3.10.16

EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE TORONTO, MÁS ALLÁ DE LAS GALAS

La 41ª edición del Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF por su sigla en inglés) una vez más se constituyó en la más significativa cita de la industria y el arte cinematográfico mundial en Norteamérica. Hubo una razonable presencia de cine internacional, aunque al final lo que tiene más peso es la producción de Hollywood.

Comentario de Sergio Martínez

Leonardo Di Caprio firma autógrafos en la King Street
Considerado como el segundo festival más importante del mundo después del de Cannes, el TIFF responde bien a las expectativas de los medios así como del público: en la pantalla vemos filmes de alta calidad y es un evento bien organizado, en que al parecer nada queda entregado al azar, incluso los fans que se congregan frente a las salas adonde llegan sus actores y actrices favoritos, tienen asignado un lugar señalado. Las filas para ingresar a los diversos cines tienen también su propia forma de ingreso, cuidadosamente regulada por facilitadores atentos a la circulación de los espectadores, secundados por voluntarios que informan a los asistentes donde tienen que hacer fila. El sistema nos parece un poco complicado al principio, pero en la medida que uno lo puede entender, funciona bien, aunque en algunos casos no puede impedir que uno espere ordenadamente e igual se quede sin poder entrar a una función.

Una cosa que como periodista de un medio relativamente pequeño nos ha tocado en carne propia es la percepción que para el equipo de prensa del TIFF no toda la gente acreditada como periodista es igual. Como en La granja de los animales, algunos son “más iguales que otros”. Periodistas acreditados por grandes medios de Canadá y Estados Unidos obtienen una acreditación de “primera clase” para toda la duración del evento, el resto obtiene sólo por algunos días (en mi caso de todos modos había programado estar sólo cuatro días ya que tenía otros compromisos en Montreal), algo que según se nos explica por uno de los encargados de las relaciones de prensa, es debido al alto número de solicitudes de acreditación. “Si les diéramos pleno acceso a todos reduciríamos el acceso del público” se nos dice. Naturalmente ello también repercutiría negativamente en los ingresos del TIFF. O.K. concedamos el punto, aunque a veces medios pequeños y medianos hacen una cobertura cuantitativamente mayor que los grandes como The New York Times o algunas cadenas televisivas. En lo que sí no hay justificación es en que este año al menos (el año pasado no fue el caso) al acreditarnos se nos haya negado el bolso conteniendo variada información sobre el festival y la ciudad que los acreditados de medios “importantes” sí recibían. Eso no es más que tacañería y mezquindad de mala clase ya que estamos seguro que una vez finalizado el TIFF deben quedar varias docenas de esos bolsos que ya no pueden ser re-utilizados el año próximo porque tienen la fecha de este año. Además ese pequeño gesto de cortesía no implica un gasto mayor.

Y un último detalle: aquí en Montreal algunos periodistas hablarán muy mal del Festival de Filmes del Mundo (FFM), ahora acosado por carencia de fondos, pero hasta hace poco, cuando contaba con los recursos o los auspiciadores adecuados, el FFM proveía a todos los periodistas e invitados un salón de hospitalidad de bastante amplitud, además con cerveza y otros refrescos gratuitos, el que servía para desarrollar redes de contacto con colegas y cineastas. Nada de eso se da en el TIFF donde la atmósfera es mucho más formal y fría, por cierto uno puede asistir a algunas de las muchas veladas que ofrecen diversas compañías productoras, pero—créannos o no—sin esa convivialidad que se daba en los mejores tiempos del FFM. Incluso la sala de prensa dispuesta con computadoras para el trabajo de los periodistas es bastante pequeña e inadecuada, considerando el número de reporteros y críticos acreditados.

LO MEJOR DE LO QUE VIMOS
The Limehouse Golem (El Golem del barrio Limehouse),
dirigida por Juan Carlos Medina: de lo mejor que vimos
Un film ambientado en el Londres de 1880 dirigido por el español Juan Carlos Medina fue a nuestro juicio lo mejor que tuvimos ocasión de ver. The Limehouse Golem (El Golem del barrio de Limehouse) una co-producción de Gran Bretaña y España, es una de esas historias que fascinan tanto por la muy bien lograda ambientación de la época, como por la imprevisibilidad de la trama. Basada en una novela de Peter Ackroyd, la película nos presenta un Londres oscuro y sórdido, sus habitantes aterrorizados por un criminal en serie que se hace llamar “el Golem” –en referencia a una leyenda judía medioeval—el siniestro criminal sin embargo no muestra en sus asesinatos algún patrón de conducta especial, entre sus víctimas hay una pareja pobre, un bien conocido rabino, mujeres y hombres acomodados, un enano artista. La tarea de investigar recae en el Inspector Kildare (Bill Nighy), quien durante su trabajo se cruza con otro caso, el de Elizabeth Cree (Olivia Cooke), artista de un music hall quien está acusada de haber envenenado a su esposo. Los dos casos se entrelazan cuando Kildare descubre que el hombre envenenado es uno de los sospechosos de ser el siniestro Golem. La historia tiene numerosos vuelcos que en última instancia culminan en un final imprevisible.

