Comentarios de Jorge Gutman
TAKE SHELTER. Estados Unidos, 2011. Un film escrito y dirigido por Jeff Nichols
Precedido por la excelente recepción lograda en el festival de Sundance y con el premio de la crítica internacional obtenido en el de Cannes, este segundo largometraje de Jeff Nichols impresiona por la solidez de su guión y por la eficiente forma en que se narra el difícil tema que aborda.
Teniendo como contexto una pequeña ciudad rural de Ohio donde transcurre la acción, la primera escena enfoca el rostro de Curtis (Michael Shannon), un hombre de poco más de 30 años quien parado y absorto observa fijamente los amenazadores nubarrones que cubren el cielo mientras las primeras gotas de lluvia van cayendo sobre su rostro. Cuando entra a su hogar, todo parece adquirir un aire normal al verlo interactuar con su familia integrada por su abnegada esposa Samantha (Jessica Chastain) y Hanna (Tova Stewart), su hijita de 6 años que padece de insuficiencia auditiva. Gradualmente, se aprecia que Curtis comienza a distraerse mentalmente durante sus horas de trabajo donde se desempeña como obrero de la construcción, pero con todo reina una calma inquietante que precede al drama que se avecina. Eso empieza a manifestarse con las visiones apocalípticas que comienza a experimentar mientras duerme, al punto tal que al despertarse cree sentir que lo soñado tiene visos reales. En los días que le siguen, las pesadillas nocturnas se le vuelven recurrentes y más angustiosas con la consecuencia de escupir sangre y experimentar incontinencia urinaria que llega a descubrir cuando despierta; ocultando lo que le ocurre a su señora, decide ver a su médico de familia quien le recomienda visitar a un psiquiatra, aunque no llega a hacerlo.
La única inconsistencia del libreto es que resulta difícil de aceptar que Samantha, pese a estar compartiendo la misma pieza y una misma cama con su marido, demore en darse cuenta de lo que le está ocurriendo. Ella recién se impone de la situación, cuando como efecto de las visiones que lo acosan, Curtis decide utilizar parte del terreno de la casa para la construcción de un refugio subterráneo que pueda proteger a su familia frente a posibles tornados; para financiar la obra, utiliza los escasos ahorros de la unidad familiar, que estaban destinados para un implante quirúrgico al que debía ser sometida su hija a fin de restablecer parcialmente su sordera.
El film es un absorbente estudio clínico de una persona afectada por una marcada obsesión que llega al nivel de esquizofrenia, aunque sin quedar establecida su causa; solo se llega a saber que la madre (Kathy Baker) de Curtis -cuando él era aún pequeño- tuvo que dejar a su familia para ser internada por problemas mentales de similares características. Más allá de esa conjetura, lo cierto es que el perturbador relato de Nichols concentra la total atención del espectador a lo largo del desarrollo, realzado en gran medida por la extraordinaria interpretación de Shannon. Este actor se identifica por completo con el hombre taciturno y emocionalmente reprimido que atormentado por el pánico va transitando por un peligroso sendero hacia la locura; los delirios, alucinaciones y ansiedades del personaje que encarna adquieren un nivel de notable realismo, sólo comparable a la maravillosa actuación de Jack Nicholson en The Shining (1980) componiendo un rol parecido. Otra contribución importante es la de Jessica Chastain como la devota madre que además de tener que ocuparse de la discapacidad física de Hanna debe cargar también con la aflicción de su marido; esta joven actriz que en solo dos años se ha destacado interpretando diferentes papeles (entre ellos, The Debt, The Three of Life, The Help), reafirma aquí su capacidad con la notable expresividad que emana de su rostro y la acabada naturalidad que transmite en cada una de las situaciones que le toca intervenir.
Además de su calificado elenco, es apreciable la meticulosidad con que Nichols abordó pequeños detalles que circundan a la anécdota central; en tal sentido su guión refleja algunos interesantes aspectos de la vida familiar, el entrañable amor de los padres a su hijita, la importancia de disponer de un seguro de asistencia médica para afrontar ciertas enfermedades mientras uno está trabajando y cómo ese beneficio desaparece cuando se llega a perder el empleo. También es destacable cómo el realizador se valió inteligentemente de los efectos visuales generados por computación, sin abusar de los mismos, para dramatizar los desvaríos de Curtis.
