Comentarios de Jorge Gutman
THE GHOST WRITER. Francia-Alemania-Gran Bretaña, 2009. Un film de Roman Polanski
Aunque la situación personal que está atravesando Roman Polanski no debiera inmiscuirse en el comentario crítico de su último film, lo cierto es que resulta imposible disociarlo. Eso es debido a que cuando se produjo su detención en Zurich en septiembre de 2009, The Ghost Writer aunque ya había sido rodado, aún faltaba concluir con la tarea de post producción que engloba entre otros aspectos, el trabajo de edición, algunos cambios necesarios para mejorar el material filmado y los aspectos concernientes con la banda sonora del film. De allí que resulta más que meritorio apreciar el esfuerzo que el realizador realizó desde su encierro con el material que le era enviado, para que el film adquiriese la forma final para su exhibición pública. Como ya lo anticipara hace dos semanas al haber realizado una breve evaluación de lo visto en el Festival de Berlín, el resultado final es ampliamente positivo y su visión permite apreciar un cautivante relato político de suspenso.
Basado en la novela de Robert Harris y adaptado para el cine por el autor y Polanski, el film mantiene un ritmo altamente dinámico a la vez que resulta ingenioso con sus vueltas de giro que el relato va planteando en el transcurso de su desarrollo. Si bien hay algunos momentos en que las coincidencias pueden resultar un tanto difícil de ser avaladas, de todos modos no afecta a su contenido ni tampoco al objetivo que persigue el relato.
Adam Lang (Pierce Brosnan), un ex primer ministro británico desea escribir sus memorias a través de una persona experimentada que asuma su personalidad. Como ya ha habido un escritor que había comenzado el trabajo que no pudo completarlo por su “aparente” suicidio, el editor de una empresa americana (James Belushi) contrata los servicios de un exitoso escritor británico (Ewan McGregor) para que se convierta en el autor fantasma y logre concluir la tarea iniciada por su predecesor. Viajando desde Londres al bunker donde reside Lang en los Estados Unidos para efectuar su trabajo, este hombre “fantasma” (nunca llamado por su nombre) comienza su trabajo y prontamente va descubriendo aspectos insospechados de la vida personal del político a través de la presencia de su fría y distante esposa (Olivia Williams) y de su asistente personal (Kim Cattrall). Simultáneamente advierte de que Lang está por ser formalmente acusado de colaboracionista con la CIA después de haber incurrido en la responsabilidad del secuestro de cuatro supuestos terroristas de Pakistán que fueron entregados a la CIA para su posterior tortura y de los cuales uno de los mismos resultó muerto. Presionado por el editor que necesita que el libro esté completado lo antes posible, el escritor prosigue su trabajo intensamente y al ir acumulando aspectos secretos y oscuros de Lang, percibe que su vida se encuentra en peligro al tomar conocimiento de hechos que no debería conocer.
En este intenso drama donde la paranoia y la conspiración política se hallan presentes, Polanski ha logrado crear una atmósfera de gran suspenso donde el desarrollo narrativo predomina a la acción, a diferencia de otros filmes del género. A la manera de algunos recordados filmes de Hitchcock donde un hombre corriente y completamente inocente es envuelto en situaciones insospechadas que peligran su existencia, algo parecido ocurre con el personaje central de este relato donde en cumplimiento de su cometido va internándose en una peligrosa red de acontecimientos con resultados imprevisibles.
Si el film resulta atractivo por la forma en que Polanski relata la historia también cabe destacar que reunió un elenco muy competente; así, McGregor logra el mejor trabajo de su carrera de actor en un complejo rol en tanto que Brosnan resulta efectivo tanto en presencia física como en composición dramática al convencer de que efectivamente se está frente a un ex primer ministro; en papeles de apoyo igualmente se destacan Williams, Belushi, Eli Wallach, Timothy Hutton y fundamentalmente Tom Wilkinson.
A diferencia de muchas otras historias donde resulta difícil encontrar un desenlace satisfactorio, este film logra unir todos los hilos de manera convincente demostrando que Polanski, a pesar de todos los inconvenientes mencionados, está en plena forma y sigue siendo uno de los mejores realizadores del cine actual. Lo único que ahora cabe aguardar es que la absurda situación judicial en que se halla encuentre rápida solución para que el público pueda seguir gozando de los futuros proyectos artísticos en que esté involucrado.
GREEN ZONE. Estados Unidos, 2010. Un film de Paul Greengrass
Paul Greengrass vuelve a demostrar su vocación periodística así como sus innegables condiciones para brindar relatos candentes y de notable realismo que transportan al espectador al lugar de la acción; en este caso y a pesar de que no resulta novedoso lo que Green Zone expone, el film no pierde interés alguno durante todo su metraje.
Nuevamente es Irak el centro de atención inmediatamente después de haberse iniciado el conflicto bélico en Marzo de 2003.
Como bien se sabe, el motivo oficial que impulsó al gobierno de George W. Bush a invadir Irak se debió a que el régimen de Saddam Hussein ocultaba armas de destrucción masiva. A pesar de que una inspección realizada previamente por miembros de las Naciones Unidas no había logrado resultados positivos, Estados Unidos se basaba en informes de la CIA para justificar su acción. De todos modos, la mayoría de la opinión pública sabía que el argumento de las armas ocultas era un mero pretexto porque la invasión ya estaba planeada de antemano. Basado en las circunstancias mencionadas, Greengrass y el guionista Brian Helgeland concibieron un relato de ficción en base a elementos reales que a pesar de conocerse su desenlace, de todos modos origina un relato de considerable suspenso y emoción.
