4.3.11

CINE EN LA PLAZA

Crónicas de Jorge Gutman

DES HOMMES ET DES DIEUX. Francia, 2010. Un film de Xavier Beauvois
Presentado por primera vez en el Festival de Cannes de 2010, este film obtuvo merecidamente el Gran Premio del Jurado. Sus valores espirituales constituyen un ejemplo sobre cómo abordar un tema religioso que trasciende a cualquier creencia y capaz de llegar a todo tipo de espectador más allá de la fe que pueda o no profesar.

El guión de Étienne Comar está basado en un episodio real acontecido en marzo de 1996. En ese entonces, un grupo armado secuestró y poco después ejecutó en Argelia a siete de los ocho monjes trapistas de origen francés que vivían desde 1993 en un monasterio cisterciense de Tibhirine. Con una depurada puesta en escena que se asemeja más a un documental que a un film de ficción, el realizador Xavier Beauvois prefirió no centralizar el film en el horroroso hecho –aunque obviamente no lo omite- sino por el contrario ilustrar la forma de vida y las nobles actividades desarrolladas por el grupo durante las últimas semanas que precedieron al rapto.

Uno de los méritos de esta producción es la excelente descripción de la vida monástica y contemplativa donde los silencios son valorados, sin llegar a fatigar al espectador no creyente. Así se aprecia el diario vivir de estos abnegados clérigos labrando la tierra, adoptando sus rituales en la plegaria que incluyen los cánticos gregorianos, las comidas realizadas en común, etc., todo ello mostrado en forma meticulosa.

Lo que resulta de sumo interés es la positiva interacción que los religiosos mantienen con los musulmanes locales donde además de adaptarse a un grado de cultura bastante diferente de las suyas, demuestran un alto espíritu de confraternidad y generosidad sobre todo en lo que concierne a la atención médica y suministro de medicamentos.

A medida que transcurre el metraje, es posible preguntarse cómo es factible llevar a cabo una vida espiritual que pueda ser compatible con el estado de guerra civil imperante en la época en que estos monjes habitaban la región, siendo ésa la realidad. El foco dramático del relato tiene lugar cuando fundamentalistas musulmanes comienzan a sembrar el terror masacrando a un equipo de trabajadores extranjeros e instando a que los clérigos abandonen el país; este ultimátum les genera una profunda crisis de conciencia moral al tener que optar entre regresar a Francia o quedarse en el lugar para seguir cumpliendo su misión espiritual. A medida que van pasando los días, el grupo decide permanecer a pesar de las temerarias amenazas.

El desenlace es bien conocido y sólo cabe añadir que según las notas de prensa nunca se ha llegado a determinar la identidad de los asesinos y las circunstancias en que la muerte de los trapistas se ha producido permanecen aún signadas en el misterio.

Esta ambiciosa y lograda película, además de su dirección, se distingue por su homogéneo nivel de interpretación en donde sus actores –en especial Lambert Wilson-, contribuyen a otorgar absoluta credibilidad a lo que se presencia. Queda como resultado un film de profundo contenido espiritual con un bello mensaje de paz al enfatizar que las diferencias religiosas no pueden ni deben interferir en la convivencia humana de cristianos y musulmanes.

ALAMAR. México, 2009. Un film escrito y dirigido por Pedro González-Rubio
Un pequeño film intimista y sensible es lo que ofrece Pedro González-Rubio en Alamar exponiendo los lazos que unen a un padre con su pequeño hijo teniendo como escenario un paraje del Golfo de México.
A pesar de que la historia relatada bordea entre el documental y la ficción, poco importa ese hecho porque de ningún modo afecta su contenido esencial. Natán (Natán Machado Palombini) es un niño de padres separados. Antes de regresar con su madre italiana (Roberta Palombini) para radicarse en Roma, pasa un último verano en México donde reside Jorge (Jorge Machado), su padre. Éste que es un apasionado de la vida marina quiere compartir y transmitir su experiencia a Natán y por esa razón ambos habrán de pasar varios días en un barco pesquero donde el pequeño tiene ocasión de conocer una aldea de pescadores, así como la reserva de la biósfera de Banco Chinchorro, frente a la península de Yucatán, que es la segunda cadena de arrecifes de coral más importante del mundo. En esa aventura marina padre e hijo son acompañados por Matraca (Néstor Marin Matraca) un viejo pescador al cual Jorge se refiere como su padre aunque biológicamente no lo sea.
Desde un punto de vista argumental no hay mucho más que agregar ni tampoco existen situaciones que creen tensión dramática; sin embargo el film se valoriza mostrando el modo en que el niño se va nutriendo de la cultura marina al entrar en contacto directo con la naturaleza, sumergiéndose en las celestiales aguas del mar para obtener langostas, estableciendo una relación amistosa con una garza blanca, cuidándose de los peligrosos cocodrilos y la absorción de algunas lecciones importantes como la armoniosa relación establecida entre los pescadores y el medio que los rodea. Dentro del marco descripto lo que más trasciende es la manera natural y auténtica en que el director refleja -sin recurrir a sentimentalismos forzados- la comunicación afectiva de Natán con su padre al ir forjándose un sólido lazo de compañerismo y amistad.
González Rubio asumió también la responsabilidad de la fotografía; en tal sentido, y haciendo uso de su experiencia como documentalista, aprovecha la belleza del entorno natural para reflejarla decorosamente sin que se convierta en postal turística. Sus imágenes complementan la escasez de diálogos, generan calidez, logrando de este modo un film tan simple como transparente con un final humanamente conmovedor.