Sin saber si el realizador tuvo asistencia de médicos o psiquiatras para describir tan acabadamente la historia de un esquizofrénico, lo cierto es que lo que se expone es tan vívido como inquietante logrando que la película quede grabada en el espectador mucho después de concluida. Puede que por su particular tema Take Shelter no resulte demasiado atractivo para todo tipo de público; de todos, sus importantes valores artísticos lo convierten en un film de óptima calidad y uno de los mejores vistos en el transcurso del año.
THE IDES OF MARCH. Estados Unidos, 2011. Un film de George Clooney
Además de ser un buen actor, George Clooney ratifica su talento como director en su cuarto film The ides of March, un eficiente relato que contempla las maniobras, manipulaciones y confabulaciones del mundo político en la lucha por el poder.
El guión preparado por Clooney en colaboración con Grant Heslov y Brian Oliver basado en la la pieza teatral Farragut North, narra los entretelones de una campaña política en los días previos a una elección crucial de las primarias presidenciales demócratas en Ohio, en donde se espera que su ganador será el candidato elegido por el partido para aspirar a la presidencia de los Estados Unidos. Uno de los dos contendientes aspirantes a lograr la nominación es el gobernador Mike Morris (Clooney), un bien inspirado liberal con experiencia política, que tiene las mejores intenciones de introducir reformas sociales que beneficiarán al electorado americano. A su lado cuenta con la valiosa colaboración de Paul Zara (Philip Seymour Hoffman), su devoto consejero y el responsable del manejo de todos los detalles vinculados con la campaña electoral; también se encuentra Stephen Meyers (Ryan Gosling), un entusiasta muchacho de agradable presencia y simpatía que se desempeña como jefe de prensa y reporta a Zara.
La primera parte del film, que demora un poco en cobrar fuerza, se centra en las actividades de Stephen preparando los discursos apropiados para el gobernador, la forma cómo se desenvuelve con los medios de comunicación –especialmente con una de las periodistas del New York Times (Marisa Tomei)- para la difusión más apropiada de las noticias y también evalúa con Zara cuál sería el modo de conseguir que el influyente senador Thompson (Jeffrey Wright) decida adherir con sus votos a la causa de Morris en lugar de hacerlo para el senador Pullman (Michael Mantell) que es el candidato rival participando en la contienda.
Cuando todo parecería marchar sobre ruedas, Stephen comete el error táctico de entrevistarse con Tom Duffy (Paul Giamatti), el encargado de la campaña de Pullman, quien trata de inducirlo para que abandone al gobernador y se una a su equipo. Para complicar la situación, la relación íntima que el carismático joven mantiene con Molly (Evan Rachel Wood), una joven de 19 años que realiza una pasantía en la campaña de Morris, conduce a insospechadas revelaciones y a la postre adquiere situaciones dramáticas que ilustrarán hasta qué punto todo lo que se cuece en las trastiendas del medio político hiede para terminar apestando.
Clooney ha obtenido un film de incisivo e ingenioso diálogo que refleja el mundo de la política actual. Aunque el personaje de Seymour Hoffman manifieste que la lealtad es el único escaso valor que predomina en este particular medio, los hechos demuestran que no existen pautas específicas a seguir cuando en la lucha por el poder entran en juego los factores de influencia, compromisos forzados, retribución de favores, así como secretos bien guardados de honorables hombres públicos que terminan comprometiendo valores éticos y morales. Ciertamente, la historia que aquí se contempla ofrece una visión cínica, ácida y poco complaciente de una realidad irrefutable, dejando en el ánimo del espectador la misma sensación de pena que contemplamos en el rostro de Stephen cuando concluye el relato.
En un elenco de importantes valores se destaca Gosling animando excelentemente al principal personaje; el competente actor, uno de los mejores de su generación, transmite cabalmente la transformación que experimenta como el entusiasta y bien intencionado idealista del principio hasta llegar a la desilusión que siente cuando comprende que para ganar y defenderse de los manejos turbios del mundo que lo rodea deberá sacrificar principios que le son caros aunque se trate de vender su alma. Clooney como actor también impresiona como un político de ambigua moral y el resto del competente reparto está a tono con la calidad de este logrado drama político.
