18.1.11

CINE EN LA PLAZA

Comentarios de Jorge Gutman

ANOTHER YEAR. Gran Bretaña, 2010. Un film de Mike Leigh
Mike Leigh, uno de los directores más importantes de Gran Bretaña y comprometido en abordar aspectos sociales de su país con especial referencia a las clases menos favorecidas, deja de lado esa temática para ofrecer en Another Year una comedia dramática costumbrista que en esencia destaca cómo la felicidad no llega a todo el mundo por igual. Basándose en unos pocos personajes muy bien descriptos, el film refleja la dicha de un matrimonio muy bien avenido y la desdicha de algunos amigos y familiares con quienes les toca alternar.

El relato que transcurre a lo largo de un año se divide en 4 capítulos correspondientes a las diferentes estaciones aunque la época del año en que transcurre la acción no llega a influir mayormente en su contenido temático.

Tom (Jim Broadbent) –un geólogo- y su esposa Gerri (Ruth Sheen) conforman un matrimonio londinense de aproximadamente 60 años. Después de más de tres décadas de vida en común, se los observa como dos seres cuyo cariño y profundo afecto se ha ido solidificando a través del tiempo; el núcleo familiar queda integrado con Joe (Oliver Maltman), el único hijo soltero abogado de 30 años que vive separadamente y cuya relación con sus padres es todo lo armoniosa que cabría de esperar; a través del relato se contempla cómo Tom y Gerri se sienten satisfechos al comprobar la buena elección que ha hecho su hijo cuando les presenta a su agradable novia Katie (Karina Fernández).

El film fundamentalmente se desarrolla a través de sucesivas escenas donde se tiene la oportunidad de ver cómo el matrimonio se interrelaciona socialmente con los personajes que Leigh utilizó para expresar los estados de esperanza, dolor, pena, soledad y fraternidad que experimentan. El más importante de todos ellos es Mary (Lesley Manville), una mujer de 50 años que trabaja como secretaria en la misma clínica médica donde se desempeña Gerri. Habiendo tenido una sola y frustrada experiencia matrimonial a una edad muy joven, ella vive ahora en un completo estado de ansiedad y altibajos emocionales tratando de encontrar la compañía de un hombre que le proporcione el amor y la ternura que necesita desesperadamente. Ese neuroticismo llega en determinadas circunstancias a causar cierta incomodidad a Tom y Gerri cuando al ser invitada a su hogar, Mary evidencia una conducta que en algunas circunstancias resulta poco agradable. Otro personaje es Ken (Peter Wight), un viejo amigo de Tom, quien soltero e inclinado a la bebida guarda algunos rasgos comunes con Mary en lo que se refiere a la necesidad de afecto, así como su vulnerabilidad e inseguridad. El cuadro se completa con Ronnie (David Bradley), el hermano de Tom quien acaba de perder a su mujer y se encuentra bastante deprimido por su soledad, a pesar de tener un hijo (Martin Savage), prácticamente intratable, de quien está completamente distanciado.

Leigh considera a todos los personajes con afecto y les nutre de una vibrante humanidad, hecho que no resulta extraño porque es la característica emergente en toda su filmografía. También, como es habitual en él, logró convocar a prestigiosos actores que no actúan sino que viven con máxima naturalidad lo que cada uno de sus roles les exige; a pesar de que la actuación no puede ser más homogénea, se destaca la interpretación de Manville que suscita grandes elogios por la composición que ha hecho de Mary, una mujer patética que es consciente de la vacuidad de su existencia y que se esfuerza vanamente por escapar del opresivo rincón en que se encuentra.
Si alguna observación merece este film es que el personaje de Mary monopoliza la atención prácticamente de casi todo el relato dejando a otros un poco marginados. Ese es el caso de Janet (la gran actriz Imelda Staunton) quien asiste a la clínica médica por padecer de un severo insomnio; a pesar de la riqueza expresiva de ese personaje, el mismo desaparece después de la primera secuencia del film sin que se llegue a saber nada más sobre su suerte.

Más allá de la objeción apuntada, el público asiste a una interesante crónica de la vida ordinaria y sentimientos que animan a las personas aquí descriptas. Sin alcanzar el nivel de sus obras maestras como Secrets and Lies (1996) y Vera Drake (2004), Leigh logra un film respetable ilustrando la cara sonriente y el lado oscuro de la felicidad humana sin entrar a juzgar porqué la varita mágica de la dicha no alcanza a todos por igual.

