Comentarios de Jorge Gutman
THE TREE OF LIFE. Estados Unidos, 2011. Un film escrito y dirigido por Terrence Malick
Precedido por una gran expectativa, con su reciente estreno en Canadá ahora todos pueden juzgar The Tree of Life. Cada espectador verá en este complejo film algo diferente y estará sujeto a su interpretación para determinar si se encuentra frente a una obra maestra, un buen film, o en última instancia un gran esfuerzo no logrado; este hecho quedó evidenciado en ocasión de su primera presentación en el Festival de Cannes cuando al final de su proyección fue entusiastamente aplaudido por un sector de la crítica especializada así como otra parte de la misma lo desaprobó con la emisión de silbidos. En todo caso, el jurado de Cannes presidido por Robert De Niro se adhirió a su favor recompensándolo con la Palma de Oro, el máximo galardón de la muestra.
Se trata de una obra extremadamente ambiciosa y de una belleza visual como pocas veces se ha visto en la pantalla, dando la impresión de que Malick es un buen pintor además de distinguido cineasta. Tratar de analizar al film resulta una ardua tarea y se corre el riesgo de brindar respuestas simplistas. El director es profesor de filosofía y sus digresiones en tal carácter pueden confundir al espectador al tratar de analizar el modo en que las imágenes sensoriales se relacionan con el tema que emerge del relato.
Para resumir en pocas palabras sobre lo que trata el film, es preciso señalar que su narrativa se refiere a una familia americana donde sus querellas internas pueden asociarse con el poder creador y destructor del cosmos. El film comienza con una cita extraída del libro de Job –libro bíblico del Antiguo Testamento- sobre la pregunta de Dios “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?” estableciendo el tono que prevalecerá en buena parte de esta historia. Así en la primera media hora de metraje se asiste a un viaje hacia los orígenes del mundo y de la vida, donde la oscuridad será iluminada por la luz de los volcanes en furiosa erupción, meteoritos estrellándose en un planeta, el aullido de gigantescos dinosaurios, ríos desbocados y muchos otros elementos plasmados en soberbias imágenes astronómicas.
A partir de allí surge el esfuerzo de interpretar lo visualmente expuesto con la narración elíptica e imprecisa que adquiere el relato. Expuesto de manera fragmentada y elusiva, se sigue el hilo de los pensamientos de Jack (Sean Penn), un arquitecto ejecutivo que desplazándose en sus lujosas oficinas ubicadas en uno de los soberbios rascacielos de Houston pasa revista a su infancia durante la década del 50 en un hogar compartido con sus dos hermanos menores (Laramie Eppler, Tye Sheridan) y sus padres (Brad Pitt, Jessica Chastain). Jack (Hunter McCracken) con sus 11 años goza de la inocencia propia de su edad jugando con sus hermanitos y apreciando todo lo bello que la vida puede ofrecerle. Sin embargo, la figura ambivalente del padre, que impone su presencia en forma severa y autoritaria llegando en algunos casos a emplear el castigo físico, contribuye a que los niños lleguen a temerlo; por el contrario, la madre tolerante y abnegada trata de compensar la dureza de su marido brindando ternura y cariño a sus vástagos.
Siguiendo con sus recuerdos, la memoria de Jack se asocia con episodios que le han quedado bien marcados, como la pérdida de un hermano con la consiguiente angustia familiar, así como el estado de gravidez de su madre gestando un nuevo ser que llegará al mundo. De algún modo, ése es el hilo conductor que el realizador utiliza para adentrarse en el concepto de un Dios todopoderoso y en los misterios sobre la vida y la muerte que permanentemente inquietan a la especie humana.
Ciertamente, Malick no es el primer autor preocupado por los aspectos metafísicos ilustrados en el film, pero sus méritos residen en haberlo hecho a través de escenas de hipnótica y subyugante belleza captadas por una excepcional y sublime fotografía de Emmanuel Lubezki. Dos actores de inmensa popularidad como Pitt y Penn –éste último de breve intervención- cumplen muy bien su cometido así como los niños que participan en la historia –sobre todo resulta remarcable la actuación de McCracken- También cabe distinguir a Chastain que a pesar de sus escasos diálogos sale muy airosa en su notable caracterización de la amorosa madre. Finalmente es importante el rol que le cabe a la música de Alexandre Desplat que redondea a este poema sinfónico con fragmentos de obras de Brahms, Chopin, Mahler y Respighi, entre otros compositores.
