Comentarios de Jorge Gutman
Muchas veces la realidad supera a la ficción y esta película lo prueba dado que el director y guionista Mike Mills vuelca en la misma experiencias vividas en su entorno familiar y por lo tanto no hay duda que lo que nos cuenta es verídico.
En su relato el realizador utiliza al personaje de Oliver (Ewan McGregor) como su alter ego quien al comenzar el film experimenta sentimientos de pena por la pérdida de Hal (Christopher Plummer) su padre. La acción retrocede 4 años cuando su madre muere y Hall, de 75 años de edad, le confiesa que a pesar de haber estado casado con ella durante 44 años, él ha decidido no ocultar más su condición de hombre gay para así aprovechar plenamente lo que su verdadera orientación sexual puede ofrecerle en lo que le queda por vivir.
Como se apreciará, el punto de partida no puede ser más intrigante y lo que uno esperaría es que el resto del metraje estuviese dedicado a establecer cómo se desarrollará la relación de Oliver con su padre anciano dentro del marco de las circunstancias descriptas. En parte el relato lo logra pero eso no es el único foco del mismo como se podría haber supuesto.
Volviendo a la época actual, la narración enfoca la personalidad melancólica de Oliver, un diseñador gráfico soltero de poco más de 40 años que no tuvo hasta el presente una relación estable de pareja. Vive en compañía del pequeño terrier que pertenecía a su padre y que ahora está acoplado a él en todo momento; el vínculo entre el amo y su perro es tan intenso que en muchos casos Oliver sabe lo que el animal le expresa y el público se impone de su pensamiento a través de subtítulos intercalados. En gran parte la naturaleza taciturna de Oliver podría deberse a los efectos de una infancia vivida con una frustrada madre (Mari Page Keller) y que aparentemente –el film no lo expresa claramente- adolecería de cierta inestabilidad emocional. En una reunión social conoce a Anna (Melanie Laurent), una artista francesa, que podría ser su alma gemela al compartir características comunes en materia sentimental; la relación amorosa que se establece entre ambos constituye la otra historia del film.
Retrocediendo nuevamente al pasado, el relato describe la nueva vida amorosa de Hal con Andy (Goran Visnjic) -un muchacho de una edad similar a la de su hijo-, la forma en que disfruta de las reuniones sociales mantenidas con los integrantes de la comunidad gay y el cariño que recibe de todos ellos cuando lo aqueja el cáncer terminal de pulmón; es también durante ese período donde queda evidenciada la gran devoción de Oliver hacia su padre hasta el doloroso momento final.
Enfocando los aspectos extraños y un tanto absurdos de la vida, Mills realizó un film honesto y sin duda afectivo; su problema reside en que narrándolo en forma no cronológica entre el tiempo presente, el reciente pasado y los años de infancia de Oliver, las escenas que se suceden lucen parcialmente deshilvanadas, impidiendo que el drama y la emoción alcancen el nivel esperado. Finalmente, la resolución del film no deja claro hasta dónde la vitalidad de Hal y la comunicación mantenida con su hijo ayudará a que éste pueda superar algunos problemas de su personalidad y permitir que asuma un compromiso más sólido en su relación sentimental con Anna.
Mejor dirigido que escrito, el realizador contó con un buen nivel actoral. Mc Gregor ofrece lo mejor que puede dentro de un rol potencialmente interesante pero no del todo bien descripto, en tanto que Laurent impone su presencia transmitiendo dulzura y ternura; finalmente, Christopher Plummer –lo mejor del film- se lleva las palmas como el padre viudo que ha resuelto “salir del armario” para gozar de la vida.
BAD TEACHER. Estados Unidos, 2011. Un film de Jake Kasdan
Resulta difícil encontrar un personaje más desagradable que el que Cameron Díaz caracteriza en esta película de Jake Kasdan cuyo título describe perfectamente la conducta de la protagonista. A pesar de que la bella actriz posee una innata simpatía, el más que mediocre relato la obliga a cometer excesos que producen poca gracia y que deja un balance negativo en lo que hace a la moralidad de una historia sin mayor sentido.
