5.8.11

CINE EN LA PLAZA

Comentarios de Jorge Gutman








THE KATE LOGAN AFFAIR. Canadá, 2010. Un film escrito y dirigido por Noël Mitrani

Un interesante film de suspenso es el segundo film del director canadiense Noël Mitrani. Habiendo impresionado favorablemente con su ópera prima “Sur la trace de Igor Rizzi” (2006) que obtuvo el premio al mejor film canadiense en el TIFF de 2006, ahora ratifica su condición de buen realizador y dotado guionista en The Kate Logan Affair.

Benoit Gando, un ejecutivo francés de 41 años que visita Canadá para participar en una conferencia sobre seguros en Bruce -una localidad de Alberta a poco más de 100 kilómetros del este de Edmonton-, comienza su primer día de estadía en forma tranquila, sin imaginar lo que el destino le habrá de deparar. Cuando se dirige al lugar de la reunión y realiza una compra en un negocio al paso, al salir del mismo es detenido por Kate Logan, una joven policía que creyó ver en él a un peligroso delincuente a quien se trataba de localizar; después de haberse dado cuenta de su error, le pide disculpas dejándolo en libertad. Horas después Kate lo ubica nuevamente y lo invita a tomar una copa como una muestra de gentileza para compensar de ese modo el mal momento pasado por Benoit. Hasta ahí todo resulta natural, pero con mucha sutileza las expresiones de Kate dejan en el espectador la impresión de que la joven no se encuentra psicológicamente estable.

Un hecho conduce al otro y debido a la insistencia de Kate que Benoit le resulta difícil rechazar se produce un segundo encuentro donde ella termina seduciéndolo a pesar de saber que el hombre es casado con familia y que jamás había engañado a su mujer; de ese modo Benoit quiebra, a pesar suyo, su código moral de marido fiel. Sería poco prudente revelar más la continuación de esta historia por la intriga que se va desarrollando, excepto señalar que Benoit se ve cada vez más expuesto a una relación no buscada y cuando más trata de desembarazarse de Kate, menos lo consigue hasta culminar en una situación límite.

No es muy frecuente que un film donde prácticamente hay sólo dos personajes pueda ofrecer la intensa tensión que aquí se aprecia. En forma concisa, con un guión muy bien estructurado y un desenlace nihilista completamente opuesto a las convenciones del género, Mitrani ha logrado un muy buen film policial que cuenta con interpretaciones inobjetables por parte de Alexis Bledel y Laurent Lucas.

THE WHISTLEBLOWER. Canada-Alemania, 2010 Un film de Larvsa Kondracki
Un dramático film basado en hechos reales que ilustran una triste realidad contemporánea es lo que ofrece la realizadora canadiense Larvsa Kondracki en su primer largometraje The Whistlebower. A pesar de todos los esfuerzos que se vienen realizando por eliminar la violencia concerniente a la trata de personas para la explotación sexual, no hay un avance logrado en materia de legislación por parte de los gobiernos, sobre todo en algunos países europeos donde este fenómeno adquiere intensidad inusitada. Este es el tema del film cuyo título se refiere a la persona que denuncia la existencia de prácticas delictivas que tiene lugar en el seno de una organización y que lo hace con el propósito de evitar que eso siga ocurriendo.

Rachel Weisz ofrece una muy buena interpretación de Kathryn Bolkovac, una policía detective del estado de Nebraska que por razones monetarias, en 1999 acepta un trabajo muy bien remunerado integrando el equipo de Operaciones de Mantenimiento de la Paz (Peace Keeping) de las Naciones Unidas en Bosnia. Al llegar a Sarajevo, entra a trabajar en una sección de la organización donde conjuntamente con los policías locales deberá investigar todo lo concerniente al tráfico sexual de mujeres.

