Comentarios de Jorge Gutman
TAMBIÉN LA LLUVIA. España-Francia-México, 2010. Un film de Iciar Bollain
Paul Laverty es el colaborador habitual de Ken Loach y el responsable de insuflar el importante contenido social a los filmes del excelente realizador británico. Aquí, su mismo empuje y gravitación se hacen sentir en el trabajo de Iciar Bollain, la recordada realizadora de Te doy mis ojos. Ambos logran un documento de gran significación estableciendo paralelismos entre la colonización española de América Latina que tuvo lugar en el siglo 16 con la realidad actual imperante en algunas zonas de la misma región, utilizando el método de un film dentro de otro.
Cuidando siempre que la existencia de dos relatos desarrollados en diferentes períodos puedan mantener su propia personalidad y además fusionarse sin fisuras, el film se destaca por su cohesión dramática ofreciendo una historia central muy bien estructurada.
Un equipo de producción de España arriba a la ciudad boliviana de Cochabamba para rodar un film sobre la conquista española encabezado por su productor Costa (Luis Tosar), un hombre arrogante y no exento de cinismo que paga dos dólares diarios a las personas del lugar que habrá de contratar, y el joven director Sebastián (Gael García Bernal), una figura idealista que aún no ha tenido oportunidad de embeberse de la cruda realidad que afecta a la población local. La trama del film que se está rodando se centraliza en el enfrentamiento que se produce entre los conquistadores españoles liderados por Cristóbal Colón (Karra Elejalde) y dos eclesiásticos de la iglesia, Bartolomé de las Casas (Carlos Santos) y Antonio de Montesinos (Raúl Arévalo), quienes representando la voz de la conciencia moral se niegan a aceptar los actos de violencia que los representantes de la corona de España ejercen sobre la población indígena.
Uno de los aspectos más interesantes de También La Lluvia es la relación que se establece entre Costa, Sebastián y los actores locales contratados para el rodaje y de qué manera se va creando el clima dramático que tenderá a entorpecer la filmación. Eso tiene lugar cuando Daniel (Juan Carlos Aduviri), un nativo que interpreta a un líder rebelde que se opone a los conquistadores españoles, en el plano real encabeza una manifestación de protesta civil contra las intenciones del gobierno de privatizar el agua local e incluso el que proviene de la lluvia, suministro indispensable para los habitantes que viven en situaciones precarias de máxima humildad. Cuando Daniel es detenido y se genera una marcada inquietud social por parte de la población local, el proyecto se estanca.
De este modo las dos historias paralelas actúan cada una de ellas como espejo de la otra denunciando el avasallamiento de los derechos humanos. Así, en el mismo escenario donde se filma la explotación ejercida por la España colonial, se vive un cuadro similar donde importantes segmentos demográficos en condiciones de miseria son despojados del derecho natural de tener acceso a un recurso tan vital como el agua.
Evitando el panfleto demagógico, Bollain proporciona un relato sutil con personajes principales y secundarios excelentemente caracterizados mostrando cómo sus actitudes y reacciones van evolucionando a medida que los actos de violencia que se generan pareciera que alcanzan el punto de no retorno.
Si Laverty y Bollain se hubieran limitado a ilustrar únicamente el conflicto social y político que tuvo lugar en Bolivia en 2000 cuando una compañía estadounidense trató de privatizar el servicio del suministro de agua en Cochabamba, el relato habría seguido un camino tradicional; sin embargo, al contrastarlo con lo ocurrido hace cinco siglos, la resonancia es mayor al demostrar que la realidad actual no es menos cruel y amarga.
Paul Laverty es el colaborador habitual de Ken Loach y el responsable de insuflar el importante contenido social a los filmes del excelente realizador británico. Aquí, su mismo empuje y gravitación se hacen sentir en el trabajo de Iciar Bollain, la recordada realizadora de Te doy mis ojos. Ambos logran un documento de gran significación estableciendo paralelismos entre la colonización española de América Latina que tuvo lugar en el siglo 16 con la realidad actual imperante en algunas zonas de la misma región, utilizando el método de un film dentro de otro.
