PPPAJAMI. Israel-Alemania, 2009. Un film escrito y dirigido por Scandar Copti y Yaron ShaniUn clima sórdido y de implacable dureza predomina en Ajami, nombre del vecindario ubicado en el puerto israelí de Jaffa, que a su vez se encuentra dentro del distrito de Tel Aviv. Así, las más crudas pasiones y una exacerbada violencia parecerían animar a sus habitantes. Eso es lo que se desprende de la visión de Scandar Copti y Yaron Shani en este crudo e impecable re
lato.
Para comenzar, dos aspectos deben ser remarcados. El primero de ellos se refiere al hecho de que Copti es un ciudadano israelí de origen árabe nacido en Jaffa, mientras que Shani, que también nació en Israel, es de ascendencia judía. Ese detalle es importante porque en el guión que les pertenece ambos realizadores vuelcan una experiencia conjunta que permite que se traduzca en una mejor objetividad de lo narrado sin que exista prejuicio alguno sobre observaciones parciales o interesadas. El otro factor destacable es que contrariamente a lo que se presencia en otros filmes de Israel, en este caso el conflicto árabe-israelí no está expuesto desde un contexto político, sino que se ilustra la vida cotidiana de un lugar donde su gente compuesta de cristianos, judíos y musulmanes está obligada a convivir.
La atmósfera emocional que transmite Ajami se evidencia desde la primera imagen cuando un inocente adolescente del barrio es trágicamente asesinado por equivocación. Sucede que las balas mortales que lo abatieron estaban destinadas a Omar (Shahir Kabaha), un joven palestino de 19 años cuyo tío (Ghassan Ashkar) mató a un gangster en defensa propia. Como si se estuviese contemplando otra historia de venganza de la mafia siciliana, este comienzo sangriento origina una serie de acontecimientos posteriores que se van desarrollando mediante varias historias interconectadas sin guardar un orden cronológico. Entre los más importantes personajes se destacan el del mencionado Omar, quien para saldar una deuda importante con un padrino mafioso se involucra en el tráfico de estupefacientes; además mantiene un amor secreto con Hadir (Ranin Karim) debido a que su novia es cristiana en tanto que él es musulmán; otro personaje es el de Malek (Ibrahim Frege), un joven refugiado palestino que trabaja ilegalmente porque necesita el dinero para que su madre enferma pueda lograr un transplante de médula; también se encuentra Binj (Scandar Copti) perteneciente a una familia palestina de Jaffa, que sueña concretar un futuro con su novia judía, aunque su situación se complica cuando su hermano resulta sospechoso de haber matado a un judío; finalmente se halla Dando, un policía judío (Eran Naim) y buen padre de familia que está preocupado por localizar a su hermano menor que ha desaparecido.
A través de la galería humana descripta, el público asiste a un escenario donde la droga, la inmigración ilegal, la intolerancia religiosa y la existencia de una sociedad dividida van conformando el pan de cada día; en ese ambiente, cualquier altercado o desacuerdo de menor importancia genera una explosión de violencia que se traduce en furia homicida.
Copti y Shani ofrecen una apreciación nihilista de las condiciones sociales del lugar; al mostrar como los hechos se van desarrollando, queda reflejada la trágica ambivalencia de una realidad humana formada por diferentes culturas y religiones que al albergar perspectivas diferentes nunca terminan por cohesionarse. De allí, que el film no permita vislumbrar solución alguna, a menos que su gente pueda adquirir mayor conciencia sobre el valor de la vida.
Para finalizar, cabe admirar la puesta en escena de los dos jóvenes directores quienes con su primer trabajo lograron englobar complejos aspectos del medio en que se desenvuelven con excelentes resultados. A los valores ya mencionados, habrá que agregar la participación de actores no profesionales quienes desempeñándose con total naturalidad brindan una singular autenticidad que crea la ilusión de estar observando un documental en lugar de una historia de ficción.
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THE TROTSKY. Canadá, 2009. Un film escrito y dirigido por Jacob Tierney
No es necesario ser un erudito ni conocedor de la historia del siglo 20 para saber que León Trotsky ha sido un famoso revolucionario soviético y uno de los protagonistas de la revolución rusa de 1917. Eso viene al caso porque el guionista y realizador canadiense Jacob Tierney se inspiró en su personalidad para concebir un relato donde su personaje principal cree ser la reencarnación del mencionado político. La originalidad de la trama reside en el hecho de que dicho personaje es un excéntrico adolescente, socialmente implicado, que desea
cambiar al mundo que lo rodea siguiendo los pasos de Trotsky.
