Comentarios de Jorge Gutman
LA TETA ASUSTADA. Perú-España, 2009. Un film de Claudia Llosa
Claudia Llosa confirma en éste su segundo film la buena impresión que causara su ópera prima “Made in Usa”, convirtiéndose así en una de las pocas realizadoras femeninas de prestigio en América Latina. El título del film alude al síndrome de “la teta asustada”, una enfermedad transmitida con la leche materna como consecuencia de la violación cometida a mujeres en estado de gravidez por la guerrilla que azotó a Perú hace dos décadas.
En ningún momento el público tiene ocasión de presenciar los crímenes cometidos durante el período de álgida violencia ni tampoco se menciona por su nombre a “Sendero Luminoso”, aunque no hay duda alguna sobre la identidad del movimiento terrorista.
El relato se centra en Fausta (Magaly Solier), una joven introvertida y traumatizada al haber sido amamantada por su madre campesina, una de las víctimas violadas por la guerrilla durante el período en que la estaba gestando en su vientre. Viviendo con su tío en uno de los barrios más pobres y marginales de Lima, esta joven acaba de perder a su progenitora y su obsesión es conseguir el dinero necesario para poder trasladar su cadáver a la aldea donde nació. No es necesario brindar información adicional sobre la historia que sigue porque lo más importante del film es precisamente describir la personalidad de Fausta; en tal sentido la directora ha logrado un retrato excelente de este personaje.
Con un ritmo lento pero seguro, se siguen los pasos de esta chica completamente ensimismada y perturbada que apenas alcanza a expresarse con cierta claridad. Pero lo importante es que ahí están presentes la aprehensión, dolor y temor de poder ser violada algún día repitiendo la experiencia de su madre; de allí que resulte significativo el hecho de que ella trate de protegerse introduciendo una papa en su vagina para impedir cualquier violencia sexual.
A través de largas y logradas tomas, uno de los méritos del film radica en sus valores etnográficos donde Llosa realiza un minucioso estudio de la cultura indígena y de los valores asociados con una sociedad diferente donde prevalecen mitos, supersticiones, temores, dentro del contexto de una pobreza secular que no ofrece posibilidades de grandes cambios.
La realizadora prefiere una aproximación contenida para ilustrar su relato donde las emociones no se traslucen fácilmente; con todo Solier –a pesar de su controlada actuación- es capaz de transmitir el trauma interno de Fausta a través de una composición que aunque no deslumbre exteriormente, llega a brindar la sutilidad y riqueza de un personaje problemático y complejo.
En resumen, se trata de una delicada historia donde predomina una completa autenticidad –gran parte del film es hablado en quechua- y en el que una atmósfera de mágico realismo enriquece aún más la singular belleza de este noble film.
Para concluir cabe mencionar que esta película obtuvo el máximo premio en la última edición del festival de Berlín.
Claudia Llosa confirma en éste su segundo film la buena impresión que causara su ópera prima “Made in Usa”, convirtiéndose así en una de las pocas realizadoras femeninas de prestigio en América Latina. El título del film alude al síndrome de “la teta asustada”, una enfermedad transmitida con la leche materna como consecuencia de la violación cometida a mujeres en estado de gravidez por la guerrilla que azotó a Perú hace dos décadas.
En ningún momento el público tiene ocasión de presenciar los crímenes cometidos durante el período de álgida violencia ni tampoco se menciona por su nombre a “Sendero Luminoso”, aunque no hay duda alguna sobre la identidad del movimiento terrorista.
El relato se centra en Fausta (Magaly Solier), una joven introvertida y traumatizada al haber sido amamantada por su madre campesina, una de las víctimas violadas por la guerrilla durante el período en que la estaba gestando en su vientre. Viviendo con su tío en uno de los barrios más pobres y marginales de Lima, esta joven acaba de perder a su progenitora y su obsesión es conseguir el dinero necesario para poder trasladar su cadáver a la aldea donde nació. No es necesario brindar información adicional sobre la historia que sigue porque lo más importante del film es precisamente describir la personalidad de Fausta; en tal sentido la directora ha logrado un retrato excelente de este personaje.
Con un ritmo lento pero seguro, se siguen los pasos de esta chica completamente ensimismada y perturbada que apenas alcanza a expresarse con cierta claridad. Pero lo importante es que ahí están presentes la aprehensión, dolor y temor de poder ser violada algún día repitiendo la experiencia de su madre; de allí que resulte significativo el hecho de que ella trate de protegerse introduciendo una papa en su vagina para impedir cualquier violencia sexual.
