Comentarios de Jorge Gutman
SPREAD. Estados Unidos, 2008. Un film de David Mackenzie
Resulta misterioso que un film tan mediocre como Spread haya podido ser seleccionado para participar en el último festival de Sundance. Como bien se sabe, el Festival privilegia fundamentalmente al cine independiente de Estados Unidos que se aparta de los grandes estudios de Hollywood. Sin embargo, por lo que aquí puede juzgarse, no hay elementos rescatables como para que merezca su estreno comercial cuando hay tantos otros filmes de calidad que solamente tienen ocasión de ser conocidos a través de DVDs.
Inspirado en clásicos relatos de gigolós como Shampoo y America Gigolo, aquí se siguen los pasos de otro típico explotador sexual de mujeres describiendo la forma en que seduce a sus presas, cómo vive de ellas con todas las características de un individuo despreciable y amoral, hasta llegar al desenlace donde el juego ya no da para más. El joven actor Ashton Kutcher da vida a este personaje llamado Nikki que, de vagabundo empedernido sin lugar fijo donde vivir en Los Angeles, se hace camino para llegar a las colinas de Hollywood y seducir sin dificultad alguna a Samantha (Anne Heche), una prestigiosa abogada con 15 años más que él y que a pesar de su buena presencia femenina pareciera que le falta alguien que satisfaga sus deseos sexuales. Lo que ocurre entre ella y Nikki no es mucho que se diga, salvo el de estar relacionados sexualmente durante casi todo el tiempo en que ambos están en pantalla.
De haberse tratado de un guión más depurado, habría habido algunas sutilezas o características que definieran mejor la psicología de estos personajes. Todo aquí es absolutamente vacío e incluso resulta completamente inverosímil la forma en que casi en forma consciente, la explotada dama permita que su joven amante se convierta prácticamente en dueño de su fabulosa mansión.
Cuando Nikki llega a conocer a Heather (Margarita Levieva), una bonita chica que trabaja como camarera en un restaurante, y se llega a enamorar seriamente de ella, se habrá encontrado con alguien que aplica su mismo juego y ése será el principio de su caída en desgracia.
El final que intenta ser levemente moralizador es completamente insatisfactorio aunque concuerda con el nivel general del film.
El director David Mackenzie no puede hacer mucho frente a un guión decididamente pobre, en tanto que es difícil catalogar a Kutcher dado que no se sabe si sus insípidas y anodinas expresiones son fruto de lo que le impone el guión, o si se debe a sus carencias interpretativas. En cambio es posible destacar a Heche y a Levieva quienes a pesar de la poca definición de sus caracteres, logran resultar más convincentes.
½P
PONYO. Japón, 2008. Un film de Hayao Miyazaki
El director japonés Hayao Miyazaki confirma una vez más que es uno de los grandes maestros internacionales en el difícil arte de la animación; lo más interesante es que en cada uno de sus filmes trata de no repetirse para en cambio arriesgarse con relatos que aunque en apariencia puedan asemejarse a los tradicionales del género siempre aportan algún elemento distintivo que los tornan originales.
Después de haber hecho disfrutar al público occidental con algunas obras realmente importantes como, por ejemplo, Spirited Away (por el que en 2003 obtuvo un Oscar al mejor film de animación del año), Howl’s Moving Castle y Princess Mononoke, ahora lo gratifica con Ponyo que fue elogiado en forma unánime en el festival de Venecia del año pasado y que recién ahora llega a la cartelera norteamericana.
Aunque en principio este dibujo animado tiene como principal destinatario al público menudo, de todos modos la gente adulta obtendrá satisfacción con la historia relatada porque además de algunas consideraciones aludiendo al medio ambiente posee también un liviano humor que permitirá que la sonrisa brote de sus labios.
El relato -que encuentra su inspiración en La Pequeña Sirenita de Hans Christian Andersen- narra la historia de Sosuke (Frankie Jonas), un pequeño de 5 años quien viviendo en la cima de un acantilado encuentra en la orilla del mar donde está jugando un frasco conteniendo un pez femenino que se llama Ponyo (con la voz de Noah Lindsey Cyrus). Ella desea fervientemente convertirse en una niña y poder escapar de su dominante padre; sin embargo este último que es un hechicero acuático quiere que su hija retorne al mar; aunque logrará su objetivo, será de corto alcance porque Ponyo con su firme voluntad de no seguir con la vida que lleva, logra escapar nuevamente para reencontrar a Sosuke con quien forjará una gran amistad.