Jay Baruchel es León Bronstein, un joven de 17 años de edad de Montreal proveniente de una familia judía de excelente posición económica; su padre (Saul Rubinek) desea encaminarlo en su gran emporio de manufactura de ropas para que en el futuro él pueda quedar manejando la empresa. Pero sucede que este muchacho es un caso especial; con un inusual apasionamiento que lo anima por sus lecturas sobre la vida y obra de Trotsky, sus ideales se encuentran en las antípodas de su progenitor capitalista y por lo tanto en el primer día de trabajo en la fábrica de su padre comienza a volcar su completa simpatía hacia el personal obrero, fomentando la necesidad de la sindicalización para que estén mejor protegidos en cuanto a los derechos que les asisten. Después de dos días de empleo, abandona su trabajo y al indisponerse con su padre éste decide quitarlo del establecimiento privado donde asiste para que continúe sus estudios de educación media en una escuela pública inglesa de Montreal que cuenta con un muy buen nivel académico. Desde su primer día de asistencia León empieza a desafiar la autoridad de una profesora autoritaria (Domini Blythe) y se enfrenta con el director de la escuela (Colm Feore) quien no está dispuesto a admitir ningún tipo de indisciplina. La conducta de León llega a un nivel crítico cuando amparado por las máximas de su mentor ruso decide promover la creación de un sindicato escolar a fin de lograr una mayor autodeterminación y una mejor justicia social para los estudiantes.
Dado el tono risueño del film, el guión de ningún modo ostenta un contenido ideológico o político, sino que a través de la rareza de su protagonista trata de ilustrar las convicciones de un joven idealista capaz de oponerse al confort del ambiente en que se ha criado para vivir en un mundo donde el bienestar pueda extenderse a todos por igual. Lo que Tierney logró es una acertada comedia de adolescentes destinada tanto a la gente joven como a la audiencia adulta, que partiendo de una premisa absurda llega a funcionar gracias a un guión que permite combinar lo absurdo con lo realista y a una dirección articulada que evita que sus personajes resulten caricaturescos. A pesar de su personalidad lunática y extraña, la personalidad de León convence al reflejar los ideales, el ímpetu y la exaltación propia de la juventud tratando de avizorar un mundo mejor aún cuando los medios para lograrlo resulten discutibles. De todos modos, el guión permite que León, a pesar de su actitud delirante, obtenga la empatía del público por sus esfuerzos de crear entre sus compañeros de estudio una movilización interna y mayor concientización social para evitar que puedan ser víctimas de la apatía o del aburrimiento.
Baruchel demuestra su gran talento de comediante como el joven convencido de la necesidad de romper el orden establecido e iniciar una “revolución”. Bien acompañado de Rubinek, Blythe y Feore, el buen elenco también está integrado, entre otros, por Anne-Marie Cadieux, Michael Murphy y la excelente actriz Geneviève Bujold animando a la directora de la comisión escolar. El equipo técnico es también irreprochable donde cabe destacar la muy buena dirección de fotografía de Guy Dufaux.
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El complejo tema de la adopción
MOTHER AND CHILD. Estados Unidos, 2009. Un film escrito y dirigido por Rodrigo García
Con gran sensibilidad Rodrigo García enfoca el delicado tópico de la adopción desde la triple óptica de quien cede una criatura,
la persona adoptada y quien desea adoptar. Teniendo en consideración que como escritor y director en sus anteriores trabajos García se ha caracterizado como un sagaz observador de la psiquis de la mujer, no resulta extraño que en este film llegue a transmitir el notable humanismo que le es característico y que será apreciado, muy especialmente, por el público femenino.
El relato abarca tres historias paralelas que en su desenlace terminan confluyendo a la manera de los filmes de Alejandro González Iñárritu, quien aquí participa como productor ejecutivo de este proyecto. El comienzo enfoca a dos adolescentes amándose y como resultado la chica queda embarazada; ella es Karen que con sus 14 años de edad entrega su infante recién nacida a quienes habrán de adoptarla. Treinta y siete años después, Karen (Annette) es una mujer soltera que se desempeña como terapeuta y que aún vive los efectos traumáticos de haberse separado de su hija; su evidente amargura se mezcla con cierto resentimiento que no puede evitar al comprobar como la hijita (Simone López) de su empleada doméstica (Elpidia Carrillo) se relaciona con su madre inválida (Eileen Ryan), la causante de haberla obligado a desembarazarse de la bebita.