A través de largas y logradas tomas, uno de los méritos del film radica en sus valores etnográficos donde Llosa realiza un minucioso estudio de la cultura indígena y de los valores asociados con una sociedad diferente donde prevalecen mitos, supersticiones, temores, dentro del contexto de una pobreza secular que no ofrece posibilidades de grandes cambios.
La realizadora prefiere una aproximación contenida para ilustrar su relato donde las emociones no se traslucen fácilmente; con todo Solier –a pesar de su controlada actuación- es capaz de transmitir el trauma interno de Fausta a través de una composición que aunque no deslumbre exteriormente, llega a brindar la sutilidad y riqueza de un personaje problemático y complejo.
En resumen, se trata de una delicada historia donde predomina una completa autenticidad –gran parte del film es hablado en quechua- y en el que una atmósfera de mágico realismo enriquece aún más la singular belleza de este noble film.
Para concluir cabe mencionar que esta película obtuvo el máximo premio en la última edición del festival de Berlín.
PPP
A SERIOUS MAN. Estados Unidos, 2009. Un film escrito y dirigido por Joel y Ethan Coen
El último film de los hermanos Coen es probablemente el mejor desde “Fargo”. Se trata de un trabajo original, excelentemente hecho y cuyo tema obliga a reflexionar abriendo paso a la discusión.
Comenzando con un prólogo que transcurre hace más de 100 años en un pueblo judío de Polonia, sus 7 minutos dialogados en idish –con subtítulos en inglés- no tiene vinculación directa con lo que vendrá después, salvo el de establecer el tono sobre algunas referencias y creencias de la religión judía que se aprecian en el relato central.
El film que según las notas de prensa tiene un carácter parcialmente autobiográfico, transcurre en Minneapolis, donde sus autores nacieron, vieron transcurrir sus años de infancia y se embebieron de la subcultura judía imperante en el medio oeste de Estados Unidos.
El año es 1967. En un tranquilo barrio residencial habita Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg), un hombre pacífico de mediana edad y buen padre de familia cuya existencia, en principio, transcurre sin mayores problemas. Se desempeña como profesor de física en una pequeña universidad local, profesa la fe judía y en tal condición cree ser un buen servidor de Dios al guiar sus actos por una senda de seriedad y honestidad.
De repente, todas las calamidades parecen caerle encima, donde su apacible existencia llega a convertirse en poco menos que un infierno terrenal. En el aspecto profesional, sufre el chantaje de un alumno coreano (David Kang) que fracasó en su curso y que pretende coimearlo dejándole en un sobre una suma de dinero; además, la renovación de su cátedra se encuentra amenazada frente a mensajes anónimos denigrantes que lo atacan sin que él sepa la razón.
En su vida personal, las cosas no marchan mejor. Sin haberlo previsto, su mujer (Sari Lennick) le pide el divorcio para casarse con un hombre viudo que es amigo de la familia (Fred Melamed) y por añadidura lo obliga a mudarse de su casa; su excéntrico hermano soltero (Richard Kind), que vive con la familia durmiendo en un sofá por largo tiempo, le acarrea problemas con la policía al participar en juegos ilegales; su hijo (Aaron Wolff) se apropia de su tarjeta de créditos para comprar discos, y además hay cierta tensión normal frente a los preparativos de la próxima celebración de su bar mitzva; su hija (Jessica McManus), por su parte, también le sustrae dinero de su billetera para destinarlo a una cirugía estética de su nariz.
Lo que comienza como una comedia costumbrista, lentamente va cambiando de tono adoptando un carácter de farsa realista con tintes de humor negro, a medida que el relato va planteando complejos problemas vinculados con la identidad judía, la trascendencia y sentido de la existencia y mortalidad humana, los actos que un hombre correcto cree realizar para satisfacer a Dios y qué es lo que por su parte puede esperar del mismo. Cuando Larry comprueba que no puede remediar su angustia existencial, acude a la ayuda de tres rabinos donde dos de los mismos no le ofrecen respuesta alguna a sus malestares emocionales y el tercero no lo puede atender porque está muy ocupado al estar absorto con sus “pensamientos”; esas escenas ciertamente constituyen una crítica mordaz que los Coen realizan a los emisarios espirituales de la religión judía al exponer sus contradicciones y veladas hipocresías.
Todo el relato transcurre en un tono liviano, lo que no excluye la arista amarga de su personaje central y la conmiseración que despierta con su rostro patéticamente infeliz.