De la lectura precedente cada lector podrá orientarse sobre la naturaleza de este film y si acaso le interesará o no sumergirse en una experiencia cinematográfica radicalmente opuesta a la tradicional. Personalmente creo que este trabajo intelectual de gran rigurosidad artística merece gran respeto, a pesar de que su profundo contenido espiritual podría haber sido expresado de manera menos complicada para que pudiera ser disfrutado con mayor plenitud.
EL HOMBRE DE AL LADO. Argentina, 2009. Un film de Mariano Cohn y Gastón Duprat
Después del éxito de “El Artista” (2008), los realizadores argentinos Gastón Duprat y Mariano Cohn retornan con El Hombre de al Lado en un género difícil de categorizar; tanto el drama, como la comedia, la sátira y el humor negro que aquí se observan permiten que este interesante relato psicológico satisfaga plenamente.
El guión de Andrés Duprat parte de una premisa sencilla pero que a medida que se desarrolla se va convirtiendo en una virtual bola de nieve. Leonardo (Rafael Spregelburd) es un arquitecto y diseñador de gran prestigio que como buen entendido en la materia y gozando de una muy buena posición económica eligió como vivienda a la Casa Curutchet –famosa por ser la única concebida en América Latina por el renombrado arquitecto suizo Le Corbusier-, plena de iluminación en todos sus ambientes. Todo marcharía sobre rieles de no haber sido que inesperadamente un albañil de una residencia adyacente está perforando en la medianera en común un boquete para construir una ventana que le proveerá a Víctor (Daniel Aráoz), su dueño y vecino, la entrada de sol a su vivienda que está sumergida en la oscuridad. Como esa ventana quitará privacidad e invadirá la intimidad del arquitecto y su familia, Leonardo comienza la dura tarea de persuadir a su vecino para que desista de su proyecto. Ese pequeño incidente produce el conflicto que enfrentará a dos personalidades diferentes –damnificado y transgresor- generando la tensión de una violencia latente y un suspenso que nutrirá al resto del film.
Un elemento trascendente para destacar es la excelente caracterización de sus dos personajes protagónicos que tienen que encontrar el camino adecuado para que la disputa no se eternice. A la cultura, esnobismo, soberbia y obsesión de Leonardo, cuya casa responde a una estética emparentada con su estilo de vida, se opone la rusticidad, vulgaridad, fácil comunicación y espontaneidad de Víctor que al propio tiempo sugiere un tenue aire amenazador que llegará a perturbar el equilibrio emocional de su vecino.
Por razones de discreción no conviene adelantar lo que sobreviene después, salvo señalar que en todo momento el espectador permanece inmerso en la historia propuesta reflejando el placer de experimentar una emoción similar a la de sus protagonistas. Si al principio del relato uno vuelca su simpatía hacia Leonardo, la arrogancia que demuestra a medida que evoluciona la trama hace que Víctor comience a gozar del aprecio de la audiencia; de todos modos, cuando su imprevisible desenlace se avecina y el giro de los acontecimientos conduce a una situación límite, es cuando quedarán reveladas las verdaderas facetas de cada vecino.
La interpretación de Spregelburd y Aráoz es impecable al lograr un ajustado equilibrio entre drama y humor, en tanto que en los aspectos formales sobresale la excelente fotografía de sus realizadores resaltando la belleza arquitectónica de la casa de Leonardo.
En conclusión, el film sorprende gratamente por su narrativa, intriga y por su crítica mordaz a una sociedad incomunicada por verdaderos muros de incomprensión, mezquindad e hipocresía.
Un delicado film explorando la fidelidad en la relación amorosa es lo que aborda la directora Massy Tadjedin en su ópera prima Last Night. Aunque se trate de un tema que ha sido considerado en múltiples ocasiones, Tadjelin lo relata en forma sutil y le introduce matices originales que concitan interés.
La acción que transcurre en Nueva York involucra a una joven pareja integrada por Michael (Sam Worthington) y Joanna (Keira Knightley) quienes gozan de un buen nivel económico y viven en un confortable departamento de Manhattan; la relación conyugal es cordial aunque sin llegar a ser apasionada, de acuerdo al modo en que estos personajes están descriptos. Un incidente irrumpe cuando en una reunión social Joanna observa una actitud un tanto íntima que su marido mantiene con Laura (Eva Mendes), una colega de trabajo; ese flirteo que Joanna cree ver en la actitud de su marido origina una discusión cuando la pareja regresa a su hogar, sin llegar a ningún tipo de resolución específica. Cuando al día siguiente, Michael parte con Laura en un corto viaje de negocios a Filadelfia, la situación adquiere un giro inesperado con la sorpresiva y breve visita de Alex (Guillaume Canet), un ex novio parisino de Joanna que llegó a su vida antes de haber conocido a su marido; ese inesperado reencuentro reaviva en ambos recuerdos y acallados sentimientos dejando el camino abierto para una posible infidelidad.