Al comenzar su tarea se vincula con dos muchachas de Ucrania que fueron engañadas para viajar a Bosnia y posteriormente secuestradas para convertirse en meras esclavas sexuales. Cuando Raya (Roxana Condurache), una de ellas, accede a testimoniar y denuncia a quienes las explotan, incluyendo a funcionarios de Naciones Unidas que actuaron como cómplices, nuevamente llega a ser secuestrada pagando con su vida por las acusaciones efectuadas. Eso genera una reacción de indignación por parte de Kathryn al darse cuenta que las personas con las que colabora para combatir dichos delitos son despiadados victimarios usufructuando de los mismos. Aunque ella cuenta con el apoyo de Madeleine Ross (la gran actriz británica Vanessa Redgrave), una noble diplomática que le brinda su amistad y confianza, de todos modos encuentra que su trabajo es obstaculizado por quienes la están rodeando. Sabiendo que se encuentra en lo que prácticamente se podría calificar como un nido de víboras, con un coraje y valor a toda prueba Kathryn decide revelar públicamente la corrupción existente en el lugar donde trabaja, donde el encubrimiento de los nefastos hechos compromete a las Naciones Unidas como así también al Departamento de Estado de su país.
Ciertamente, ésta no es la primera vez que el cine refleja ciertas falencias del organismo mundial en algunas misiones internacionales, pero eso no disminuye el impacto que causa esta triste historia. Pese a su contenido deprimente, la directora ha realizado un film provocativo, de gran solidez dramática y no exento de momentos de tensión y suspenso. Como los hechos narrados acontecieron realmente, resulta aleccionador encontrar a una mujer como Kathryn Bolkovac que se ha expuesto a actuar acorde con sus principios de máxima integridad frente a la experiencia que le tocó atravesar.
El eficiente elenco internacional se completa con la participación de la actriz italiana Monica Bellucci, el actor estadounidense David Strathairn, la rusa Anna Anissimova y el danés Nikolaj Lie Kaas.

THE DEVIL’S DOUBLE. Bélgica, 2011. Un film de Lee Tamahori
Lee Tamahori aborda en THE DEVIL’S DOUBLE algunos años de la vida de Latif Yahia, el hijo de un enriquecido hombre de negocios de Irak quien debió actuar como doble de Uday Hussein, el primogénito del dictador iraquí. Ellos se habían conocido en sus años de estudiantes y aprovechando el asombroso parecido físico existente entre ambos, en los últimos años de la década del 80, el mentalmente inestable y diabólico Uday invita a Latif para que asuma su personalidad en diferentes actividades públicas; aunque éste rechaza el ofrecimiento, finalmente debe aceptarlo bajo riesgo de que la vida de su familia y la suya corran serio peligro.
El film no escatima crudeza para ilustrar el sadismo e irresponsabilidad de Uday, así como la brutalidad y criminalidad ejercida por este psicópata a quien poco le importaba la vida de los demás con tal de satisfacer sus caprichos y lograr sus macabros propósitos. El guión de Michael Thomas -basado en el libro del mismo nombre escrito por Yahia- expone la vida disipada de Uday, su adicción a las drogas, organizando fiestas bacanales, aplacando su sediento deseo sexual con mujeres que debían obedecer a sus deseos donde después de violarlas llegaba a desprenderse de ellas como mera basura, así como su pasión por los coches deportivos. Dentro de este contexto, Latif es consciente de que debe moverse con máximo cuidado dado que cualquier paso en falso podría implicar una inesperada y/o siniestra reacción de su jefe; como silencioso testigo de los excesos de Uday y asumiendo una personalidad que no era la suya, en muchas ocasiones salió ileso de varios atentados destinados a aquél. Cuando se produce la invasión de Kuwait en 1990 con los resultados bien conocidos, Latif comprende que su única salida es huir del diablo a fin de salvar su vida, sobre todo cuando Uday descubre que su amante (Ludivine Sagnier) está envuelta románticamente con él.
Aunque la atmósfera de máxima opulencia, desbordado hedonismo y corrupción está muy bien lograda, los actos de explícita violencia y tortura se tornan repetitivos llegando a fatigar. Lo más destacable del film es la actuación de Dominic Cooper en los dos personajes opuestos que debe representar; tanto en la personificación del resignado y sumiso Latif como personificando al despótico y cruel Uday, el actor ofrece todos los necesarios matices que requiere el difícil doble rol. Eso queda aún más resaltado en aquellas escenas en que los dos personajes se encuentran solos donde, gracias a logrados efectos especiales, se tiene la sensación de estar contemplando en la pantalla a dos personas diferentes pero que responden a una sola.
Aunque careciendo de profundidad psicológica, Tamahori ofrece un aceptable relato de entretenimiento realzado por el gran trabajo de Cooper.