El desenlace del film, que no presagia un porvenir venturoso para Larry, deja abierta la duda que anima al film. ¿Es posible que todos los infortunios le caigan a un hombre serio, de irreprochable conducta y dispuesto a hacer el bien? La respuesta está a cargo de cada espectador de acuerdo con sus creencias y convicciones en materia de fe y religión.
Como el elenco está interpretado por actores prácticamente desconocidos, su actuación contribuye a lograr un mayor realismo a los diferentes personajes. Eso se complementa con la participación de una verdadera comunidad judía que le brinda legítima autenticidad al clima cultural en que transcurre la acción.
En resumen, el espectador se encuentra frente a una historia atípica, que a veces despierta perplejidad y desconcierto pero que en ningún momento deja lugar a dudas de que se trata de un film de extraordinaria riqueza imaginativa que cuestiona y permite reflexionar, y que reafirma una vez más que los hermanos Cohen son auténticos hombres serios de la cinematografía universal.
A SERIOUS MAN. Estados Unidos, 2009. Un film escrito y dirigido por Joel y Ethan Coen
El último film de los hermanos Coen es probablemente el mejor desde “Fargo”. Se trata de un trabajo original, excelentemente hecho y cuyo tema obliga a reflexionar abriendo paso a la discusión.
Comenzando con un prólogo que transcurre hace más de 100 años en un pueblo judío de Polonia, sus 7 minutos dialogados en idish –con subtítulos en inglés- no tiene vinculación directa con lo que vendrá después, salvo el de establecer el tono sobre algunas referencias y creencias de la religión judía que se aprecian en el relato central.
El film que según las notas de prensa tiene un carácter parcialmente autobiográfico, transcurre en Minneapolis, donde sus autores nacieron, vieron transcurrir sus años de infancia y se embebieron de la subcultura judía imperante en el medio oeste de Estados Unidos.
El año es 1967. En un tranquilo barrio residencial habita Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg), un hombre pacífico de mediana edad y buen padre de familia cuya existencia, en principio, transcurre sin mayores problemas. Se desempeña como profesor de física en una pequeña universidad local, profesa la fe judía y en tal condición cree ser un buen servidor de Dios al guiar sus actos por una senda de seriedad y honestidad.
De repente, todas las calamidades parecen caerle encima, donde su apacible existencia llega a convertirse en poco menos que un infierno terrenal. En el aspecto profesional, sufre el chantaje de un alumno coreano (David Kang) que fracasó en su curso y que pretende coimearlo dejándole en un sobre una suma de dinero; además, la renovación de su cátedra se encuentra amenazada frente a mensajes anónimos denigrantes que lo atacan sin que él sepa la razón.
En su vida personal, las cosas no marchan mejor. Sin haberlo previsto, su mujer (Sari Lennick) le pide el divorcio para casarse con un hombre viudo que es amigo de la familia (Fred Melamed) y por añadidura lo obliga a mudarse de su casa; su excéntrico hermano soltero (Richard Kind), que vive con la familia durmiendo en un sofá por largo tiempo, le acarrea problemas con la policía al participar en juegos ilegales; su hijo (Aaron Wolff) se apropia de su tarjeta de créditos para comprar discos, y además hay cierta tensión normal frente a los preparativos de la próxima celebración de su bar mitzva; su hija (Jessica McManus), por su parte, también le sustrae dinero de su billetera para destinarlo a una cirugía estética de su nariz.
Lo que comienza como una comedia costumbrista, lentamente va cambiando de tono adoptando un carácter de farsa realista con tintes de humor negro, a medida que el relato va planteando complejos problemas vinculados con la identidad judía, la trascendencia y sentido de la existencia y mortalidad humana, los actos que un hombre correcto cree realizar para satisfacer a Dios y qué es lo que por su parte puede esperar del mismo. Cuando Larry comprueba que no puede remediar su angustia existencial, acude a la ayuda de tres rabinos donde dos de los mismos no le ofrecen respuesta alguna a sus malestares emocionales y el tercero no lo puede atender porque está muy ocupado al estar absorto con sus “pensamientos”; esas escenas ciertamente constituyen una crítica mordaz que los Coen realizan a los emisarios espirituales de la religión judía al exponer sus contradicciones y veladas hipocresías.
Todo el relato transcurre en un tono liviano, lo que no excluye la arista amarga de su personaje central y la conmiseración que despierta con su rostro patéticamente infeliz.