La directora privilegia el diálogo pero sin reemplazar la expresión de sus imágenes ni tampoco lo que los personajes no expresan explícitamente pero internamente sienten; en tal sentido, lo que atrae en esta narración es la ambigüedad de las relaciones entabladas entre la pareja casada como las establecidas con sus respectivos seductores.
Además del excelente casting donde cada uno de los 4 actores participantes caracteriza muy bien su rol logrando una excelente interacción, el film también atrae por sus diálogos y por una narrativa en donde la insinuación y la atracción sexual extramatrimonial que se va incrementando, genera un natural suspenso por saber cómo será su desenlace.
Resumiendo, Tadjelin brinda un film maduro, provocativo y ciertamente realista que obliga a que el espectador reflexione o decida si en una relación conyugal puede o no considerarse un acto de deslealtad o adulterio al surgir la tentación sexual o un sentimiento emocional de deseo hacia una tercera persona sin que exista consumación física alguna.
Este film es de difícil catalogación. A pesar de tratarse de un documental hay elementos de ficción que pueden desmentirlo, pero más allá de su género específico brinda un buen retrato de una pequeña comunidad rural que se encuentra al sur de Italia y cuyo modo de vida alberga tradiciones ancestrales. Dentro de ese contexto, el director decide asumir el desafío de lograr que en su relato trascienda en primera instancia la vida humana, posteriormente la animal, en tercer lugar la vegetal y finalmente la mineral mediante un ciclo de las cuatro formas de existencia bien precisadas.
En un relato lírico que le pertenece, el director comienza ilustrando los últimos días de vida de la diaria rutina emprendida por un viejo pastor que se ocupa de sus cabras en una zona poco transitada por los habitantes locales. Todo lo que se expone tiene características documentales pero lo que después sucede parecería desmentirlo; eso acontece cuando el pastor muere e inmediatamente el espectador capta que ése es un artificio preparado para que el director expresamente deje de lado el género humano para concentrarse en el animal. Así, en la segunda parte del ciclo observamos el nacimiento de un chivito que habiéndose apartado de su rebaño queda librado a su propia suerte hasta que en forma errante va a tropezar con un árbol majestuoso. De este modo Frammartino establece el sendero para exponer la vida vegetal a través de cómo transcurre la existencia de ese abeto con el paso de las estaciones; cuando, el gigante es mutilado y se desmorona en el suelo, su madera es transformada en carbón; la vida del mineral culmina cuando llega a consumirse y transformarse en humo donde únicamente quedan sus cenizas. De este modo el film se cierra en forma circular donde la última secuencia está ligada a la inicial.
A través de estos cuatro reinos –humano, animal, vegetal y mineral- el público asiste a un film diferente pero cautivante para quien decida sumergirse en la propuesta del realizador. Lo que se quiere probar es que no es solo el género humano el que nace, crece, se desarrolla y finalmente se extingue, sino que también ese ciclo puede ser aplicado a las otras manifestaciones vivientes que aquí están representadas por el chivito, el árbol y el carbón. El mérito de Le Quattro Volte reside en la forma en que Frammartino ha logrado fusionar las cuatro historias a través de un documento lírico y cautivante que constituye un verdadero canto a la vida en sus diferentes expresiones.
La última dictadura de Argentina durante el período 1976-1983 ha sido probablemente la más nefasta y sangrienta y ha permitido que varios realizadores argentinos se interesaran por el tema a partir de “La Historia Oficial” (1985), que merecidamente obtuvo el Oscar a la mejor película extranjera. A pesar de que la democracia se impuso en el país, los directores de la nueva generación consideran que lo que ha pasado entonces debe constituir un recordatorio permanente para que esa triste experiencia no vuelva a repetirse.
Tomando como referencia la novela Ciencias Morales de Martin Kohan, el director Diego Lerman elaboró conjuntamente con María Meira el guión que ubica al film en Buenos Aires, en Marzo de 1982, pocas semanas antes de la nefasta invasión a las Islas Malvinas. La acción tiene lugar en el Colegio Nacional de Buenos Aires, considerado el más prestigioso establecimiento público de educación media. Ese recinto es un microcosmos de lo que ocurre en su exterior, donde el ejército trata de preservar el orden y responder con firmeza a quienes atenten contra la autoridad del despótico régimen militar.