FRENCH IMMERSION. Canadá, 2011. Un film de Kevin Tierney
Inspirado en el suceso de Bon Cop, Bad Cop (2006) donde Kevin Tierney fue el autor del guión de esa ingeniosa comedia bilingüe, aquí intenta repetir el éxito en su primer trabajo como realizador para abordar nuevamente a las “dos soledades” (anglófona y francófona) que alberga Canadá. Lamentablemente, FRENCH INMERSION deja que desear porque en lugar de una fina comedia, lo que se aprecia es una burda caricatura plagada de situaciones estereotipadas que ya han sido apreciadas en ocasiones anteriores con mejor suerte.
La premisa de este film es más interesante que su ejecución. El guión de Tierney y Jefferson Lewis concibe a cinco adultos anglófonos, cuatro de ellos canadienses y el quinto de Nueva York, llegando a una pequeña comunidad rural en el norte de la provincia de Quebec para asistir por dos semanas a un curso de inmersión francesa impartido por un centro lingüístico. El método utilizado implica que a partir del momento en que llegan a la clase todo el diálogo debe realizarse en la lengua de Molière y aquel participante que pronuncie alguna palabra en inglés es sancionado con una tarjeta amarilla de amonestación. ¿En qué consiste la pena para quienes repitan el error y acumulen nuevas tarjetas? Nada de eso importa y ese dato habrá que pasarlo por alto.
Entre los alumnos, se encuentran un miembro del parlamento gay (Gavin Crawford) que oculta su identidad de político y sus ambiciones de llegar a Primer Ministro, un aspirante chef de cocina (Jacob Tierney) de fe judía, una azafata aérea (Olunike Adeliyi), una empleada gubernamental (Martha Burns) y un empleado postal (Fred Ewanuick). La interacción de los participantes entre sí así como con la profesora (Karine Vanasse), la directora del establecimiento (Pascale Bussières), un senador de Quebec (Robert Charlebois) y otros habitantes locales, origina una serie de anécdotas donde la política, el deporte, la sexualidad y la religión entran en juego pero sin proporcionar elementos satisfactorios para la comprensión o convivencia de ambas culturas.
Cuando uno esperaría que la colisión o bien la asimilación cultural del grupo visitante a las costumbres de un pueblo integrado por francófonos de pura cepa y profunda convicción nacionalista podría generar genuinas observaciones de interés complementado con situaciones humorísticas, el guión apela en cambio a recursos de dudoso gusto para provocar la risa; por ejemplo, eso se manifiesta cuando la curiosa anfitriona católica (Rita Lafontaine) que se encarga de hospedar al participante judío, se introduce en su habitación mientras está durmiendo para saber cómo luce su órgano genital circuncidado.
Con un desenlace insulso, el director introduce en los créditos finales un número musical estilo Bollywood que si bien resulta agradable a la vista nada tiene que ver con el film ni tampoco lo salva de su mediocridad general.
50/50. Estados Unidos, 2011. Un film de Jonathan Levine
Un tema angustiante enfocado como comedia puede resultar algo extraño pero en el caso de 50/50 el resultado es positivo. Teniendo en consideración la dura batalla personal emprendida por el guionista Will Reiser contra una enfermedad que parecía terminal, decide describir su dura experiencia en un relato de ficción que el director Jonathan Levine traslada al cine con ternura y simpatía.
Adam Lerner (Joseph Gordon-Levitt) es un joven de 27 años que dispone de todo para ser feliz; además de su juventud, tiene un buen trabajo, disfruta de una agradable vida social y sentimental donde todo parece sonreírle. Pero cuando una molestia que siente en su espalda demora en desaparecer, consulta a su médico para finalmente ser diagnosticado con un extraño tumor maligno cuya chance de sobrevivir es de un 50 por ciento.
A partir del dramático momento en que Adam se impone sobre la gravedad de su enfermedad, sin que al principio esté completamente asumido para concientizar lo que le está pasando, la historia sigue todos los pasos conocidos que se deben realizar para combatir el cáncer. Entre las primeras personas que se enteran de su problema figura su mejor amigo Kyle (Seth Rogen) quien a través de situaciones naturalmente jocosas trata de confortarlo, así como Rachael (Bryce Dallas Howard) la chica con quien está saliendo que promete ocuparse de él aunque al poco tiempo la realidad lo desmiente; posteriormente comunica la noticia a su madre (Anjelica Huston) quien debido a la gran pena que sufre termina siendo consolada por él. Paralelamente, se asiste a algunos momentos íntimos y emotivos vividos por Adam cuando en sus sesiones de quimioterapia comparte su experiencia con otros dos pacientes (Philip Baker Hall, Matt Frewer) de similar condición.
