La 41ª edición
del Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF por su sigla en inglés) una
vez más se constituyó en la más significativa cita de la industria y el arte cinematográfico
mundial en Norteamérica. Hubo una razonable presencia de cine internacional,
aunque al final lo que tiene más peso es la producción de Hollywood.
Comentario de
Sergio Martínez
Leonardo Di Caprio firma autógrafos en la King Street |
Considerado como
el segundo festival más importante del mundo después del de Cannes, el TIFF
responde bien a las expectativas de los medios así como del público: en la
pantalla vemos filmes de alta calidad y es un evento bien organizado, en que al
parecer nada queda entregado al azar, incluso los fans que se congregan frente
a las salas adonde llegan sus actores y actrices favoritos, tienen asignado un
lugar señalado. Las filas para ingresar a los diversos cines tienen también su
propia forma de ingreso, cuidadosamente regulada por facilitadores atentos a la
circulación de los espectadores, secundados por voluntarios que informan a los
asistentes donde tienen que hacer fila. El sistema nos parece un poco
complicado al principio, pero en la medida que uno lo puede entender, funciona
bien, aunque en algunos casos no puede impedir que uno espere ordenadamente e
igual se quede sin poder entrar a una función.
Una cosa que como
periodista de un medio relativamente pequeño nos ha tocado en carne propia es
la percepción que para el equipo de prensa del TIFF no toda la gente acreditada
como periodista es igual. Como en La granja de los animales, algunos son “más
iguales que otros”. Periodistas acreditados por grandes medios de Canadá y Estados
Unidos obtienen una acreditación de “primera clase” para toda la duración del
evento, el resto obtiene sólo por algunos días (en mi caso de todos modos había
programado estar sólo cuatro días ya que tenía otros compromisos en Montreal),
algo que según se nos explica por uno de los encargados de las relaciones de
prensa, es debido al alto número de solicitudes de acreditación. “Si les
diéramos pleno acceso a todos reduciríamos el acceso del público” se nos dice. Naturalmente
ello también repercutiría negativamente en los ingresos del TIFF. O.K. concedamos
el punto, aunque a veces medios pequeños y medianos hacen una cobertura
cuantitativamente mayor que los grandes como The New York Times o algunas
cadenas televisivas. En lo que sí no hay justificación es en que este año al
menos (el año pasado no fue el caso) al acreditarnos se nos haya negado el
bolso conteniendo variada información sobre el festival y la ciudad que los
acreditados de medios “importantes” sí recibían. Eso no es más que tacañería y
mezquindad de mala clase ya que estamos seguro que una vez finalizado el TIFF
deben quedar varias docenas de esos bolsos que ya no pueden ser re-utilizados
el año próximo porque tienen la fecha de este año. Además ese pequeño gesto de
cortesía no implica un gasto mayor.
Y un último
detalle: aquí en Montreal algunos periodistas hablarán muy mal del Festival de
Filmes del Mundo (FFM), ahora acosado por carencia de fondos, pero hasta hace
poco, cuando contaba con los recursos o los auspiciadores adecuados, el FFM proveía
a todos los periodistas e invitados un salón de hospitalidad de bastante amplitud,
además con cerveza y otros refrescos gratuitos, el que servía para desarrollar
redes de contacto con colegas y cineastas. Nada de eso se da en el TIFF donde
la atmósfera es mucho más formal y fría, por cierto uno puede asistir a algunas
de las muchas veladas que ofrecen diversas compañías productoras, pero—créannos
o no—sin esa convivialidad que se daba en los mejores tiempos del FFM. Incluso
la sala de prensa dispuesta con computadoras para el trabajo de los periodistas
es bastante pequeña e inadecuada, considerando el número de reporteros y
críticos acreditados.
LO MEJOR DE LO
QUE VIMOS
The Limehouse Golem (El Golem del barrio Limehouse), dirigida por Juan Carlos Medina: de lo mejor que vimos |
Un film ambientado
en el Londres de 1880 dirigido por el español Juan Carlos Medina fue a nuestro
juicio lo mejor que tuvimos ocasión de ver. The Limehouse Golem (El Golem del
barrio de Limehouse) una co-producción de Gran Bretaña y España, es una de esas
historias que fascinan tanto por la muy bien lograda ambientación de la época,
como por la imprevisibilidad de la trama. Basada en una novela de Peter Ackroyd,
la película nos presenta un Londres oscuro y sórdido, sus habitantes
aterrorizados por un criminal en serie que se hace llamar “el Golem” –en referencia
a una leyenda judía medioeval—el siniestro criminal sin embargo no muestra en
sus asesinatos algún patrón de conducta especial, entre sus víctimas hay una
pareja pobre, un bien conocido rabino, mujeres y hombres acomodados, un enano artista.