No es necesario proseguir con más detalles sobre su sencilla trama, salvo que señalar que Miyazaki, preocupado por los problemas ecológicos, incorpora a la historia un momento dramático con la aparición de un amenazador maremoto y en donde los pequeños héroes deberán asumir ciertas responsabilidades.
Con un equipo de 70 artistas y con más de 150 mil dibujos, el director no abandona las técnicas de animación tradicionales aunque aquí están combinadas con algunas imágenes generadas por la computadora, obteniendo un óptimo resultado.
Pleno de colores y con una extraordinaria imaginería otorgando esplendor visual a la presencia del mar, la superficie submarina, la tierra y los acantilados, el film no soslaya elementos eminentemente anclados en el realismo que están muy bien logrados
La sensación final que deja Ponyo es la de haber asistido a un film que debido a su energía, inteligencia y belleza permite que perdure en la memoria del espectador mucho tiempo después de haber abandonado la sala de proyección.
Resulta misterioso que un film tan mediocre como Spread haya podido ser seleccionado para participar en el último festival de Sundance. Como bien se sabe, el Festival privilegia fundamentalmente al cine independiente de Estados Unidos que se aparta de los grandes estudios de Hollywood. Sin embargo, por lo que aquí puede juzgarse, no hay elementos rescatables como para que merezca su estreno comercial cuando hay tantos otros filmes de calidad que solamente tienen ocasión de ser conocidos a través de DVDs.
Inspirado en clásicos relatos de gigolós como Shampoo y America Gigolo, aquí se siguen los pasos de otro típico explotador sexual de mujeres describiendo la forma en que seduce a sus presas, cómo vive de ellas con todas las características de un individuo despreciable y amoral, hasta llegar al desenlace donde el juego ya no da para más. El joven actor Ashton Kutcher da vida a este personaje llamado Nikki que, de vagabundo empedernido sin lugar fijo donde vivir en Los Angeles, se hace camino para llegar a las colinas de Hollywood y seducir sin dificultad alguna a Samantha (Anne Heche), una prestigiosa abogada con 15 años más que él y que a pesar de su buena presencia femenina pareciera que le falta alguien que satisfaga sus deseos sexuales. Lo que ocurre entre ella y Nikki no es mucho que se diga, salvo el de estar relacionados sexualmente durante casi todo el tiempo en que ambos están en pantalla.
De haberse tratado de un guión más depurado, habría habido algunas sutilezas o características que definieran mejor la psicología de estos personajes. Todo aquí es absolutamente vacío e incluso resulta completamente inverosímil la forma en que casi en forma consciente, la explotada dama permita que su joven amante se convierta prácticamente en dueño de su fabulosa mansión.
Cuando Nikki llega a conocer a Heather (Margarita Levieva), una bonita chica que trabaja como camarera en un restaurante, y se llega a enamorar seriamente de ella, se habrá encontrado con alguien que aplica su mismo juego y ése será el principio de su caída en desgracia.
El final que intenta ser levemente moralizador es completamente insatisfactorio aunque concuerda con el nivel general del film.
El director David Mackenzie no puede hacer mucho frente a un guión decididamente pobre, en tanto que es difícil catalogar a Kutcher dado que no se sabe si sus insípidas y anodinas expresiones son fruto de lo que le impone el guión, o si se debe a sus carencias interpretativas. En cambio es posible destacar a Heche y a Levieva quienes a pesar de la poca definición de sus caracteres, logran resultar más convincentes.
½P
PONYO. Japón, 2008. Un film de Hayao Miyazaki
El director japonés Hayao Miyazaki confirma una vez más que es uno de los grandes maestros internacionales en el difícil arte de la animación; lo más interesante es que en cada uno de sus filmes trata de no repetirse para en cambio arriesgarse con relatos que aunque en apariencia puedan asemejarse a los tradicionales del género siempre aportan algún elemento distintivo que los tornan originales.