EL BULLI: COOKING IN PROGRESS. Alemania, 2011. Un film de Gereon Wetzel
Este documental sobre el arte culinario enfoca a un restaurante catalán que ha sido considerado por muchos como el más importante del mundo. Más allá de si lo es o deja de serlo, esta institución gastronómica denominada “El Bulli” ha visto en la persona de su chef Ferran Adrià, al gran innovador y padre de la gastronomía molecular.

Ahora bien, el film de Gereon Wetzel podría aparecer un poco desactualizado si se tiene en cuenta que el restaurante cerró definitivamente sus puertas hace pocos días y que según Adrià reabrirá en 2014 como una fundación privada sin fines de lucro para convertirse en un “revolucionario centro de creatividad culinaria”. Pero volviendo al documental se puede apreciar que el restaurante, ubicado en las afueras de Barcelona, solía acomodar a 50 comensales por cena y que permanecía abierto durante 6 meses por año –de julio a diciembre-, a pesar de que recibía más de dos millones de pedidos de reservas por temporada.

Rodado durante un período de 15 meses, el film enfoca un año en la vida de El Bulli intentando demostrar en qué consiste el proceso de creatividad para los diferentes platos que son preparados por Adrià y su equipo, entre ellos Eugenio de Diego y Oriol Castro, además de mostrar los preparativos del menú de 35 platos que se habrá de servir en la temporada siguiente en este restaurante vanguardista.

En la palabra escrita, el film parece más interesante de lo que realmente es. El espectador se mantiene completamente distanciado de los cocineros y aunque se los ve explorando las diferentes alternativas en lo que concierne a la combinación y proceso químico de los ingredientes utilizados para lograr la mejor textura y el óptimo gusto para las comidas que habrá de saborear el paladar del comensal, no hay ninguna entrevista a los miembros del equipo ni voz en off que proporcione alguna referencia sobre los antecedentes del restaurante y los de sus integrantes. Resultado de todo ello es que más allá del renombre que esta institución gastronómica haya tenido durante sus años de explotación, el documental podrá interesar a quienes tengan un conocimiento previo en materia de arte culinario y estén atraídos por la preparación de platos exóticos; en cambio, el resto de los mortales que busquen datos concretos o específicos sobre la “grande cuisine” verán sus expectativas insatisfechas contemplando un film de apática narrativa y carente de emoción que solamente despierta relativo interés en la escena final con la presentación de una serie de selectas comidas “vanguardistas”.

ANOTHER EARTH. Estados Unidos, 2011. Un film de Mike Cahill
Resulta curioso comprobar cómo a pocos meses del estreno de The High Cost of Living se presenta ahora Another Earth donde el conflicto central es exactamente el mismo. Si en aquella película se asiste al drama generado por un automovilista imprudente que atropella a una futura madre haciéndola perder al hijo que gestaba en sus entrañas, en el presente film una joven manejando irresponsablemente su coche produce la colisión con otro vehículo estacionado donde además de dejar en estado de coma a su conductor, provoca la muerte de su señora en estado de gravidez y la de su pequeña hijita. La única diferencia es que el guión del realizador Mike Cahill escrito conjuntamente con Brit Marling alude a ciertos elementos cósmicos pero que en realidad no altera el nudo esencial de la trama.