Cuidando siempre que la existencia de dos relatos desarrollados en diferentes períodos puedan mantener su propia personalidad y además fusionarse sin fisuras, el film se destaca por su cohesión dramática ofreciendo una historia central muy bien estructurada.
Un equipo de producción de España arriba a la ciudad boliviana de Cochabamba para rodar un film sobre la conquista española encabezado por su productor Costa (Luis Tosar), un hombre arrogante y no exento de cinismo que paga dos dólares diarios a las personas del lugar que habrá de contratar, y el joven director Sebastián (Gael García Bernal), una figura idealista que aún no ha tenido oportunidad de embeberse de la cruda realidad que afecta a la población local. La trama del film que se está rodando se centraliza en el enfrentamiento que se produce entre los conquistadores españoles liderados por Cristóbal Colón (Karra Elejalde) y dos eclesiásticos de la iglesia, Bartolomé de las Casas (Carlos Santos) y Antonio de Montesinos (Raúl Arévalo), quienes representando la voz de la conciencia moral se niegan a aceptar los actos de violencia que los representantes de la corona de España ejercen sobre la población indígena.
Uno de los aspectos más interesantes de También La Lluvia es la relación que se establece entre Costa, Sebastián y los actores locales contratados para el rodaje y de qué manera se va creando el clima dramático que tenderá a entorpecer la filmación. Eso tiene lugar cuando Daniel (Juan Carlos Aduviri), un nativo que interpreta a un líder rebelde que se opone a los conquistadores españoles, en el plano real encabeza una manifestación de protesta civil contra las intenciones del gobierno de privatizar el agua local e incluso el que proviene de la lluvia, suministro indispensable para los habitantes que viven en situaciones precarias de máxima humildad. Cuando Daniel es detenido y se genera una marcada inquietud social por parte de la población local, el proyecto se estanca.
De este modo las dos historias paralelas actúan cada una de ellas como espejo de la otra denunciando el avasallamiento de los derechos humanos. Así, en el mismo escenario donde se filma la explotación ejercida por la España colonial, se vive un cuadro similar donde importantes segmentos demográficos en condiciones de miseria son despojados del derecho natural de tener acceso a un recurso tan vital como el agua.
Evitando el panfleto demagógico, Bollain proporciona un relato sutil con personajes principales y secundarios excelentemente caracterizados mostrando cómo sus actitudes y reacciones van evolucionando a medida que los actos de violencia que se generan pareciera que alcanzan el punto de no retorno.
Si Laverty y Bollain se hubieran limitado a ilustrar únicamente el conflicto social y político que tuvo lugar en Bolivia en 2000 cuando una compañía estadounidense trató de privatizar el servicio del suministro de agua en Cochabamba, el relato habría seguido un camino tradicional; sin embargo, al contrastarlo con lo ocurrido hace cinco siglos, la resonancia es mayor al demostrar que la realidad actual no es menos cruel y amarga.
A Place Called Los Pereyra (Un Lugar Llamado Los Pereyra). Argentina-Canada, 2009. Un film de Andrés-Livov-Macklin.
Andrés Livov-Macklin es un joven director argentino radicado en Canadá que decidió abordar en su primer trabajo un documental que considera la importancia de la educación en una región muy humilde de Argentina.
Ubicado en la norteña provincia argentina de Chaco, Los Pereyra es el nombre de un paraje rural carente de electricidad pero que en cambio posee una modestísima escuelita donde dos maestros destinan su tiempo para enseñar a los pocos niños del lugar pertenecientes a familias de precarios recursos que acuden a la misma para recibir las lecciones que contribuirán a brindarles un nivel de educación básica.