Este no es el primer film que trata un asunto tan serio como el del cáncer pero lo que lo distingue es la delicadeza con que es abordado; a pesar de que el drama está latente en todo el metraje, la forma expuesta a través de un humor tonificante y la actitud optimista que guarda el protagonista ofrece al espectador la posibilidad de que en todo momento se pueda identificar con los personajes de esta real historia.
Si hay algunas observaciones que hacer a este film, las mismas radican en la situación anticlimática que se produce cuando Kyle descubre que Rachael engaña a Adam, conduciendo a la ruptura de la relación, así como el vínculo ambiguo establecido entre el enfermo y la joven terapeuta Katherine (Anna Kendrick) que lo está tratando, cuando ella comienza a tener un interés más que profesional por su paciente, donde eso jamás debería ocurrir. Sin embargo, los reparos apuntados no alcanzan a mitigar la excelente impresión que logra Gordon-Levitt de su personaje transmitiendo acabada verosimilitud en las conflictivas emociones que lo envuelven, sobre todo en las últimas escenas cuando su frustración queda traducida en una reacción desesperante que llega intensamente al espectador; por su parte Rogen se luce en un rol menor como el afable amigo de Adam, haciéndolo dentro de un sobrio estilo de humor sin recurrir a situaciones de dudoso gusto.
En resumen, el realizador Jonathan Levine valiéndose del inspirado guión de Reiser demuestra cómo puede abordarse con delicadeza una historia devastadora con un tono edificante, dejando al propio tiempo una visión esperanzadora de que la vida habrá de seguir por más bajas que puedan resultar las posibilidades de supervivencia.
CAFÉ DE FLORE. Canada-Francia, 2011. Un film de Jean-Marc Valllée
Presentado en Venecia y posteriormente en Toronto, CAFÉ DE FLORE generó considerable expectativa teniendo en cuenta que el realizador Jean-Marc Vallée fue el autor de C.R.A.Z.Y, uno de los mejores filmes canadienses de la década pasada. Sin embargo, en esta oportunidad, su complejo relato abordando dos historias que transcurren en diferentes momentos de tiempo no alcanza la misma resonancia.
Lo mejor del film son sus secuencias visuales que estéticamente impresionan dotando a la historia concebida por el realizador de considerable fuerza magnética, realzada por la muy buena banda sonora donde se puede apreciar música perteneciente a diferentes géneros. Pero a pesar de la fascinación que en los aspectos formales pueda deparar el trabajo de Vallée, las limitaciones de su guión restan fuerza al relato.
Entre el pasado y el presente asistimos a dos narrativas presentadas paralelamente aunque totalmente independientes una de la otra. En una de ellas, que transcurre en Montreal en la era actual, el público sale al encuentro de Antoine (Kevin Parent), un exitoso DJ de muy buena situación económica, padre de dos niñas quien dejó a su esposa Carole (Hélène Florent) -la madre de sus dos hijas- al haberse enamorado súbitamente de Rose (Evelyne Brochu), una atractiva y joven mujer; el conflicto dramático radica en el complejo de culpa que el hombre siente por haber abandonado a Carole y el sufrimiento que ella experimenta al no poder adaptarse a la nueva situación. En la segunda historia, el relato retrocede en el tiempo para ubicarse en 1969 en la ciudad de París donde Jacqueline (Vanessa Paradis), una humilde y devota madre monoparental, vive obsesionada por brindar el mayor confort y cariño a su hijo Laurent (Marin Gerrier), quien padece del Síndrome de Down; el problema se presenta cuando en la escuela Laurent entabla amistad con una niña en condiciones semejantes y que no es bien vista por Jacqueline.
Después de una primera parte donde resulta difícil ver con claridad hacia dónde el film apunta, las cosas comienzan a aclararse aunque nunca terminan siendo convincentes. Lo primero que uno se pregunta es la razón por la cual Vallée se vale de dos tramas que no tienen aspectos comunes, salvo que uno quisiera forzadamente asociar la desolación de Carole habiendo perdido el amor de su marido con el dolor que siente el pequeño Laurent cuando su madre le priva del lazo afectivo mantenido con su amiguita. Pero lo más objetable es que el film no logra entablar un enlace satisfactorio entre ambos relatos; probablemente influido por lo que Krzysztof Kieszlowski exitosamente lograra en La Doble Vida de Verónica(1991), el realizador recurre a conceptos místicos y sobrenaturales para vincular el pasado con el presente, pero tal como aquí está presentado ese artificio resulta difícilmente aceptable por no decir absurdo, ofreciendo una conclusión poco satisfactoria. Queda como resultado un film de muy buenos valores formales pero sin estar completamente logrado.