Rhoda (Brit Marling) es una chica de 17 años, próxima a ingresar a la universidad para realizar estudios de astronomía; al retornar de una fiesta, después de haberse excedido en copas, produce en la ruta el accidente comentado aunque ella sale ilesa del mismo. Ese hecho cambia por completo su suerte dado que debe pasar los siguientes 4 años en prisión y renunciar a sus estudios. Al salir de la cárcel, Rhoda no es la misma dado que no puede eliminar de su memoria la tragedia que produjo; ese devastador recuerdo la ha transformado en una chica apática, deprimente y con tendencias suicidas. La única forma que cree que puede atenuar su profundo sentimiento de culpa es disculpándose ante John Burroughs (William Mapother), el acongojado viudo y padre sobreviviente, quien antes de la desgracia había sido un compositor y profesor de música de la universidad de Yale y hoy día es un hombre recluido que disimula su dolor aferrándose a la bebida. Cuando llega a ubicarlo, no se atreve a confesarle su identidad y en cambio se ofrece a prestarle servicios domésticos en su hogar una vez por semana; lo que sigue es predecible porque en la relación sentimental que finalmente termina estableciéndose entre ambos y lo que acontece cuando ella finalmente revela su verdadera identidad no difiere en absoluto del film anteriormente mencionado.

Aunque la película está bien narrada, Cahill adopta un tratamiento extremadamente lúgubre para una historia de dolor, culpa, arrepentimiento y catarsis, sin ofrecer la mínima cuota de humor necesario que permita relajar su tensión dramática; tampoco hay un contenido emocional que permita una mejor identificación con los dos personajes centrales, a pesar de una muy buena interpretación de Marling y Mapother.

Como se mencionó al iniciar esta crónica, el film hace algunas alusiones astronómicas cuando a su comienzo se comenta que ha sido descubierto un décimo planeta que es virtualmente un duplicado del nuestro (“Earth 2”) y que es detectado en el firmamento en todo momento. Aunque de ningún modo se esté frente a un relato de ciencia ficción, el guión utiliza este discutible artificio en forma incidental sin que se esté bien seguro acerca de qué es lo que realmente el realizador se propuso con esa inclusión; quizás, ese universo paralelo pueda ser considerado como una metáfora de las aspiraciones que Rhoda podría allí encontrar y que le fuera denegada en el planeta que está viviendo. Finalmente, la escena imprevista con la que concluye el film queda abierta a toda suerte de especulaciones, pero en nada cambia la impresión que uno se ha formado hasta ese instante.
Queda como resultado un modesto film que se deja ver con interés aunque sin llegar a entusiasmar demasiado.


CRAZY, STUPID, LOVE. Estados Unidos, 2011. Un film de Glenn Ficarra y John Requa.
Este film que lleva de título “Loco, estúpido, amor” se ajusta a su contenido. En la medida que sus responsables quisieron elaborar una comedia romántica adulta finalizan con un producto completamente convencional que responde a un guión disparatado y muchas veces estúpido para ilustrar las complicaciones amorosas de sus personajes.
El guión de Dan Fogelman presenta una primera escena sorprendente. Sentados en una mesa de restaurante, el matrimonio de Cal (Steve Carrel) y Emily (Julianne Moore) están analizando el menú. El va a pedir un plato determinado, ella en cambie en lugar de comida solicita a su marido que le conceda el divorcio. Esos son los dos primeros minutos del film, donde en ningún momento se llega a saber con precisión porque Emily después de 25 años de estar casada y con dos hijos, decide divorciarse eligiendo una salida a un restaurante para manifestarle su deseo y confesarle que lo estuvo engañando con un compañero de trabajo (Kevin Bacon). De allí en más el film parece apuntar a diferentes direcciones. Por ejemplo, el desolado Cal trata de calmar sus penas en un bar donde acude a diario y no tiene empacho de repetir a viva voz que su esposa le pidió el divorcio y que se acostó con otro hombre; ahí está Jacob (Ryan Gosling), un donjuanesco cliente del lugar, que por simpatía o compasión hacia Cal se convierte en su consejero a través de recomendaciones de cómo debe abordar la vida, cómo debe cambiar su vestuario y la técnica infalible para conquistar a las mujeres.
De aquí en más el relato pierde fuerza y consistencia con situaciones inverosímiles y demasiadas coincidencias difíciles de admitir. Así, Cal siguiendo las instrucciones de su maestro, conquista a una maestra (Marisa Tomei) con quien pasa una noche de sexo y que por pura “casualidad” resulta ser la profesora de su hijo menor; quiere el destino que ella resulte ser nada menos que la profesora de Robbie (Jonah Bobo), su hijo de 13 años. Por su parte, el precoz adolescente está enamorado de su baby sitter de 17 años (Annaleigh Tipton) que a su vez se siente atraída hacia Cal. Siguiendo con las coincidencias nos encontramos con que Jacob conquista a Hannah (Emma Stone), la hija de Cal; esta situación provoca la furia de su padre cuando se entera que está saliendo con el gran seductor.
Sin lograr su cometido de comedia dramática y menos aún de farsa o vodevil, lo que resulta objetable del film es que partiendo de un análisis pretendidamente serio sobre los conflictos que pueden producirse en una relación conyugal, deje de lado esa idea para llegar a crear situaciones absurdas con la intención de hacer reír pero sin lograr su propósito. Por ejemplo, casi al final hay una escena ridícula enfocando a Robbie quien es elegido para pronunciar un discurso en un acto escolar de fin de año. ¿Es posible concebir que este adolescente utilice el micrófono para declarar su amor a la guardiana de quien está enamorado?; para peor, su padre se aproxime a él interrumpiéndolo para hacer saber a todos los presentes que cuando él era muy joven se había enamorado de la mujer con la que compartió toda su vida. Naturalmente su separada esposa escucha eso, se conmueve y vuelve al lado de su ex marido.
En suma, Crazy, Stupid, Love podrá satisfacer a un público dispuesto a pasar por alto las tonteras que el mediocre guión les ofrece y sin reflexionar sobre lo que está viendo. Los actores se desempeñan correctamente, aunque tanto Carrel, como Gosling, Bacon, Moore y Tomei merecen mejor suerte para lucir sus condiciones artísticas.

