26.7.11

CINE EN LA PLAZA

Comentarios de Jorge Gutman



HARRY POTTER AND THE DEATHLY HALLOWS (Part 2). Gran Bretaña, 2011. Un film de David Yates

Al comentar la primera parte de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte señalé que era difícil evaluar su contenido inconcluso sin juzgar la sección final. Ese momento ha llegado con el estreno mundial de la segunda parte del séptimo libro de la novela de J.K. Rowling, donde además concluye la mágica saga concebida por su autora. Aunque Harry Potter de ningún modo puede ser considerada como una obra literaria excepcional, de todos modos nadie pondrá en duda los legítimos méritos de la Sra. Rowling al haber producido una historia de gran originalidad que además de haber constituido el mayor suceso de la literatura juvenil de todos los tiempos se transformó en una aventura cinematográfica de características únicas; así, su inmensa popularidad se hizo sentir en todos los rincones del planeta, más allá de cualquier diferencia cultural que pueda separar a sus espectadores.

Por lo que antecede y en esta hora de despedida uno no puede olvidarse de lo acontecido durante los 10 años que duró la era potteriana. Desde el primer film de la serie hasta su brillante capítulo final se ha visto cómo el paso del tiempo ha logrado una transformación física y anímica de los personajes centrales de esta historia, así como la evolución en la madurez y capacidad interpretativa del trío de actores protagónicos que le han dado vida a lo largo de todo su desarrollo. Al propio tiempo cabe señalar la forma en que la novela de Rowling ha ido modificándose, desde lo que parecía un inocente cuento de hadas en su primer capítulo para gradualmente convertirse en una narración sombría hasta culminar en un desenlace excitante con el encuentro decisivo de las fuerzas del bien y del mal. A diferencia de otras series cinematográficas, cada uno de los filmes ha sido nutrido de un contenido sustancioso que ha gravitado positivamente en la favorable impresión de la audiencia mundial, contribuyendo en gran parte a su indiscutible éxito artístico y económico.

Al analizar la primera parte cinematográfica del libro final, había señalado que a pesar de haber sido bien realizada, carecía de un desarrollo dramático apropiado por haber quedado trunca; esta última entrega, por el contrario, contiene todos los elementos necesarios para conformar un relato excelentemente entretenido donde la tensión, el drama, la energía y la excitación se aúnan para que su duración de poco más de dos horas transcurra como una ráfaga ventosa. El espectador ya sabe que Harry (Daniel Radcliffe), Hermione (Emma Watson) y Ron (Ruper Grint) han emprendido una travesía impregnada de gran peligro con el propósito de ubicar y aniquilar a los Horrocruxes que constituyen los ingredientes venenosos del alma de Lord Voldemort (Ralph Fiennes); aún quedan cuatro de ellos y en el comienzo del segmento final nuestros héroes tratan de localizar a uno de los mismos. Establecido el tono de lo que sobrevendrá, el gran suspenso se mantiene aguardando el enfrentamiento decisivo entre Harry y Voldemort. Llegado el momento se comprueba que el director David Yates no ha defraudado las expectativas del público en la breve pero espectacular batalla final de estos acérrimos enemigos que tiene lugar en el castillo de Hogwarts, donde la presencia de la vida y la muerte queda resaltada con asombrosa intensidad y gravedad así como las consecuencias que su resultado puede acarrear para el destino de nuestros queridos amigos.

Radcliffe, Watson y Grant merecen elogios por la forma en que se han desenvuelto, no solo en este capítulo final sino a lo largo de toda la serie; ¿quién habría de predecir en 2001 que los novatos intérpretes de once años de edad llegarían a infundir entusiasmo, valor y convicción a los inolvidables personajes de Rowling? Pero como lo manifesté al analizar las películas anteriores, esta fantasía épica se ha visto también prestigiada con la participación de los más destacados actores del cine y la escena británica que, aunque en roles de apoyo, han sabido hacerse notar con sus brillantes caracterizaciones. En este capítulo final vuelven a asomar, entre la extensa lista, la extraordinaria Maggie Smith como la profesora McGonagall, Alan Rickman en la piel del moralmente ambiguo profesor Severus Snape cuya verdadera faceta queda aquí revelada a través de flashbacks, la jovial presencia de Matthew Lewis animando a uno de los verdaderos héroes de la trama, sin dejar de lado la magnífica composición lograda por Ralph Fiennes como el siniestro villano de esta historia.