Después de haber hecho disfrutar al público occidental con algunas obras realmente importantes como, por ejemplo, Spirited Away (por el que en 2003 obtuvo un Oscar al mejor film de animación del año), Howl’s Moving Castle y Princess Mononoke, ahora lo gratifica con Ponyo que fue elogiado en forma unánime en el festival de Venecia del año pasado y que recién ahora llega a la cartelera norteamericana.
Aunque en principio este dibujo animado tiene como principal destinatario al público menudo, de todos modos la gente adulta obtendrá satisfacción con la historia relatada porque además de algunas consideraciones aludiendo al medio ambiente posee también un liviano humor que permitirá que la sonrisa brote de sus labios.
El relato -que encuentra su inspiración en La Pequeña Sirenita de Hans Christian Andersen- narra la historia de Sosuke (Frankie Jonas), un pequeño de 5 años quien viviendo en la cima de un acantilado encuentra en la orilla del mar donde está jugando un frasco conteniendo un pez femenino que se llama Ponyo (con la voz de Noah Lindsey Cyrus). Ella desea fervientemente convertirse en una niña y poder escapar de su dominante padre; sin embargo este último que es un hechicero acuático quiere que su hija retorne al mar; aunque logrará su objetivo, será de corto alcance porque Ponyo con su firme voluntad de no seguir con la vida que lleva, logra escapar nuevamente para reencontrar a Sosuke con quien forjará una gran amistad.
No es necesario proseguir con más detalles sobre su sencilla trama, salvo que señalar que Miyazaki, preocupado por los problemas ecológicos, incorpora a la historia un momento dramático con la aparición de un amenazador maremoto y en donde los pequeños héroes deberán asumir ciertas responsabilidades.
Con un equipo de 70 artistas y con más de 150 mil dibujos, el director no abandona las técnicas de animación tradicionales aunque aquí están combinadas con algunas imágenes generadas por la computadora, obteniendo un óptimo resultado.
Pleno de colores y con una extraordinaria imaginería otorgando esplendor visual a la presencia del mar, la superficie submarina, la tierra y los acantilados, el film no soslaya elementos eminentemente anclados en el realismo que están muy bien logrados
La sensación final que deja Ponyo es la de haber asistido a un film que debido a su energía, inteligencia y belleza permite que perdure en la memoria del espectador mucho tiempo después de haber abandonado la sala de proyección.
PPP½
DEPARTURES. Japón,2008. Un film de Yojiro Takita
Si bien no es necesariamente tabú, la muerte no es un tema que en principio resulte atractivo de abordar. Sin embargo, el director Yojiro Takita decidió considerarlo con la suficiente sobriedad para que Departures resultara un film que, lejos de lúgubre, constituya una buena lección de reafirmación de la vida.
Sus primeras imágenes desmienten por completo lo que acontece después. Daigo Kobayashi (Masahiro Motoki) es un violoncelista que integra una orquesta sinfónica en Tokio ejecutando la novena sinfonía de Beethoven. Cuando termina el concierto, recibe la noticia de que la asociación musical se disuelve y por lo tanto se queda sin trabajo. Acompañado de su esposa Mika (Ryoko Hirosue) parte a su ciudad natal de Yamagata para vivir en la casa que pertenecía a su difunta madre. En búsqueda de empleo, se encuentra con un aviso que por la forma de haber sido redactado daría la impresión de que se trata de un puesto en una agencia de viajes. Grande será la sorpresa de Daigo, cuando al acudir a la entrevista, el dueño de la compañía (Tsutomu Yamazaki) después de haber leido superficialmente su currículum está dispuesto a contratarlo de inmediato para una tarea que tiene que ver con el viaje eterno que todos los mortales deberemos emprender en el momento final de nuestro tránsito por la vida. Concretamente, el trabajo que Daigo está vinculado con el ceremonial que tiene lugar después de la muerte de una persona donde antes de que su cuerpo sea colocado en el ataúd es necesario que una persona se ocupe de lavarlo y vestirlo cuidadosamente frente a la presencia de sus deudos.
Con gran reluctancia porque necesita trabajar y además el sueldo ofrecido resulta tentador, el ex músico acepta el nuevo empleo aunque sin manifestar a su señora sobre la naturaleza de lo que deberá hacer.