UNKNOWN. Gran Bretaña-Francia-Alemania-Canadá-Japón-Estados Unidos, 2011. Un film de Jaume Collet-Serra
Una coproducción de seis países dirigida por un director español conduce a un film de suspenso malogrado. El descabellado relato peca por su incoherencia al no existir consistencia alguna entre lo que se plantea al principio y lo que sobreviene después.

Los primeros quince minutos son los más interesantes de la trama propuesta. Liam Neeson personifica al Dr. Martin Harris, un científico americano que viaja a Berlín para participar en una conferencia de biotecnología acompañado de su joven señora Elizabeth (January Jones). Al salir del aeropuerto, por simple distracción, deja olvidado un maletín que llevaba y que incluía importante material para la reunión, además de su pasaporte. Cuando la pareja llega al hotel donde habrá de alojarse, Elizabeth se dirige a la recepción para registrarse, en tanto que Martin repara que le falta el portafolios en cuestión. Para recuperarlo, toma el primer taxi que encuentra para regresar al aeropuerto, sin haber logrado comentarle a su esposa sobre el grave incidente; durante el trayecto el coche sufre una impactante colisión produciendo la inconsciencia de Harris. Cuando cuatro días después despierta del estado de coma en que se encontraba, decide retornar al hotel donde debía hospedarse para unirse a su señora y allí comprueba que ni Elizabeth como tampoco ninguno de sus colegas lo reconocen; para colmo de males, otra persona le ha robado su identidad.

Para el espectador está claro que Harris no sufre la consecuencia de una amnesia parcial como consecuencia del accidente porque en las primeras escenas se aprecia quién es él y que la mujer que lo acompaña es su esposa; con todo, la intriga queda sembrada al no saber lo que está sucediendo. Lamentablemente, los guionistas Oliver Butcher y Stephen Cornwell echan a perder la interesante premisa al introducir una maniobra de conspiración contra Harris, ridiculizando por completo la seriedad del relato. Al hacerlo, el guión olvida que el público tiene presente dos hechos vitales; el primero de ellos es que Harrís dejó su maleta por mero olvido de su parte y por lo tanto se descarta la participación de terceras personas; el segundo elemento a tener en cuenta es que de no haberse producido el accidente automovilístico, Harrís no habría estado en coma y hubiera regresado inmediatamente al hotel sin que hubiera habido lugar para ningún tipo de conspiración.

Lo que sigue es una sarta de disparates que se van acumulando donde no faltan despiadados asesinos, organizaciones siniestras, códigos secretos, lavado de cerebros y toda la parafernalia necesaria para crear un mediocre thriller que pareciera desmerecer la inteligencia del público.
La actuación del elenco que incluye buenos actores como Neeson, Diane Kruger, Aidan Quinn, Frank Langella, entre otros, queda empalidecida por la falta de caracterización de sus personajes, con la sola excepción de Bruno Ganz animando a un ex agente de la Stasi (la agencia secreta oficial de la Europa Oriental comunista).