Díaz es Elizabeth, una mujer poco refinada, sin escrúpulos, decididamente mala y que además miente, fuma, se droga, bebe y apela a un lenguaje no muy deseable por su crudeza. Es un misterio saber cómo llegó a ser educadora de una escuela secundaria, pero lo cierto es que sus alumnos deben sufrir sus veleidades, desmanes y caprichos además de que no tienen nada que aprender de ella que les pasa videos durante las clases en lugar de enseñar. Como sólo le interesa el dinero y ha sido dejada por un novio millonario que terminó no aguantándola, ahora trata de buscar un nuevo pretendiente con fortuna. Entretanto trata de incitar a los padres de algunos alumnos para dar clase privada a sus hijos a cambio de un ingreso adicional que le permita reunir los fondos necesarios para someterse a un implante de senos. Cuando llega un nuevo profesor (Justin Timberlake), de porte poco atractivo pero de buena posición económica, Elizabeth trata de conquistarlo pero lamentablemente él ya tiene una admiradora en la persona de una colega rival (Lucy Punch). Para completar el cuadro, el profesor de gimnasia de la escuela (Jason Segel) gusta de Elizabeth, pero el problema está que no tiene dinero.
No es necesario seguir en los detalles de este relato insulso que posee un humor escatológico de dudoso efecto reidero y en donde no hay sorpresa alguna que pueda incentivar el interés de lo que se expone. Aunque Díaz le otorgue colorido a su personaje y el resto del elenco, en especial Punch, se desempeñe satisfactoriamente, eso no alcanza para disimular la vacuidad de este film decididamente amoral y poco edificante.
GERRY. Canada, 2011. Un film de Alain DesRochers
Gérald Boulet, apodado “Gerry”, es una figura emblemática de Quebec por haber sido considerado el más importante innovador de la música rock cantada en “joual”, cuyas características lingüísticas están asociadas a la clase trabajadora de la población francófona de esta provincia. A 20 años de su muerte acaecida a la temprana edad de 44 años, el director Alain DesRochers decide abordar los aspectos más distintivos de su corta existencia basándose en el guión preparado por Nathalie Petrowsky según el libro “Avant de m’en aller” de Mario Roy.
Adoptando el modelo tradicional del relato biográfico, el film sigue un curso predeterminado y en tal sentido no hay nada que lo diferencie de otras biografías narradas del mismo modo. En forma muy esquemática se pasa revista a la infancia del pequeño Gerry en St-Jean-sur-Richelieu demostrando su afinidad por la música y su poca predisposición a las clases de religión en un colegio católico donde está enrolado. De inmediato, la acción se ubica en 1966 cuando el joven Boulet (Mario Saint-Amand) forma la banda “Les Gants Blancs” integrada por su hermano Denis (Louis-David Morasse) y sus amigos Johnny (Marc-François Blondin) y Willie (Mathieu Lepage); tres años después la agrupación cambia de estilo adoptando el nuevo nombre de “Offenbach”, donde tendrá participación el compositor y músico Pierre Harel (Éric Bruneau). La ambición de Gerry es cantar en inglés para poder actuar en Estados Unidos; sin embargo Harel lo persuade para continuar en francés, logrando en poco tiempo una gran repercusión popular. Eso continuará a través de los sucesos logrados en los años siguientes, incluyendo entre otros aspectos el rodaje de un documental en Francia por parte del cineasta Claude Faraldo (Laurent Lucas). Un jalón importante del conjunto es la actuación realizada en 1980 en el Forum de Montreal donde por primera vez una agrupación musical de rock efectúa un concierto en ese recinto consagrado al hockey. Lo que sigue es la evolución y transformación de los miembros de Offenbach con la partida de Harel y Willie del equipo y su reemplazo por dos músicos anglófonos de Ontario; años después Gerry decide actuar por su propia cuenta hasta que un cáncer al colon arrebata su vida en 1990.
El film registra minuciosamente el clima de una época no muy lejana y su música -que es un personaje más dentro del relato- permite que el público tenga oportunidad de rememorar algunos de los clásicos del rock de Quebec (“Deux autres Bières”, “Les deux du coeur”, “Un beaux grand bateau”, etc). Sin embargo, el criterio que DesRochers ha elegido para narrar los hechos cronológicamente sin momentos de gran dramatismo, convierten a esta biografía en una sucesión de episodios donde muchos de los mismos son expuestos superficialmente. Por ejemplo, en lo que atañe a la vida sentimental del cantor, se muestra en forma apresurada cómo conoce a Denise (Madeleine Péloquin) con quien se casará y le dará un hijo pero sin llegar a exponer la razón por la cual se desliga de ella y su hijo para unirse a Françoise (Capucine Delaby), una joven a quien conoce en Francia con la cual pasará el resto de su vida y que se convertirá en su segunda esposa; otros episodios vinculados con el clima político de ese entonces -la llegada de un gobierno separatista a Quebec, algunas referencias al primer referéndum de 1990- son tratados sin mayor profundidad. La parte final ofrece uno de los pocos instantes de emoción cuando en los estadios finales de su enfermedad, Gerry comparte una escena de honda ternura acompañado de Françoise.