BLUE VALENTINE. Estados Unidos, 2010. Un film de Derek Cianfrance
No hay fórmula que pueda determinar eficientemente el éxito de una buena relación de pareja a lo largo del tiempo. Si a nivel individual el ser humano puede estar sujeto a cambios anímicos negativos debido a una carencia de satisfacción personal que se refleja en alteraciones de su conducta, las posibilidades son aún mayores cuando se trata de dos personas adultas conviviendo bajo un mismo techo a través de varios años. Precisamente, ese es el tema de BLUE VALENTINE que enfoca a un joven matrimonio que después de cierto tiempo de casados exhibe serias grietas en su relación tornando irreversiblemente la vida en común. Si bien, directores de la talla de Ingmar Bergman y John Cassavetes trataron inteligentemente en algunos títulos de su filmografía la desintegración de una relación conyugal, en este caso Derek Cianfrance -en un auspicioso debut como director- logra transmitir un impacto emocional capaz de sensibilizar marcadamente a un público amante de filmes adultos.

El guión del director en colaboración con Joey Curtis y Cami Delavigne utiliza los flashbacks para exponer los altibajos experimentados por el matrimonio integrado por Dean (Ryan Gosling) y Cindy (Michelle Williams), los dos personajes centrales. Entre momentos presentes y pasados el espectador -como si estuviese espiando por el ojo de la cerradura- pasa a ser un testigo oculto de lo que acontece en la intimidad conyugal de esta pareja.

Al comienzo del film, después de seis años de vida en común ya se alcanza a detectar que hay algo que no marcha bien en el hogar de esta pareja. Así, cuando la amada hijita (Faith Wladyka) pierde a su perrito, el desconsuelo que siente origina un motivo de fisura para sus padres. Para tratar de enmendar la situación, Dean propone a Cindy ir a un hotel por horas con el propósito de revivir la energía sexual de otros tiempos. Sin embargo, el resultado no es el que cabría de esperar cuando ella le revela a su esposo haber encontrado casualmente a un antiguo amante (Mike Vogel) y él se enfurece. En oposición a los momentos de desencanto, frustración y distancia afectiva de estos personajes, la memoria los hace retroceder en el tiempo, mostrando cómo ambos llegan a conocerse y el modo en que Dean conquista amorosamente a Cindy tocando con su ukelele y cantando una canción mientras ella baila al compás de la misma. ¿Cómo es posible que donde hubo pasión sólo queden cenizas?

El relato no trata de explicar las causas que concurren en la disolución de la pareja ni tampoco toma partido por ninguna de las dos partes. Precisamente, porque no ofrece explicaciones simplistas o esquemáticas, la notable calidad del guión deja abierta las puertas para que cada espectador pueda llegar a obtener su apropiada respuesta. Además de describir minuciosamente a sus personajes, el relato apela a detalles de aparente menor importancia pero indudablemente significativos para atreverse a conjeturar qué es lo que pudo entorpecer o malograr la relación a través del tiempo. Por ejemplo, la diferencia de ambiciones entre las partes constituye un factor fundamental que puede traducirse en resentimiento y eso posiblemente sea la razón por la que Cindy deseó la separación; así, ella –una sencilla enfermera- no pudo llegar a seguir la carrera de medicina que tanto deseaba por el embarazo no planificado de su hijita; además, no puede contemplar a su marido que aunque cariñoso, sensible, ingenioso y buen padre de familia, carece de iniciativa y se conforma con lo que está haciendo en un trabajo sin mayor futuro, en parte por no haber terminado su ciclo de enseñanza media ni tampoco por aspirar a un mejor nivel de formación y consecuentemente de empleo.

En una historia donde lo que más trasciende es la evolución emocional de sus personajes, tanto Gosling como Williams alcanzan niveles de interpretación inimaginables de superar. A la riqueza de la historia se une la labor de estos excepcionales actores que apartándose de los arquetipos tradicionales logran transmitir la profundidad de dos seres que habiendo encontrado alguna vez el amor, lo pierden de manera lamentable.


NOSTALGIA DE LA LUZ. Chile-Francia-España-Alemania, 2010. Un film de Patricio Guzmán
Patricio Guzmán, uno de los directores más comprometidos políticamente, ha realizado un muy buen documental donde tratando de demostrar que la memoria no puede ni debe desaparecer porque sin ella prácticamente no tendría vitalidad la existencia humana, ofrece una analogía entre el mundo de la astronomía y los crímenes cometidos por uno de los regímenes más perversos que asoló a Chile en el no muy lejano pasado histórico.