El desenlace del film, que no presagia un porvenir venturoso para Larry, deja abierta la duda que anima al film. ¿Es posible que todos los infortunios le caigan a un hombre serio, de irreprochable conducta y dispuesto a hacer el bien? La respuesta está a cargo de cada espectador de acuerdo con sus creencias y convicciones en materia de fe y religión.
Como el elenco está interpretado por actores prácticamente desconocidos, su actuación contribuye a lograr un mayor realismo a los diferentes personajes. Eso se complementa con la participación de una verdadera comunidad judía que le brinda legítima autenticidad al clima cultural en que transcurre la acción.
En resumen, el espectador se encuentra frente a una historia atípica, que a veces despierta perplejidad y desconcierto pero que en ningún momento deja lugar a dudas de que se trata de un film de extraordinaria riqueza imaginativa que cuestiona y permite reflexionar, y que reafirma una vez más que los hermanos Cohen son auténticos hombres serios de la cinematografía universal.
PPP½
UN ANGE À LA MER. Belgica-Canadá, 2009. Un film de Fréderic Dumont
Este primer film del documentalista belga Fréderic Dumont dista de satisfacer más allá de sus buenas intenciones en explorar los abusos infantiles. Con una premisa que en principio parece interesante pero con una ejecución poco efectiva más un guión completamente caprichoso, no resulta extraño que el film sea mediocre.
La acción que tiene lugar en Marruecos presenta el caso de Bruno, un hombre que trabaja en ese país para una organización no gubernamental sin fines de lucro; casado y padre de dos hijos, la agradable atmósfera familiar de las primeras escenas contrasta con la sorpresa de presenciar a un individuo maníaco-depresivo que se encierra en su oficina y llama a su hijo menor Louis de 12 años para confiarle un terrible secreto. El resto del film transcurre en un clima opresivo y como el relato está narrado desde la visión de ese niño, lo que se aprecia es la angustia psicológica que le sobreviene por el esfuerzo de guardar ese secreto. En todo caso, Dumont no pudo o no supo brindar al relato la tensión o el suspenso necesario para concentrar la atención; más aún, lo que ocurre en el resto del film no tiene mayor trascendencia y además el relato se torna monótono y poco coherente.
A nivel de actuación, no hay mayor objeción. La intervención del niño Martin Nissen es muy buena, Olivier Gourmet como el padre no desluce y Anne Consigny como la madre se desempeña correctamente. Si en algunos otros filmes, el nivel de interpretación puede disimular las carencias del relato, aquí los actores poco pueden hacer para superar sus limitaciones.
UN ANGE À LA MER. Belgica-Canadá, 2009. Un film de Fréderic Dumont
Este primer film del documentalista belga Fréderic Dumont dista de satisfacer más allá de sus buenas intenciones en explorar los abusos infantiles. Con una premisa que en principio parece interesante pero con una ejecución poco efectiva más un guión completamente caprichoso, no resulta extraño que el film sea mediocre.
La acción que tiene lugar en Marruecos presenta el caso de Bruno, un hombre que trabaja en ese país para una organización no gubernamental sin fines de lucro; casado y padre de dos hijos, la agradable atmósfera familiar de las primeras escenas contrasta con la sorpresa de presenciar a un individuo maníaco-depresivo que se encierra en su oficina y llama a su hijo menor Louis de 12 años para confiarle un terrible secreto. El resto del film transcurre en un clima opresivo y como el relato está narrado desde la visión de ese niño, lo que se aprecia es la angustia psicológica que le sobreviene por el esfuerzo de guardar ese secreto. En todo caso, Dumont no pudo o no supo brindar al relato la tensión o el suspenso necesario para concentrar la atención; más aún, lo que ocurre en el resto del film no tiene mayor trascendencia y además el relato se torna monótono y poco coherente.
A nivel de actuación, no hay mayor objeción. La intervención del niño Martin Nissen es muy buena, Olivier Gourmet como el padre no desluce y Anne Consigny como la madre se desempeña correctamente. Si en algunos otros filmes, el nivel de interpretación puede disimular las carencias del relato, aquí los actores poco pueden hacer para superar sus limitaciones.
P
LES DAMES EN BLEU. Canada, 2009. Un film de Claude Demers
Desde 1956 en que comenzó su carrera artística al servicio de la canción popular, Michel Louvain se convirtió en uno de los primeros cantantes populares de Quebec, especialmente entre el público femenino. Naturalmente, su fama no puede compararse con la de Céline Dion, pero de todos modos y con más de 50 años de labor profesional, aún hoy día sigue siendo un crooner muy querido por los canadienses francófonos.