A medida que los días transcurren Daigo va experimentando un gradual y sostenido cambio en su manera de pensar. Así se llega a dar cuenta que lo que está realizando le permite descubrir facetas humanas de sí mismo que hasta entonces había desconocido, al tratar con delicadeza y ternura el cuerpo del desaparecido e indirectamente estar transmitiendo solidaridad y respeto a sus familiares directos.
El gran mérito de este emotivo film se debe en parte a que Takita relata la historia en forma apacible y sin morbosidad alguna para evitar que el estado anímico del espectador pudiese decaer. Por su parte, en su primera contribución para el cine, el guionista Kundo Koyama es convincente en ilustrar varios aspectos que aluden a la herencia cultural nipona como los actos rituales aquí contemplados y que seguramente no serán muy conocidos para el público de otras regiones del mundo. Finalmente, las interpretaciones de Motoki y Yamazaki contribuyen a vitalizar el contenido del relato.
Como nota adicional, cabe señalar que el film obtuvo este año el Oscar de Hollywood como la mejor película extranjera.
DEPARTURES. Japón,2008. Un film de Yojiro Takita
Si bien no es necesariamente tabú, la muerte no es un tema que en principio resulte atractivo de abordar. Sin embargo, el director Yojiro Takita decidió considerarlo con la suficiente sobriedad para que Departures resultara un film que, lejos de lúgubre, constituya una buena lección de reafirmación de la vida.
Sus primeras imágenes desmienten por completo lo que acontece después. Daigo Kobayashi (Masahiro Motoki) es un violoncelista que integra una orquesta sinfónica en Tokio ejecutando la novena sinfonía de Beethoven. Cuando termina el concierto, recibe la noticia de que la asociación musical se disuelve y por lo tanto se queda sin trabajo. Acompañado de su esposa Mika (Ryoko Hirosue) parte a su ciudad natal de Yamagata para vivir en la casa que pertenecía a su difunta madre. En búsqueda de empleo, se encuentra con un aviso que por la forma de haber sido redactado daría la impresión de que se trata de un puesto en una agencia de viajes. Grande será la sorpresa de Daigo, cuando al acudir a la entrevista, el dueño de la compañía (Tsutomu Yamazaki) después de haber leido superficialmente su currículum está dispuesto a contratarlo de inmediato para una tarea que tiene que ver con el viaje eterno que todos los mortales deberemos emprender en el momento final de nuestro tránsito por la vida. Concretamente, el trabajo que Daigo está vinculado con el ceremonial que tiene lugar después de la muerte de una persona donde antes de que su cuerpo sea colocado en el ataúd es necesario que una persona se ocupe de lavarlo y vestirlo cuidadosamente frente a la presencia de sus deudos.
Con gran reluctancia porque necesita trabajar y además el sueldo ofrecido resulta tentador, el ex músico acepta el nuevo empleo aunque sin manifestar a su señora sobre la naturaleza de lo que deberá hacer.
A medida que los días transcurren Daigo va experimentando un gradual y sostenido cambio en su manera de pensar. Así se llega a dar cuenta que lo que está realizando le permite descubrir facetas humanas de sí mismo que hasta entonces había desconocido, al tratar con delicadeza y ternura el cuerpo del desaparecido e indirectamente estar transmitiendo solidaridad y respeto a sus familiares directos.
El gran mérito de este emotivo film se debe en parte a que Takita relata la historia en forma apacible y sin morbosidad alguna para evitar que el estado anímico del espectador pudiese decaer. Por su parte, en su primera contribución para el cine, el guionista Kundo Koyama es convincente en ilustrar varios aspectos que aluden a la herencia cultural nipona como los actos rituales aquí contemplados y que seguramente no serán muy conocidos para el público de otras regiones del mundo. Finalmente, las interpretaciones de Motoki y Yamazaki contribuyen a vitalizar el contenido del relato.
Como nota adicional, cabe señalar que el film obtuvo este año el Oscar de Hollywood como la mejor película extranjera.
PPP½
THE TIME TRAVELER’S WIFE. Estados Unidos, 2008. Un film de Robert Schwentke
La simpatía y buena actuación de Rachel McAdams y Eric Bana no alcanzan a compensar la debilidad de una historia que utilizando el desplazamiento del tiempo trata de explorar la relación romántica entre sus dos personajes centrales.