Aunque hasta el presente no se conocía la faceta de Guzmán como un gran aficionado a la astronomía, lo cierto es que desde su infancia tuvo una predisposición natural para curiosear, asombrarse y deleitarse con el conocimiento del universo. Ese hecho lo ha inspirado para que su documental tenga lugar en el desierto de Atacama, ubicado a tres mil metros de altura sobre el nivel del mar y donde los astrónomos de diferentes lugares del mundo se congregan para observar las estrellas; esa zona constituye una de las regiones más secas del mundo y cuenta con un límpido aire que permite, gracias a un gigantesco observatorio internacional allí instalado, apreciar la transparencia del cielo y llegar a vislumbrar los confines del universo.

La primera parte del film se concentra en resaltar los valores astronómicos de la zona donde a través de la fluida narración efectuada por su autor la audiencia se impone de la tarea realizada no solamente por los astrónomos sino también por arqueólogos quienes beneficiados por la sequedad del suelo debido a su absoluta falta de humedad pueden detectar restos humanos bien preservados de exploradores, mineros y momias. Ese hecho permite el enlace con la segunda parte del relato; el mismo, decididamente más dramático y horroroso, alude a los cadáveres de los desaparecidos prisioneros que fueron víctimas de la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet y que allí fueron sepultados. De este modo se asiste a una de las más extrañas ironías expuestas por el director, donde por un lado los científicos utilizan el lugar para determinar la posibilidad de una vida extraterrestre, mientras por el otro se asiste a la triste y penosa labor realizada por un grupo de personas vinculadas con aquellos individuos ejecutados, tratando de ubicar los cuerpos o huesos de sus seres amados.

Ciertamente, la tarea abordada por Guzmán es meritoria en su intención de relacionar pasado y presente mediante una dimensión decididamente cósmica. Aunque esa analogía no siempre llega a funcionar por completo, de todos modos en su mayor parte es lo suficientemente válida como para que el enjundioso documental proporcionado por el cineasta merezca amplio respeto.

Con una narración tradicional, el film se enriquece por la presencia y manifestaciones de varios personajes parlantes como el de un viejo arqueólogo, un joven astrónomo y otro amateur, una hija de desaparecidos que fue criada por sus abuelos, un hombre que ha sobrevivido a varios campos de concentración, y dos mujeres que durante 28 años remueven la tierra con sus palas para tratar de encontrar los esqueletos de sus familiares asesinados.

En este documental de indudable contenido poético, el director ha logrado un film que tiene como objetivo conseguir que la memoria colectiva de su país natal no llegue a transformarse en lamentable amnesia y evitar el riesgo de que la trágica experiencia de la sangrienta dictadura militar pueda repetirse.

THE DILEMMA. Estados Unidos, 2011. Un film de Ron Howard
El dilema de este film puede asemejarse a la misma situación de indecisión que se le planteó al director Ron Howard para abordar el tema que plantea. Howard dudó entre seguir la fórmula de una liviana comedia con situaciones absurdas y un humor al estilo que acostumbra brindar Judd Apatow, o bien abordar un tema dramático enfocando una situación ética en la relación mantenida entre dos grandes amigos. A fin de cuentas, el dilema de Howard nunca terminó de resolverse y el resultado final es una comedia completamente chata e irrelevante.

La historia a primera vista despierta interés presentando a Ronny (Vince Vaughn) y Nick (Kevin James), como dos grandes amigos de larga data que además son socios comerciales en el diseño de motores de automóviles. Mientras que Ronny es un recalcitrante soltero que aún no se anima a dar el paso decisivo de formar un hogar con su novia Beth (Jennifer Connelly), Nick está felizmente casado con Geneva (Winona Ryder). Sin embargo, las apariencias resultan engañosas cuando Ronny que ya estaba dispuesto a comprometerse con Beth, descubre por azar que Geneva engaña a su amigo con otro hombre (Channing Tattum). Si el planteo del film intriga en sus primeros 15 minutos sobre lo que habrá de pasar, lo que continúa a lo largo de su hora y media restante no es más que la continuada indecisión de Ronny sobre cómo comunicarle a su amigo tal hallazgo. Cuando ya se dispone a hacerlo, el guión presenta situaciones imprevistas -pero sin mayor interés- por las que se encuentra imposibilitado a revelarle la verdad.