Cuatro semanas después de haberse iniciado la guerra, el oficial Troy Miller (Matt Damon) llega a Irak encabezando un grupo de soldados para encontrar las infames armas destructivas. Cuando con el paso del tiempo nada es hallado y habiendo causado esa búsqueda cuantiosas bajas en la población civil, Miller comienza a plantearse serias dudas sobre la validez de las “irrefutables” fuentes de información que justificaban la ooperación. Al tratar de esclarecer el hecho con Clark Poundstone (Greg Kinnear), representante del pentágono y completamente vinculado con la filosofía del gobierno, no recibe una respuesta firme o esclarecedora. A partir de ese momento la convicción que el honesto y joven oficial tenía sobre la existencia de armas letales se va desvaneciendo; lentamente, comienza a abrir sus ojos y a percibir que se está involucrando en un sistema corrupto donde la mentira, hipocresía, traiciones y la decepción tienen más importancia que los verdaderos intereses perseguidos por el pueblo iraquí, que a su vez ya estaba radicalmente dividido entre los partidarios y enemigos del dictador iraquí. Esa impresión es confirmada cuando llega a contactarse con Martín Brown (Brendan Gleeson), un agente de la CIA, Lawrie Dayne (Amy Ryan), periodista del Wall Street Journal, y de un iraquí (Khalid Abdalla) que le ofrece valiosa información sobre un miembro de alto rango de la guardia republicana iraquí (Yigal Naor). A medida que las investigaciones de Miller van tomando mayor intensidad, su posición va peligrando al comenzar a ser perseguido por sus propios colegas.
La primera hora del film es un excelente relato que bien podría asumir el carácter de documental, donde la cámara inquieta, movediza y febril de Greengrass utiliza la técnica del “cine verdad” ofreciendo una sensación de impactante realismo. En su segunda mitad, el relato va asumiendo el carácter de un film de acción donde la violencia de los acontecimientos adquiere amplia credibilidad, aunque sin la envergadura de un cine político a lo Costa-Gavras.
Con un irreprochable elenco, Matt Dammon se destaca ampliamente al lograr la máxima autenticidad de su personaje; es posible que en parte eso se deba por haber trabajado con Greengrass en los dos últimos capítulos de la serie “Bourne”, existiendo de ese modo una manifiesta empatía entre el actor y su director. Resulta como balance un muy buen film donde queda expuesto cómo el pueblo americano ha sido inducido a participar en una guerra maldita con falsos fundamentos.
UN PROPHÈTE (A Prophet). Francia, 2009. Un film de Jacques Audiard
Hasta hace poco tiempo, el nombre del realizador Jacques Audiard no era muy conocido en América del Norte. Hoy día todo ha cambiado a partir del rotundo éxito crítico obtenido en Cannes 2009 con Un Profeta donde obtuvo el Gran Premio del Jurado; posteriormente siguió cosechando elogios internacionales en su exhibición comercial y además hace pocas semanas fue coronado con 9 César de la Academia Francesa, incluyendo entre otros rubros al del mejor film, actor principal, actor secundario, director y guión.
Lo que distingue a este drama carcelario de muchos otros ya realizados es la forma en que el realizador lo transmite y las reflexiones que sugiere sobre cómo adaptarse a la sociedad de nuestra época caracterizada como una jungla humana, en donde para sobrevivir no importan los medios empleados.
El escenario del que se vale Audiard es la cárcel, pero lo que aquí se expone podría haber tenido lugar fuera de la misma sin alterar el propósito del film. El protagonista es Malik (Tahar Rahim), un joven árabe de 19 años que ha sido condenado a prisión por un delito aparentemente menor pero que lo privará de su libertad por un período de 6 años. Poco se sabe de su pasado pero hay claras evidencias de que su infancia y adolescencia no han sido muy felices que digamos; además, el joven nunca ha tenido hogar como elemento referencial. El director ofrece una clara pintura de la recepción poco cordial que recibe Malik por parte del grupo de reclusos que pertenecen a la mafia de Córcega liderada por Luciani (Niels Arestrup), un individuo implacable y temeroso capaz de dominar incluso a algunos guardias de la prisión. A partir de allí, Malik que puede no saber leer ni escribir, comprende prontamente que es la ley del más fuerte la que predomina en ese micromundo y que para sobrevivir deberá someterse a la voluntad de Luciani. Allí comienza el derrotero de un duro proceso de educación que involucrará, no solamente su alfabetización sino que también irá moldeando su personalidad al irse transformando en criminal, contrabandista de drogas, maquiavélico espía y cínico manipulador, para que finalmente logre abrirse su propio camino y pueda llegar a un liderazgo semejante al de su mentor.
Una de las escenas más impactantes y viscerales del film es cuando se ve obligado por Luciani a ejecutar a un presidiario árabe como él (Hichem Yacoubi) porque puede resultar un testigo comprometedor en un juicio que tendrá lugar dentro de poco tiempo. Esas imágenes sanguinarias no tienen como propósito satisfacer los gustos de un público que ama la violencia del cine, sino describir la psicología de Malik al llegar a comprender que a pesar de lo doloroso que le resulta transformarse en asesino no tiene otra alternativa posible para resguardar su propia vida y lograr la confianza y protección de Luciani.
Crudamente realista y de excelentes diálogos, el film es un muy buen estudio de personalidad; así por ejemplo, cuando Ryad (Adel Bencherif), otro recluso como Malik, le enseña a leer, el público aprecia el modo en que este muchacho está sediento por conocer todo lo necesario a fin de adquirir una identidad cultural que le permita evitar el menosprecio de la banda de corsos y lograr el respeto merecido.
En última instancia, el director no pretende evaluar moralmente a sus personajes sino ilustrar a través de Malik los sutiles mecanismos adoptados por la naturaleza humana para conquistar el poder.