Otro film que nos ha parecido especialmente sobresaliente ha sido Vaya, dirigido por Akin Omatoso, producido por Sudáfrica, el que nos muestra las vicisitudes de tres personajes cuyas vidas se intercalarán: una chica que viaja a Johannesburgo acompañada por su joven tía Zanele a fin de ver a su madre, supuestamente una exitosa cantante, Nkulu, un joven que viaja para recuperar el cuerpo de su padre recientemente fallecido, y Nhlanhla, a quien un pariente en la ciudad le ha ofrecido un trabajo. Naturalmente las cosas no son como ellos creen que son y hasta  su propia presencia allí agregará a la complejidad de las situaciones. El film muestra un excelente desarrollo argumental y la actuación es bastante sólida y convincente.

El film de Nueva Zelandia The Rehearsal (El ensayo) dirigido por Alison Maclean nos atrajo por su estructura simple mientras al mismo tiempo desarrolla un complejo tema en que se producen sentimientos encontrados de lealtad y compromiso artístico. El joven Stanley (James Rolleston), recientemente ingresado a la escuela de teatro, va poco a poco introduciéndose en el proceso de actuación. Trabajando con un grupo de otros de sus compañeros, debe montar un proyecto teatral al final del año. En el intertanto, ha conocido y se ha enamorado de una chica cuya hermana se ha visto envuelta en un escándalo sexual en el club de tenis que ambas frecuentan. Para mala suerte de Stanley, su grupo ha escogido ese incidente como foco de su proyecto teatral, lo que naturalmente tensionará la relación con su enamorada.
Jesús, de Fernando Guzzoni, una juventud
violenta en Chile

Jesús, es el título del film del chileno Fernando Guzzoni, el que en realidad alude al nombre del protagonista, un muchacho que le gusta el baile, algo de drogas y licor, pero por sobre todo pasar un buen rato con sus amigos. Su padre debe viajar a menudo por lo que Jesús está gran parte del tiempo solo. En un arranque celebratorio de alcohol y droga en un parque de la ciudad, él y dos de sus amigos se embarcan en un acto de violencia contra otro muchacho con fatales consecuencias, lo que alterará su vida para siempre. También reconfigurará la relación con su padre.

En el documental  Karl Marx City, la co-realizadora persigue
dilucidar una inquietante duda
Karl Marx City documental de Petra Epperlein and Michael Tucker es notable por el acopio de material de archivo que contiene, el cual está bien seleccionado para dar una idea de qué ocurría en esos años de la desaparecida República Democrática Alemana (RDA), el nombre oficial de Alemania Oriental. La co-realizadora tiene un interés personal en dilucidar una duda que le inquieta, la que documenta abiertamente en su película: ¿fue su padre—ahora ya fallecido—un informante de la Stasi?

Y LO PEOR
Dos de los filmes que tuvimos ocasión de ver nos han parecido merecedores de ser catalogados derechamente como malos: We Are Never Alone (Nunca estamos solos), dirigido por Piotr Vaclav de la República Checa es una comedia negra, con un ritmo sumamente lento y con una historia de poco vuelo imaginativo.

La caja vacía de Claire St. Luce: personaje poco
desarrollado y trama inconsistente
La caja vacía, película dirigida por la mexicana de origen haitiano Claire Saint-Luce también debemos ponerla en esta lista de lo peor del festival. Se trata de la historia de una mujer joven, que por circunstancias imprevistas se hace cargo de su padre que ha entrado en una etapa de senilidad. La narrativa no está conectada de un modo efectivo, la edición es poco coherente, el personaje de la mujer está poco desarrollado y la trama muestra inconsistencias.

El TIFF concedió el premio Platform al director chileno Pablo Larraín, por su film Jackie que fue presentado en Toronto y verá pronto su estreno comercial. Un notable éxito para este brillante realizador chileno cuya película Neruda también exhibida en Toronto, será presentada en el Festival del Nuevo Cine de Montreal.