Si como comedia el film carece del humor necesario para ser disfrutado, tampoco funciona como drama porque su tópico central -hasta qué punto un buen amigo puede interferir en la intimidad conyugal del otro sin conocer todos los detalles- termina siendo banalizado. En algunos casos la combinación de diferentes géneros puede funcionar, pero en este caso esa fusión no resulta satisfactoria. En última instancia, el guión de Allan Loeb es el punto más débil del relato y los actores aunque correctos –sobre todo Vaughn y Ryder en un rol poco simpático- deben resignarse a caracterizar personajes poco creíbles sin poder rescatar al film de su mediocridad.

BARNEY’S VERSION. Canadá, 2009. Un film de Richard J. Lewis
Mordecai Richler, fallecido en 2001, ha sido uno de los escritores canadienses más renombrados, cuya producción literaria incluye, entre otras obras, diez novelas, varias colecciones de ensayos, libros infantiles y una media docena de guiones para el cine. Su última novela “Barney’s Version” publicada en 1997, que para muchos de sus lectores es la mejor de su producción, ha sido trasladada a la gran pantalla en un satisfactorio guión de Michael Konyves que refleja el espíritu y la intencionalidad de su autor.
El film exuda calidez y a pesar de que su protagonista no es un personaje simpático o querendón, logra la adhesión de una audiencia que encuentra en Barney Panofsky –un hombre de familia judía que nació y se crió en Montreal- a un antihéroe plagado de defectos pero también dueño de considerable humanidad. Como su título lo indica, la historia que aquí se relata es la versión que este personaje decide contar sobre sus experiencias a lo largo de casi cuatro décadas de una existencia que, si en apariencia puede resultar común y corriente, no está exenta de vicisitudes fuera de lo ordinario debido a su singular personalidad.
¿Qué es lo que motiva a Barney (Paul Giamatti) dar a conocer las memorias de su vida? Lo hace para acallar las acusaciones de un declarado enemigo que publicó un libro que no lo deja bien parado; se trata de un detective (Mark Addy) que durante años tuvo a su cargo investigar la misteriosa desaparición del gran amigo de Barney (Scott Speedman), a quien muchos creen que él lo asesinó
Barney retrocede en el tiempo para rememorar, entre otros hechos, su agitada vida sentimental. Así, en 1974 durante sus años de juventud y bohemia que pasó en Roma, es engañado por Clara (Rachelle Lefevre), una ligera trotamundos con quien estaba vinculado sentimentalmente, que le hace creer que él es el padre de la criatura que está gestando; moralmente impulsado a casarse con ella, su matrimonio prácticamente concluye antes de haberse iniciado por la infidelidad de su esposa. Al regresar a Montreal, se relaciona con una mimada millonaria de la colectividad judía (Minnie Driver) que es una autoritaria e insoportable parlanchina a la que Barney no llega a tolerar, y que a pesar de todo se convierte en su segunda esposa; sin embargo, esta unión tampoco habrá de durar dado que en la misma noche de su fiesta de bodas, se enamora a primera vista de Miriam (Rosamund Pike), una de las invitadas, con quien finalmente encuentra su verdadera felicidad y que llega a ser la mujer de su vida y madre de sus dos hijos.
Lewis dirige con acierto y delicadeza las peripecias de su protagonista, a veces cómico, otras un tanto patético, en circunstancias egoísta y oportunista, pero también carismático y tierno en determinadas ocasiones. En tal sentido, Giamatti ha sabido transmitir las alternativas y altibajos de un obstinado y colorido arquetipo que a través del tiempo va adoptando diferentes facetas, tal como Richler lo ha concebido en su compleja novela. El elenco que lo rodea es muy bueno pero a fin de destacar un nombre merece señalarse el del veterano Dustin Hoffman quien se luce como el padre de Barney, un ex policía jubilado que llega a gravitar fuertemente en su vida y de quien nuestro protagonista hereda las características más apreciables y positivas de su personalidad. Interesante es de observar el simpático gesto de David Cronenberg, Atom Egoyan y Denys Arcand –los más prestigiosos realizadores canadienses- al prestar su colaboración como actores en fugaces escenas del film.
El film a través de su historia aborda algunos aspectos vinculados con la identidad judía, los efectos perniciosos de ver una amistad malograda y ciertos conflictos morales que vive Barney con el paso del tiempo. En líneas generales, el resultado es un relato ingenioso y entretenido que conduce a un desenlace altamente emotivo; lo más importante es que al final de esta historia, el espectador logra encariñarse con la contagiosa vitalidad del irascible Barney, gracias a Giamatti y, obviamente, a la riqueza que Richler otorgó a la figura central de su novela.