Mención especial cabe para la dupla integrada por el realizador Yates y el guionista Steve Kloves. Si el primero logró un eficiente trabajo detrás de las cámaras, no menos cierto es que contó en la persona de Kloves con un escritor minucioso, consistente y disciplinado que supo cubrir por completo todos los cabos sueltos de la serie además de haber logrado un verdadero equilibrio entre los personajes centrales y los secundarios, sin subestimar la importancia de las situaciones menos relevantes.

En lo que se refiere a los detalles técnicos, esta segunda parte fue la única donde ha sido utilizada la tecnología de la tercera dimensión; el aspecto resalta indudablemente en la escena del encuentro final pero en líneas generales no agrega mucho a lo que puede ofrecer su presentación estándar en 2D. En todo caso, lo que se ve en pantalla impresiona notablemente en lo que concierne a los diseños de producción (Stuart Craig), la fotografía (Eduardo Serra), la música (Alexandre Desplat), los efectos visuales (Tim Burke) y los de maquillaje (Nick Dudman).

En síntesis, un gran final con un film muy bueno, altamente entretenido y que emocionará sanamente a los millones de espectadores que han seguido esta notable y fructífera historia al tener que decirles adiós a Harry, Hermione y Ron.

LIFE, ABOVE ALL. Sudáfrica-Alemania, 2010. Un film de Oliver Schmitz


El director sudafricano Oliver Schmitz ha logrado un buen film exponiendo los prejuicios existentes en una pequeña comunidad de su país. Tomando como referencia la premiada novela “Chanda’s Secrets” del autor canadiense Allan Stratton y adaptada por el guionista Dennis Foon, Schmitz se centra en las desventuras vividas por una valiente jovencita de 13 años que debe luchar contra la intolerancia del medio social que la rodea.


La adolescente de Life, Above All es Chanda (Khomotso Manyaka) viviendo en Elandsdoorn, una pobre aldea rural ubicada a 200 kilómetros del nordeste de Johannesburgo. Su familia está integrada por su madre Lilian (Lerato Mvelase) y sus dos menores hermanastras que son hijas de su padrastro (Aubrey Poolo), un hombre que hizo abandono del hogar debido a su afición por el alcohol. El film comienza tristemente cuando la bebita de Lilian muere al poco tiempo de su nacimiento y ella sufre los efectos de una profunda depresión; esa circunstancia hace que Chanda tome las riendas del hogar al tener que ocuparse de los funerales de la criatura y sobre todo del cuidado de su madre lo que la obliga a dejar de asistir a la escuela local que tanto le gusta. Sin embargo, lo peor acontece días después cuando la salud de su madre empeora y los rumores de su enfermedad llegan a expandirse por toda la aldea haciendo que su gente -integrada por cristianos fundamentalistas- comience a estigmatizar a Lilian queriéndola expulsar del lugar al considerar que su dolencia es un castigo impuesto divinamente; además el vínculo que Chanda mantiene con una chica huérfana de su edad (Keaobaka Makanyane) que ha debido recurrir a la prostitución para poder vivir, no contribuye a mejorar la imagen que la comunidad tiene de su familia.
La superstición, ignorancia, intolerancia y fanatismo de un grupo social que vive consumido por el miedo hacia el SIDA, enfermedad que casi no se la menciona por su nombre, así como la triste realidad de la prostitución infantil son aspectos que están expuestos de un modo sutil disimulando el horror angustiante que de otro modo podría haber ofrecido esta historia. Pero lo más importante y estimulante del film es comprobar la entereza, audacia y firme determinación de Chanda para enfrentar la injusticia, ayudar a su madre y mantener su familia unida, configurando de este modo otro típico pero convincente ejemplo sobre la capacidad del espíritu humano de enfrentar graves dificultades y lograr superarlas.
A través de un relato absorbente que nunca llega a fatigar y a la vez emotivo sin acudir a sensiblerías baratas, Schmitz ha logrado una narración sólidamente dramática que no llega a excluir algunos momentos de humor, permitiendo al espectador sumergirse en una realidad cultural que a pesar de no ser muy conocida despierta gran interés. Aunque todo el elenco destila sinceridad y naturalidad, cabe distinguir la excelente interpretación ofrecida por Manyaka en su primera aparición cinematográfica como la jovencita que debe realizar grandes esfuerzos para que su núcleo familiar no se desintegre frente a la histeria colectiva de una comunidad cruda y hostil.
Para concluir cabe mencionar que este drama humano constituye un tributo a los 800 mil huérfanos que el SIDA ha dejado en Sudáfrica como triste legado.