La segunda historia se centraliza en Elizabeth (Naomi Watts), la hija de Karen que nunca llegó a conocer a su madre biológica. Emocionalmente fría, solitaria, soltera y de naturaleza independiente, hace tiempo que perdió a sus padres adoptivos y vuelca su tiempo trabajando como abogada en un estudio legal a cargo de Paul (Samuel L. Jackson) con quien mantiene un affaire; para ella, el sexo no es más que un motivo de placer que no llega a producirle ninguna otra repercusión personal.
La tercera línea narrativa enfoca a Lucy (Kerry Washington) quien al no poder concebir un hijo por su esterilidad, en común acuerdo con su marido (David Ramsey) decide adoptar una criatura, aunque surgirán inconvenientes donde no todo habrá de resultar como se había planeado. No es necesario avanzar más ni revelar sobre el modo en que los diferentes personajes terminarán vinculándose; simplemente bastará señalar que aunque la conclusión no llegue a ser muy sorprendente, es altamente emotiva.
García ha configurado una historia global de cautivante interés que sólo puede ser objetada en sus tramos finales cuando los acontecimientos se precipitan un poco y la narración resulta un tanto esquemática. Con todo, queda como balance un film de excepcionales valores humanos reflejando cómo queda determinado el vínculo de cariño, comprensión y afecto que ligan a madres e hijos; de algún modo, el realizador transmite el mensaje de que el verdadero amor que consolida el lazo maternal-filial no se debe necesariamente a la relación biológica sino al nivel cualitativo predominante en la vocación maternal.
El elenco es a todas luces admirable; con todo habrá que distinguir a Bening y Watts quienes deslumbran en sus excelentes caracterizaciones, así como habrá que alabar a Jackson quien alcanza una gran empatía con la audiencia al ofrecer una calidez inusual como buen hombre de familia en uno de los mejores roles logrados en su carrera de actor.
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EL SECRETO DE SUS OJOS. Argentina-España, 2009. Un film de Juan J. Campanella
Frente a los numerosos premios recibidos, incluyendo el Oscar a la mejor película extranjera, se impone la pregunta de cuál es el secreto de que
esta película haya logrado una repercusión popular a nivel internacional. Mi respuesta se encuentra en la evaluación crítica siguiente.
El film de Juan José Campanella impresiona por su brillante construcción; eso es debido a que su estructura cinematográfica -no del todo sencilla, aunque tampoco demasiado compleja- combina armoniosamente una trama policial, un drama social, la sed de venganza y una historia romántica de notable originalidad. Lograr que los elementos mencionados se fusionen bellamente así como la notable conjunción del equipo artístico con el técnico que han participado en el proyecto, se da en pocas oportunidades. Pero lo más importante es que el secreto del impacto popular del film reside en que no solamente llega a fascinar sino también porque Campanella ha sabido contar una historia de manera amena y entretenida al propio tiempo que ofrecer al espectador una legítima obra de arte.
Basado en el libro “La Pregunta de sus ojos” de Eduardo Sacheri, el guión escrito por el autor y Campanella presenta a Benjamín Espósito (Ricardo Darín), recientemente jubilado después de haber trabajado durante toda su vida como un empleado jerárquico judicial, quien siente la imperiosa necesidad de escribir una novela sobre un caso que le tocó vivir en 1974 y que estuvo relacionado con la violación y el asesinato de una hermosa maestra de 23 años. El hecho lo ha estado persiguiendo hasta el presente porque, de algún modo, ese crimen logró alterar el curso de su vida; de allí que escribir sobre este asunto y lograr dilucidar un caso policial archivado puede constituir para él una verdadera catarsis.
