Comentarios de Jorge Gutman
PROM NIGHT IN MISSISSIPPI. Canadá, 2009. Un film de Paul Saltzman
Más por su noble contenido que por su realización, este film sobre la integración racial logra interesar. A pesar de que en noviembre de 2008 el mundo celebrara con júbilo que el electorado americano haya elegido a un hombre negro para ocupar el cargo más importante del mundo, parece ser que los problemas raciales siguen latentes en ciertas regiones de Estados Unidos.
La pequeña ciudad de Charleston ubicada en Mississippi, con una población de 2000 personas, tiene una larga trayectoria racista; a pesar de que en 1954 la Corte Suprema dispuso la integración racial de blancos y negros, recién en 1970 los estudiantes de ambas razas pudieron concurrir a un mismo establecimiento educacional. Sin embargo, hay huellas que todavía están delatando cierto nivel de segregacionismo por parte de la población blanca de la zona.
En Estados Unidos es tradicional el baile de graduación de los estudiantes (prom night) cuando terminan sus estudios de educación media. En la escuela secundaria de Charleston que cuenta con 415 alumnos donde el 70% es afroamericano y el 30% blanco, dicha celebración que es organizada por los padres de los alumnos y no por la escuela, ha venido realizándose en forma separada, según el color de la piel. Debido a esta situación, el excelente actor Morgan Freeman, que es oriundo del lugar y aún mantiene allí una residencia, hace 10 años había ofrecido hacerse cargo del financiamiento de la célebre fiesta de egresados siempre y cuando abarcara a todos los estudiantes sin discriminación alguna. Aunque su iniciativa no prosperó, en 2007 volvió a repetir la oferta en una reunión que tuvo lugar en la escuela con los alumnos presentes; la recepción de los estudiantes fue inmediata y a partir de allí comenzaron los preparativos para el famoso baile.
El film de Saltzman puede resumirse en los esfuerzos realizados por los chicos para la fiesta “mixta”, y las declaraciones de una docena de estudiantes de ambas razas, dejando la impresión de que nadie tiene prejuicio alguno al sentirse cómodos de convivir unos con otros en la clase y de celebrar conjuntamente la fiesta.
Aunque el film cuenta con algunos altibajos en su narración, que algunas veces lo torna repetitivo, es loable el propósito del realizador en documentar el acontecimiento. Sin embargo, resulta lamentable la ausencia de los padres blancos al negarse a la entrevista, considerando que son ellos los que mantienen la discriminación; más aún, ellos organizan un baile de graduación paralelo para los alumnos blancos que tiene lugar pocos días antes al de la fiesta “oficial”.
Finalmente, cabe congratular la generosidad y el gesto de nobleza de Freeman quien tomó la iniciativa para que todos los estudiantes de la escuela pudieran socializar dado que, como él sostiene, de este modo los prejuicios raciales tenderán a desaparecer. En tal sentido este film parece confirmarlo ya que esta nueva generación -opuesta a la de sus padres- considera la integración racial como algo natural y normal.
FANTASTIC MR. FOX. Estados Unidos, 2009. Un film de Wes Anderson
Conocido como un realizador que se ha apartado de la línea tradicional de filmes estadounidenses, la filmografía de Wes Anderson no es del todo homogénea aunque la mayoría de sus trabajos ha dejado una buena impresión; la misma queda ahora ratificada con su primer trabajo en el campo de la animación al demostrar su talento de cineasta iconoclasta. Basado en el popular cuento infantil del renombrado escritor británico Roald Dahl de 1970, este fantástico Sr. Fox hace honor a su título ya que desde el principio hasta el final el espectador asiste a un relato pleno de gracia, humor y simpatía, con la satisfacción de salir del cine ampliamente gratificado.
Parte de su mérito reside en que la película es una adaptación del libro y no una mera trasposición literaria del original, permitiendo que cinematográficamente adquiera un dinamismo superior gracias al inteligente guión de Anderson y Noah Baumbach. El otro aspecto es que el realizador transforma un cuento infantil en una obra no solamente dirigida al público infantil sino al adulto también, donde cada uno de los dos grupos demográficos tiene razones para apreciarlo de diferente forma aunque saboreándolo en igual medida.
La trama se refiere al Sr. Fox, un zorro muy astuto y bandido que después de que su señora quedó embarazada del primer y único hijo le prometió dejar de lado sus pillerías para convertirse en un serio jefe de familia. Pero la promesa no es de largo aliento porque si bien se ha regenerado trabajando como periodista de un diario local, al poco tiempo retorna a sus andanzas para robar pollos en las granjas vecinas, confirmando así el dicho popular que afirma de que “el zorro pierde el pelo pero no sus mañas”. Aunque los tres granjeros afectados no son muy simpáticos que digamos, éstos se unen para vengarse y arrinconar al ladronzuelo a fin de darle una lección que pone en serio peligro a su familia. La esencia del relato radica en la forma en que Fox utilizará su ingenio para contraatacar y defender a los suyos.
Aunque la historia no deja de tener importancia, lo más importante es la técnica de animación que Anderson empleó para dar vida a este proyecto y del cual extrajo el mayor partido posible. Sin mayores efectos especiales, a pesar de que visualmente tiene innegables valores, el realizador aplica el sistema de animación stop-motion que le permite obtener calidez y frescura de la galería de los personajes animales participantes; aunque los animales conserven sus pertinentes rostros, adquieren la vivencia de personas reales ya que sus patas delanteras se convierten en brazos mientras que las traseras actúan como piernas humanas para su desplazamiento.