Además de la excelente realización de Audiard, cabe ponderar la extraordinaria composición que logra Rahim del personaje central; se trata de un actor de gran expresividad donde hasta con los mínimos gestos va transmitiendo la forma en que la personalidad de Malik va siendo forjada a través del camino que debe seguir para sobrevivir. No menos importante es la contribución de Arestrup y de todo el resto del elenco que contribuye a brindar veracidad y pasión al relato de este excelente film.
PPPP
ALICE IN WONDERLAND. Estados Unidos, 2010. Un film de Tim Burton
Dejando de lado la gran promoción que tuvo este film antes de su estreno, mis expectativas no se han visto defraudadas. La nueva versión de Alicia en el País de las Maravillas es una delicia desde cualquier punto de vista que se la observe gracias al enfoque personal que Tim Burton le ha brindado. Una vez más este director prueba que su ingeniosidad no tiene límites y que aunque sus obras no siempre hayan sido logradas, su talento y su extraordinaria imaginación permanecen inalterables; este hecho se comprueba a través de su interesante visión personal sobre el famoso clásico de Lewis Carroll publicado en 1865, permitiendo que hoy día adquiera una nueva dimensión para el público actual.
Basándose en la adaptación realizada por Linda Woolverton, Burton transforma a la niña de 6 años de la novela original en una chica de 18 años. Si en el libro de Carroll la pequeña Alicia decide escapar del mundo real y contrastarlo con otro imaginario, la Alicia de Burton no está dispuesta a tolerar las convenciones sociales impuestas por su familia dentro del marco de una sociedad victoriana para aceptar un matrimonio de conveniencia en el que se sienta desgraciada. Al utilizar como excusa la aparición de un conejo blanco con chaleco al que desea seguirlo, dejará plantado a su imbécil pretendiente cuando está a punto de proponerle matrimonio frente a un centenar de invitados, introduciéndose en la madriguera del animalito. Ahí comienza el fantástico viaje de nuestra heroína retornando a un mundo que ya había visitado cuando pequeña aunque ella no parezca recordarlo.
Las aventuras que Alicia experimenta en el universo paralelo que le toca vivir o soñar hace que salga al paso de una galería de personajes reales y animados donde los aspectos excéntricos, surrealistas y psicodélicos de los mismos quedan plenamente resaltados por la brillante concepción del realizador, que aunque no se ajuste estrictamente al del autor de la novela de ninguna manera traiciona su espíritu. Ahí están el Sombrerero Loco (a través de otra singular interpretación de Johnny Deep) que es el frenético y esquizofrénico amigo de Alicia, la tiránica Reina Roja (en una composición notable de Helena Bonham Carter apareciendo completamente deformada), su equilibrada hermana Reina Blanca (Anne Hathaway), el terrible Jabberwocky (Christopher Lee) con el cual Alicia deberá enfrentarse y toda la fauna de animales incluyendo al conejo blanco (Michael Sheen), la oruga azul (Alan Rickman), los gemelos Tweedledum y Tweedledee (Matt Lucas), el perro Bayard (Timothy Spall) el gato de brillantes ojos de Cheshire (Stephen Fry) etc.
La experiencia es fascinante. En esta deslumbrante fantasía, el director logra una excelente interacción entre los actores reales y los personajes animados en medio de imágenes que visualmente adquieren un esplendor inusual del cual el espectador queda realmente gratificado del espectáculo al que está asistiendo.
En materia de interpretación, el elenco es irreprochable tanto por parte de los personajes humanos como a través de las voces prestadas para los animales de la historia; de todos modos habrá que destacar la presencia de la actriz australiana Mía Wasikowska que brinda una muy buena caracterización de Alicia al reflejar los diferentes matices y estados anímicos por las que atraviesa su personaje.
En su primera película en 3D, Burton aprovecha las ventajas del nuevo sistema pero al servicio de una historia con contenido; es ahí donde a pesar de sus magníficos efectos especiales, la esencia predomina sobre la forma y eso es lo que realmente vale en cine.
El film se puede apreciar en 2D, en salas con tecnología digital 3D e igualmente en IMAX, aunque cualquiera sea la proyección a la que se asista, nadie quedará defraudado.
ALICE IN WONDERLAND. Estados Unidos, 2010. Un film de Tim Burton
Dejando de lado la gran promoción que tuvo este film antes de su estreno, mis expectativas no se han visto defraudadas. La nueva versión de Alicia en el País de las Maravillas es una delicia desde cualquier punto de vista que se la observe gracias al enfoque personal que Tim Burton le ha brindado. Una vez más este director prueba que su ingeniosidad no tiene límites y que aunque sus obras no siempre hayan sido logradas, su talento y su extraordinaria imaginación permanecen inalterables; este hecho se comprueba a través de su interesante visión personal sobre el famoso clásico de Lewis Carroll publicado en 1865, permitiendo que hoy día adquiera una nueva dimensión para el público actual.
Basándose en la adaptación realizada por Linda Woolverton, Burton transforma a la niña de 6 años de la novela original en una chica de 18 años. Si en el libro de Carroll la pequeña Alicia decide escapar del mundo real y contrastarlo con otro imaginario, la Alicia de Burton no está dispuesta a tolerar las convenciones sociales impuestas por su familia dentro del marco de una sociedad victoriana para aceptar un matrimonio de conveniencia en el que se sienta desgraciada. Al utilizar como excusa la aparición de un conejo blanco con chaleco al que desea seguirlo, dejará plantado a su imbécil pretendiente cuando está a punto de proponerle matrimonio frente a un centenar de invitados, introduciéndose en la madriguera del animalito. Ahí comienza el fantástico viaje de nuestra heroína retornando a un mundo que ya había visitado cuando pequeña aunque ella no parezca recordarlo.