Como cualquier aspirante a escritor, las ideas van y vienen de su mente y lo que al principio comienza a redactar no es lo que terminará siendo la versión final. De todos modos, a través de sus borradores el público se entera de eventos del pasado. A través de su investigación, Espósito se conmueve por el gran amor que Ricardo Morales (Pablo Rago), el marido de la occisa, sentía por su esposa así como el inmenso dolor de haberla perdido; curiosamente la angustia del joven viudo está asociada con la intensa obsesión que a él lo envuelve en su intento de resolver el crimen e identificar al asesino. En esa tarea contará con la colaboración de su colega y excéntrico amigo Pablo Sandoval (Guillermo Francella) bajo la supervisión de su jefa superior Irene Menéndez Hastings (Soledad Villamil), que en aquel entonces comenzaba su carrera de abogada. Al ir escribiendo su novela, se revela el amor reprimido que Espósito evidenció hacia Irene, el cual nunca llegó a ser revelado probablemente por temor a las diferencias de sociales y económicas que lo separaban de ella. Sin embargo, eso no obsta para que después de tantos años, la herida se reabra.
Dentro de una atmósfera de magnífico suspenso y cine negro pero matizada con varios momentos de humor, Campanella logra reflejar el clima imperante en la Argentina que precedió al sangriento golpe militar de 1976 dentro del marco de un país quebrado donde la fragilidad de la entonces Presidenta de la Nación hizo que se rodeara de personajes sanguinarios que provocaron horror además de interferir en el funcionamiento del sistema judicial.
No es mi propósito brindar pista alguna sobre la identificación del asesino y la suerte por él corrida, excepto señalar que la tensión lograda es máxima y solamente en las escenas finales, el público llega a imponerse cómo los acontecimientos se fueron dando y de que modo la inconclusa solución de un crimen de hace 25 años podrá tener resolución final en el presente.
Lo apasionante de este film es la variedad de lecturas que ofrece al espectador. Cada uno encontrará algo que llegará a conmoverlo. Así, la historia contiene un profundo sentimiento de amistad en el lazo que vincula a Espósito con Sandoval; no menos importante es asistir a la descripción de un romance casto e inconfesado a lo largo del tiempo entre Benjamín e Irene; tampoco es desechable el sentimiento de venganza que animará a uno de los personajes donde, indirectamente, el relato alude a planteos de carácter ético y moral sobre el significado de lo que implica la justicia personal. No menos importante es que en más de una situación el público llega a preguntarse si los hechos descriptos por Espósito a medida que va escribiendo su novela, son un reflejo completamente fidedigno de lo que aconteció en el pasado, o acaso es el resultado de hechos reales más el agregado de lo que su imaginación lo impulsa a transmitir.
Dentro de algunas escenas que perduran en mi memoria hay tres que son realmente remarcables. La primera de las mismas tiene lugar en un estadio deportivo cuando Espósito cree haber identificado a quien supone que es el asesino; el plano secuencia allí filmado es antológico. El segundo notable momento es en los tramos finales, cuando el público asiste a la gran revelación de la historia. La tercera remarcable y sutil escena, revelando el carácter profundamente romántico del film, es la que cierra el film; es allí donde en escasos 30 segundos, Campanella ha logrado un final ingenioso sugiriendo que Benjamín e Irene tratarán de saldar una asignatura pendiente.
Artísticamente no hay más que palabras de elogio para un nivel de excepcional interpretación. Darín es el mejor actor argentino de su generación y en cada película no hace más que superarse a sí mismo como lo demuestra aquí caracterizando a un hombre corriente y común que para lograr adecuarse consigo mismo necesita volver al pasado para poder sepultar definitivamente a los fantasmas que lo acosan. Villamil transmite una fina sensibilidad femenina como la mujer que espera la declaración de amor que pareciera que nunca llegará; Rago está excelente como un hombre consumido por el deseo de ubicar al criminal de su esposa en tanto que Francella, como el melancólico hombre adicto a la bebida y fiel amigo de Benjamín, demuestra sus condiciones de notable actor dramático más allá de percibirlo exclusivamente como un buen comediante.
Por lo que antecede, queda revelado el secreto del suceso de este excelente film.
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LA MERDITUDE DES CHOSES. Bélgica, 2009. Un film de Félix van Groeningen
Este film de Bélgica del joven realizador belga Félix van Groeningen presenta un típico cuadro de familia disfuncional dentro de un tono que deambula entre la sátira y la comedia del absurdo.