La acción que transcurre en Chicago muestra a Clare que cuando era pequeña, llegó a conocer a Henry (Eric Bana), un hombre que llegó a ser su gran amigo y confidente. Después de no haberlo visto por varios años, la adulta Clara (McAdams) llega a encontrarlo en la biblioteca donde él trabaja pero sucede que Henry no se acuerda haberla conocido. Con todo, él acepta la propuesta de salir a cenar juntos; después de así hacerlo, Henry la invita a su casa y tras una noche de amor, ambos descubren que están profundamente enamorados. De allí al inmediato casamiento no hay más que un breve paso. Lo que cabe aclarar es que Henry sufre de una anomalía genética que lo convierte en un viajero del tiempo y en donde nunca sabe en donde estará ubicado o irá a vivir, hecho que Clara descubre cuando en la noche nupcial él desaparece repentinamente para encontrarse completamente desnudo en algún otro lugar de la ciudad, para reaparecer en su hogar algunos días después.
Es muy difícil suponer que Clara o alguna persona con un poco de sensatez pueda vivir con un cónyuge que desaparece continuamente y que retorne posteriormente a la casa sin recordar donde haya estado. Poniendo un poco de voluntad para tornar creíble lo que no es, lo cierto es que esa situación que se produce constantemente y esa situación particular no puede constituir la médula de un film que tratando de ser romántico carece de romanticismo.
El guión que fue escrito por Bruce Joel Rubin, el guionista de “Ghost” (1990), trató de concebir otro drama romántico sobrenatural donde el amor sea capaz de superar cualquier escollo. Pero aquí esta premisa no funciona; lo que se aprecia es un continuado ir y venir en el tiempo donde el presente, el futuro, y el pasado se mezclan de manera tan poco afortunada que de ninguna manera permite que alguien pueda percibir la magia romántica que persigue el relato.
Aquí no se trata de resistir el criterio lógico aceptando lo sobrenatural, sino de encontrar consistencia dentro del marco de la fantasía que propone la historia. Por ejemplo, si Clara era una niña cuando conoció al adulto Henry, no es posible llegar a comprender que con el paso del tiempo ambos aparenten la misma edad. A todo ello, la falta de claridad sobre la “enfermedad” de Eric, sus saltos en el tiempo, sus continuadas desapariciones, más la carencia de información adicional sobre el pasado o presente de estos dos personajes y del medio que los rodea, no hacen más que confundir al espectador con una historia que no sabe adonde quiere apuntar. Sin emoción alguna, ni la posibilidad de empatizar con sus personajes, ver este film representa una lamentable pérdida de tiempo.
THE TIME TRAVELER’S WIFE. Estados Unidos, 2008. Un film de Robert Schwentke
La simpatía y buena actuación de Rachel McAdams y Eric Bana no alcanzan a compensar la debilidad de una historia que utilizando el desplazamiento del tiempo trata de explorar la relación romántica entre sus dos personajes centrales.
La acción que transcurre en Chicago muestra a Clare que cuando era pequeña, llegó a conocer a Henry (Eric Bana), un hombre que llegó a ser su gran amigo y confidente. Después de no haberlo visto por varios años, la adulta Clara (McAdams) llega a encontrarlo en la biblioteca donde él trabaja pero sucede que Henry no se acuerda haberla conocido. Con todo, él acepta la propuesta de salir a cenar juntos; después de así hacerlo, Henry la invita a su casa y tras una noche de amor, ambos descubren que están profundamente enamorados. De allí al inmediato casamiento no hay más que un breve paso. Lo que cabe aclarar es que Henry sufre de una anomalía genética que lo convierte en un viajero del tiempo y en donde nunca sabe en donde estará ubicado o irá a vivir, hecho que Clara descubre cuando en la noche nupcial él desaparece repentinamente para encontrarse completamente desnudo en algún otro lugar de la ciudad, para reaparecer en su hogar algunos días después.
Es muy difícil suponer que Clara o alguna persona con un poco de sensatez pueda vivir con un cónyuge que desaparece continuamente y que retorne posteriormente a la casa sin recordar donde haya estado. Poniendo un poco de voluntad para tornar creíble lo que no es, lo cierto es que esa situación que se produce constantemente y esa situación particular no puede constituir la médula de un film que tratando de ser romántico carece de romanticismo.