TOUS LES SOLEILS. Francia, 2011. Un film de PHILIPPE CLAUDEL
Demostrando que no se necesitan de grandes presupuestos para realizar una buena comedia, en Tous les soleils, el realizador Philippe Claudel brinda un relato sencillo y liviano que entretiene con emoción y grato humor.
El protagonista es Alessandro (Stefano Accorsi), un italiano de unos 40 años quien se desempeña como profesor de música barroca en Estrasburgo. Vive acompañado de su hija Irina (Lisa Cipriani) de 15 años, en plena crisis de adolescencia y de su excéntrico hermano Crampone (Neri Marcoré), un anarquista que no cesa de solicitar el estatus de refugiado político desde que Berlusconi subió al poder. Queriendo ser un padre modelo Alessandro no ha reconstruido su vida amorosa a pesar de haber perdido a su señora en un accidente fatal cuando su hija apenas tenía 5 meses de edad; desde ese entonces su mayor preocupación ha sido criarla y educarla apropiadamente actuando como madre sustituta. Cuando la adolescente Irina descubre las primeras emociones del amor, el padre, creyendo que la protege, se opone sin darse cuenta que la chica necesita también tener su propio espacio. Pero estamos ante una comedia y no un drama y aunque afloren tensiones siempre está la nota sonriente, optimista, humorística que con gusto y delicadeza el director sabe muy como combinar y manejar adecuadamente.

Gran parte del humor está provisto por el personaje de Crampone quien sin aportar ingreso alguno a la economía familiar rehúsa vender los cuadros que pinta a los “capitalistas” lugareños. En cuanto al contorno romántico, la nota sentimental se produce cuando Sandro, asistiendo al funeral de una anciana a quien solía leerle libros en una actividad voluntaria, conoce a su hija Florencia (Clotilde Coureau) que estaba apartada de ella.

Mucha de la simpatía que despierta el film descansa en su espíritu italiano y dada las excelentes interpretaciones de Accorsi y Marcoré, el público saborea una buena comedia a la italiana dentro del marco de un escenario francés.

En esencia, en una historia con sabor multicultural Claudel explora satisfactoriamente la dinámica de la relación familiar, la vida en toda su dimensión hasta su última etapa, el arte a través de la música tradicional de Italia (con la magia de la tarantela incluida), incluyendo un sonriente condimento político con la figura de Berlusconi entre medio; todo eso en el contexto de un film humano, emotivo y placentero. Para los nostálgicos está también la presencia de la excelente Anouk Aimé en un pequeño pero cálido rol.

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