TRUE GRIT. Estados Unidos, 2010. Un film escrito y dirigido de Joel y Ethan Coen
Este film es una nueva versión del realizado en 1969 por Henry Hathaway, que le valió el primer y único Oscar al popular actor John Wayne por su desempeño como un indomable alguacil que debe ubicar a un despiadado asesino.

Se impone la pregunta si acaso era necesario volver a considerar el mismo tema, especialmente si se tiene en cuenta el buen recuerdo dejado por el desaparecido actor. En vista del tratamiento dispensado por los hermanos Joel y Ethan Coen, la respuesta es afirmativa. Se ve que el western les sienta muy bien a estos famosos hermanos y con la seriedad que merece el género, el mismo es abordado con las características distintivas que los distinguen. Además, con el tradicional celo puesto en la adecuada selección de los actores, los Coen han obtenido en Jeff Bridges a un intérprete que sin replicar o copiar al bien recordado Wayne, impresiona admirablemente en la forma en que se sumerge en la piel de Rooster Cogburn, el personaje principal de la novela homónima de Charles Portis en que se basa el relato.
Para quienes no han visto el film de Hathaway, cabe mencionar que su historia gira en torno de Mattie Ross (Hailee Steinfeld), una adolescente de Arkansas de 14 años con una madurez muy superior a las jovencitas de su edad, quien embebida por su sed de justicia, está empecinada en ubicar y enfrentar a Tom Chaney (Josh Brolin), el criminal responsable de haber matado salvajemente a su padre. Para lograr su propósito, contrata los servicios del irritable alguacil Cogburn con el fin de que la ayude a encontrar al fugitivo asesino; en esta aventura se incorpora LaBoeuf (Matt Damon), un agente de los Rangers del estado de Texas que tiene sus propias razones para localizar a Chaney.
Con la historia relatada por Mattie, el público tiene la grata sorpresa de apreciar la capacidad de Steinfeld, una actriz joven y muy buena que transmite con justeza las características de una heroína feroz, desenvuelta y resuelta a vengarse del criminal; su determinación la convierte en un personaje agradable y fácilmente identificable. Así, en las primeras escenas del film resulta sonrientemente placentero observar su firmeza en el manejo de sus asuntos financieros al negociar con un experimentado comerciante de caballos (Dakin Matthews). Posteriormente demostrará su coraje y valentía en la azarosa aventura que le toca participar junto a Cogburn y LaBoeuf al irse internando en el vasto territorio indígena del oeste americano del siglo 19, época en que transcurre la acción.
Bridges después de haber ganado este año un Oscar (Crazy Heart) al mejor actor, vuelve a brindar otra estupenda caracterización de un personaje que tuerto de su ojo derecho y adicto a la bebida resulta pendenciero, gruñón y quejumbroso; pero a pesar de su temple de acero exterior es capaz de guardar un profundo sentimiento de afecto y ternura al ir asumiendo una figura paternal hacia Mattie. Cabe aclarar que como Rooster Cogburn habla mascullando, la poca claridad de sus palabras impide que pueda comprenderse todo lo que está diciendo y, como consecuencia, se pierde parte del diálogo para quienes no dominen el inglés perfectamente; sin embargo, esta observación no va en detrimento del film porque sin duda, Bridges brinda una composición excelente de lo que la novela original exige de su personaje.
Aunque el final es predecible, los Cohen han guardado para las últimas secuencias un logrado dramatismo de relativa violencia cuando se produce el aguardado enfrentamiento con el asesino que es miembro de la banda de malevolentes liderada por Lucky Ned Pepper (Garry Pepper).
Desde un punto de vista técnico, los factores de producción son excelentes tanto en lo que concierne a su estilo visual como a la excelente fotografía de Roger Deakins (en especial las magníficas escenas nocturnas) y la buena música de Carter Burwell.
Sin ser una excepcional película, True Grit es un muy buen western que satisfará a los amantes del género y al público que persiga una muestra de calidad.