Transcurriendo la acción en un pueblo flamenco de ese país la historia toma como referencia a Gunther, un escritor (Valentijn Dhaenens) que va relatando con cierta nostalgia la evolución que experimentó en su vida durante sus años de juventud, en la década del 80, y que tuvo un decisivo impacto en su posterior desarrollo y madurez. En una narración que apela al flashback para retrotraer la acción al pasado, se observa a un casi adolescente Gunther de 13 años (Kenneth Vanbaeden) que trata en forma desesperada de escapar de su caótica existencia all tener que compartir su vida en un medio miserable donde impera la violencia doméstica con un padre alcohólico (Koën De Graeve) y sus tres imbéciles hermanos, todos viviendo bajo un mismo techo en la casa de su abuela.
Esas vidas tumultuosas, desordenadas de adultos inmaduros son ilustradas a través de un humor seco particular en un relato donde la gente joven, como Gunther, juzga severamente a los adultos.
El grado de apreciación del film depende fundamentalmente de que sus escenas hilarantes lleguen o no al espectador. Según sea su sentido del humor podrá o no disfrutarlo o considerar divertido lo que se expone; ver al padre y a los tíos del protagonista llevando una vida irresoluta en su condición de mujeriegos dedicados a la bebida, fumando empedernidamente, participando desnudos en carrera de bicicletas o apelando a canciones licenciosas, puede divertir en primera instancia pero después de un tiempo, lo repetitivo se vuelve monótono y cansador de ver, sobre todo cuando no hay ninguna redención moral en esta dañada familia. A su favor, el film cuenta con muy buenos actores aunque desconocidos en América del Norte.
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PLEASE GIVE. Estados Unidos, 2010. Un film escrito y dirigido por Nicole HolofcenerNicole Holofcener es una de las más importantes directoras del cine independiente de Estados Unidos cuyas tres películas realizadas (Walking and Talking, Lovely & Amazing, Friends with Money) han merecido buena recepción crítica. Con Please Give sigue demostrando su agudeza en la descripción psicológica de personajes femeninos, a través de una comedia dramática no exenta de gracia e ironía y animada con diálogos ampliamente convincentes.
La acción transcurre en Manhattan y su mayor parte está confinada a un edificio de departamentos. En uno de ellos habitan Kate (Catherine Keener), su marido Alex (Oliver Platt) y Abby (Sarah Steele), la hija adolescente de 15 años; Kate y Alex poseen un negocio de muebles donde gran parte de su inventario está conformado por material adquirido de los herederos que perdieron a sus familiares directos; comprando a bajo precio y fijando un considerable margen de ganancia, a través del tiempo han logrado consolidar una sólida posición económica. En el departamento contiguo viven Andra (Ann Morgan Guilbert), una anciana nonagenaria, y sus dos nietas Rebecca (Rebecca Hall) y Mary (Amanda Peet); como dicho departamento pertenece a Kate y Alex, ambos tienen planeado para el día que Andra muera volver a tomar posesión de esa unidad habitacional para agrandar el espacio disponible que disponen, como así también comprar a sus nietas las pertenencias mobiliarias de su abuela.
La atracción del film reside en observar las actitudes y comportamientos de sus cinco complejos personajes así como la interacción que existe entre los mismos. Es apreciable la devoción de Rebecca por atender, tolerar y satisfacer los caprichos de su abuela cascarrabias a quien no hay nada que le venga bien; en todo caso, para esta nieta constituye un modo de agradecer a Andra por haberse hecho cargo de ella y su hermana cuando siendo pequeñas su madre murió y su padre abandonó el hogar. Por su parte, Mary es de opuesta personalidad; de naturaleza egoísta y obsesionada por su belleza, poco le importa lo que le pueda acontecer a su abuela a quien incluso llega a menospreciar. En la otra unidad familiar, Kate comienza a experimentar ciertos conflictos éticos al saber de que, en cierto modo, su rapacidad y la de su marido es la que asegura la buena marcha de la empresa que explotan; tratando de compensar lo que está haciendo, realiza ciertos actos filantrópicos como también actúa de voluntaria, aunque finalmente son gestos que no llegan a satisfacer su propósito; Alex, por su parte, vive la crisis de la edad media y trata de solazarse con una aventura extramatrimonial. En cuanto a Abby, atraviesa los problemas propios de su edad donde la preocupación más importante es el acné que afecta su cutis como también el usar ropa de alto valor.