Tratando de captar el medio ambiente en que transcurre, el documental se preocupa en ilustrar los escasos medios disponibles para dictar una clase, las inquietudes de uno de los instructores por saber qué es lo que los niños aspiran a ser en el futuro, así como una reunión de padres donde la escuela les pide que hagan el esfuerzo de que sus hijos se presenten a horario para el comienzo de las clases, tratando de superar el inconveniente de la distancia a recorrer para llegar desde el pueblo más cercano hasta ese lugar.
Pero el verdadero foco del film constituye la visita que un grupo de chicas provenientes de la escuela Northlands -una de los colegios privados más exclusivos del Gran Buenos Aires- efectúa anualmente al lugar; la misión de sus participantes es residir por espacio de varios días con los niños para brindarles ayuda realizando obras caritativas. Los preparativos previos a la llegada del grupo, las donaciones y regalos distribuidos a los niños, algunos de los paseos que las simpáticas chicas porteñas realizan con ellos, el afecto que van proporcionándoles en esta tarea de caridad y el momento de la triste partida prometiendo volver al año siguiente, son los aspectos más relevantes del film.
Contrariamente a lo que cabría de esperar, el documental no realiza crítica social alguna sobre las condiciones de vida de los habitantes de esta remota región; por el contrario, su gente aparece como tranquila, acostumbrada al medio en que vive y sin queja alguna, a pesar de estar privada de la infraestructura mínima que supone las condiciones de vida moderna. Aún cuando la ausencia de conflictos resta fuerza emocional al relato, cabe reconocer que el honesto trabajo de Livov-Macklin permite destacar el valor de la educación como instrumento esencial para que los niños de Los Pereyra puedan avizorar un porvenir más auspicioso y luminoso que el de sus humildes padres.
BATTLE: LOS ANGELES. Estados Unidos, 2011. Un film de Jonathan Liebesman
Este apocalíptico film está lejos de conformar un film entretenido de acción. Durante casi dos horas con escenas confusas y violentas uno termina deplorando haber asistido a un film fatigoso y sin mayor sentido.
El endeble guión de Christopher Bertolini presenta al sargento Michael Nantz (Aaron Eckhart) un veterano militar con un pasado oscuro debido a un episodio ocurrido en Irak que produjo la muerte de algunos de los soldados que estaban a su cargo. Cuando ya está a punto de jubilarse, un acontecimiento inesperado complica su propósito. Las noticias del desprendimiento de meteoritos en la tierra trae como consecuencia que hay extraterrestres que vienen a invadir nuestro planeta donde uno de los lugares elegidos es la ciudad de Los Ángeles. Por esa razón Nantz es retenido en sus funciones y congrega a un grupo de marines para repeler a los enemigos. Entre los miembros del pelotón se encuentran entre otros un soldado cuya mujer espera un hijo, otro que ha perdido a su hermano en combate, un tercer integrante con problemas psicológicos, etc. De allí en más comienza la acción emprendida por el comando consistente en rescatar a la población civil de Santa Mónica antes de iniciar el bombardeo para tratar de aniquilar a las fuerzas alienígenas.
El caótico y confuso relato está sustentado por permanentes bombardeos, resplandores, explosiones, balaceras, humaredas y polvo donde resulta difícil precisar quién lucha contra quien. Para sobrevivir al violento y poco edificante espectáculo el público tiene que tolerar insulsos diálogos entremezclados con ensordecedores gritos que restan interés a lo que se está presenciando. Hay algunos momentos donde Liebesman quiere infundir un poco de humanidad a lo que se contempla como cuando un teniente termina inmolándose para salvar a los hombres que están a su mando y/o una escena en que Nantz consuela a un niño que perdió a su padre en el campo de batalla; sin embargo todo resulta artificialmente construido y poco creíble.
Dada la esquemática descripción de sus personajes es difícil juzgar la actuación del elenco; con todo Eckhart hace lo que puede por salir airoso en el rol que interpreta. Contemplando este film es fácil de asociarlo por oposición a “District 9”, una magnífica aventura de ciencia ficción sobre un tema similar del neozelandés del director Neill Blomkamp; lamentablemente, esta batalla de Los Ángeles no es más que un drama de ciencia ficción que desmerece al género.