Dentro de los muros del colegio trabaja como preceptora María Teresa Cornejo (Julieta Zylberberg), quien al ser contratada había sido aleccionada de ver con ojos bien abiertos la actitud de los estudiantes que en todo momento deben mantener la máxima disciplina que bien podría ser asimilada al que los conscriptos cumpliendo el servicio militar deben mantener en un régimen fascista. Ella reporta a Biasutto (Osmar Núñez), el jefe de celadores cuya personalidad no es diferente a los de los militares represivos entendiendo que la guerra de la subversión aún no terminó y que por ello es necesario prestar atención a cualquier mínimo intento de protesta o rebeldía –léase indisciplina- por parte de los alumnos.
La caracterización de los dos personajes centrales es muy buena. Zylberberg otorga plena credibilidad en la encarnación de una ingenua chica de veinte y tantos años que proveniente de un hogar humilde, sin mucha formación y reprimida sexualmente, encuentra un raro placer ejerciendo su autoridad cotidianamente de modo que con el paso del tiempo a través de su mirada invisible ejerce una vigilancia rigurosa e inflexible a fin de cumplir eficientemente sus tareas. Como su interlocutor, Núñez ofrece una notable interpretación del jefe represor que adopta una actitud paternal hacia María Teresa hasta que, dadas las circunstancias, se convierte en su victimario sin reparar en que su víctima estallará en forma inesperada.
En lugar de centrarse en los hechos que tienen lugar en el exterior de la escuela, el director enfoca el mundo interior de un establecimiento donde las monstruosidades de la dictadura militar también se hacen sentir ante personajes que en el fondo no son menos despreciables dentro del marco de un clima asfixiante y maligno.
La puesta en escena de Lerman permite que las miradas, los silencios y los rituales de la actividad diaria escolar estén plasmadas en imágenes de notable calidad artística dando como resultado un film ampliamente logrado.
BOBBY FISCHER AGAINST THE WORLD. Estados Unidos-Gran Bretaña-Islandia, 2011. Un film de Liz Garbus
Este sobrio y preciso documental de Liz Garbus expone el meteórico ascenso del genial ajedrecista Bobby Fischer, el protagonismo logrado en un torneo que conmovió al mundo y finalmente su descenso a los infiernos.
No hay nada que pueda explicar el milagro de ser genio y tampoco el film intenta analizarlo sino simplemente mostrar que Fischer nació con el ajedrez en su sangre, deslumbrando con su talento inigualable desde temprana edad a quienes lo rodearon.
Hijo de una madre judía que negó su condición de serlo y que estuvo muy lejos de ser un modelo de progenitora ideal, los primeros minutos del film se refieren brevemente a su infancia bastante problemática que probablemente influyó para que desde muy joven, simultáneamente con su condición de genio, se mostrara como una persona extraña, taciturna, retraída, arrogantemente tímida, capaz de ser gentil en algunas instancias como también de reaccionar furiosamente en otras.
Pero el verdadero foco de atención de Garbus está en el histórico enfrentamiento ajedrecístico de 1972 entre Fischer, en ese entonces 29 años y 8 veces campeón de Estados Unidos, con Boris Spassky, el ajedrecista ruso que detentaba el título de campeón mundial; es interesante puntualizar que ese match tendría lugar en circunstancias en que la guerra fría entre EE. UU. y Rusia atravesaba por momentos difíciles y donde un triunfo de Bobby significaría también un trofeo importante para su país desde un punto de vista político. Desde el vamos, la incierta actitud y comportamiento de Fischer creó un suspenso mundial al rehusar desplazarse a Reykjavik donde tendría lugar la contienda, hasta que a último momento accede a hacerlo gracias a la intervención del entonces Secretario de Estado Henry Kissinger.
Llegado a Islandia, la tensión nerviosa nuevamente se manifiesta cuando en la sala de juegos, Bobby objeta la ubicación de las cámaras requiriendo que la partida se realice fuera de cualquier registro que pudiera perturbar su concentración. Vencidos los obstáculos, comienza el gran match consistente en 24 partidas, en donde en una de las mismas omitió de presentarse. Cuando en las primeras partidas, todo pareciera indicar la desventaja de Fischer, a medida que avanzan los juegos, sobre todo después del sexto calificado por los expertos como una “sinfonía de plácida música” y un modelo de precisión, el americano va imponiéndose gradualmente hasta llegar a desestabilizar psicológicamente a su oponente. Así después de 21 encuentros, Spassky abandona el juego en estado de completo agotamiento dando lugar a que Fischer se convierta el 1 de septiembre de 1972 en campeón mundial de ajedrez siendo el primer estadounidense en haberlo logrado.