OMAR M’A TUER. Francia, 2011. Un film de Roschdy Zem.
El estreno de Omar m’a tuer por mera casualidad coincidió con el ajusticiamiento de Troy Davis que tuvo lugar en el estado de Georgia por un crimen acontecido hace 20 años en 1989, pese a haber existido numerosas dudas de su culpabilidad. Estel film de Roschdy Zem trata un tema similar, donde la justicia es puesta en tela de juicio frente a lo acontecido con Omar Raddad –un jardinero analfabeto de origen marroquí- viviendo en Francia quien en 1994 fue sentenciado con 18 años de prisión por la muerte de su patrona de 65 años Ghislaine Marshall ocurrida en junio de 1991 al norte de Cannes. Según el dictamen forense, durante los minutos de agonía sufrida por la víctima antes de su muerte, ella alcanzó a escribir “Omar me ha matado” -haciendo uso de su dedo y con su propia sangre- en la puerta del lugar donde fue acuchillada.
Basado en los libros ¿Por qué yo? de Omar Raddad y Sylvie Lotiron, y Omar: La construcción de un culpable de Jean Marie-Rouart, el film reproduce en forma sobria el juicio al cual fue sujeto el inculpado donde en última instancia la única evidencia concreta es el mensaje escrito por Marshall a pesar de que no existió ninguna otra prueba como tampoco motivo o testigo alguno de que el acusado haya sido o estado implicado en el crimen.
A pesar de los esfuerzos desplegados por su abogado Verges (Maurice Benichou), uno de los más famosos de Francia que en todo momento estuvo convencido de la inocencia de Raddad (Sami Bouajila), nada impidió modificar la actitud del juez que intervino en la causa.
El relato sigue los esfuerzos de un noble humanista escritor (Denis Podalydes) que siguiendo su propia investigación escribe un libro demostrando la inocencia del jardinero; simultáneamente queda reflejado el vía crucis del acusado ilustrando su enorme sufrimiento al verse despojado de su libertad y del núcleo familiar, la huelga de hambre iniciada y su posterior intento de suicidio, hasta que en 1998 es objeto del perdón presidencial de Jacques Chirac logrando salir de la prisión aunque sin quedar exonerado de culpa.
El film destaca sutilmente cómo el dictamen judicial de culpabilidad dependió en gran medida –teniendo en cuenta la condición de extranjero marroquí de Raddad- de actos prejuiciosos donde el racismo no está excluido dentro del contexto del medio conservador de la región donde tuvo lugar el crimen . A pesar de toda la carga emocional que implica el sufrimiento de esa dramática injusticia, el realizador evitó cualquier atisbo melodramático logrando en cambio que Bouajilla transmita magníficamente los diferentes matices de un hombre inocente que se encuentra en una situación sin salida frente a un sistema legal al cual quiere tenerle fe pero que en última instancia termina abandonándolo. Lamentablemente y a pesar de todos los esfuerzos realizados para lograr su rehabilitación, hasta la fecha la maquinaria judicial se ha mostrado inflexible en reconsiderar su caso y es así que después de 20 años del crimen que alguien cometió, Raddad -aunque en libertad- sigue siendo considerado culpable del mismo.
Hollywood abordó en variadas oportunidades las particulares características e idiosincrasias de los estados sureños de Estados Unidos así como las complejas relaciones que existieron entre blancos y negros; baste recordar, a modo de ejemplo, el notable film de Steven Spielberg “The Color Purple” (1985) donde narra la historia de una joven chica afroamericana afrontando los problemas de pobreza y racismo a principios del siglo pasado. Con todo, el carácter familiar The Help no le quita méritos a a este film de Tate Taylor que está basado en el best seller del mismo nombre de Kathryn Stockett; esencialmente, refleja el predominante racismo sureño durante la década del 60, cuando se desarrollaba una larga lucha no violenta para lograr que los ciudadanos negros no fuesen ya más discriminados y tuviesen el acceso pleno a los derechos civiles y la misma igualdad de oportunidades ante la ley.