Teniendo en cuenta lo que antecede, el documentalista Claude Demers resolvió hacer un film sobre Louvain aunque él no sea precisamente el foco del mismo, sino que por el contrario trató de dirigir su atención en quienes han pasado gran parte de su vida admirándolo con veneración. Para lograr su propósito decidió publicar un aviso en un periódico de Montreal tratando de ubicar a los fanáticos del artista; el resultado fue que entre más de 200 personas que respondieron a dicha convocatoria, llegó a seleccionar a 5 mujeres que fueron fieles seguidoras del cantante y que hoy día no guardan gran diferencia de edad con los 72 años que tiene Louvain.
A pesar de que la premisa del documental pueda parecer endeble, el resultado es favorable. Ninguna de las cinco damas elegidas guardan aprehensión o pudor alguno para manifestar detalles muy personales sobre cómo Louvain gravitó en sus vidas. Con gran calidez y genuina sinceridad, surgen de sus declaraciones ciertas intimidades que llegan a asombrar en la medida que uno se resiste a aceptar la realidad de que una personalidad artística pueda ejercer una influencia tan marcada en estas damas hasta convertirse en obsesión. No es el caso de entrar a relatar las “confesiones” de cada una de ellas, salvo señalar que sus experiencias resultan interesantes de escuchar y que Demers aprovechó el material obtenido ofreciendo un relato gratificador, a pesar de que en algunos momentos se torna repetitivo.
Una parte mínima del film enfoca al artista, quien con su naturaleza afable, campechana, servicial y carismática despliega una simpatía natural que le permite seguir conquistando a su público; en tal sentido habrá de tenerse en cuenta que en gran parte, el éxito de Louvain se debe a su repertorio exitoso que incluye, entre otras celebradas canciones, “Buenas noches mi amor”, “Auprès de ton coeur” y “La dame en bleu”.
Mientras uno contempla el documental, persiste el insoluble misterio de cómo un artista popular puede generar por parte de sus fanáticos, un estado de irracional obsesión y ciega idolatría, a través del culto a la celebridad. Claro está que eso podría constituir el tema para otro film diferente.
Desde 1956 en que comenzó su carrera artística al servicio de la canción popular, Michel Louvain se convirtió en uno de los primeros cantantes populares de Quebec, especialmente entre el público femenino. Naturalmente, su fama no puede compararse con la de Céline Dion, pero de todos modos y con más de 50 años de labor profesional, aún hoy día sigue siendo un crooner muy querido por los canadienses francófonos.
Teniendo en cuenta lo que antecede, el documentalista Claude Demers resolvió hacer un film sobre Louvain aunque él no sea precisamente el foco del mismo, sino que por el contrario trató de dirigir su atención en quienes han pasado gran parte de su vida admirándolo con veneración. Para lograr su propósito decidió publicar un aviso en un periódico de Montreal tratando de ubicar a los fanáticos del artista; el resultado fue que entre más de 200 personas que respondieron a dicha convocatoria, llegó a seleccionar a 5 mujeres que fueron fieles seguidoras del cantante y que hoy día no guardan gran diferencia de edad con los 72 años que tiene Louvain.
A pesar de que la premisa del documental pueda parecer endeble, el resultado es favorable. Ninguna de las cinco damas elegidas guardan aprehensión o pudor alguno para manifestar detalles muy personales sobre cómo Louvain gravitó en sus vidas. Con gran calidez y genuina sinceridad, surgen de sus declaraciones ciertas intimidades que llegan a asombrar en la medida que uno se resiste a aceptar la realidad de que una personalidad artística pueda ejercer una influencia tan marcada en estas damas hasta convertirse en obsesión. No es el caso de entrar a relatar las “confesiones” de cada una de ellas, salvo señalar que sus experiencias resultan interesantes de escuchar y que Demers aprovechó el material obtenido ofreciendo un relato gratificador, a pesar de que en algunos momentos se torna repetitivo.
Una parte mínima del film enfoca al artista, quien con su naturaleza afable, campechana, servicial y carismática despliega una simpatía natural que le permite seguir conquistando a su público; en tal sentido habrá de tenerse en cuenta que en gran parte, el éxito de Louvain se debe a su repertorio exitoso que incluye, entre otras celebradas canciones, “Buenas noches mi amor”, “Auprès de ton coeur” y “La dame en bleu”.