En resumen, un supuesto thriller que queriendo emular a Hitchcock resulta víctima de una historia absurdamente inconsistente.
BIUTIFUL. México-España, 2010. Un film de Alejandro González Iñárritu
No siempre sucede que un actor pueda salvar la suerte de un film, sin embargo, y a pesar de que Biutiful no esté logrado, la extraordinaria actuación de Javier Bardem justifica su visión.
Esta es la primera película donde el realizador Alejandro González Iñárritu trabaja sin la colaboración de Guillermo Arriaga, el guionista de sus anteriores trabajos; aquí, el realizador es responsable del libreto escrito con Armando Bo y Nicolás Giacobone y la diferencia radica en que en lugar de narrar varios relatos fracturados que se interrelacionan en su desenlace como en sus filmes anteriores, Iñárritu se concentra aquí en una sola historia que es contada en forma lineal.
Aunque los filmes de Iñárritu nunca han sido muy optimistas en su descripción de la condición humana, Biutiful es de una negrura total que no deja resquicio alguno para una mínima nota de humor que permita aliviar la tensión y el sufrimiento por el que atraviesa su protagonista y el mundo que lo circunda.
La acción transcurre en Barcelona, pero ésta no es la ciudad alegre y llena de encanto que Woody Allen retrató como postal turística en “Vicky Cristina Barcelona”; por el contrario, en este relato lo que abundan son los sitios deprimentes y los bajos fondos de una gran metrópoli en donde las miserias humanas parecen querer asociarse. La historia gira en torno de Uxbal (Bardem), un devoto padre de familia de alrededor 40 años de edad que tiene a su cargo el cuidado exclusivo de sus dos niños, Ana (Hanna Bouchaib) y Mateo (Guillermo Estrella); su ex mujer Marambra (notable actuación de Maricel Alvarez) es una madre bipolar –por lo tanto altamente volátil- alcohólica y de reacciones inesperadas por lo que nada positivo se puede de ella aguardar.
Si por un lado es destacable la nobleza de Uxbal como padre, en su diario vivir no realiza un trabajo honesto dado que su ingreso proviene des su desempeño como intermediario de una empresa que se dedica a explotar a indefensos inmigrantes asiáticos y africanos ilegales que trabajan en condiciones inhumanas.
El drama central acontece cuando Uxbal, casi al comienzo del film, es diagnosticado con un cáncer terminal de próstata y en los pocos meses de vida que le queda está desesperado por tratar de proveer a sus hijos el cuidado necesario dado que en principio no hay nadie que realmente pueda ocuparse de ellos.
El serio problema de este proyecto radica en que Iñárritu llega a desbordarse en toda la tragedia que emana del relato. El guión no hesita en ir acumulando fatalidades que exceden lo que normalmente resulta tolerable cuando se presencia un film; para peor, la manera de ilustrar las desgracias de la vida de Uxbal y de los restantes personajes que aparecen en las historias secundarias que emergen de esta historia no es muy sutil al enfatizar situaciones que podrían ser evitadas. Por ejemplo, ¿hasta qué punto es necesario exhibir varias veces el hecho de que Uxbal orina con sangre para demostrar la evolución de su enfermedad?; ¿es necesario ilustrar la muerte por asfixia de más de una veintena de obreros para que el espectador se convenza de cuán poco vale la vida de esos pobres desgraciados no documentados? Al haber cargado las tintas de tal manera, el director involuntariamente somete al público a una especie de sadismo que lo deja poco confortable, sobre todo si lo expuesto se alarga a dos horas y media de metraje y al final del mismo no existe ningún atisbo de esperanza o redención.
Para destacar los aspectos favorables de Biutiful cabe mencionar en primer lugar a Bardem. El es el alma del film y la razón de su existencia; su casi permanente presencia llega a valorizarlo de tal modo que al final de la proyección su imagen queda retenida por largo tiempo; resulta difícil manifestar en palabras la inmensa capacidad expresiva de este excepcional actor experimentando la angustia familiar que lleva en su interior mientras va transitando el tramo final de su existencia, así como la forma precisa e intensidad emocional que transmite al tener que vivir en la selva callejera de una Barcelona donde se anida la miseria y corrupción además de la marginación social de inmigrantes maltratados. Con total justicia, Bardem obtuvo el premio al mejor actor en el Festival de Cannes del año pasado y ahora es uno de los nominados para el Oscar de este año.
Entre los factores técnicos el gran director de fotografía Rodrigo Prieto –colaborador de todos los filmes de Iñárritu- merece incondicional elogio; con su cámara en mano supo reflejar poéticamente la “hermosura” –si así se la puede denominar- de la tristeza que emana la ciudad catalana. Finalmente, también resulta apropiada la música del doblemente “oscarizado” Gustavo Santaolalla –otro integrante permanente del equipo del realizador- cuya banda sonora resulta funcional al relato expuesto.

CEDAR RAPIDS. Estados Unidos, 2011. Un film de Miguel Arteta
Miguel Arteta retorna en ésta su tercera película con una comedia que se nutre de algunas situaciones graciosas y de aspectos más serios en su última parte; aunque esa mixtura no está del todo lograda, hay cierto candor y dulzura en su principal personaje que permite disculpar los estereotipos de un relato no muy sólido.

Ed Helms (conocido a través de la televisión por The Office) personifica a Tim Lippe, un inocente empleado de 35 años de edad trabajando en la sucursal de una compañía aseguradora de Brown Valley (Wisconsin); este individuo que parece haber prolongado su adolescencia más allá de la cuenta, es un ser de noble personalidad aunque ingenuo y demasiado provinciano dado que no salió jamás de la ciudad donde habita. Su única relación personal es la que mantiene sexualmente con quien fuera su maestra de séptimo grado (Sigourney Weaver) y que estando muy enamorado de ella, está a punto de proponerle matrimonio. La rutina de su vida se interrumpe cuando a consecuencia de la muerte un tanto escandalosa del principal representante de ventas de la empresa (Thomas Lennon), su jefe (Stephen Root) le solicita que acuda en su reemplazo a la convención regional de vendedores de seguros. Aunque con reluctancia, Tim no tiene otra opción que viajar a Cedar Rapids (Iowa), donde tendrá lugar el evento, así como deberá causar muy buena impresión para tratar de ganar el premio al mejor vendedor, que ya había obtenido el ex colega fallecido, y de este modo prestigiar tanto a su compañía como a su jefe.