Las aventuras que Alicia experimenta en el universo paralelo que le toca vivir o soñar hace que salga al paso de una galería de personajes reales y animados donde los aspectos excéntricos, surrealistas y psicodélicos de los mismos quedan plenamente resaltados por la brillante concepción del realizador, que aunque no se ajuste estrictamente al del autor de la novela de ninguna manera traiciona su espíritu. Ahí están el Sombrerero Loco (a través de otra singular interpretación de Johnny Deep) que es el frenético y esquizofrénico amigo de Alicia, la tiránica Reina Roja (en una composición notable de Helena Bonham Carter apareciendo completamente deformada), su equilibrada hermana Reina Blanca (Anne Hathaway), el terrible Jabberwocky (Christopher Lee) con el cual Alicia deberá enfrentarse y toda la fauna de animales incluyendo al conejo blanco (Michael Sheen), la oruga azul (Alan Rickman), los gemelos Tweedledum y Tweedledee (Matt Lucas), el perro Bayard (Timothy Spall) el gato de brillantes ojos de Cheshire (Stephen Fry) etc.
La experiencia es fascinante. En esta deslumbrante fantasía, el director logra una excelente interacción entre los actores reales y los personajes animados en medio de imágenes que visualmente adquieren un esplendor inusual del cual el espectador queda realmente gratificado del espectáculo al que está asistiendo.
En materia de interpretación, el elenco es irreprochable tanto por parte de los personajes humanos como a través de las voces prestadas para los animales de la historia; de todos modos habrá que destacar la presencia de la actriz australiana Mía Wasikowska que brinda una muy buena caracterización de Alicia al reflejar los diferentes matices y estados anímicos por las que atraviesa su personaje.
En su primera película en 3D, Burton aprovecha las ventajas del nuevo sistema pero al servicio de una historia con contenido; es ahí donde a pesar de sus magníficos efectos especiales, la esencia predomina sobre la forma y eso es lo que realmente vale en cine.
El film se puede apreciar en 2D, en salas con tecnología digital 3D e igualmente en IMAX, aunque cualquiera sea la proyección a la que se asista, nadie quedará defraudado.
PPP
L’ENFER D’HENRY GEORGES CLOUZOT. Francia, 2009. Un film de Serge Bromberg y Ruxandra Medrea
La figura del gran realizador Henry Georges Clouzot ha vuelto a destacarse con motivo del muy buen documental realizado por Serge Bromberg y Ruxandra Medrea. Esta película permite apreciar nuevamente la dimensión artística de Clouzot (El Cuervo, El Salario del Miedo, Las Diabólicas a través de un film titulado “L’Enfer” que nunca llegó a completar y en donde se narraba la historia de un marido extremadamente celoso (Serge Regianni) de su mujer (Romy Schneider) que sospechando de su fidelidad, la duda lo conduce a la locura. El film comenzó a rodarse en 1964 y después de tres semanas se interrumpió debido a diferentes razones, entre ellas una crisis cardíaca de Clouzot. Lo destacable es que la película prometía revolucionar al cine francés debido al empleo de efectos ópticos y visuales que hasta ese entonces eran desconocidos; además, de algún modo, Clouzot intentaba responder con su trabajo a algunos representantes de la nueva ola que consideraban su cine perimido.
Gracias a la circunstancia de de un encuentro circunstancial de Bromberg –considerado un experto en la restauración de filmes- con la viuda de Clouzot, la señora le cedió los derechos al material que había sido filmado para la realización del presente documental.
El material reunido más las entrevistas realizadas a algunos miembros que participaron en la filmación original, permitieron la realización de este documental, que en verdad constituye un “detrás de la escena” de aquella filmación inconclusa..Observar el film constituye un viaje de fantasía al pasado y de algún modo produce una nostalgia imposible de evitar. Además del erotismo que se trasunta en el material filmado, el público tiene ocasión de evocar a una Romy Schneider de 26 años de edad, luciendo radiante, sensual e incluso diabólica, en uno de los momentos más importantes de su meteórica carrera artística. En resumen, un fascinante documental que sin duda los cinéfilos habrán de disfrutar.
La figura del gran realizador Henry Georges Clouzot ha vuelto a destacarse con motivo del muy buen documental realizado por Serge Bromberg y Ruxandra Medrea. Esta película permite apreciar nuevamente la dimensión artística de Clouzot (El Cuervo, El Salario del Miedo, Las Diabólicas a través de un film titulado “L’Enfer” que nunca llegó a completar y en donde se narraba la historia de un marido extremadamente celoso (Serge Regianni) de su mujer (Romy Schneider) que sospechando de su fidelidad, la duda lo conduce a la locura. El film comenzó a rodarse en 1964 y después de tres semanas se interrumpió debido a diferentes razones, entre ellas una crisis cardíaca de Clouzot. Lo destacable es que la película prometía revolucionar al cine francés debido al empleo de efectos ópticos y visuales que hasta ese entonces eran desconocidos; además, de algún modo, Clouzot intentaba responder con su trabajo a algunos representantes de la nueva ola que consideraban su cine perimido.
Gracias a la circunstancia de de un encuentro circunstancial de Bromberg –considerado un experto en la restauración de filmes- con la viuda de Clouzot, la señora le cedió los derechos al material que había sido filmado para la realización del presente documental.
El material reunido más las entrevistas realizadas a algunos miembros que participaron en la filmación original, permitieron la realización de este documental, que en verdad constituye un “detrás de la escena” de aquella filmación inconclusa..Observar el film constituye un viaje de fantasía al pasado y de algún modo produce una nostalgia imposible de evitar. Además del erotismo que se trasunta en el material filmado, el público tiene ocasión de evocar a una Romy Schneider de 26 años de edad, luciendo radiante, sensual e incluso diabólica, en uno de los momentos más importantes de su meteórica carrera artística. En resumen, un fascinante documental que sin duda los cinéfilos habrán de disfrutar.