PAGE ONE: A YEAR INSIDE THE NEW YORK TIMES. Estados Unidos, 2011. Un film de Andrew Rossi.

Ya no es noticia saber que el desmesurado crecimiento de internet ha revolucionado las costumbres en muchos aspectos de la vida cotidiana y en tal sentido la prensa escrita no ha sido la excepción. El diario cotidiano impreso y adquirido por el público para imponerse de las noticias parecería estar en proceso de extinción.

Como consecuencia, matutinos de Estados Unidos con más de cien años de circulación han dejado de publicarse y en cierta forma el fenómeno descripto ha afectado al New York Times, uno de los diarios más prestigiosos del mundo; así, en 2009 la circulación y los avisos publicitarios se encontraban en franca declinación lo que motivó que el periódico tuviera que prescindir de parte de su personal.

En función de lo expuesto, durante esos dramáticos momentos el director Andrew Rossi logró tener acceso al New York Times y como resultado de un trabajo realizado durante 14 meses, este documental sumerge al espectador en el mundo de esa emblemática institución periodística.

Utilizando el material de apoyo preparado por Rossi con Kate Novack, Page One testimonia la transformación de esta industria y el impacto experimentado por el diario. Entre otros aspectos ilustrados, se aprecian el modo en que fueron publicadas las historias de Wikileaks con especial referencia a la guerra de Afganistán, se asiste al testimonio de algunos periodistas de la sala de noticias, como los reporteros Tim Arango y Brian Selter, el editor Bruce Headlam y sobre todo la participación del brillante y cascarrabias columnista David Carr quien con su presencia y comentarios domina buena parte del film defendiendo con fervor el rol decisivo de la prensa escrita.

La objeción que puede hacerse al presente documental es que el foco central que impulsó su realización, sobre si la institución estaba realmente a punto de quebrar, queda diluido. Por ejemplo, Rossi dedica parte del metraje a reseñar algunos de los problemas que aquejaron al diario como los cuestionables informes preparados por Jayson Blair y Judith Miller antes del comienzo de la guerra de Irak sobre las armas de destrucción masiva que nunca llegaron a encontrarse; también el film se refiere a hechos del pasado en relación al caso de los Documentos del Pentágono (Pentagon Papers) y Watergate y su repercusión en la actualidad. Aunque interesante de apreciar, queda el interrogante de saber cuál es el futuro del New York Times en su carácter de matutino impreso diariamente. Lo único sabido es que para aliviar la situación financiera debido a una menor publicidad, hace poco tiempo el diario adoptó la decisión de que la publicación en línea ya no resulte gratuita como lo era antes y cualquier lector que quiera tener acceso a su contenido -exceptuando no más de 20 artículos sin cargo alguno- debe pagar por el mismo, de igual mismo modo como lo haría adquiriendo el ejemplar impreso.

Más allá de las observaciones señaladas, el film se sigue con interés y aunque dista de clarificar la cuestión de fondo, es muy entretenido seguir las andanzas de David Carr como el apasionado y riguroso periodista que representa el símbolo que separa la vieja de la nueva generación de profesionales.

THE TREE. Francia-Australia, 2010. Un film de Julie Bertuccelli




Siete años después que la talentosa directora francesa debutara con el hermoso film Depuis qu’ Otar est parti ahora retorna con un íntimo drama familiar.

La súbita muerte debida a un ataque cardíaco de Peter (Aden Young), produce la ruptura de la plácida vida familiar llevada con su esposa Dawn (Charlotte Gainsbourg) y 4 hijos en un pequeño pueblo de Australia. Dawn queda devastada frente a lo inesperado además de tener que afrontar exclusivamente la responsabilidad de su familia en lo que concierne a la educación y al presupuesto familiar. Los dos hijos mayores parecen controlar la situación aunque obviamente experimentan el dolor de la desaparición, mientras que el menor de escasos tres años no está aún en situación de comprender la realidad de lo acontecido; es la pequeña Simone (Morgana Davies) de ocho años quien asume una actitud diferente tratando de rechazar el duelo y negar su muerte. La niña, que siempre recibió atenciones preferenciales de su padre, cree que él regresó para proteger a su familia y que está oculto en la enorme higuera ubicada en el jardín de la casa. Así ella pasa buena parte de su tiempo en el árbol “hablándole” a su progenitor, mientras que su madre en un principio no le atribuye mayor importancia al hecho y la deja continuar con su fantasía.