Después de abordar un avión por primera vez en su vida para llegar a destino, el eje del relato se circunscribe a reseñar las aventuras vividas por Tim durante el fin de semana en el centro de convenciones. Entre las mismas figuran, el encuentro con dos colegas con quienes comparte la suite asignada (Isiah Whitlock, John C. Reilly) y se siente un poco intimidado, su relación amigable con otra delegada asistente (Anne Heche) con quien termina intimando, su inocencia en no distinguir los propósitos de una joven prostituta (Alia Shawkat) que ofrece sus servicios especiales a los huéspedes del hotel, una juerga nocturna en donde no falta la bebida ni la droga y en donde termina mal parado, y su encuentro personal con el ultra conservador presidente de la compañía (Kurtwood Smith) que le depara una inesperada sorpresa al saber que el premio que se otorga no corresponde precisamente al valor al mérito de quien observa los mejores valores cristianos manteniendo una conducta ética y honesta, sino que puede ser obtenido a través de una sencilla transacción comercial.

Si bien uno puede sentirse atraído por la integridad y pureza de Tim al encontrarse inmerso en un mundo que le es completamente desconocido, las situaciones expuestas responden a reiterados clisés que no producen gran impacto reidero. Aunque no haya sido su intención, el film cobra más relevancia como crítica social cuando en sus últimos rieles desnuda la corrupción y venalidad de ciertas individuos sacrosantos del medio oeste americano; la única lástima es que la inocencia perdida de Tim con la lección de vida que la realidad le ha brindado no se inserta adecuadamente con el espíritu de desenfrenada esquizofrenia y a veces grosero humor que prevalece en la mayor parte del relato.

GNOMEO AND JULIET. Estados Unidos-Gran Bretaña, 2011. Un film de Kelly Asbury
Ya no es noticia que los filmes animados han ganado importante terreno en el gusto del público, no solo por el avance tecnológico que ahora ofrece como atractivo el empleo de la tercera dimensión sino también por la originalidad de los contenidos donde la trilogía de “Toy Story” constituye un buen ejemplo en la materia.

Para seguir innovando ahora se ha agregado el uso de grandes temas de la literatura universal como fuente de inspiración. Éste es el caso de Gnomeo and Juliet, una versión infantil modificada del drama romántico que Shakespeare concibiera para Romeo y Julieta. Lo cierto es que la historia elaborada por John R. Smith y Rob Sprackling ha sido exitosamente llevada a la pantalla gracias a una fluida y dinámica realización de Kelly Asbury donde se tiene la oportunidad de contemplar un buen dibujo animado, pleno de gracia y humor.
La acción se desarrolla en Inglaterra donde la Señora Montague (Julie Walters) y el Señor Capulet (Richard Wilson) se encuentran en estado de guerra compitiendo con la ornamentación de los jardines de sus casas adyacentes. Los mismos están poblados por simpáticos pigmeos de cerámica y otros adornos de plástico, pintados de diferentes colores –azul (los de Montague) y rojo (los de Capulet)-; al igual que sus dueños los enanitos de los diferentes clanes son enemigos entre sí y cobran vida cuando los humanos no los están mirando.
La absurda pero original premisa es que los enamorados de esta historia no son personajes humanos sino pigmeos. Cuando debido al azar, Gnomeo (James McAvoy) –el enano azul, hijo de Lady Blueberry (Maggie Smith)- divisa a Juliet (Emily Blunt) –la rojiza pigmea, hija de Lord Redbrick (Michael Caine) viviendo en el jardín opuesto-, surge entre ellos un amor a primera vista. Debido a la fuerte enemistad de sus respectivas familias es necesario buscar soluciones para que este romance prohibido pueda sobrevivir a todos los obstáculos interpuestos.
No es indiscreción anticipar que como todo cuento infantil su desenlace tiene final feliz, a diferencia del de los amantes shakesperianos. Lo más importante de esta divertida aventura es que logra plenamente su objetivo de entretener sanamente. Cuenta a su favor con agradables personajes -entre ellos el sapo de Juliet (Ashley Jensen), un flamenco de plástico con acento español (Jim Cummings), la originalísima intervención de la estatua de Shakespeare (Patrick Stewart)- que brindan frescura y colorido al relato además de estar realzados por las excelentes voces prestadas por prestigiosos actores británicos y algunos de los Estados Unidos (Hulk Hogan, Dolly Parton). No menos importante son los magníficos diseños de producción de Karen de Jong y además cuenta con una atractiva música de James Newton Howard y Chris Bacon con pegadizas canciones de Elton John y letra de Bernie Taupin.
Aunque la tercera dimensión puede realzar a esta divertida aventura, de ninguna manera pierde eficacia su visión en 2D dado que aquí lo que vale es haber contemplado un film jocoso, no exento de algunos momentos emotivos y destinado a toda la familia.

