectador no está en presencia de un film malo, pero tampoco es algo que lo llegará a conmover ya que todo sigue un curso preestablecido sin sorpresa alguna.
PP

CHLOE. Canadá, 2009. Un film de Atom Egoyan
La primera curiosidad que aporta el último trabajo de Atom Egoyan es saber la razón por la cual decidió realizar una nueva versión de “Nathalie” (2003), el film francés de Anne Fontaine. Aunque aquel drama de infidelidad conyugal concitaba cierto interés, no hay motivos que justifiquen volverlo a considerar, sobre todo si el resultado es sustancialmente inferior al del modelo original. Aunque Egoyan es uno de los más importantes directores canadienses, lo cierto es que su visión y original creatividad demostradas en obras anteriores, aquí están ausentes.

El escenario es Toronto, en lugar de Francia, donde viven Catherine (Julianne Moore), una ginecóloga y su marido David (Liam Neeson), un profesor de música, que a primera vista parecen formar una pareja bien avenida. Para celebrar el cumpleaños de su marido, Catherine le prepara una fiesta sorpresa en compañía de amigos; sin embargo, cuando en el día indicado todos lo esperan retornar de un viaje que realizó por la jornada a Nueva York, él se comunica telefónicamente con Catherine diciéndole que no puede regresar porque perdió su vuelo y recién lo podrá hacer al día siguiente. Cuando con posterioridad Catherine descubre en el teléfono de su esposo la foto de una atractiva alumna suya, comienza a pensar que él le está engañando; para poder confirmar sus sospechas decide contratar los servicios de Chloe (Amanda Seyfried), una joven prostituta de lujo, para que trate de seducir a su marido a fin de poner a prueba su fidelidad.

La interesante premisa inicial que promete intriga y misterio, lentamente comienza a desintegrarse cuando el relato introduce ingredientes que desnaturalizan el objetivo perseguido.

En la medida que Chloe debe reportar a Catherine sobre los vaivenes del affaire mantenido con David, la descripción de explícitos detalles va creando una sensación extraña en la perturbada esposa volviéndose celosa de la relación adúltera que ella mismo contribuyó a incentivar. De allí en más, el guión de Erin Cressida Wilson se convierte en un rutinario y vulgar relato sexual que no solamente involucra a los tres personajes centrales sino que también participará Michael (Max Thieriot), el hijo adolescente de la pareja, que termina acostándose con Chloe en la cama de sus padres.

Aunque no se trate estrictamente de un thriller pornográfico, la farsa sexual contemplada no concita interés y todo parece indicar que se estuviera presenciando un film diferente al de su comienzo. En consecuencia, aunque uno quisiera considerar al relato como una historia de sospechas, mentiras y traiciones dentro del contexto de una relación de pareja, su incoherencia hace imposible efectuar un serio análisis del mismo; ese hecho se ve aún más agravado frente a
un desenlace forzado que dista de convencer. En resumen, un traspié en la filmografía de Egoyan.


EVERYONE ELSE. Alemania, 2009. Un film de Maren Ade.
Aunque muchas veces se ha considerado el tema de la desintegración en las relaciones de una pareja, pocas veces se ha alcanzado un nivel de madurez y expresividad dramática como en Everyone Else. La realizadora alemana Maren Ade ha tratado de emular a Antonioni (La Noche) y Bergman (Escenas de la Vida Conyugal) retratando a dos profesionales alemanes (Minichmayr, Lars Eidinger) de treinta y tantos años de edad que durante unas vacaciones transcurridas en la isla de Cerdeña verán aflorar sus diferencias y temores de poder llegar a vivir juntos y fundar una familia.
Lo interesante de este film es que a pesar de que en términos de acción no es mucho lo que pasa, el relato alcanza dimensión dramática al expresar claramente la situación de dos personas que creen amarse pero que no obstante les resulta difícil superar las contradicciones en que se ven envueltas; aunque sería fácil culpar a una de las partes en juego –ella es mucho más madura que él en cuanto a la forma de vislumbrar la vida y el futuro- lo cierto es que lo que aquí queda claro es que una relación no puede sustentarse en los momentos pasajeros que provee el placer sexual unido al confort de una buena posición económica, sino en la necesidad de que exista un equilibrio psicológico entre las partes integrantes para evitar que la convivencia se fosilice. Sin duda, éste es un film inteligente y sutil que deleitará a un público que busca un cine alternativo de calidad.
PPP

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