Comentario de Sergio Martínez
Una
agradable sorpresa es la que presenta este film del director canadiense
Philippe Grégoire, con una historia situada en el ambiente gris de los cielos
de Quebec e Islandia. Bien se puede hablar de una “fábula nórdica” en que
convergen la monotonía del clima, el rugir de los motores en un semi-abandonado
circuito de carreras de aceleración, la soledad de los personajes, el sexo como
ingrediente de trasfondo y la súbita y misteriosa aparición de una muchacha
llegada desde Islandia.
Alexandre
(Robert Naylor) es un instructor de armas para los agentes de aduana de Canadá.
Los entrenamientos tienen lugar en una apartada localidad, y Alexandre –a quien
encontramos presto a tener sexo con una de las agentes en
adiestramiento– es pronto suspendido, justamente por su adicción sexual. “Ha
tenido relaciones sexuales con prácticamente todas las agentes” le señala la
directora del centro (Alexandrine Agostini) cuando lo llama a su despacho.
Temporalmente
suspendido de su trabajo, Alexandre retorna a casa de su madre, la que no se ve
particularmente contenta de ver a su hijo, quien –ella presume– debe estar
envuelto en algún tipo de problema, del cual prefiere no hablar con ella.
Las cosas
se complican para Alexandre, cuando la policía concurre hasta el circuito de carreras, el negocio de la familia, porque se sospecha que él es el autor de unos dibujos con escenas eróticas que
han sido posteados nada menos que en la iglesia del pueblo.
Es en
medio de todo esto, que la joven islandesa Aðalbjörg (Tanja Björk) hace su aparición, primero mostrando su interés en las carreras de
aceleración, también en el pueblo, pese a que Alexandre le dice que allí no hay
nada interesante de ver. La joven, sin embargo, poco a poco se transforma en
una suerte de oráculo que le va adelantando a Alexandre algunos de sus pasos.La soledad, el gris de los paisajes nórdicos, hacen el trasfondo
del film del director canadiense Philippe Grégoire
El ruido de los motores no tiene una
historia lineal, y quizás ni siquiera tiene una historia clara, sino más bien
espacios de intercambio para los personajes, sin una trama muy concreta. En
este sentido puede verse una influencia de lo que hace el director sueco Roy
Andersson con su estilo de comedia absurdista. Hay algo de eso en la trama de
este film, que apropiadamente tiene lugar en medio de una atmósfera gris como
la de About Endlessness o A
Pigeon Sat on a Branch Reflecting on Existence, ambas excelentes realizaciones de Andersson.
Este film se exhibe en la actualidad en su
versión original francesa y en versión subtitulada en inglés.
Duración: 79 min.
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