RABBIT HOLE. Estados Unidos, 2010. Un film de John Cameron Mitchell
El director John Cameron Mitchell ofrece con Rabbit Hole un film excelentemente realizado, con una interpretación de primer nivel y un guión impecablemente escrito por David Lindsay-Abaire, basado en su propia pieza de teatro que obtuvo el premio Pulitzer en 2007.

El duelo producido por la muerte de un hijo ha sido ya tratado en numerosos filmes; sin embargo lo que distingue al presente de los demás es que la historia aquí se desarrolla ocho meses después de que la desgracia haya tenido lugar y a partir de entonces se ve cómo la misma va repercutiendo en el matrimonio formado por Becca (Nicole Kidman) y Howie Corbett (Aaron Eckhart).

Uno de los méritos del film es la forma en que está construido. Lentamente uno se acerca a la intimidad del duelo del matrimonio. En un principio es poco lo que trasciende del drama, pero a medida que el metraje va avanzando quedan completamente perfiladas las personalidades de Becca y Howie así como la manera diferente en que cada uno de ellos va ajustándose a la nueva situación reinante. Ella trata de eliminar cualquier vestigio que surja del niño de 4 años que ha perdido su vida atropellado por un automóvil; sin embargo, se resiste a encontrar confort o consuelo dado que existe algún mecanismo inconsciente que la vuelve contra sí misma tratando de agudizar más su angustia; su marido, en cambio, a pesar de la pena en común que sobrellevan, trata de adoptar una actitud positiva aunque siempre manteniendo intacta la presencia del niño ausente. En esa diferente vivencia descansa la esencia del film, convirtiendo al espectador en un observador objetivo de acontecimientos que llega a comprender claramente como el sentimiento de culpa, rabia e impotencia que los anima, la causa de las recriminaciones y reproches mutuos que surgen, el sarcasmo latente frente a situaciones específicas, la desorientación y frustración de cómo seguir manteniendo las relaciones conyugales cuando una de las partes no está aún preparada para hacerlo y la forma cómo el matrimonio, separadamente, se vincula con el mundo exterior.

El relato contiene un considerable número de escenas en donde el acercamiento del público con los protagonistas del drama es total. Así, en el marco de un grupo de gente afectado del mismo problema que asiste a sesiones de terapia para encontrar consuelo entre sus integrantes, una madre aduce que Dios quiso llevar a su hijo para tener un ángel a su lado; irónicamente, Becca le responde que si así hubiera sido, Dios –que todo lo puede- habría podido crear su propio ángel en lugar de arrebatarle a su vástago. Otra situación de impactante tensión se produce cuando Nat (excelente Dianne Wiest), la madre de Becca, tratando de consolar a su hija le señala que ella mismo perdió a un hijo; cuando Becca le responde que las comparaciones no proceden porque al menos el muchacho tenía 30 años y murió por sobredosis de droga, Nat le hace ver que para una madre lo que cuenta es la muerte del hijo independientemente de su edad y/o de las circunstancias en que se produce el deceso.

Kidman, que ya obtuvo un Oscar en 2003 por su memorable papel en The Hours, nunca estuvo mejor que en este film. Tratando de no reflejar exteriormente su duelo, aparenta su angustia a través de una sonrisa nerviosa que trasluce el sentimiento de una persona que trata de contener el cúmulo de emociones que la envuelve con fortaleza. Eckhart es otro de los artífices de este film y responsable de haber logrado que su personaje despierte la conmiseración y respeto del público como el marido que a pesar de la gran pérdida sufrida, siente un inmenso amor por su esposa y realiza lo imposible para no caer en la tentación de vincularse sentimentalmente con otra mujer (Sandra Oh) que acude al grupo de terapia. La sorpresa del film es el debut del joven actor Miles Teller quien conmueve como el adolescente que experimenta un paralizador sentimiento de culpa por haber conducido el vehículo que causó la muerte del niño; su interacción con el personaje de Kidman, que origina las escenas más reveladoras del film, permite que su actuación resulte altamente sincera y conmovedora.

Es un placer contemplar hoy día un film que tenga la habilidad de tratar a la audiencia con respeto e inteligencia; apartándose de situaciones irreales o rebuscadas, el relato enfoca con gran sensibilidad un tema adulto y complejo que a la vez deja al espectador considerable material para su reflexión. En resumen, éste es un film maravilloso desde cualquier ángulo que se lo juzgue y constituye uno de los mejores que el cine haya mostrado desnudando la intimidad de un matrimonio después de una desgracia irreparable.