THE ARBOR. Gran Bretaña, 2010. Un film escrito y dirigido por Clio Barnard
Rara vez un documental ofrece la originalidad e inteligencia de brindar al espectador un relato basado en hechos reales dejando a un costado los procedimientos tradicionales para su exposición. Teniendo en cuenta la riqueza de la historia que tenía en sus manos, la realizadora Clio Barnard ofrece un film intelectual y absorbente que obliga a realizar un esfuerzo para seguirlo, pero que en última instancia resulta gratificante.
El objeto del trabajo de Barnard consiste en ilustrar aspectos de la vida de la dramaturga británica Andrea Dunbar que escribió tres obras de teatro importantes por su valor literario y donde una de ellas, The Arbor escrita a los 15 años de edad, origina el título de este film. Esta mujer que ha sobrellevado una existencia dramáticamente tumultuosa y con una marcada afición a la bebida, fue una madre soltera de tres hijos –Lisa, Lorraine y Andrew- pertenecientes a hombres diferentes, conformando de este modo un núcleo familiar disfuncional. Su vida concluyó a la temprana edad de 29 años cuando en 1990 fue víctima de una hemorragia cerebral.
El documental se concentra mayormente en la dificultosa relación que la escritora mantuvo con su primera hija Lorraine, quien llegó a ser cocainómana, adoptó el camino de la prostitución, sufrió los abusos físicos de uno de sus amigos, además fue acusada de criminalidad por haber causado la muerte de un hijo por pronunciada negligencia y por la cual pasó cierto tiempo en prisión.
Barnard encara este proyecto grabando las entrevistas realizadas con los hijos, otros familiares, amigos y vecinos de Dunbar pero en vez de filmar sus rostros, ella optó por trabajar con actores que a través del proceso de “lip-sync” sincronizan el movimiento de sus labios emparejándolos con las voces de los verdaderos entrevistados. De este modo, teniendo en cuenta el impactante contenido emocional que fluye del relato, la directora prefirió evitar que las cámaras de filmación se dirigieran directamente a ellos, prefiriendo el recurso elegido.
El contenido de las entrevistas realizadas son inobjetables y de notable interés sobre todo por el contraste que surge entre las manifestaciones de los propios hijos de Dunbar donde, por ejemplo, mientras que Lisa defiende y destaca la labor de su madre, Lorraine mantiene una actitud completamente diferente; más aún, considera que su progenitora fue un factor negativo que influyó en la destrucción de su vida. Con gran imaginación para enriquecer el relato, y teniendo en cuenta la tenue demarcación existente entre documental y ficción, Barnard hace que Lorraine se entremezcle con cartas así como extractos de las obras de su madre para que el espectador se forme una idea más precisa de cómo fue su vida y de qué manera influyó en el contenido de las piezas que escribió.
Las interpretaciones son muy buenas donde los actores tratan y logran infundir las emociones emanadas de las voces de los entrevistados pero por razones de peso quien realmente sobresale es la actriz Manjinder Virk animando a Lorraine; su interpretación permite reflexionar sobre las grandes posibilidades de combinar realidad y ficción, y en tal sentido nuevamente cabe destacar la excepcional labor de Barnard por haber innovado el género documental a través de una minuciosa y articulada construcción de un complejo tema.
9:06. Eslovenia-Alemania, 2009. Un film de Igor Sterk
He aquí un film de Eslovenia, una cinematografía que no se caracteriza por un alto nivel de producción pero que sin embargo llega a distinguirse a través de una película que, como la presente, mantiene un interés constante al encarar el fascinante tema de asumir una identidad diferente.