FROM PRADA TO NADA. Estados Unidos, 2011. Un film de Ángel García

Lejanamente basada en Sense and Sensibility de la escritora británica Jane Austen, este film de Ángel García parece más bien una caricatura que un proyecto serio sobre la popular novela. La versión que aquí se presenta, trasladada a la época actual en lugar del siglo 19, también cambia de escenario al ubicar la acción en la ciudad de Los Angeles.

Resula difícil creer que se haya necesitado la presencia de tres guionistas, Fina Torres, Luis Alfaro y Craig Fernández, para elaborar un libreto tan flojo dado su completa ausencia de imaginación.
El comienzo presenta a Nora (Camilla Belle) y Mary (Alexa Vega), dos hermanas latinas muy consentidas por su padre que viven en una confortable mansión de Beverly Hills. A los pocos minutos y sin que nada lo hiciese prever, el progenitor muere de un ataque cardíaco y como consecuencia de su desaparición, el mundo de lujo y riqueza de estas jóvenes se desintegra en un abrir y cerrar de ojos. Con grandes deudas que su padre dejó sin saldar, deben dejar la casa en manos de un hermanastro ilegítimo (Pablo Cruz) que la ha adquirido. De allí en más se mudan a la casa de una tía (Adriana Barraza) que vive junto con otros parientes en el este de Los Ángeles, una zona popular habitada por mexicanos de menores recursos económicos.
El resto de la historia muestra la difícil adaptación de las dos muchachas a la nueva condición imperante, especialmente en lo que concierne a tener que vivir con mayor humildad, tratar de vencer la resistencia a aceptar su herencia mexicana y la cultura latina en un medio donde ellas no dominan la lengua española y adoptar algún tipo de responsabilidad que hasta entonces no habían tenido. Lo que se describe es expuesto en la forma más pedestre posible como si se estuviese viendo por televisión un mediocre culebrón latinoamericano. Así y por arte de magia, al final de la historia, estas niñas habrán descubierto el verdadero amor de sus vidas, el real sentido de familia y el alto valor de vivir en la comunidad latina. Todo eso ilustrado de la manera menos convincente posible.
Aunque García imprimió ritmo al relato, el mismo carece por completo de desarrollo dramático y lo que acontece no es más que una seguidilla de situaciones plagadas de toda suerte de estereotipos en donde nada suena a genuino o auténtico. A su favor, puede señalarse que los actores sin grandes esfuerzos de su parte esbozan simpatía y por esa razón el film, aunque decididamente pobre, no llega a aburrir; pero en todo caso, antes que pagar una entrada al cine es mejor optar por alquilar el DVD Sense and Sensibility (1995) de Ang Lee para volver a disfrutar de la historia de Austen con un elenco de primeras figuras británicas, entre ellos Kate Winslet y Emma Thompson.

INCENDIES. Canadá, 2010. Un film de Denis Villeneuve
Denis Villeneuve, el director distinguido con los premios Genie (Canadá) y Jutra (Quebec) por su penúltima película Polytechnique, retorna ahora con Incendies, basada en la obra de Wajdi Mouawad, que fue calurosamente acogida en el Festival de Venecia así como en el de Toronto y además nominada como una de las cinco candidatas para el Oscar al mejor film extranjero. Este hondo drama gira en torno del testamento dejado por Nawal Marwan (Lubna Azabal) –de origen árabe- a sus dos hijos gemelos Jeanne (Mélissa Desormeaux-Poulin) y Simon (Maxim Gaudette) que viven en Montreal. A través del mismo que es leído por el notario (Rémy Girard) encargado de ejecutarlo, la madre les pide que viajen a una región del Medio Oriente para localizar a su padre al que creían muerto y a un hermano mayor cuya existencia ignoraban; una vez ubicados, deberán entregarles a cada uno de ellos un sobre cerrado dejado por la difunta.

El emocionalmente denso relato adquiere el carácter de tragedia griega y su acción se desarrolla entre el tiempo presente (en Canadá) y el pasado (en el Medio Oriente); a través de su desarrollo se va conociendo la penosa odisea de Nawal antes de haber llegado a Canadá, cómo concibió, dio a luz y fue separada de su primer hijo en el momento de nacer y al que trató siempre de ubicar. Villeneuve describe las heridas abiertas de una guerra civil que aunque no se mencione el lugar donde transcurrió todo hace suponer que es El Líbano; allí, personas inocentes llegaron a ser violadas y degradadas por individuos inhumanos actuando como meros animales salvajes.

A pesar de que su narrativa en ciertos momentos se torna confusa al ir alternando los diferentes tiempos en que los acontecimientos transcurren y que algunos de los mismos opongan resistencia a su credibilidad, esta película se destaca por su gran humanidad al transmitir un mensaje de tolerancia y comprensión; cuenta además con una buena dirección de Villeneuve, una acertada interpretación de todo su elenco y una magnífica fotografía de André Turpin.