A pesar de las observaciones señaladas, este drama biográfico se valoriza enormemente con la excepcional actuación de Saint-Amand que transmite toda la dimensión psicológica de un hombre que fundamentalmente vivió para su música y que en su vida personal no fue precisamente un dechado de padre ideal o buen esposo. Mostrando la imperfección de su personalidad y la dimensión del artista, este actor vive su personaje con tal increíble intensidad que uno cree volver a presenciar al verdadero Gerry con su melena rizada, en parte ayudado también por su asombroso parecido físico.
Sin haber reinventado el género, el realizador ha logrado un film honesto que tendrá resonancia con el público que habiendo seguido la trayectoria de este artista tiene oportunidad de revivir una página importante del panorama musical de Quebec.
MR. POPPER’S PENGUINS. Estados Unidos, 2011. Un film de Mark Waters
Dentro de la tradición de los filmes de Disney destinados a la familia, llega este simpático relato que aunque no innova ni apela a estilos visuales sorprendentes, de todos modos cumple su función de entretener sanamente, sobre todo a la población infantil.
Basado en un libro para niños escrito en 1938 por Richard y Florence Atwater cuya acción se desarrolla en una pequeña ciudad de Estados Unidos, la historia ha sido trasladada a la ciudad de Nueva York transcurriendo en la época actual. El relato presenta a Tom Popper (Jim Carrey) un alto ejecutivo de una importante empresa inmobiliaria de Manhattan, que gozando de una muy buena posición económica ocupa un espacioso y confortable departamento ubicado en la sofisticada avenida Park de Manhattan. Su pasión por el trabajo lo ha hecho descuidar a su familia lo que motivó el divorcio de su esposa Amanda (Carla Gugino) que tiene a su cargo a sus dos hijos, una joven adolescente (Madeline Carroll) y otro vástago más pequeño (Maxwell Perry Cotton).
La rutina de Popper se ve alterada cuando un día recibe como legado de su padre, recientemente desaparecido y a quien no ha visto en mucho tiempo, un cajón conteniendo nada menos que un pingüino; por si eso no fuese suficiente, poco después se agrega la recepción de otros cinco pájaros de la misma especie que prácticamente toman su residencia por asalto. La audiencia menuda festejará el caos inicial que estas simpáticas y ruidosas aves producen en el vasto espacio donde ahora habitan y que desesperan a su dueño; pero con el correr de los días la convivencia entre Tom y sus visitantes se hace más amena con los animalitos volviéndose más obedientes y pasando parte de su tiempo viendo viejas películas de Chaplin por la televisión y bailando en forma chaplinesca con las lecciones recibidas por su amo.
El cuidado y el creciente afecto que Tom irá experimentado por los pingüinos hace que cuando sus hijos lo visitan observen en él un cambio de su conducta al haberse vuelto más humano y menos egoísta; además, se sienten felices de compartir esos momentos con las simpáticas mascotas, donde su ex-mujer tampoco es inmune a la simpatía despertada por las aves.
En líneas generales, no hay nada revolucionario que este sencillo relato ofrezca pero el guión está bien escrito y hay situaciones hilarantes producidas por los adorables pingüinos, sobre todo en una reunión social que tiene lugar en el museo Guggenheim, donde éstos causan una serie de problemas que los niños habrán de disfrutar. Además de la magnífica actuación de los pingüinos, resultado de una eficiente combinación de animales en vivo con imágenes generadas por la computadora, hay que destacar la sobria caracterización que Carrey realiza del personaje principal; apelando a un humor físico empleado en varios de sus filmes, el actor se desenvuelve con soltura y moderación sin recurrir a situaciones de dudoso gusto.
Ciertamente, este relato responde más a una fantasía que a una historia realista y por lo tanto en muchos casos la credibilidad queda suspendida; lo importante es que los chicos disfrutan de un agradable cuento que además de divertido aboga por los valores familiares y el amor hacia los animales.