Cuando Dawn encuentra un trabajo en una plomería del pueblo y su dueño (Marton Czokas) simpatiza con ella, la relación afectiva que se va forjando entre ambos genera la reacción negativa de la niña lo que conduce a que el lazo existente entre madre e hija corra el riesgo de desestabilizarse. Simultáneamente, el árbol parecería asociarse con la postura de la pequeña cuando sus raíces comienzan a crecer dramáticamente y, como si se tratara de una historia tétrica, sus ramas amenazan con invadir la casa; la única solución es podarlo.

Adoptando el carácter de fábula, Bertucelli consigue una muy buena combinación del mundo fantasioso de Simone con la simplicidad y realismo de su trama. Al propio tiempo ha logrado que a través de todo el relato la naturaleza –y en ese sentido los paisajes australianos donde transcurre la acción contribuyen a ello- refleje los sentimientos que se anidan en los personajes de este film.

La historia es pequeña y sencilla pero eso no la exime de la riqueza que Bertuccelli le provee. A través de un duelo familiar, la directora analiza con gran sobriedad cómo una niña decide eliminar su tristeza apelando a su imaginación para revivir la figura del padre ausente. De este modo, y con pequeños pero significativos detalles, la directora reafirma el valor de la vida tratando de sobreponerse a la pena al transformar esa emoción en forma creativa para poder afrontar el futuro.

Aunque el árbol adquiere carácter protagónico en el relato, no menos importante son los personajes humanos vinculados al mismo. En tal sentido, hay dos actuaciones remarcables; Gainsbourg ofrece una entrega total en la caracterización de la mujer que sufre la pérdida de su marido y que debe reponerse para enfrentar el bienestar de su familia, en tanto que la niña Davies es un hallazgo sensacional animando a una sensible criatura que siente una entrañable devoción por su padre ausente. Ambas intérpretes infunden completa convicción a este relato melancólico de considerable valor lírico y espiritual.

En esencia, la realizadora ha logrado un delicado y difícil equilibrio de ternura con humor, liviandad con tristeza, imaginación con realismo a través de una aguda observación sobre la condición humana y su poder de adaptación frente a circunstancias incontrolables.

RESCUE 3D. Canadá, 2011. Un film de Stephen Low

El director Stephen Low que desde hace más de 30 años ofrece documentales de gran calidad, con Rescue 3D brinda un film que se destaca por su contenido humanitario.

Amante de abordar aspectos complejos como lo ha hecho con Titanica para captar la dimensión dramática de la tragedia marítima del Titanic, o bien en la aventura científica emprendida con Volcanoes of the Deep Sea explorando los vientos hidrotermales a más de 3500 metros de aguas profundas en la cadena montañosa que divide el Océano Atlantico en dos (Mid-Atlantic Ridge), en esta ocasión el tema es la tarea de rescate emprendida por la Fuerza Aérea de Estados Unidos, el personal de la Marina Canadiense y la participación de organizaciones no gubernamentales internacionales, frente a desastres naturales y casos mayores de emergencia que pueden surgir globalmente.

En las primeras escenas el film ilustra el trabajo de entrenamiento realizado por el comandante Peter Crain de la fuerza naval canadiense; el capitán Lauren Ross, piloto de un avión C-17 de transporte militar; el Mayor de la Armada de Estados Unidos Mathew Jonkey, piloto de un helicóptero CH-47; y Steven Heicklen, un técnico voluntario de rescate, para estar preparados para la contingencia de tener que salvar vidas cuando la situación lo requiera. Inmediatamente después, el documental enfoca las tareas de salvataje efectuadas en Haití como consecuencia del estremecedor terremoto que sacudió a ese país el 12 de enero del año pasado.

Como es bien sabido el desastre de la isla caribeña originó una respuesta solidaria mundial de gran magnitud y en ese aspecto el documental ilustra el trabajo realizado por el equipo descripto mancomunando sus esfuerzos con los de otros contingentes internacionales para proporcionar el inmediato socorro a los habitantes locales.