Aunque el tema central del documental esté centrado en el esfuerzo médico para salvar una vida, el film no deja de lado las ramificaciones políticas que afligen a la región. Por un lado, los padres de Muhammed no son bien vistos por sus compatriotas de Gaza al haber tenido que recurrir a Israel para la intervención quirúrgica de su hijo; por el otro, hay un momento de evidente tensión cuando Raida, la madre del bebé, manifiesta al director que quisiera que su hijo cuando grande fuese un “shahid” (bombardero suicida); tal comentario, realizado en circunstancias en que el personal médico salva la vida del niño, produce estupefacción en el espectador y origina un dilema moral al pensar que el niño rescatado de una muerte prematura podría ser en el futuro un mártir suicida asesinando al pueblo israelí.
Con todo, después de la experiencia que vivió Raida durante su estancia en el hospital y como un implícito agradecimiento a la atención dispensada por el excelente pediatra Raz Somech que logró que su hijo viviese, esta mujer expresa que quiere llegar a creer que algún día las partes en conflicto se pondrán de acuerdo para solucionar el problema político.
No es posible vaticinar en qué forma este film puede o no influir en las gestiones de pacificación de la región. Pero lo cierto es que Eldar ha logrado un noble y provocativo documental conteniendo un mensaje de gran humanidad al demostrar que la vida de cualquier ser es altamente preciosa, más allá de las diferencias políticas, culturales y religiosas que asisten a las partes concurrentes en el dramático statu quo actual.

SOMEWHERE. Estados Unidos, 2010. Un film de Sofía Coppola
Desde muy pequeña Sofía Coppola aprendió a conocer el ambiente hollywoodense porque pertenece a una familia de artistas, -comenzando por su propio padre el director Francis Ford Coppola-. Teniendo en cuenta que es allí donde se crió y transcurrió gran parte de su vida, decidió en éste su cuarto film como realizadora efectuar una descripción de ese particular universo, valiéndose de un personaje de ficción representado por un actor muy famoso de cine.
Cabe aclarar que la directora no ataca ni satiriza a Hollywood. Lo que hace es ubicarse a una prudente distancia de su personaje para exponer una forma de vida sin que el relate destile sentimiento alguno ni contenido dramático.
El personaje aludido es Johnny Marco (Stephen Dorff), una estrella de Hollywood que reside en el Chateau Marmont, un muy conocido hotel de Los Angeles frecuentado por artistas y en donde la propia Coppola vivió allí cuando niña. Marco se beneficia de todas las ventajas que la fama o celebridad pueden brindar a un actor popular y en tal sentido no le faltan actrices, modelos y strippers bonitas para satisfacerlo sexualmente, como tampoco el alcohol, las monótonas fiestas, y su coche deportivo para dar vueltas erráticas sin claro destino. En su vida profesional se dedica, entre otras tareas, a posar artificialmente para los fotógrafos como parte de la promoción de sus filmes, asistir a conferencias de prensa donde tiene que responder a las preguntas insulsas de los periodistas, así como soportar largas sesiones de maquillaje para la transformación de su rostro.
Coppola no proporciona ningún elemento sobre lo que pasa en la mente de este personaje impenetrable; pero basta observarlo ya sea postrado en su cama en estado de cansancio, quedarse dormido en algunas de sus relaciones sexuales, o contemplar la insipidez en que transcurre su vida social, para experimentar un profundo patetismo y lástima por su persona. Así, y a pesar de que no existe empatía entre Johnny y el espectador que lo sigue de cerca, queda claro que es un hombre que actúa por inercia, incapaz de disfrutar de los privilegios que podría gozar y con un profundo vacío existencial.
Cuando su ex esposa decide emprender un viaje dejándole a su cargo el cuidado de Cleo (excelente actuación de Elle Fanning), la hija de ambos de 11 años; es ella quien observa a su padre sin juzgarlo y en la relación que entabla con él le proporciona una alternativa diferente sobre cómo apreciar la vida; así, durante el período que convive con ella, el actor comienza a comprender que Cleo representa la humanidad que él había descartado en el ambiente en que se mueve pero que ahora le sirve para adquirir conciencia de su fatua existencia.
El enfoque minimalista empleado por Coppola unido al empleo de tomas largas y repetitivas hace que su relato pueda llegar a irritar pero precisamente, esa languidez tiene como propósito transmitir al espectador, el cansancio, aburrimiento y la alienación de su protagonista. Aunque no se trate de un film que responda a todo tipo de público, el retrato sutil que la directora efectúa sobre la vacuidad de la fama es ciertamente inteligente y lúcido.