En esta historia no hay personajes santos ni villanos; aunque ninguno de ellos llegue a ser completamente íntegro, sus personalidades atraen y se hacen querer a pesar de sus imperfecciones. Sus vulnerabilidades, miedos, frustraciones, fracasos y contradicciones no son más que las diferentes facetas del comportamiento humano; es así que, por ejemplo, puede llegarse a comprender el sentimiento de culpa que anida en Kate al tomar conciencia de que su bienestar económico depende de la muerte ajena.
El elenco es impecable y cada uno de los actores satisface con precisión lo que su respectivo personaje le demanda; con todo, si algún nombre habría que destacar me inclinaría por el de Ann Morgan Guilbert quien caracterizando a la cáustica, mordaz e irascible Andra logra situaciones de gran hilaridad.
En resumen, Holofcener ha obtenido un film inteligente y de notable sensibilidad, donde los pequeños detalles, muy bien analizados y observados, pesan más que la historia en su conjunto.
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Una crónica sobre el arte urbano
EXIT THROUGH THE GIFT SHOP. Estados Unidos-Gran Bretaña, 2010. Un film de Banksy Para los que no han oído hablar sobre el director de este documental será necesario aclarar que “Banksy” es el pseudónimo utiliza
do por un elusivo individuo de origen británico de 35 años de edad que es considerado por muchos como uno de los grandes maestros del arte urbano del graffity.
Cuando al comenzar el film el director se refiere a Thierry Guetta, un videógrafo francés que se aproximó a él para realizar un film sobre su persona, uno cree que la película tratará sobre Banksy; sin embargo, lo que viene después desmiente la presunción inicial dado que el foco de este documental es la curiosa vida de Thierry. Este diletante francés que llega con su familia a Estados Unidos para abrir un negocio dedicado a la venta de ropa se convierte en un compulsivo adicto a la cámara de video desde el día en que adquiere una para su uso personal y comienza a filmar sin parar todo lo que sale a su encuentro; sin embargo, su atención mayor se focaliza en los graffiteros de Los Angeles que utilizan las horas nocturnas para no ser descubiertos por la autoridad policial mientras realizan sus trabajos ilegales consistentes en “ilustrar” o “estropear” -según la opinión que cada persona tenga al respecto- las paredes de la ciudad.
Sin embargo su tarea no se limita a registrar únicamente la labor de estos artistas urbanos. A medida que va vinculándose con otros graffiteros con el pretexto de filmar una película, Guetta va convirtiéndose en un aprendiz de hechicero y ese contacto habrá de despertar su interés de convertirse en otro “street artist”. Cuando en 2006 llega a relacionarse con Banksy y éste llega a ver el material de archivo editado por Guetta, a pesar de que deja bastante que desear, intuye que hay un talento potencial en el simpático y entusiasta hombre de video; es ahí que además de brindarle su confianza y protección, decide estimularlo en la nueva carrera que desea emprender y realizar el film que se está comentando.
Sin dudarlo dos veces, Guetta hipoteca su casa y asume los riesgos -que sólo podría ser factible en un experimentado empresario- para montar un taller donde realizar sus obras. Así se llega a 2008 donde adoptando el nombre de Mr. Brainwash, Thierry llega a tocar el cielo con sus manos cuando monta en Los Ángeles una exposición denominada “Life is Beautiful”. Los trabajos allí expuestos van mucho más allá de la idea que se tiene sobre el tradicional “graffity”, donde en algunos de los cuadros Brainwash demuestra ser un digno émulo del célebre Andy Warhol. Su éxito ha sido asombroso si se considera que en los primeros cuatro días de la muestra, las ventas de sus cuadros superaron el millón de dólares.
A pesar de que el film no trate sobre Banksy sino sobre Guetta, la personalidad misteriosa del director se mantiene a lo largo de todo el metraje al aparecer con su rostro encapuchado mientras la cámara lo está enfocando; también es posible detectar su arte transgresor y provocativo.
Desde una óptica estrictamente cinematográfica, el documental no es muy sólido dado que denota precipitación en su realización y desprolijidad en lo que concierne a sus valores de producción. No obstante, sus méritos deben ser atribuidos a la forma entretenida en que transcurre el relato y muy en especial por las reflexiones que suscita, como la dificultad de encontrar una manera objetiva para definir lo que representa una expresión artística, las características del proceso creativo y la repercusión popular de una manifestación cultural subversiva tal como lo que se contempla aquí. Solamente el transcurso del tiempo permitirá reafirmar o no la validez y vigencia universal de estos artistas urbanos.
PP½