En un guión que le corresponde en colaboración con Sinisa Dragin, el realizador Igor Sterk analiza el caso de Dusan (Igor Samobor), un dedicado detective policial que tiene a su cargo investigar la muerte de Marjan Ozim que aparentemente se ha suicidado a la hora indicada por el título del film, lanzándose desnudo desde un puente. Todo indicaría que no hay mucho que elucidar y que el deceso de Marjan ha sido realmente voluntario, sin que nadie haya decidido eliminarlo. Siendo una persona más bien reservada que no mantiene gran comunicación con sus colegas, hay algo totalmente personal que impulsa a Dusan a proseguir en su investigación.
El realizador en forma sutil conduce al espectador para que contemple el modo en que Dusan va transformando psicológicamente su personalidad debido a la obsesión de conocer detalles del desaparecido. Poco a poco se va imponiendo que el desaparecido era un músico y crítico de orientación bisexual que aunque retraído llevaba una existencia rutinaria y normal. A medida que va conociendo más detalles de la vida de Ozim, paulatinamente va asumiendo su personalidad hasta no llegar a diferenciarse de sí mismo.
Ampliando la perspectiva del film, el guión expone aspectos de la vida de Dusan en la relación mantenida con su pequeña hija (Iva Markovic) y los conflictos mantenidos con su mujer (Silva Cusin) en lo que concierne a sus derechos como padre para poder entrar en contacto con ella.
Sin adelantar más sobre el desarrollo de la trama, basta agregar que el film se cierra en perfecto círculo aunque eso no exime que el relato plantee más preguntas que las respuestas que ofrece. Más allá de la incertidumbre por algunas incógnitas no develadas, el espectador asiste a una historia fascinante de apenas 71 minutos de duración, muy bien realizada y con estupendas interpretaciones, en parte debido a la riqueza de los personajes y la forma cómo están configurados.
Andrés Livov-Macklin es un joven director argentino radicado en Canadá que decidió abordar en su primer trabajo un documental que considera la importancia de la educación en una región muy humilde de Argentina.
Ubicado en la norteña provincia argentina de Chaco, Los Pereyra es el nombre de un paraje rural carente de electricidad pero que en cambio posee una modestísima escuelita donde dos maestros destinan su tiempo para enseñar a los pocos niños del lugar pertenecientes a familias de precarios recursos que acuden a la misma para recibir las lecciones que contribuirán a brindarles un nivel de educación básica.
Tratando de captar el medio ambiente en que transcurre, el documental se preocupa en ilustrar los escasos medios disponibles para dictar una clase, las inquietudes de uno de los instructores por saber qué es lo que los niños aspiran a ser en el futuro, así como una reunión de padres donde la escuela les pide que hagan el esfuerzo de que sus hijos se presenten a horario para el comienzo de las clases, tratando de superar el inconveniente de la distancia a recorrer para llegar desde el pueblo más cercano hasta ese lugar.
Pero el verdadero foco del film constituye la visita que un grupo de chicas provenientes de la escuela Northlands -una de los colegios privados más exclusivos del Gran Buenos Aires- efectúa anualmente al lugar; la misión de sus participantes es residir por espacio de varios días con los niños para brindarles ayuda realizando obras caritativas. Los preparativos previos a la llegada del grupo, las donaciones y regalos distribuidos a los niños, algunos de los paseos que las simpáticas chicas porteñas realizan con ellos, el afecto que van proporcionándoles en esta tarea de caridad y el momento de la triste partida prometiendo volver al año siguiente, son los aspectos más relevantes del film.
Contrariamente a lo que cabría de esperar, el documental no realiza crítica social alguna sobre las condiciones de vida de los habitantes de esta remota región; por el contrario, su gente aparece como tranquila, acostumbrada al medio en que vive y sin queja alguna, a pesar de estar privada de la infraestructura mínima que supone las condiciones de vida moderna. Aún cuando la ausencia de conflictos resta fuerza emocional al relato, cabe reconocer que el honesto trabajo de Livov-Macklin permite destacar el valor de la educación como instrumento esencial para que los niños de Los Pereyra puedan avizorar un porvenir más auspicioso y luminoso que el de sus humildes padres.