El guión que fue escrito por Bruce Joel Rubin, el guionista de “Ghost” (1990), trató de concebir otro drama romántico sobrenatural donde el amor sea capaz de superar cualquier escollo. Pero aquí esta premisa no funciona; lo que se aprecia es un continuado ir y venir en el tiempo donde el presente, el futuro, y el pasado se mezclan de manera tan poco afortunada que de ninguna manera permite que alguien pueda percibir la magia romántica que persigue el relato.
Aquí no se trata de resistir el criterio lógico aceptando lo sobrenatural, sino de encontrar consistencia dentro del marco de la fantasía que propone la historia. Por ejemplo, si Clara era una niña cuando conoció al adulto Henry, no es posible llegar a comprender que con el paso del tiempo ambos aparenten la misma edad. A todo ello, la falta de claridad sobre la “enfermedad” de Eric, sus saltos en el tiempo, sus continuadas desapariciones, más la carencia de información adicional sobre el pasado o presente de estos dos personajes y del medio que los rodea, no hacen más que confundir al espectador con una historia que no sabe adonde quiere apuntar. Sin emoción alguna, ni la posibilidad de empatizar con sus personajes, ver este film representa una lamentable pérdida de tiempo.
P
PAPER HEART. Estados Unidos, 2009. Un film de Nicholas Jasenovec
Precedido con el premio al mejor guión en el Festival de Sundance 2009, este film es realmente original al intercalar contenido documental con elementos de ficción. Aunque en gran parte de su relato resulta fácil distinguir cuáles son sus elementos reales, en algunos casos la situación se torna dudosa para determinar lo que es cierto o, por el contrario, producto de la imaginación introducida en el guión escrito por Nicholas Jasenovec y Charline Yi.
Yi es una joven comediante de Estados Unidos que está interesada en saber si el verdadero amor realmente existe; con tal propósito, convence al director Jasenovec para realizar un documental sobre la materia.
Cuando el proyecto estaba a punto de concretarse, se resolvió que, sin dejar de lado el objetivo de lo que se iba a filmar, se introdujese una historia de ficción medianamente estructurada. Como consecuencia de esa decisión Jasenovec decidió que un actor lo representara en pantalla (Jake Johnson), aunque Yi, actuando como ella misma, tuviera a su cargo la investigación propuesta mediante la realización de reportajes.
El resultado de esta experiencia arroja frutos positivos. Si bien en los primeros minutos del film uno cree ver algo que resulta demasiado familiar, a medida que el film avanza su interés va aumentando; el viaje realizado por el equipo de filmación a través del país permite que Yi pueda entrevistar a personas de diferente cultura, edad, estado civil y actividad profesional, donde algunas de las respuestas obtenidas logran emotivo eco.
La ficción se introduce a mitad de camino, cuando Charlyne llega a conocer a Michael Cera. El joven actor interpretándose a sí mismo, manifiesta gradual pero sostenido interés en la chica, aunque sin ser inmediatamente correspondida por ella; sin embargo, finalmente descubre que Cera llega a despertarle sentimientos que hasta ese momento de su vida no había experimentado. Mientras prosigue con sus entrevistas, ahora acompañada por el muchacho, el film trata de convencer al público de que el vínculo sentimental de la pareja es real, mostrando cómo los jóvenes evitan cualquier apasionamiento o entusiasmo romántico debido al pudor que manifiestan al ser captados por la cámara.
Las circunstancias descriptas permiten brindar una historia adicional al objetivo propuesto por el film, con un contenido romántico que redefine las clásicas historias de amor.
Cuando en un momento dado Cera se llega a cansar de que la cámara los siga en forma permanente, resuelve apartarse por completo del equipo de filmación y de Charlyne. Es ahí donde el espectador se pregunta si lo que ve es ficción o realidad y la duda subsiste hasta llegar a un desenlace adecuadamente concebido.
Con un diálogo improvisado y por lo tanto auténtico, el film tiene un especial encanto. Así, en el terreno de las entrevistas uno celebra que las personas entrevistadas –a diferencia de otros filmes- hayan sido tratadas con el debido respeto y que en algunos casos hayan aportado momentos de significativa ternura. En lo que concierne a la nota romántica, más allá de que sea ficción o realidad, la relación entre Yi y Cera siempre resulta cálida. En resumen, con su extremada sencillez PAPER HEART despierta una agradable sensación y es capaz de lograr que cualquier tipo de audiencia disfrute de su visión.
