Comentario de Sergio Martínez
Tengo miedo torero, escrita por Pedro Lemebel era una de esas novelas que—podemos decir—reclamaba una adaptación al cine. Ese pedido ha sido respondido, y en la forma que merecía, bajo la excelente dirección de Rodrigo Sepúlveda, quien es responsable también del guión conjuntamente con Juan Tovar.
La trama
se sitúa en los años 80, en Chile, bajo la dictadura de Pinochet. La historia misma
gira en torno a una vieja travesti (Alfredo Castro) que luego de un encuentro
casual en que un extraño la ayuda a eludir una redada policial a un bar gay,
ella se verá envuelta en una peligrosa operación política. El extraño, Carlos
(Leonardo Ortizgris), volverá a casa de la travesti que es sólo identificada
como “la Loca del Frente” con el propósito de averiguar si podría guardar allí
unas cajas con libros. Carlos también le hace ver que para comunicarse entre
ellos, usarán una clave, que sólo ellos dos conocerán. La travesti, que ya se
ha enamorado del extraño, accede sin titubear y fija como palabra clave, el
título de una canción sentimental mexicana: “Tengo miedo torero”.
Acostumbrada
a moverse en un mundo de sospechas y desconfianzas, una vez sola, la travesti—curiosa
por las idas y venidas de su extraño y misterioso visitante, de quien sólo sabe
su nombre y que es mexicano—decide abrir una de las cajas y lo que encuentra sí
que la pone sobre ascuas.
La
relación con el extraño se hace más tensa por la distancia que los amigos de
Carlos, especialmente Laura (Julieta Zylberger) muestran respecto de la
travesti. Las diferencias son sin embargo superadas y ella siente la cercanía
de Carlos, incluso le hace una celebración de cumpleaños y ya enterada, más o
menos vagamente, de que las andanzas de su amigo y los otros visitantes tienen
en verdad una dimensión mucho más seria, decide seguirlo. Eso, aunque ella
ignora cuál es el real objetivo de los planes de Carlos. Además, a pesar que
como bordadora ella tiene un encargo que debe llevarle a la esposa de un
coronel, Doña Clarita (Paulina Urrutia), algo que, a su vez, puede complicar
las cosas.
El operativo
montado por Carlos y sus compañeros, el más significativo de todo lo emprendido
por el grupo revolucionario Frente Patriótico Manuel Rodríguez, no logra su
objetivo y los integrantes del comando deben ahora emprender su retirada y
evitar la feroz e implacable represión que se desata como represalia. Carlos,
sin embargo, no ha olvidado a su leal colaboradora y no la dejará librada a su
suerte.
El film
hace ciertamente justicia a la novela sobre la que se basa. Lemebel, en ésta,
su obra más icónica, retrata la marginalidad de “la Loca del Frente” y sus
amistades homosexuales, principalmente pobres, asediados por la policía y
discriminados por la población. Sus dudas también incluyen a quienes quieren
cambiar las cosas: “¿Habrá lugar para la gente como yo en tu revolución?” le
pregunta la travesti a Carlos, en uno de esos momentos de tensión entre ambos.
La condición de homosexualidad en ese contexto de pobreza y decadencia marcada
por la edad, no es obstáculo, para que, enfrentado a la situación límite de
todo el país bajo dictadura, la “Loca del frente” muestre también que conductas
de coraje y valor pueden darse en los seres que la sociedad ha relegado a
condiciones de marginalidad y desprecio.
Alfredo Castro, que por su actuación ganó el Gran Premio de Actuación en el reciente Festival de Cine de Venecia, retrata fielmente a su personaje, con sus angustias, sus deseos, sus amarguras y su capacidad de entrega y amor. Igualmente bien el actor mexicano Leonardo Ortizgris, trayéndonos al revolucionario comprometido con su misión, pero no del todo desmarcado de las vicisitudes que afligen al común de los seres humanos.
Un film
altamente recomendable. Tema adulto, contiene algunas escenas de sexo.
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