THE WAY BACK. Estados Unidos-Australia, 2010. Un film de Peter Weir
No siempre el grado de satisfacción de un film va unido a su calidad. Eso viene al caso con referencia a The Way Back del director Peter Weir, quien después de varios años de ausencia ha retornado con un trabajo honesto y serio aunque no totalmente gratificante.
Basado en la novela de Slavomir Rawicz The Long Walk: The True Story of a Trek to Freedom, su título resume el contenido de este relato de sobrevivencia sobre varios prisioneros de guerra que se encuentran en Siberia bajo el yugo estalinista y que escapando de ese encierro emprenden una larga travesía.
El relato ubicado a comienzos de la Segunda Guerra comienza con una breve y tensa escena, en donde Janusz (Jim Sturgess), un oficial de la caballería polaca combatiendo a los nazis, es arrestado por el ejército soviético que se encontraba al este de Polonia, acusado de haber actuado como espía para los alemanes y enviado a Siberia para realizar trabajos forzados. Ahí se une a una multitud de otros prisioneros que aunque se encuentren en aparente libertad al no estar bajo rejas, la evasión resulta prácticamente imposible debido al desolado lugar y la dureza del medio ambiente. Sin embargo, dadas las terribles condiciones de vida del Gulag, algunos de los personajes de esta historia prefieren intentar una huída a pesar de los peligros que puede implicar la improbable aventura.
Aprovechando una tormenta de nieve, Janusz acompañado de un taciturno ingeniero americano (Ed Harris), un violento criminal ruso (Colin Farrell), dos fugitivos polacos (Alexandru Potocean, Sebastian Urzendowsky), un lituano (Gustaf Skarsgärd) y un yugoeslavo humorista (Dragos Bucur) huyen de sus guardianes rusos para comenzar un dramático viaje de 4 mil millas en dirección este en el intento de llegar a la India y recobrar la ansiada libertad.
Como es de suponer, no faltan los grandes obstáculos que este grupo multinacional debe enfrentar. Aunque el inconveniente de eludir a sus captores –lo que crea breves momentos de relativo suspenso- queda superado, no menos importante es proveerse de alimentación y bebida para poder subsistir, además de tener que vencer el desafío de la naturaleza, como el tránsito por los gélidos bosques de Siberia o afrontar las tormentas de arena del desierto de Gobi, entre otros factores. A todo ello, se agrega la tensión creada por el temor de toparse con miembros del régimen comunista en el largo camino.
El film cuenta con extraordinarios planos panorámicos (Siberia, Mongolia, Gobi, las montañas del Himalaya) que causan un deleite visual gracias a la excelente fotografía de Russell Boyd. Sin embargo, el problema mayor de este relato es que aunque su tema sea de intenso dramatismo, el realizador no alcanza a reflejarlo. Eso se debe en parte a que poco se sabe de la vida personal de los principales personajes -donde a mitad del viaje se incorpora al grupo una huérfana adolescente polaca (Saoirse Roman) quien es otra víctima del régimen de Stalin y la única presencia femenina del relato-, así como a la ausencia del real peligro que acecha a los fugitivos. A eso hay que agregar que el alargado relato de más de dos horas no contiene anécdotas o incidentes que pudieran contribuir a un mejor desarrollo dramático, salvo la muerte por extenuación de algunos de los miembros del grupo pero que de ningún modo brinda genuina emoción.
Queda como resultado un film ambicioso, cuidadosamente realizado pero sin profundidad mayor o considerable humanidad, impidiendo que posea la fuerza necesaria para involucrar y conmover al espectador.

FUNKYTOWN. Canadá, 2010. Un film de Daniel Roby

Esta bilingüe producción canadiense está destinada a atraer no solamente a la población francófona de Québec sino también a la del resto de Canadá rememorando los últimos años de la década del 70 en que Montreal era la ciudad reina en materia de discotecas nocturnas. Para ello Steve Gallucio elaboró un guión en base a varios personajes reales, rebautizados aquí con nombres diferentes, que de un modo u otro estuvieron vinculados con Limelight (en la ficción Le Starlight), un muy concurrido club que trató de ser la réplica del famoso Studio 54 de Nueva York.

El relato está estructurado en base a diferentes historias de desparejo nivel de interés que transcurren simultáneamente y donde algunas de ellas convergen. El principal personaje es Bastien Lavallée (Patric Huard) un exitoso animador de radio y televisión que además de mujeriego es marcadamente adicto a la cocaína; a pesar de estar casado y tener una hija adolescente, descuida por completo sus obligaciones familiares. Lavallée tiene como colaborador televisivo a Jonathan Aaronson (Paul Doucet), un excéntrico y abierto homosexual que no tiene prejuicio alguno para tratar de conquistar a atractivos mancebos. Así se vincula sexualmente con Tino (Justin Chatwin), un joven de origen italiano que oculta su orientación sexual porque planea casarse con su novia y formar una familia. Otro personaje es Gilles Lefebvre (Raymond Bouchard), el despótico dueño de la discoteca y productor musical, que menosprecia y humilla a su sumiso y tímido hijo (François Létourneau) que se ocupa de la gerencia del club. Dentro del contexto en que transcurre la acción se encuentra Adriana (Sarah Mutch), una bella y seductora modelo sin mucho talento que queriendo actuar en la televisión y en la discoteca no duda en intimar con Bastien y posteriormente con Gilles a fin de lograr su propósito.