PPP
REMEMBER ME. Estados Unidos, 2010. Un film de Allen Coulter
El título del film no se ajusta a su mediocre calidad dado que no hay mucho para recordar del mismo. Las intenciones del realizador Allen Coulter de mostrar como algunas tragedias no llegan jamás a cicatrizarse, distan de poseer la fuerza y gravitación requerida para llegar a una audiencia. Las razones de este fallido drama descansan en el guión de Will Fetters que en más de una oportunidad recurre a detalles torpes para querer lograr lo que se propone y por una mediocre interpretación de su principal actor que nunca transmite cabalmente lo que el rol le exige.
La acción transcurre en la ciudad de Nueva York y en un breve prólogo se ve cómo diez años atrás dos criminales asaltan en una estación de tren subterráneo a una mujer y posteriormente la matan, siendo su pequeña hija testigo del ignominioso asesinato. Esa niña es hoy día Ally (Emilie de Ravin) una estudiante universitaria de 21 años que vive con su padre viudo (Chris Cooper); este hombre es un funcionario policial que aún siente el dolor de lo que aconteció con su esposa y cuya preocupación mayor es proteger a su querida hija.
Simultáneamente, el relato presenta a Tyler (Robert Pattinson), un muchacho que también asiste a la misma universidad que Ally, y que manifiesta una rebeldía a toda prueba. Este joven mantiene una actitud distante y de desprecio hacia su padre (Pierce Brosnan), un importante abogado de Wall Street de excelente situación económica que siempre está listo para sacarlo de apuros por su agresiva conducta; en uno de los mismos, logra salir bajo fianza después de haber sido arrestado en un incidente callejero. En esta familia disfuncional, se puede también percibir que hay un drama latente por el suicidio del hermano de Tyler en circunstancias que se llega a saber cómo ocurrió hacia el final de la historia.
Después de descubrir que el padre de Ally es el policía que lo arrestó, Tyler es inducido por su amigo Aiden (Tait Ellington) para que comience a trabar una relación sentimental con Ally; ésa es una de las escenas menos convincentes y más antojadizas del film.
El relato no funciona como drama familiar y como historia romántica carece de la intensidad y pasión necesaria para llegar a interesar. Tyler es un ser irritante que no despierta compasión o lástima por parte del espectador, en gran parte debido a la floja actuación de Pattinson que nunca transmite el desequilibrio emocional que embarga a su personaje. La impresión final es la de haber asistido a un deprimente relato moroso que tratando de mostrar cómo los lazos familiares pueden llegar a desintegrarse en situaciones límites, no alcanza a emocionar ni a tener resonancia.
El título del film no se ajusta a su mediocre calidad dado que no hay mucho para recordar del mismo. Las intenciones del realizador Allen Coulter de mostrar como algunas tragedias no llegan jamás a cicatrizarse, distan de poseer la fuerza y gravitación requerida para llegar a una audiencia. Las razones de este fallido drama descansan en el guión de Will Fetters que en más de una oportunidad recurre a detalles torpes para querer lograr lo que se propone y por una mediocre interpretación de su principal actor que nunca transmite cabalmente lo que el rol le exige.
La acción transcurre en la ciudad de Nueva York y en un breve prólogo se ve cómo diez años atrás dos criminales asaltan en una estación de tren subterráneo a una mujer y posteriormente la matan, siendo su pequeña hija testigo del ignominioso asesinato. Esa niña es hoy día Ally (Emilie de Ravin) una estudiante universitaria de 21 años que vive con su padre viudo (Chris Cooper); este hombre es un funcionario policial que aún siente el dolor de lo que aconteció con su esposa y cuya preocupación mayor es proteger a su querida hija.
Simultáneamente, el relato presenta a Tyler (Robert Pattinson), un muchacho que también asiste a la misma universidad que Ally, y que manifiesta una rebeldía a toda prueba. Este joven mantiene una actitud distante y de desprecio hacia su padre (Pierce Brosnan), un importante abogado de Wall Street de excelente situación económica que siempre está listo para sacarlo de apuros por su agresiva conducta; en uno de los mismos, logra salir bajo fianza después de haber sido arrestado en un incidente callejero. En esta familia disfuncional, se puede también percibir que hay un drama latente por el suicidio del hermano de Tyler en circunstancias que se llega a saber cómo ocurrió hacia el final de la historia.
Después de descubrir que el padre de Ally es el policía que lo arrestó, Tyler es inducido por su amigo Aiden (Tait Ellington) para que comience a trabar una relación sentimental con Ally; ésa es una de las escenas menos convincentes y más antojadizas del film.
El relato no funciona como drama familiar y como historia romántica carece de la intensidad y pasión necesaria para llegar a interesar. Tyler es un ser irritante que no despierta compasión o lástima por parte del espectador, en gran parte debido a la floja actuación de Pattinson que nunca transmite el desequilibrio emocional que embarga a su personaje. La impresión final es la de haber asistido a un deprimente relato moroso que tratando de mostrar cómo los lazos familiares pueden llegar a desintegrarse en situaciones límites, no alcanza a emocionar ni a tener resonancia.
P½
THE MESSENGER. Estados Unidos, 2009. Un film de Oren Moverman
He aquí otro film sobre los coletazos de la guerra de Irak. A través de un original guión de Oren Moverman y Alessandro Camon, esta película logra sacudir al espectador con una historia centrada en el gran costo emocional del conflicto bélico, como lo representa la formalidad de hacer saber a los parientes más cercanos de los soldados muertos en acción.