A pesar de que el film dura casi dos horas y media –que de ningún se sienten, la adaptación del libro no alcanza a reflejar por completo el carácter y personalidad de varios personajes secundarios que intervienen en la trama. Pero eso queda ampliamente compensado porque la esencia de la novela original prevalece y en gran parte eso es debido a un nivel de interpretación excepcional que Taylor logró de su reparto casi totalmente femenino.
Davis infunde respeto y admiración por su brillante caracterización de la mujer que es la relatora de la historia y que como tal transmite todo lo que ocurre en el entorno social que la rodea; aunque no exprese sonrisa en su rostro o humor especial, refleja la firmeza de su carácter sabiendo ser afable y gentil. Spencer constituye una sorprendente revelación animando a una mujer completamente resentida y agriada que no tiene vueltas para denunciar con vehemencia las condiciones humillantes de su trabajo. Stone en su primer papel dramático de seriedad exhibe sus verdaderas condiciones de actriz joven apartándose de las frívolas comedias que le tocó animar hasta el presente. En los papeles de reparto, merecen también elogio Allyson Janney, Dallas Howard y sobre todo la veterana Tyson que brinda la escena más emotiva de la historia en oportunidad de ser despedida por sus dueños después de haber trabajado toda una vida para ellos con dedicación y completa lealtad.
Para concluir cabe también distinguir al director quien transmite el clima y la ambientación de una época sin caricaturizar ni exagerar en la descripción de sus personajes, logrando que sus actitudes, movimientos y manierismos resulten completamente naturales. Efectuando una clara descripción de la cultura blanca prevaleciente, dota al relato de una emoción genuina, y a pesar de la injusticia social descripta nunca adopta una actitud de lástima o conmiseración hacia los personajes negros.
Estamos en 1997, año en que Sarah Gold (Romi Aboulafia), la hija de Rachel Singer (Helen Mirren) publica un libro cuyo foco central es su madre y el papel heroico que le cupo desempeñar en una misión delicada. En 1966, Rachel (Jessica Chastain) junto con Stefan (Marton Czokas) y David (Sam Worthington) trabajando para el Mossad –el instituto de inteligencia de Israel encargado de la recopilación de informaciones de inteligencia, espionaje y contraterrorismo- deben viajar a Berlín oriental para cumplir con la arriesgada tarea de ubicar, capturar y transportar a Israel a Dieter Vogel (Jesper Christensen), un notorio criminal de guerra nazi que era conocido como el “carnicero de Birkenau”, para que sea sometido a juicio. Cuando el trío logra apresarlo, surgirá entre sus integrantes algunas discrepancias sobre cómo finiquitar la tarea encomendada dado que surgen impedimentos para poder contrabandearlo vivo hacia Israel; eso produce un cambio en los planes dado que no hay otra alternativa que el criminal sea asesinado en Alemania. La atmósfera creada durante estas secuencias que transcurren durante la época de la guerra fría crea una convincente tensión comparable a la de las novelas de espionaje de John Le Carre.
Bajo cualquier aspecto que se la considere, la historia que aquí se relata es absorbente y cumple acabadamente el objetivo de brindar diferentes niveles de emoción al involucrar aspectos de culpa, mentira, decepción y al mismo tiempo un enorme peso de responsabilidad y vulnerabilidad de espías que antes que nada son seres humanos con facetas completamente diferentes a las de los héroes del género como James Bond o Jason Bourne. Conjugando emoción con legítima acción, el realizador trasciende las convenciones del suspenso tradicional para sumergir a sus actores en la piel de sus personajes humanamente imperfectos y con todas las implicancias emotivas y morales aparejadas por el cometido de sus actos.
Si bien el relato atrapa por su contenido, con todo es necesario reunir a actores que lo implementen adecuadamente. En tal sentido, el director contó con la presencia de un selecto reparto encabezado por la excelente Mirren quien transmite toda la incertidumbre que la acosa, acompañada de Tom Wilkinson (el adulto Stefan), Ciaran Hinds (el adulto David), Worthington, Chastain y Csokas infundiendo completa verosimilitud a los personajes que les tocó animar. Finalmente, otro aspecto atractivo de este film es que abre campo para la discusión sobre el mito del heroísmo y sus connotaciones éticas cuando se producen situaciones como las expuestas en este relato.