BATTLE: LOS ANGELES. Estados Unidos, 2011. Un film de Jonathan Liebesman
Este apocalíptico film está lejos de conformar un film entretenido de acción. Durante casi dos horas con escenas confusas y violentas uno termina deplorando haber asistido a un film fatigoso y sin mayor sentido.
El endeble guión de Christopher Bertolini presenta al sargento Michael Nantz (Aaron Eckhart) un veterano militar con un pasado oscuro debido a un episodio ocurrido en Irak que produjo la muerte de algunos de los soldados que estaban a su cargo. Cuando ya está a punto de jubilarse, un acontecimiento inesperado complica su propósito. Las noticias del desprendimiento de meteoritos en la tierra trae como consecuencia que hay extraterrestres que vienen a invadir nuestro planeta donde uno de los lugares elegidos es la ciudad de Los Ángeles. Por esa razón Nantz es retenido en sus funciones y congrega a un grupo de marines para repeler a los enemigos. Entre los miembros del pelotón se encuentran entre otros un soldado cuya mujer espera un hijo, otro que ha perdido a su hermano en combate, un tercer integrante con problemas psicológicos, etc. De allí en más comienza la acción emprendida por el comando consistente en rescatar a la población civil de Santa Mónica antes de iniciar el bombardeo para tratar de aniquilar a las fuerzas alienígenas.
El caótico y confuso relato está sustentado por permanentes bombardeos, resplandores, explosiones, balaceras, humaredas y polvo donde resulta difícil precisar quién lucha contra quien. Para sobrevivir al violento y poco edificante espectáculo el público tiene que tolerar insulsos diálogos entremezclados con ensordecedores gritos que restan interés a lo que se está presenciando. Hay algunos momentos donde Liebesman quiere infundir un poco de humanidad a lo que se contempla como cuando un teniente termina inmolándose para salvar a los hombres que están a su mando y/o una escena en que Nantz consuela a un niño que perdió a su padre en el campo de batalla; sin embargo todo resulta artificialmente construido y poco creíble.
Dada la esquemática descripción de sus personajes es difícil juzgar la actuación del elenco; con todo Eckhart hace lo que puede por salir airoso en el rol que interpreta. Contemplando este film es fácil de asociarlo por oposición a “District 9”, una magnífica aventura de ciencia ficción sobre un tema similar del neozelandés del director Neill Blomkamp; lamentablemente, esta batalla de Los Ángeles no es más que un drama de ciencia ficción que desmerece al género.
THE ARBOR. Gran Bretaña, 2010. Un film escrito y dirigido por Clio Barnard
Rara vez un documental ofrece la originalidad e inteligencia de brindar al espectador un relato basado en hechos reales dejando a un costado los procedimientos tradicionales para su exposición. Teniendo en cuenta la riqueza de la historia que tenía en sus manos, la realizadora Clio Barnard ofrece un film intelectual y absorbente que obliga a realizar un esfuerzo para seguirlo, pero que en última instancia resulta gratificante.
El objeto del trabajo de Barnard consiste en ilustrar aspectos de la vida de la dramaturga británica Andrea Dunbar que escribió tres obras de teatro importantes por su valor literario y donde una de ellas, The Arbor escrita a los 15 años de edad, origina el título de este film. Esta mujer que ha sobrellevado una existencia dramáticamente tumultuosa y con una marcada afición a la bebida, fue una madre soltera de tres hijos –Lisa, Lorraine y Andrew- pertenecientes a hombres diferentes, conformando de este modo un núcleo familiar disfuncional. Su vida concluyó a la temprana edad de 29 años cuando en 1990 fue víctima de una hemorragia cerebral.
El documental se concentra mayormente en la dificultosa relación que la escritora mantuvo con su primera hija Lorraine, quien llegó a ser cocainómana, adoptó el camino de la prostitución, sufrió los abusos físicos de uno de sus amigos, además fue acusada de criminalidad por haber causado la muerte de un hijo por pronunciada negligencia y por la cual pasó cierto tiempo en prisión.