Entre los aspectos positivos del film, se debe destacar la excelente reproducción de la época que marcaría los últimos años de Montreal como ciudad bilingüe y capital económica de Canadá para ceder luego el paso a Toronto. Entre algunas escenas del momento político de ese entonces, en rápidas escenas quedan reflejadas la llegada del partido separatista con su lider René Lévesque en 1976 al gobierno de Quebec, el referéndum de 1980, así como los primeros indicios del SIDA, una enfermedad hasta entonces completamente desconocida. La actuación del elenco es en general muy buena –especialmente se distinguen Doucet, Huard y Chatwin- y resulta armoniosa la fluidez existente en el uso de los dos idiomas oficiales de Canadá, según las circunstancias requeridas. La banda sonora y algunos números musicales contribuyen a otorgar el fervor y efervescencia de la vida nocturna de antaño.

Con todo, el realizador Daniel Roby no puede evitar situaciones donde los clisés están a la orden del día (el consumo de droga, sexo a granel, gangsterismo, egos de algunos de los personajes); a eso debe agregarse diálogos no siempre creíbles y un guión no muy afortunado que brinda un desenlace melodramático que debilita al relato. Con sus elementos a favor y las objeciones apuntadas, queda como balance una crónica de moderado entretenimiento con una buena pintura de la era del disco a la que posiblemente muchos espectadores de la provincia de Quebec habrán de añorar.

THE ILLUSIONIST. Gran Bretaña-Francia, 2010. Un film de Sylvain Chomet
Agridulce, conmovedor y decididamente melancólico es el film que Sylvain Chomet ofrece como un cálido homenaje a la memoria de Jacques Tati (1907-1982) quien, a pesar de su breve filmografía, fue uno de los más importantes directores del cine francés del siglo pasado. The Illusionist está basado en un guión que él escribió hace cincuenta años pero que no llegó a filmarlo en vida; a pesar del tiempo transcurrido, el libreto sigue teniendo vigencia y su traslado a la pantalla dio como resultado un film decididamente recomendable.

De algún modo, la historia narrada está vinculada con la temática que preocupó a su autor a quien le interesaba ofrecer una visión crítica de los cambios culturales que le tocó presenciar. La única diferencia es que en este caso no abunda el humor fino y sutil que caracterizó a sus filmes, quedando una impresión de marcada tristeza cuando termina la proyección; de todos modos prevalece una profunda humanidad en la exposición de un personaje al que le resulta difícil adecuarse a la nueva realidad que le ofrece el mundo en que vive.

El ilusionista del título es Tatischeff –tal ha sido el verdadero apellido de Tati-, alter ego del desaparecido realizador que aquí asume el rol protagónico. La historia transcurre en 1959 donde este mago taciturno y solitario viviendo en Francia percibe que sus mejores años de magia han quedado atrás. Su actividad profesional no llega a atraer como en los viejos tiempos y cada vez le resulta más difícil encontrar una clientela adepta para los diferentes trucos y números de fantasía que suele ofrecer. Así, el mundo del music hall va quedando atrás para ser reemplazado por las jóvenes estrellas del rock y de la música pop. De allí que para sobrevivir no le queda otra opción que brindar su arte en bares y cafés de dudosa reputación, que obviamente distan de satisfacerlo.

En procura de nuevos horizontes, se traslada a Londres, donde el panorama no es muy diferente al de su país de origen, y posteriormente viaja a Escocia donde encuentra una audiencia más acogedora entre los clientes de una taberna local. Allí traba relación con Alice, una humilde e inocente muchacha que queda fascinada por el mundo misterioso de Tatischeff; cuando éste decide viajar a Edimburgo para trabajar en un pequeño teatro local, ella decide seguirlo ocupándose de las tareas caseras. De allí en más el relato gira en torno a la relación paterno-filial que se establece entre estos dos personajes, donde Alice cree entusiasmadamente en los poderes mágicos de Tatischeff y él hace todo lo posible para no desencantarla. Llegado un momento, ese edificante vínculo desemboca en una nota de notable patetismo que remite al espectador a ciertas películas del genial Charles Chaplin.

Utilizando la técnica de la animación, Chomet exhibe sus habilidades de excelente dibujante, cuidando esmeradamente todos los detalles en un relato que se adapta muy bien a la utilización de este género. Tal como lo hiciera en su primer largometraje “Les triplettes de Belleville”, el realizador confirma su condición artística en el dibujo artesanal logrando una armoniosa combinación con el empleo de ciertos efectos digitales, a la vez que permite que sus personajes transmitan la misma emoción que la que puede proporcionar un film con actores reales.

En resumen, tanto el contenido como la buena caracterización de los personajes y la animación empleada, se conjugan favorablemente para que el espectador se sienta inmerso y disfrute de esta hermosa película.

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