PAPER HEART. Estados Unidos, 2009. Un film de Nicholas Jasenovec
Precedido con el premio al mejor guión en el Festival de Sundance 2009, este film es realmente original al intercalar contenido documental con elementos de ficción. Aunque en gran parte de su relato resulta fácil distinguir cuáles son sus elementos reales, en algunos casos la situación se torna dudosa para determinar lo que es cierto o, por el contrario, producto de la imaginación introducida en el guión escrito por Nicholas Jasenovec y Charline Yi.
Yi es una joven comediante de Estados Unidos que está interesada en saber si el verdadero amor realmente existe; con tal propósito, convence al director Jasenovec para realizar un documental sobre la materia.
Cuando el proyecto estaba a punto de concretarse, se resolvió que, sin dejar de lado el objetivo de lo que se iba a filmar, se introdujese una historia de ficción medianamente estructurada. Como consecuencia de esa decisión Jasenovec decidió que un actor lo representara en pantalla (Jake Johnson), aunque Yi, actuando como ella misma, tuviera a su cargo la investigación propuesta mediante la realización de reportajes.
El resultado de esta experiencia arroja frutos positivos. Si bien en los primeros minutos del film uno cree ver algo que resulta demasiado familiar, a medida que el film avanza su interés va aumentando; el viaje realizado por el equipo de filmación a través del país permite que Yi pueda entrevistar a personas de diferente cultura, edad, estado civil y actividad profesional, donde algunas de las respuestas obtenidas logran emotivo eco.
La ficción se introduce a mitad de camino, cuando Charlyne llega a conocer a Michael Cera. El joven actor interpretándose a sí mismo, manifiesta gradual pero sostenido interés en la chica, aunque sin ser inmediatamente correspondida por ella; sin embargo, finalmente descubre que Cera llega a despertarle sentimientos que hasta ese momento de su vida no había experimentado. Mientras prosigue con sus entrevistas, ahora acompañada por el muchacho, el film trata de convencer al público de que el vínculo sentimental de la pareja es real, mostrando cómo los jóvenes evitan cualquier apasionamiento o entusiasmo romántico debido al pudor que manifiestan al ser captados por la cámara.
Las circunstancias descriptas permiten brindar una historia adicional al objetivo propuesto por el film, con un contenido romántico que redefine las clásicas historias de amor.
Cuando en un momento dado Cera se llega a cansar de que la cámara los siga en forma permanente, resuelve apartarse por completo del equipo de filmación y de Charlyne. Es ahí donde el espectador se pregunta si lo que ve es ficción o realidad y la duda subsiste hasta llegar a un desenlace adecuadamente concebido.
Con un diálogo improvisado y por lo tanto auténtico, el film tiene un especial encanto. Así, en el terreno de las entrevistas uno celebra que las personas entrevistadas –a diferencia de otros filmes- hayan sido tratadas con el debido respeto y que en algunos casos hayan aportado momentos de significativa ternura. En lo que concierne a la nota romántica, más allá de que sea ficción o realidad, la relación entre Yi y Cera siempre resulta cálida. En resumen, con su extremada sencillez PAPER HEART despierta una agradable sensación y es capaz de lograr que cualquier tipo de audiencia disfrute de su visión.
PPP
THIRST. Corea del Sur, 2009. Un film de Park Chan-wook
El director Park Chan-wook que en 2003 obtuvo el Gran Premio del Jurado de Cannes con “Old Boy”, este año -y en el mismo evento- logra con THIRST el Premio del Jurado Personalmente, aparte de reconocer sus méritos visuales, poco puedo extraer de este film truculento, salpicado con algunos rasgos de humor negro pero que no tiene claro adonde quiere llegar. Más aún, no alcanzo a diferenciar esta película con la mayoría de los filmes rutinarios destinados a explotar el horror.
Se trata de un relato de vampiros aunque de ninguna manera se acerca a algunos de los trabajos más convincentes sobre el género, como por ejemplo “The Addiction” (1995) de Abel Ferrara. Aquí Park, apelando a un estilo poco moderado y extravagante, no escatima en ofrecer imágenes inundadas de sangre y horror en una historia que comienza auspiciosamente pero que al poco tiempo tropieza.