En su primer largometraje como director, Moverman produce un documento de profunda envergadura dramática al presentar a Will Mongtomery (Ben Foster), un sargento recién regresado de Irak a quien se le encomienda una dura misión que debe cumplir con su superior, el capitán Tony Stone (Woody Harrelson). En representación de una unidad de las fuerzas armadas de Estados Unidos pertenecientes al Servicio de Notificación de los Muertos en el Ejército (Army’s Casualty Notification Service), ambos militares deben dirigirse a la casa de los familiares de los damnificados para la transmisión de la fatídica novedad.
Para cumplir con esa misión, los portadores de la noticia deben ajustarse a un frío protocolo que consiste en repetir frases formales de condolencias, que se van repitiendo en forma sistemática con cada una de las familias visitadas. Además, el rígido reglamento exige que los soldados guarden la distancia necesaria con los deudos en el caso de que éstos reaccionen en forma descontrolada; así, les está prohibido tocarlos, abrazarlos o hacerles sentir el calor humano de la solidaridad a través del contacto de piel.
.
Si por un lado resulta desgarrante asistir a las escenas mencionadas, no menos importante es comprobar el impacto emocional que para Will significa tener que realizar su tarea; habiendo sufrido bastante los horrores de la guerra, todo lo que resta en su interior se sigue prolongando al tener que enfrentar a quienes reciben la noticia. De allí que su comportamiento al tratar de salirse del “libreto” establecido, le crea problemas con Stone quien como un oficial más experimentado asume su papel con natural frialdad como si se tratara de un cirujano frente a la mesa de operaciones.
El film caracterizado por diálogos naturales y una estética irreprochable solo tiene una objeción que radica en el interés personal que Will adopta con la viuda de un soldado (Samantha Morton); si desde el punto de vista interpretativo es irreprochable, de algún modo el guión, aunque muy sutil en casi todo su desarrollo, hace cierta concesión para lograr un efecto sentimental que bien podría haber sido evitado. Aunque Harrelson ha sido nominado para un Oscar como mejor actor de reparto, la película pertenece a Foster; se trata de un actor no muy conocido pero que aquí demuestra innegables condiciones de poder asumir en el futuro roles de gran importancia.
THE MESSENGER. Estados Unidos, 2009. Un film de Oren Moverman
He aquí otro film sobre los coletazos de la guerra de Irak. A través de un original guión de Oren Moverman y Alessandro Camon, esta película logra sacudir al espectador con una historia centrada en el gran costo emocional del conflicto bélico, como lo representa la formalidad de hacer saber a los parientes más cercanos de los soldados muertos en acción.
En su primer largometraje como director, Moverman produce un documento de profunda envergadura dramática al presentar a Will Mongtomery (Ben Foster), un sargento recién regresado de Irak a quien se le encomienda una dura misión que debe cumplir con su superior, el capitán Tony Stone (Woody Harrelson). En representación de una unidad de las fuerzas armadas de Estados Unidos pertenecientes al Servicio de Notificación de los Muertos en el Ejército (Army’s Casualty Notification Service), ambos militares deben dirigirse a la casa de los familiares de los damnificados para la transmisión de la fatídica novedad.
Para cumplir con esa misión, los portadores de la noticia deben ajustarse a un frío protocolo que consiste en repetir frases formales de condolencias, que se van repitiendo en forma sistemática con cada una de las familias visitadas. Además, el rígido reglamento exige que los soldados guarden la distancia necesaria con los deudos en el caso de que éstos reaccionen en forma descontrolada; así, les está prohibido tocarlos, abrazarlos o hacerles sentir el calor humano de la solidaridad a través del contacto de piel.
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Si por un lado resulta desgarrante asistir a las escenas mencionadas, no menos importante es comprobar el impacto emocional que para Will significa tener que realizar su tarea; habiendo sufrido bastante los horrores de la guerra, todo lo que resta en su interior se sigue prolongando al tener que enfrentar a quienes reciben la noticia. De allí que su comportamiento al tratar de salirse del “libreto” establecido, le crea problemas con Stone quien como un oficial más experimentado asume su papel con natural frialdad como si se tratara de un cirujano frente a la mesa de operaciones.
El film caracterizado por diálogos naturales y una estética irreprochable solo tiene una objeción que radica en el interés personal que Will adopta con la viuda de un soldado (Samantha Morton); si desde el punto de vista interpretativo es irreprochable, de algún modo el guión, aunque muy sutil en casi todo su desarrollo, hace cierta concesión para lograr un efecto sentimental que bien podría haber sido evitado. Aunque Harrelson ha sido nominado para un Oscar como mejor actor de reparto, la película pertenece a Foster; se trata de un actor no muy conocido pero que aquí demuestra innegables condiciones de poder asumir en el futuro roles de gran importancia.
PPP
FISH TANK. Gran Bretaña, 2009. Un film escrito y dirigido por Andrea Arnold
Después de haber obtenido un Oscar al mejor corto metraje en 2004 con "Wasp” y el Premio del Jurado en 2006 con su primer largo metraje “Red Road”, la directora británica Andrea Arnold confirma con su madurez de realizadora con Fish Tank describiendo el ambiente de pobreza de su país a través de la vida de una adolescente de 15 años. Simultáneamente, y como telón de fondo, la directora incursiona en un cine de realismo social –a la manera de un Ken Loach y de Mike Leigh- con su cámara captando a la gente trabajadora de un barrio humilde de la región de Essex.