Aunque en los últimos dos años se asiste a la moda de filmar en 3D, en muchos casos sin real justificación, en el presente documental el rodaje en tercera dimensión y en la gigantesca pantalla IMAX sumerge a la audiencia en el verdadero centro de acción de modo tal que el espectador se convierte en un participante más de los escombros dejados por la fuerza de la naturaleza. Tanto las tomas aéreas, que permiteN obtener una visión global del triste espectáculo de un país en ruinas, como lo que se aprecia en el terreno a través del esfuerzo para suministrar ayuda material y apoyo afectivo a la gente de Haití configura un cuadro de gran emotividad; en tal sentido las escenas del abastecimiento de agua potable, las bolsas conteniendo alimentación de diferente naturaleza y la tarea realizada por los canadienses en la construcción de habitaciones de emergencia para proporcionar refugio a niños desamparados y a la población haitiana en general, originan un cuadro altamente inspirador de fraternidad global. Dentro del formato de un mediometraje tanto el trabajo de Low como la labor desplegada por el equipo de producción contribuyeron a que el documental conjugue satisfactoriamente los valores visuales y su sólida narración.


ARMADILLO. Dinamarca, 2010. Un film documental de Janus Metz

Nuevamente el cine asiste a otra muestra de la dura realidad de la guerra en Afganistán donde uno de los mejores exponentes documentales ha sido el film estadounidense Restrepo (2010) en el que se testimonian las desventuras de una agrupación de soldados americanos apostados en una desolada guarnición de ese país. El tema de Armadillo es similar aunque el estilo empleado por el realizador danés Janus Metz difiere en el enfoque de su relato donde en gran parte del metraje se tiene la sensación de contemplar una película de ficción y no precisamente un documental. Lo importante es que el film cala hondamente en el ánimo del espectador al reafirmar el sentido absurdo de las guerras donde los soldados que parten al frente pierden la noción de lo que están realizando, sin saber realmente porqué y para quiénes están combatiendo.


Metz y el director de fotografía Lars Skree viajan en 2009 a Helmand, provincia de Afganistán, para seguir los pasos de un grupo de soldados daneses con especial atención en Mad y Daniel, dos jóvenes que dejan su hogar como idealistas para contribuir a que el país pueda recobrar la paz amenazada por el movimiento talibán. Ésta es la primera misión que llevan a cabo y el lugar donde están destinados es el campamento militar de Armadillo.


Durante los seis meses de estadía los reclutas se involucran con todas las vicisitudes que acarrea el conflicto bélico de la región. Mientras “nada está ocurriendo”, los soldados mitigan el aburrimiento a través de juegos de video, observando pornos y cuando salen de patrulla tratan de involucrarse con la gente civil del lugar aún cuando les resulta dificultoso poder distinguirlos de los que forman parte del grupo enemigo. A través de entrevistas que efectúa un oficial con los habitantes locales van emergiendo diferentes historias que reflejan las paupérrimas condiciones de las comunidades rurales afganas, la destrucción de hogares por la muerte de miembros de la familia como así también la pérdida de propiedades y del ganado que les pertenece.

Cuando poco antes de concluir la misión, los ataques bélicos comienzan a arreciar sin saber exactamente de donde provienen, uno aprecia cómo Metz y su camarógrafo captan la intensidad del caos y confusión reinantes debido al intercambio de fuego que tiene lugar.

Finalmente, ya de regreso al hogar, un soldado manifestó que 5 talibán heridos por el pelotón danés fueron posteriormente asesinados en lugar de habérseles socorrido; esa confesión generó serias controversias en Dinamarca sobre la forma en que la misión fue ejecutada y la regla de comportamiento militar en los campos de guerra. Más allá del acalorado debate, queda claro cómo los reclutas pueden llegar a convertirse en simples guerreros; así no resulta extraño que como consecuencia de la alienación experimentada en el escenario bélico, muchos de estos jóvenes adictos a la adrenalina de la guerra hubieran preferido seguir luchando en el campo de batalla antes que retornar a una vida normal.
Metz ha logrado ilustrar un crudo cuadro de la guerra adoptando una posición neutra para que cada espectador lo juzgue por su cuenta. El resultado es un documental que impresiona por su realismo visceral mostrando los efectos psicológicos de los muchachos inmersos en un clima bélico; al así hacerlo permite que el público reflexione sobre si el miedo, la paranoia o el espíritu de victoria de los soldados combatientes pueden constituir medios legítimos para que Afganistán pueda lograr una paz duradera.


Con excelentes valores visuales, este film logró el Gran Premio de la Semana de la Crítica en el Festival de Cannes de 2010.

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