THE FIGHTER. Estados Unidos, 2010. Un film de David O’Russell
Aunque en apariencia este film podría ser considerado como uno más del género deportivo, el boxeo es aquí un factor instrumental al servicio de una historia que trata de reflejar los fuertes lazos familiares y el modo en que gravitan en el comportamiento de sus integrantes. Inspirado en la historia verdadera del campeón pugilista de peso mediano Micky “Irish” Ward (Mark Wahlberg) y su hermanastro Dicky Eklund (Christian Bale), lo que aquí se aprecia se parece más a un cuento de hadas que a una historia real aunque, claro está, nadie puede negar la evidencia de los hechos.

Un inconveniente del film es que los primeros 40 minutos –poco más de su tercera parte- luce desprolijo y deshilvanadamente estructurado, lo que conspira para que uno se adentre bien en lo que se está relatando. Afortunadamente, lo que continúa después resulta menos diseminado y mejor enfocado de modo tal que se sigue con interés lo que sucede en el seno de la familia Ward.

La historia que transcurre en Lowell, Massachusetts, presenta a dos hermanastros unidos en un fuerte lazo que además del familiar incluye también el profesional. Dicky alguna vez tuvo cierta gloria como boxeador pero eso pertenece al pasado; adicto a la droga, mantiene un comportamiento inestable aunque su mayor preocupación es lograr que Micky, su hermano menor y también inclinado al boxeo, llegue a triunfar y para ello se desempeña como su entrenador.

A pesar de que en el cine se han visto muchísimos filmes sobre este deporte, el director David O. Russell está más interesado en mostrar y retratar con detalle la familia de clase obrera a la que Micky y Dicky pertenecen, también integrada por 7 hermanas que tiradas en un sofá prácticamente no hacen nada salvo mirar la televisión, y la madre Alice (Melissa Leo) quien es extremadamente autoritaria y maneja con absoluta determinación a todos sus vástagos. En este núcleo familiar decididamente disfuncional, el más cuerdo y menos delirante de todos es Micky, aunque eso no es óbice para que esté fuertemente influido por su madre y prácticamente siga sus consejos, que incluyen el asesoramiento de Dicky en materia deportiva.

La nota dramática del film surge en el enfrentamiento que se produce entre Alice y Charlene (Amy Adams), la novia de Micky. Observadora de la extraña familia de su novio que casi pierde su vida en un torneo, ella lo convence de que siga su carrera sin la dependencia de su hermano. Todo eso induce a que el relato se centre fundamentalmente en el conflicto de lealtad de Micky entre seguir siendo fiel a su familia, a pesar de que no sería lo más pertinente y juicioso, o bien atender al consejo de Charlene que como persona moderada y madura representa la voz de la razón.

De no haber sido una historia real, uno podría aguardar un final completamente diferente a lo que se presencia. Sin embargo, a veces la realidad se comporta como una novela rosa y es así que Micky logra que los fuertes lazos hacia su clan familiar no se aflojen y a la vez llega a un happy end en su relación sentimental con Charlene.

Aunque la crónica de familia es lo más destacable de esta verdadera historia, también el film exhibe algunas peleas deportivas capaces de satisfacer a los amantes del género; en tal sentido, Micky es capaz de sorprender cuando al principio de una contienda todo parece irle mal y en los rounds finales recobra una inesperada energía que lo convierte en triunfador.

En un balance global, el film aunque nunca llega a gravitar emocionalmente resulta atractivo, especialmente por el nivel de su elenco. Walberg anima muy bien a Micky, un hombre vulnerable que se encuentra cercado cuando tiene que decidirse entre su novia y su familia; Adams también satisface con su dulzura y femineidad; pero lo que aquí se impone es la actuación de Leo como la mujer de fuerte instinto maternal que no permitirá que nadie ocupe su lugar, así como la extraordinaria interpretación de Bale quien –físicamente irreconocible- transmite toda la fuerza de un personaje perturbado, emocionalmente inestable a la vez que sensible y simpático, queriendo entrañablemente a Micky y anhelando que éste pueda llegar a ser profesionalmente todo aquello que él no pudo lograr.