A pesar de que el triunfo convierte a Fischer en un astro de fama mundial, la celebridad pareció no sentarle muy bien a quien prefirió defender su privacidad antes que nada. A partir de allí su manera extraña de comportarse comienza a evidenciarse cada vez con mayor énfasis, marcada por una paranoia al enfrentarse con el mundo exterior; ese desajuste emocional lo conduce a una total reclusión y a no intentar defender su corona en 1975 en un partido que debía realizarse en Manila frente al aspirante Anatoly Karpov, perdiendo el título adquirido tres años antes.
Apartado del juego y siguiendo su tránsito por un camino infernal, no obstante decide reaparecer públicamente en 1992 cuando se propone enfrentar nuevamente a Spassky en un partido de revancha celebrado en Belgrado; como Yugoslavia fue objeto de sanción por la guerra desatada en la región, Fischer viola el embargo político que le había impuesto Estados Unidos y es así que se convierte en un delincuente exilado de su país natal que despotrica contra los judíos convirtiéndose en acérrimo antisemita así como enemigo de Estados Unidos; de allí en más vive algún tiempo en Hungría, luego en Japón hasta que finalmente Islandia lo acepta como residente en 2005 y le otorga un pasaporte hasta que en 2008 la muerte le hace jaque mate en un estado de completa indigencia.
La victoria de Fischer de 1972 produjo un boom del ajedrez sin precedentes en Estados Unidos donde ese juego alcanzó inmensa popularidad con más de 600 millones de jugadores. Además, Bobby Fischer Teaches Chess es el libro de ajedrez más vendido de todos los tiempos.
Finalmente cabe aclarar que no es necesario conocer el juego del ajedrez para disfrutar de este buen e intrigante documental, aunque obviamente los ajedrecistas estarán en su salsa.
Aunque han transcurrido varios años desde que fue realizado aquí se puede aplicar el refrán de que más vale tarde que nunca con el estreno reciente de Red Like the Sky.
Basado en un hecho real sobre lo acontecido con Mirco Mencacci, uno de los sonidistas de películas más importante de la cinematografía italiana, el realizador Cristiano Bortone decidió transformar en ficción una tierna pero triste historia con final feliz.
Tratando de llegar al gran público con un relato emotivo, el film tiene en común con “Cinema Paradiso” el amor que se puede sentir hacia el cine, a pesar de los obstáculos tropezados en el camino para llegar a expresarlo. La acción transcurre en una pequeña ciudad próxima a Pisa donde Mirco (Luca Capriotti), un niño de 10 años, vive con sus humildes padres disfrutando de la vida como cualquier otro pequeño de su edad con sus amiguitos. Al tratar de colocar un rifle, la mala suerte quiere que un movimiento en falso dado por Mirco produzca su caída y un disparo del arma que por poco termina con su vida; sin embargo, el accidente le produce una disminución prácticamente total de su visión al poder sólo vislumbrar sombras.
Dado que las disposiciones legales de Italia de la década del 70 impedían que los niños ciegos pudieran asistir a las escuelas públicas del lugar, el pequeño es enviado a Génova para estudiar en una escuela religiosa para chicos de la misma condición de Mirco. El período de adaptación es un tanto difícil en parte debido a estar lejos de su hogar y además por la naturaleza severa de su director (Norman Mozzato), lo que motiva que el niño en un principio adopte una actitud rebelde. Con todo, el pequeño irá modificando su conducta gracias al afecto prodigado por el amable maestro Don Giulio (Paolo Sassanelli), la relación amistosa entablada con Francesa (Francesca Maturanza) y sus compañeros de escuela.
Cuando Mirco se topa con una grabadora y el afectuoso maestro Don Giulio (Paolo Sassanelli) encarga a la clase que efectúe un trabajo sobre las cuatro estaciones, ése será el motivo para que el niño, apasionado por el cine, vaya registrando los sonidos naturales que servirán como la banda sonora para un cuento de hadas.
A medida que progresa el metraje, el film va adquiriendo un encanto mayor al ir descubriendo todas las maravillas que se pueden lograr -a pesar de no contar con mayores recursos materiales- extrayendo los enriquecedores efectos del sonido. A pesar de que el director del establecimiento se opone a las experiencias que realiza Mirco, el niño demostrará que con su perseverancia es capaz de mover montañas para finalmente lograr a través del tiempo el desarrollo de una exitosa carrera profesional como editor de sonidos. Efectuado con sencillez y sin apelar a sentimentalismos forzados, el realizador logra calidez en un relato aleccionador. Así prueba cómo la inventiva humana puede llegar a superar los más difíciles impedimentos físicos, que como en este caso se evidencia que la pérdida de la vista pueda ser reemplazada por la maravilla del sonido.
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