Mientras uno contempla el documental, persiste el insoluble misterio de cómo un artista popular puede generar por parte de sus fanáticos, un estado de irracional obsesión y ciega idolatría, a través del culto a la celebridad. Claro está que eso podría constituir el tema para otro film diferente.
PP½
THE COLLECTOR. Estados Unidos, 2009. Un film de Marcus Dunstan
Posiblemente The Collector tenga el triste honor de figurar en la lista de los peores filmes de horror que el cine haya producido. El responsable de este desperdicio es Marcos Dunstan quien debuta como director después de haberse especializado en escribir guiones del género en donde no hay mucho para rescatar. Si acaso el film simplemente cayese al nivel de ridículo por su trama o falta de suspenso, no habría nada de ofensivo; pero en este caso la situación se ve empeorada porque este engendro cae dentro de un nivel pornográfico, a pesar de que ese término está asociado generalmente al sexo aunque bien podría utilizarse aquí por su repugnante violencia.
La incoherente trama escrita por el director y Patrick Melton presenta a un delincuente (Josh Stewart) quien decide perpetrar un robo en la casa de una familia rica donde él presta servicios diversos a fin de conseguir dinero para su ex mujer que se encuentra arrinconada por la mafia. Cuando llega a la mansión comprueba que la misma ha sido invadida por un enmascarado criminal que ha atacado a sus dueños (Michael Reilly Burke, Andrea Roth). De aquí en más, este intruso va descubriendo azorado el modo en que sus empleadores son torturados, en tanto que el público asiste permanentemente a escenas de extrema crueldad que el psicópata ejerce sobre sus víctimas. No hay ninguna explicación que motive la actitud del asesino de “coleccionar” gente; los que más sufren son los desprevenidos espectadores que tienen que estar soportando las acciones de un enloquecido demonio sin que haya alguna consistencia lógica salvo el placer sádico de torturar por torturar. Moraleja de este film nauseabundo es que el ladrón termina convirtiéndose en el héroe dispuesto a salvar a sus empleadores, si acaso algo de vida aún les queda.
Dunstan se “esmeró” para que el film fuese realizado con la mayor torpeza posible de modo que no haya absolutamente nada que pueda rescatarse del mismo. En la función pública a la que asistí, solamente quedó un solo espectador; los restantes dejaron la sala mucho antes que el film concluyera y al así hacerlo, sin duda salieron ganando.
THE COLLECTOR. Estados Unidos, 2009. Un film de Marcus Dunstan
Posiblemente The Collector tenga el triste honor de figurar en la lista de los peores filmes de horror que el cine haya producido. El responsable de este desperdicio es Marcos Dunstan quien debuta como director después de haberse especializado en escribir guiones del género en donde no hay mucho para rescatar. Si acaso el film simplemente cayese al nivel de ridículo por su trama o falta de suspenso, no habría nada de ofensivo; pero en este caso la situación se ve empeorada porque este engendro cae dentro de un nivel pornográfico, a pesar de que ese término está asociado generalmente al sexo aunque bien podría utilizarse aquí por su repugnante violencia.
La incoherente trama escrita por el director y Patrick Melton presenta a un delincuente (Josh Stewart) quien decide perpetrar un robo en la casa de una familia rica donde él presta servicios diversos a fin de conseguir dinero para su ex mujer que se encuentra arrinconada por la mafia. Cuando llega a la mansión comprueba que la misma ha sido invadida por un enmascarado criminal que ha atacado a sus dueños (Michael Reilly Burke, Andrea Roth). De aquí en más, este intruso va descubriendo azorado el modo en que sus empleadores son torturados, en tanto que el público asiste permanentemente a escenas de extrema crueldad que el psicópata ejerce sobre sus víctimas. No hay ninguna explicación que motive la actitud del asesino de “coleccionar” gente; los que más sufren son los desprevenidos espectadores que tienen que estar soportando las acciones de un enloquecido demonio sin que haya alguna consistencia lógica salvo el placer sádico de torturar por torturar. Moraleja de este film nauseabundo es que el ladrón termina convirtiéndose en el héroe dispuesto a salvar a sus empleadores, si acaso algo de vida aún les queda.
Dunstan se “esmeró” para que el film fuese realizado con la mayor torpeza posible de modo que no haya absolutamente nada que pueda rescatarse del mismo. En la función pública a la que asistí, solamente quedó un solo espectador; los restantes dejaron la sala mucho antes que el film concluyera y al así hacerlo, sin duda salieron ganando.
X
No hay comentarios.:
Publicar un comentario