Barnard encara este proyecto grabando las entrevistas realizadas con los hijos, otros familiares, amigos y vecinos de Dunbar pero en vez de filmar sus rostros, ella optó por trabajar con actores que a través del proceso de “lip-sync” sincronizan el movimiento de sus labios emparejándolos con las voces de los verdaderos entrevistados. De este modo, teniendo en cuenta el impactante contenido emocional que fluye del relato, la directora prefirió evitar que las cámaras de filmación se dirigieran directamente a ellos, prefiriendo el recurso elegido.
El contenido de las entrevistas realizadas son inobjetables y de notable interés sobre todo por el contraste que surge entre las manifestaciones de los propios hijos de Dunbar donde, por ejemplo, mientras que Lisa defiende y destaca la labor de su madre, Lorraine mantiene una actitud completamente diferente; más aún, considera que su progenitora fue un factor negativo que influyó en la destrucción de su vida. Con gran imaginación para enriquecer el relato, y teniendo en cuenta la tenue demarcación existente entre documental y ficción, Barnard hace que Lorraine se entremezcle con cartas así como extractos de las obras de su madre para que el espectador se forme una idea más precisa de cómo fue su vida y de qué manera influyó en el contenido de las piezas que escribió.
Las interpretaciones son muy buenas donde los actores tratan y logran infundir las emociones emanadas de las voces de los entrevistados pero por razones de peso quien realmente sobresale es la actriz Manjinder Virk animando a Lorraine; su interpretación permite reflexionar sobre las grandes posibilidades de combinar realidad y ficción, y en tal sentido nuevamente cabe destacar la excepcional labor de Barnard por haber innovado el género documental a través de una minuciosa y articulada construcción de un complejo tema.
9:06. Eslovenia-Alemania, 2009. Un film de Igor Sterk
He aquí un film de Eslovenia, una cinematografía que no se caracteriza por un alto nivel de producción pero que sin embargo llega a distinguirse a través de una película que, como la presente, mantiene un interés constante al encarar el fascinante tema de asumir una identidad diferente.
En un guión que le corresponde en colaboración con Sinisa Dragin, el realizador Igor Sterk analiza el caso de Dusan (Igor Samobor), un dedicado detective policial que tiene a su cargo investigar la muerte de Marjan Ozim que aparentemente se ha suicidado a la hora indicada por el título del film, lanzándose desnudo desde un puente. Todo indicaría que no hay mucho que elucidar y que el deceso de Marjan ha sido realmente voluntario, sin que nadie haya decidido eliminarlo. Siendo una persona más bien reservada que no mantiene gran comunicación con sus colegas, hay algo totalmente personal que impulsa a Dusan a proseguir en su investigación.
El realizador en forma sutil conduce al espectador para que contemple el modo en que Dusan va transformando psicológicamente su personalidad debido a la obsesión de conocer detalles del desaparecido. Poco a poco se va imponiendo que el desaparecido era un músico y crítico de orientación bisexual que aunque retraído llevaba una existencia rutinaria y normal. A medida que va conociendo más detalles de la vida de Ozim, paulatinamente va asumiendo su personalidad hasta no llegar a diferenciarse de sí mismo.
Ampliando la perspectiva del film, el guión expone aspectos de la vida de Dusan en la relación mantenida con su pequeña hija (Iva Markovic) y los conflictos mantenidos con su mujer (Silva Cusin) en lo que concierne a sus derechos como padre para poder entrar en contacto con ella.
Sin adelantar más sobre el desarrollo de la trama, basta agregar que el film se cierra en perfecto círculo aunque eso no exime que el relato plantee más preguntas que las respuestas que ofrece. Más allá de la incertidumbre por algunas incógnitas no develadas, el espectador asiste a una historia fascinante de apenas 71 minutos de duración, muy bien realizada y con estupendas interpretaciones, en parte debido a la riqueza de los personajes y la forma cómo están configurados.
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