Arnold ha tenido un buen instinto en haber escogido a Katie Jarvis, una actriz no profesional, para asumir el rol de Mía. Su actuación es sencillamente maravillosa no sólo por la increíble naturalidad que manifiesta frente a la cámara sino por haber logrado transmitir las contradicciones de la adolescencia en una personalidad compleja y difícil como la de esta criatura concebida por Arnold; contemplando su forma díscola y agresiva, mal hablada en su lenguaje y bebiendo cuando puede, no se gana precisamente la simpatía de quien la observa pero sí el reconocimiento de estar presenciando el comportamiento de una persona real y no el de una actriz que la está representando.
Mía vive en un apiñado departamento que forma parte de un bloque habitacional de gente de menores recursos. Comparte su vivienda con Joanne (Kierston Wareing), su madre soltera, y Sophie (Rebecca Griffith), su hermana menor, en un núcleo familiar que le resulta muy poco confortable. La conducta volátil de su desaliñada madre y su bulliciosa hermana con la que tiene frecuentes encontronazos conducen a que ese hogar le resulte claustrofóbico –como que en realidad lo es- impulsando sus deseos de ser libre e independiente como así también de que algún día pueda concretar sus aspiraciones de bailarina.
El factor catalizador del relato se produce con Connor (Michael Fasbender), el nuevo amigo de su madre que viene a compartir la vida familiar. Se trata de un hombre de presencia agradable y atractivo que modificará la actitud y conducta de Mía; para ella, él asume el carácter de un hermano mayor o la figura ausente del padre, en parte porque la lleva a pasear junto a Sophie y además porque la estimula en su pasión por el baile. Cuando lentamente la chica comienza a experimentar un sentimiento más intenso hacia Connor, es allí donde Arnold crea una tensión natural e incentiva la curiosidad de la audiencia por saber cómo el nuevo integrante de la familia habrá de reaccionar frente a las circunstancias prevalecientes.
Fassbender logra muy bien dotar a su personaje la naturaleza ambigua de alguien que aunque en principio tierno y generoso irá cambiando de faceta cuando la ocasión se presente para revelar su verdadera personalidad; Wareing es también muy convincente como la madre poco afecta por la suerte de su hija. Con todo, es Jarvis quien se lleva las palmas como la disconforme y beligerante adolescente que viviendo un difícil proceso de maduración corre el peligro de ser víctima de su propia conducta.
Arnold no juzga a sus personajes sino que guarda distancia de los mismos para retratarlos en forma realista a través de su cámara inquieta. Al así hacerlo brinda una buena crónica de un estrato marginado de la sociedad británica.
FISH TANK. Gran Bretaña, 2009. Un film escrito y dirigido por Andrea Arnold
Después de haber obtenido un Oscar al mejor corto metraje en 2004 con "Wasp” y el Premio del Jurado en 2006 con su primer largo metraje “Red Road”, la directora británica Andrea Arnold confirma con su madurez de realizadora con Fish Tank describiendo el ambiente de pobreza de su país a través de la vida de una adolescente de 15 años. Simultáneamente, y como telón de fondo, la directora incursiona en un cine de realismo social –a la manera de un Ken Loach y de Mike Leigh- con su cámara captando a la gente trabajadora de un barrio humilde de la región de Essex.
Arnold ha tenido un buen instinto en haber escogido a Katie Jarvis, una actriz no profesional, para asumir el rol de Mía. Su actuación es sencillamente maravillosa no sólo por la increíble naturalidad que manifiesta frente a la cámara sino por haber logrado transmitir las contradicciones de la adolescencia en una personalidad compleja y difícil como la de esta criatura concebida por Arnold; contemplando su forma díscola y agresiva, mal hablada en su lenguaje y bebiendo cuando puede, no se gana precisamente la simpatía de quien la observa pero sí el reconocimiento de estar presenciando el comportamiento de una persona real y no el de una actriz que la está representando.
Mía vive en un apiñado departamento que forma parte de un bloque habitacional de gente de menores recursos. Comparte su vivienda con Joanne (Kierston Wareing), su madre soltera, y Sophie (Rebecca Griffith), su hermana menor, en un núcleo familiar que le resulta muy poco confortable. La conducta volátil de su desaliñada madre y su bulliciosa hermana con la que tiene frecuentes encontronazos conducen a que ese hogar le resulte claustrofóbico –como que en realidad lo es- impulsando sus deseos de ser libre e independiente como así también de que algún día pueda concretar sus aspiraciones de bailarina.
El factor catalizador del relato se produce con Connor (Michael Fasbender), el nuevo amigo de su madre que viene a compartir la vida familiar. Se trata de un hombre de presencia agradable y atractivo que modificará la actitud y conducta de Mía; para ella, él asume el carácter de un hermano mayor o la figura ausente del padre, en parte porque la lleva a pasear junto a Sophie y además porque la estimula en su pasión por el baile. Cuando lentamente la chica comienza a experimentar un sentimiento más intenso hacia Connor, es allí donde Arnold crea una tensión natural e incentiva la curiosidad de la audiencia por saber cómo el nuevo integrante de la familia habrá de reaccionar frente a las circunstancias prevalecientes.
Fassbender logra muy bien dotar a su personaje la naturaleza ambigua de alguien que aunque en principio tierno y generoso irá cambiando de faceta cuando la ocasión se presente para revelar su verdadera personalidad; Wareing es también muy convincente como la madre poco afecta por la suerte de su hija. Con todo, es Jarvis quien se lleva las palmas como la disconforme y beligerante adolescente que viviendo un difícil proceso de maduración corre el peligro de ser víctima de su propia conducta.
Arnold no juzga a sus personajes sino que guarda distancia de los mismos para retratarlos en forma realista a través de su cámara inquieta. Al así hacerlo brinda una buena crónica de un estrato marginado de la sociedad británica.
PPP
L’AFFAIRE FAREWELL. Francia, 2009. Un film de Christian Carion
Después de su buen film “Joyeux Noël” (2005) el realizador francés Christian Carion retorna con un sólido drama de espionaje basado en hechos reales acontecidos durante los últimos años de la Guerra Fría y que contribuyeron en la caída del comunismo que tendría lugar años después.