Dejando de lado la laboriosa técnica, el film destila el clásico estilo Anderson que es anticonvencional y atípico en la exposición y características excéntricas de sus personajes; además, su peculiar e irónico humor nunca está ausente.
Finalmente, lo que tendrá importancia para los adultos, aunque a los niños les resultará indiferente, son las voces que famosos actores prestan a los personajes. Tanto George Clooney como Mr. Fox y Meryl Streep como su señora, resultan irreconocibles pero agradables con el timbre de voz empleado; tampoco desentonan las de Jason Schwartzman, Willem Dafoe, Bill Murray, Michel Gambon, Adrien Brody, Owen Wilson y Michel Gambon, entre otros.
Basándose en la experiencia de “Paris, je t’aime” (2006), donde 21 directores se agruparon para homenajear a la bellísima capital de Francia a través de 18 mini-historias diferentes, el productor francés Emmanuel Benbihy decidió continuar con la iniciativa emprendida para enfocar esta vez a Nueva York, la gran metrópoli mundial. En esta oportunidad convocó a varios realizadores para que cada uno de ellos ofreciera un relato de la ciudad con una duración que no superase los 10 minutos.
Cuando en el festival de Toronto del año pasado tuve ocasión de ver el “trabajo en marcha” (work in progress) de este proyecto creí que se trataba de un film aún no terminado; sin embargo, el producto final es similar al de ese entonces, con la única diferencia de que ha sido eliminado un capítulo dirigido por la actriz Scarlett Johansson. De los 11 segmentos que conforman su contenido actual, he aquí un breve recuento de los que a mi juicio revisten relativamente mayor interés.
El primer segmento dirigido por la actriz japonesa Jiang Wen se refiere a un carterista (Hayden Christensen) que trata de seducir a una chica (Rachel Bilson) pero ve sus intentos frustrados cuando aparece su novio (Andy García) quien a su vez es otro ladrón que trata de aventajarlo; sin que la historia sea original, se deja ver.
La realizadora Mira Nair presenta en su corto la conexión que se establece entre una joven ortodoxa judía (Natalie Portman) a punto de casarse y un joyero de la India (Irrfan Khan), en medio de una negociación comercial. Demostrando que siempre es posible identificar rasgos comunes en diferentes culturas, el relato está bien dirigido pero le falta el atractivo de una buena resolución.
Despierta simpatía la historia dirigida por el japonés Shunji Iwai, donde un músico (Orlando Bloom) apresurado en concluir la banda sonora de un film de animación se vincula románticamente con una joven (Christina Ricci) a través de la lectura de una novela de Dostoievsky.
Las sorpresas están presentes en dos capítulos. En uno de los mismos dirigido por Ivan Attal, un romántico mujeriego (Ethan Hawke) trata de conquistar a una bella y sugestiva mujer (Maggie Q) a la salida de un club nocturno; a la hora de la verdad comprueba que su técnica de seducción no funciona con ella. El otro segmento, probablemente el más imprevisible de todos, pertenece al director Brett Ratner y se refiere a un farmacéutico (James Caan) que convence a un muchacho (Anton Yelchin) para que su bella hija adolescente (Olivia Thirlby) postrada en silla de ruedas le sirva de acompañante en la fiesta de graduación de sus estudios secundarios; el joven está lejos de sospechar el agradable giro de vueltas que le deparará esa velada inolvidable.
Shekhar Kapur dirige un capítulo de naturaleza melancólica que fue escrito por el desaparecido director Anthony Minghella, a quien el film está dedicado. La trama gira en torno de una ex cantante de ópera (Julie Christie) que utiliza la suite de un sofisticado hotel de Manhattan con la intención de suicidarse, y la de un discapacitado botones que está a su servicio. Esta sensible historia se distingue por la buena descripción de sus personajes y las muy buenas interpretaciones de Christie, La Beouf y John Hurt.
La última historia pertenece a Joshua Marston quien enfoca a una pareja de ancianos (Eli Wallach y Cloris Leachman) que después de muchos años de matrimonio los dos siguen demostrando el gran cariño y afecto que se profesan contemplando el mar en Brighton Beach.
En líneas generales Nueva York debió haber merecido un mejor film que le rinda homenaje. Los relatos narrados aparecen dispersos unos de otros, sin que exista un hilo conductor que los vincule; dicho de otro modo, el conjunto carece de una visión unificadora. Otra importante objeción es que las historias podrían haberse desarrollado en cualquier otra ciudad del mundo sin que fuese necesariamente Nueva York, ya que no se llega a percibir su rostro multifacético. Uno se pregunta dónde está su naturaleza multiétnica, o dónde se ven las diferentes razas que conforman su población. Como consecuencia de lo dicho, a esta Nueva York le falta el impulso necesario para que sea considerada la metrópoli excepcional que realmente es. Sin ir más lejos, varios realizadores americanos, entre ellos Woody Allen y Martin Scorcese, lograron reflejar mucho mejor el espíritu que anima a la Gran Manzana.
Queda como resultado un film corriente que se deja ver más como curiosidad que por alguna otra razón; aunque no llega a aburrir, New York, I Love You dista de satisfacer las expectativas del espectador.
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