THE KING’S SPEECH. Estados Unidos-Australia, 2010. Un film de Tom Hooper
Un elegante y estilizado drama de época es The King’s Speech, donde una vez más se prueba que es posible realizar una obra artística que a la vez sea altamente entretenida para el gran público. La película constituye otro importante trampolín para el sobrio actor Colin Firth quien, así como lo hiciera el año pasado en A Single Man, vuelve a confirmar sus condiciones de gran intérprete caracterizando a quien sería el rey de Inglaterra.
El film resulta tan interesante como lo fue The Queen al permitir que el público se familiarice con los entretelones de la familia real británica, en este caso la figura de George VI. Bastante antes de ser monarca y ocupando el segundo lugar en la línea de ascendencia al trono, el entonces príncipe Albert (Firth) debía pronunciar discursos protocolares; nada resultaría anormal si no fuese porque sufría de marcadas disrupciones en la fluidez de su expresión verbal cuando tenía que dirigirse públicamente y, como es de comprender, esa deficiencia le producía incomodísimos contratiempos; ésa es la situación que se aprecia en las primeras secuencias cuando Albert debe pronunciar un discurso en la Exposición del Imperio Británico de 1925. Su mujer Elizabeth (Helena Bonham Carter), quien llegaría a ser la reina madre de la actual soberana, fue incuestionablemente su gran apoyo moral tratando infructuosamente de buscar la solución con varios eminentes médicos; al no lograrla, ella recurre a Lionel Logue (Geoffrey Rush), un especialista australiano en la materia, a pesar de que en un comienzo su marido se muestra fuertemente reluctante a someterse a las técnicas sugeridas por el mencionado foniatra para dominar su tartamudez.
Esencialmente, el guión de David Seidler enfoca la relación –a veces irregular- establecida entre estos dos hombres donde la jerarquía nobiliaria desaparecería por completo cuando su súbdito se dirige al futuro soberano como “Bertie”, su sobrenombre para el circuito familiar.
Aunque el film deja traslucir que la infancia del príncipe a merced del autoritario padre George V (Michael Gambon) pudo haber sido la causa de su defecto -a pesar de que hoy día la ciencia atribuye el problema a una condición neurológica con un fuerte componente genético-, el relato pasa revista a los episodios vinculados con su hermano Edward (Guy Pearce) cuando hereda la corona después de la muerte de su padre en Enero de 1936 y posteriormente la situación inesperada que se impone cuando el nuevo soberano es obligado a abdicar al haber tomado la decisión de casarse con la dos veces divorciada Wallis Simpson (Eve Best) de quien estaba profundamente enamorado. De esta manera, queda sellado el destino de “Bertie” al convertirse en George VI; de allí en más sus alocuciones serían más frecuentes e importantes y en consecuencia cada vez adquiriría mayor gravitación la presencia de su foniatra.
A pesar de que todo gire en torno a la dificultad de “Bertie”, el director logra un muy buen relato realizado clásicamente, que cautiva fácilmente al espectador al ofrecer fluidamente notas de indudable interés en la camaradería creada entre el soberano y su terapeuta vocal.
Son dos los momentos de mayor atracción que ofrece esta historia. Uno es el que tiene lugar durante los ensayos del rey y de Logue en la Abadía de Westminster, horas antes de ser coronado. La otra secuencia de intensidad dramática y emocional se produce cuando en Septiembre de 1939 George VI debe dirigirse por radio a sus súbditos para comunicarles que Gran Bretaña ha entrado en guerra con Alemania. Ese momento es humanamente conmovedor viendo al foniatra “dirigiendo” a su alumno, a medida que difunde su discurso armoniosamente fraseado y con clara y solemne voz; con la banda sonora del segundo movimiento de la Sinfonía No. 7 de Beethoven, da la impresión de asistir a un concierto donde Logie es el maestro de orquesta en tanto que el monarca asume el rol del músico que sigue cuidadosamente sus indicaciones frente al micrófono.Firth sale absolutamente airoso del desafío impuesto por su complejo personaje y seguramente será uno de los cinco candidatos nominados al Oscar como mejor intérprete por su notable desempeño y así lo fuera es muy posible que lo gane. También habrá que destacar el trabajo de Rush, quien es igualmente merecedor de un Oscar en un rol de apoyo; dentro de las dimensiones de su personaje, ofrece una gran interpretación del hombre que en más de una oportunidad tiene que lidiar con el cambiante humor de su paciente y poner a prueba su paciencia para finalmente llegar a forjar una gran amistad que duraría toda la vida; su eficiente terapia, a pesar de no haber eliminado por completo el tartamudeo de su paciente, permitió que el rey venciera su timidez, ganara confianza y autoestima y pudiera reinar con determinación durante los difíciles años de la Segunda Guerra.

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