La mayor parte de la acción transcurre en Moscú en 1981. Sergei Grigoriev (Emir Kusturica), un coronel de la KGB (la agencia más importante de la policía secreta de la entonces Unión Soviética) que a pesar de ser un comunista de pura cepa ve sus ideales frustrados debido a la gran corrupción del gobierno de Brezhnev. Adoptando represalias por amor a su patria, Grigoriev contacta a Pierre Froment (Guillaume Canet), un ingeniero francés de una empresa electrónica trabajando en Moscú, para entregarle documentos de extrema confidencialidad a fin de que los pase al servicio de inteligencia de su país. Aunque reluctante de cumplir con el encargo debido su falta de experiencia en la materia y porque además no quiere poner en peligro la seguridad de su mujer que vive con él, finalmente acepta el papel de intermediario para satisfacer a su jefe. De este modo, la información suministrada llega a conocimiento del gobierno francés por el que se impone de la vasta red de espionaje que la Unión Soviética utilizaba para infiltrarse en Francia, Alemania y sobre todo en los Estados Unidos. Gran parte del interés del film reside en analizar las consecuencias de estos hechos en la medida en que el gobierno de Mitterand (Philippe Magnan) facilita la estratégica documentación a la administración de Ronald Reagan (Fred Ward).
El guión de Eryc Raynaud además de proporcionar jugosa información sobre un episodio poco conocido pero de enormes ramificaciones políticas, provee al relato con un logrado clima de tensión, similar al de los buenos filmes de suspenso con especial referencia al cine político de Costa-Gavras.
La buena descripción de sus personajes principales se complementa con la excelente actuación de dos directores del cine internacional quienes ubicándose frente a la cámara transmiten la parte íntima y humana del drama que los envuelve. El realizador serbio Kusturica demuestra ser un consumado intérprete animando a Grigoriev, un hombre que a pesar de arriesgar su vida se lo ve calmo y culto sin poder revelar nada de lo que está haciendo a su mujer (Ingeborga Dapkunaite) e hijo (Evgenie Kharlanov). Contrastando con la personalidad de Grigoriev, el cineasta francés Canet se destaca como el ingeniero intranquilo y nervioso que debe recurrir a subterfugios para cumplir con sus tareas de mensajero intermediario. Como resultado, la complicidad entre ambos actores permite resaltar los valores intrínsecos de la intriga.
La sobria dirección de Carion permite que el público goce de este fascinante thriller donde no faltan las traiciones, las mentiras y los juegos de poder dentro del contexto de la Guerra Fría, con una muy buena recreación de la atmósfera vivida en los últimos años del comunismo.
Después de su buen film “Joyeux Noël” (2005) el realizador francés Christian Carion retorna con un sólido drama de espionaje basado en hechos reales acontecidos durante los últimos años de la Guerra Fría y que contribuyeron en la caída del comunismo que tendría lugar años después.
La mayor parte de la acción transcurre en Moscú en 1981. Sergei Grigoriev (Emir Kusturica), un coronel de la KGB (la agencia más importante de la policía secreta de la entonces Unión Soviética) que a pesar de ser un comunista de pura cepa ve sus ideales frustrados debido a la gran corrupción del gobierno de Brezhnev. Adoptando represalias por amor a su patria, Grigoriev contacta a Pierre Froment (Guillaume Canet), un ingeniero francés de una empresa electrónica trabajando en Moscú, para entregarle documentos de extrema confidencialidad a fin de que los pase al servicio de inteligencia de su país. Aunque reluctante de cumplir con el encargo debido su falta de experiencia en la materia y porque además no quiere poner en peligro la seguridad de su mujer que vive con él, finalmente acepta el papel de intermediario para satisfacer a su jefe. De este modo, la información suministrada llega a conocimiento del gobierno francés por el que se impone de la vasta red de espionaje que la Unión Soviética utilizaba para infiltrarse en Francia, Alemania y sobre todo en los Estados Unidos. Gran parte del interés del film reside en analizar las consecuencias de estos hechos en la medida en que el gobierno de Mitterand (Philippe Magnan) facilita la estratégica documentación a la administración de Ronald Reagan (Fred Ward).
El guión de Eryc Raynaud además de proporcionar jugosa información sobre un episodio poco conocido pero de enormes ramificaciones políticas, provee al relato con un logrado clima de tensión, similar al de los buenos filmes de suspenso con especial referencia al cine político de Costa-Gavras.
La buena descripción de sus personajes principales se complementa con la excelente actuación de dos directores del cine internacional quienes ubicándose frente a la cámara transmiten la parte íntima y humana del drama que los envuelve. El realizador serbio Kusturica demuestra ser un consumado intérprete animando a Grigoriev, un hombre que a pesar de arriesgar su vida se lo ve calmo y culto sin poder revelar nada de lo que está haciendo a su mujer (Ingeborga Dapkunaite) e hijo (Evgenie Kharlanov). Contrastando con la personalidad de Grigoriev, el cineasta francés Canet se destaca como el ingeniero intranquilo y nervioso que debe recurrir a subterfugios para cumplir con sus tareas de mensajero intermediario. Como resultado, la complicidad entre ambos actores permite resaltar los valores intrínsecos de la intriga.
La sobria dirección de Carion permite que el público goce de este fascinante thriller donde no faltan las traiciones, las mentiras y los juegos de poder dentro del contexto de la Guerra Fría, con una muy buena recreación de la atmósfera vivida en los últimos años del comunismo.
PPP
Mate. Este blog es increíble. ¿Cómo puedo hacer que se vea así de bien?
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