Comentario de Sergio Martínez
El Papa ha muerto
y los miembros del colegio cardenalicio son convocados a Roma para este antiguo
y arcano trámite lleno de rituales y formalidades: el cónclave. Durante esta
reunión, los cardenales deben elegir al sucesor del pontífice fallecido. Según
la tradición, la conducción del solemne trámite corresponde al decano del
colegio cardenalicio, en este caso el cardenal Lawrence (Ralph Fiennes) quien
deberá lidiar no sólo con los aspectos administrativos del cónclave, sino
además con las veleidades, ambiciones y polarizadas visiones políticas de los
pretendientes al trono pontificio. Si el Vaticano en tiempos normales es un
foco de tensiones y no pocas intrigas, en tiempos de elecciones papales ve
amplificado ese carácter, además exacerbado por el secreto de muchas de las
decisiones.
Justamente, una
de esas decisiones reservadas del recién fallecido pontífice introduce un
primer elemento sorpresivo al cónclave, cuando un inesperado nuevo cardenal, el
latinoamericano Benítez (Carlos Diehz), es admitido luego de revelarse que se
trató de una última designación papal “in pectore” (la designación de un
cardenal no hecha pública de inmediato sino guardada en secreto, al final nos
enteramos por qué).
Como era de
esperar, las primeras votaciones no logran la mayoría necesaria para ninguno de
los contendientes, el “humo blanco” tardará en aparecer mientras afuera una
muchedumbre ansiosa espera los resultados. Entretanto, los cardenales juegan
sus cartas: el conservador Tedesco (Sergio Castellito) proclama que la Iglesia
debe volver a un camino del cual el fallecido pontífice y otros “liberales” la
han desviado. Su oponente ideológico Bellini (Stanley Tucci) por el contrario
trata de ganar apoyo bajo la consigna de “parar a Tedesco” ya que si éste
ganara se perderían todos los avances hechos bajo el anterior papado. El
cardenal Tremblay (John Lithgow) por su parte trata de posicionarse como
alternativa entre las posiciones progresistas y conservadoras, pero también
surgirán dudas sobre sus procedimientos. La posibilidad de que un africano, el
cardenal Adeyemi (Lucian Msamati) pueda ser ungido como Papa también es parte
de todo ese juego de maniobras, no del todo limpias, que se despliegan tras las
bambalinas del proceso eleccionario.
El cónclave se
prolonga por unos días antes que finalmente surja un ganador, pero con ello no
termina el juego de misterios que rodea a la vieja institución, más bien deja
abierta toda una nueva e inédita situación. El cardenal Lawrence puede
finalmente dar por concluida su tarea.
Este film dirigido por Edward Berger, con guión de Peter Straughan y Robert Harris, autor de la novela sobre la cual está basado, transmite muy bien la atmósfera de un trámite que tiene todos los rasgos de una campaña política no muy diferente de la que vemos en otros contextos, combinado con los elementos rituales y místicos de una institución que, por cierto, reclama inspiración divina, pero opera con todas las imperfectas cualidades humanas.
Buen trabajo de
cámara y ambientación contribuyen al realismo de la historia, en especial en el
momento de un incidente que interrumpe el proceso eleccionario y que sirve para
dar argumentos al cardenal Tedesco y su discurso antiliberal. En la actuación
destaca Fiennes al dar a su personaje los matices necesarios para a veces
ejercer autoridad mientras al mismo tiempo, estar también sumido en dudas. También destaca la actriz Isabella Rossellini
que, como la Hermana Agnes, en un momento crucial proporcionará una información
que sorprenderá a los cardenales (“Aunque se supone que nosotras las hermanas
somos invisibles, Dios, no obstante, nos ha dado ojos y oídos” dice la monja
antes de dar la noticia).
Cónclave es una
película que recomendamos tanto para quienes les pueda interesar una buena
historia de intrigas, suspenso y finales imprevistos; como a quienes les
cautive las muchas vicisitudes de una vieja institución como es la Iglesia
Católica.
Duración: 120
min.
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