La tarea de investigar recae en el Inspector Kildare (Bill Nighy), quien durante
su trabajo se cruza con otro caso, el de Elizabeth Cree (Olivia Cooke), artista
de un music hall quien está acusada de haber envenenado a su esposo. Los dos
casos se entrelazan cuando Kildare descubre que el hombre envenenado es uno de
los sospechosos de ser el siniestro Golem. La historia tiene numerosos vuelcos
que en última instancia culminan en un final imprevisible.
Otro film que nos
ha parecido especialmente sobresaliente ha sido Vaya, dirigido por Akin Omatoso,
producido por Sudáfrica, el que nos muestra las vicisitudes de tres personajes
cuyas vidas se intercalarán: una chica que viaja a Johannesburgo acompañada por
su joven tía Zanele a fin de ver a su madre, supuestamente una exitosa cantante,
Nkulu, un joven que viaja para recuperar el cuerpo de su padre recientemente
fallecido, y Nhlanhla, a quien un
pariente en la ciudad le ha ofrecido un trabajo. Naturalmente las cosas no son
como ellos creen que son y hasta su
propia presencia allí agregará a la complejidad de las situaciones. El film
muestra un excelente desarrollo argumental y la actuación es bastante sólida y
convincente.
El film de Nueva
Zelandia The Rehearsal (El ensayo) dirigido por Alison Maclean nos atrajo por
su estructura simple mientras al mismo tiempo desarrolla un complejo tema en
que se producen sentimientos encontrados de lealtad y compromiso artístico. El
joven Stanley (James Rolleston), recientemente ingresado a la escuela de
teatro, va poco a poco introduciéndose en el proceso de actuación. Trabajando
con un grupo de otros de sus compañeros, debe montar un proyecto teatral al
final del año. En el intertanto, ha conocido y se ha enamorado de una chica
cuya hermana se ha visto envuelta en un escándalo sexual en el club de tenis
que ambas frecuentan. Para mala suerte de Stanley, su grupo ha escogido ese
incidente como foco de su proyecto teatral, lo que naturalmente tensionará la
relación con su enamorada.
Jesús, de Fernando Guzzoni, una juventud violenta en Chile |
Jesús, es el
título del film del chileno Fernando Guzzoni, el que en realidad alude al
nombre del protagonista, un muchacho que le gusta el baile, algo de drogas y
licor, pero por sobre todo pasar un buen rato con sus amigos. Su padre debe
viajar a menudo por lo que Jesús está gran parte del tiempo solo. En un
arranque celebratorio de alcohol y droga en un parque de la ciudad, él y dos de
sus amigos se embarcan en un acto de violencia contra otro muchacho con fatales
consecuencias, lo que alterará su vida para siempre. También reconfigurará la
relación con su padre.
En el documental Karl Marx City, la co-realizadora persigue dilucidar una inquietante duda |
Karl Marx City documental de Petra Epperlein and Michael Tucker es notable por el acopio de
material de archivo que contiene, el cual está bien seleccionado para dar una
idea de qué ocurría en esos años de la desaparecida República Democrática
Alemana (RDA), el nombre oficial de Alemania Oriental. La co-realizadora tiene
un interés personal en dilucidar una duda que le inquieta, la que documenta abiertamente
en su película: ¿fue su padre—ahora ya fallecido—un informante de la Stasi?
Y LO PEOR
Dos de los filmes
que tuvimos ocasión de ver nos han parecido merecedores de ser catalogados
derechamente como malos: We Are Never Alone (Nunca estamos solos), dirigido por Piotr Vaclav de la
República Checa es una comedia negra, con un ritmo sumamente lento y con una
historia de poco vuelo imaginativo.
La caja vacía de Claire St. Luce: personaje poco desarrollado y trama inconsistente |
La caja vacía,
película dirigida por la mexicana de origen haitiano Claire Saint-Luce también
debemos ponerla en esta lista de lo peor del festival. Se trata de la historia
de una mujer joven, que por circunstancias imprevistas se hace cargo de su
padre que ha entrado en una etapa de senilidad. La narrativa no está conectada
de un modo efectivo, la edición es poco coherente, el personaje de la mujer
está poco desarrollado y la trama muestra inconsistencias.