El argumento gira en torno de un sacerdote (Song Kang-Ho) bien intencionado que voluntariamente se ha prestado en participar en un proyecto médico en el continente africano y que tiene como objetivo erradicar un virus mortal. Pero sucede que el virus hace presa del religioso y en estado moribundo llega a ser revivido con una transfusión sanguínea. Como la sangre que recibe está contaminada, la consecuencia inmediata es que adquiere la personalidad de un vampiro. Su transformación implica que su fe religiosa comienza a ceder, especialmente cuando surgen en él deseos carnales; a fin de asistirlo se encuentra la joven mujer (Kim Ok-Vin) de un amigo de su infancia (Shin Ha Gyun).
De lo que al principio resulta un relato macabro, Park decide brindar a su relato un tono de realismo psicológico, lejanamente basado en la celebrada novela de Emilio Zola “"Thérèse Raquin" (1887); sin embargo, su intento no llega a cristalizarse y el resultado es un film fallido.
Lanzando una mirada de complacencia, el relato podría ser visto como la historia de una obsesión sensual donde anidan los sentimientos más primitivos del individuo a través de la lujuria, la traición y el crimen. Pero en última instancia, el film además de ser repetitivo, incorpora situaciones que se apartan de lo que desearía enfocar, y resulta agravado por una narración que termina siendo inconsecuente y excesivamente larga.
En conclusión, los virtualismos formales de THIRST no logran disimular la ausencia de sustancia en esta historia donde el horror, y la violencia sanguínea llegan a ser sus características distintivas. Realmente, no vale la pena perderse en las entrañas de este film.
THIRST. Corea del Sur, 2009. Un film de Park Chan-wook
El director Park Chan-wook que en 2003 obtuvo el Gran Premio del Jurado de Cannes con “Old Boy”, este año -y en el mismo evento- logra con THIRST el Premio del Jurado Personalmente, aparte de reconocer sus méritos visuales, poco puedo extraer de este film truculento, salpicado con algunos rasgos de humor negro pero que no tiene claro adonde quiere llegar. Más aún, no alcanzo a diferenciar esta película con la mayoría de los filmes rutinarios destinados a explotar el horror.
Se trata de un relato de vampiros aunque de ninguna manera se acerca a algunos de los trabajos más convincentes sobre el género, como por ejemplo “The Addiction” (1995) de Abel Ferrara. Aquí Park, apelando a un estilo poco moderado y extravagante, no escatima en ofrecer imágenes inundadas de sangre y horror en una historia que comienza auspiciosamente pero que al poco tiempo tropieza.
El argumento gira en torno de un sacerdote (Song Kang-Ho) bien intencionado que voluntariamente se ha prestado en participar en un proyecto médico en el continente africano y que tiene como objetivo erradicar un virus mortal. Pero sucede que el virus hace presa del religioso y en estado moribundo llega a ser revivido con una transfusión sanguínea. Como la sangre que recibe está contaminada, la consecuencia inmediata es que adquiere la personalidad de un vampiro. Su transformación implica que su fe religiosa comienza a ceder, especialmente cuando surgen en él deseos carnales; a fin de asistirlo se encuentra la joven mujer (Kim Ok-Vin) de un amigo de su infancia (Shin Ha Gyun).
De lo que al principio resulta un relato macabro, Park decide brindar a su relato un tono de realismo psicológico, lejanamente basado en la celebrada novela de Emilio Zola “"Thérèse Raquin" (1887); sin embargo, su intento no llega a cristalizarse y el resultado es un film fallido.
Lanzando una mirada de complacencia, el relato podría ser visto como la historia de una obsesión sensual donde anidan los sentimientos más primitivos del individuo a través de la lujuria, la traición y el crimen. Pero en última instancia, el film además de ser repetitivo, incorpora situaciones que se apartan de lo que desearía enfocar, y resulta agravado por una narración que termina siendo inconsecuente y excesivamente larga.
En conclusión, los virtualismos formales de THIRST no logran disimular la ausencia de sustancia en esta historia donde el horror, y la violencia sanguínea llegan a ser sus características distintivas. Realmente, no vale la pena perderse en las entrañas de este film.
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