Comentario de Sergio Martínez
Entre el 5 y el 16 de
octubre se desarrolló en Montreal la 51ª edición del Festival Internacional del
Nuevo Cine. Este evento tuvo desde sus inicios una impronta de innovación, un énfasis sobre las producciones menos convencionales de
la cinematografía mundial. Con el tiempo ha ido incorporando también películas
más bien del mainstream, pero mantiene esa vocación original. Aunque eso
no significa necesariamente, como siempre hemos dicho, que aquello que no es convencional
sea necesariamente bueno. En esta oportunidad, aparte de las menciones a un par
de películas del programa general, vamos a enfocarnos principalmente sobre algunas
pocas producciones latinoamericanas y españolas que fueron parte de la
programación.
¿Lo mejor? Me
inclinaría por su película de clausura, Les cinq diables (Los cinco diablos),
una película francesa dirigida por Léa Mysius. Un film interesante por el
entrelazamiento de fantasía y misterio en cuanto a las relaciones entre los
personajes y el porqué de su situación presente. El pasado viene a penarle nuevamente
a la protagonista Johanne y a su hija, Vicky, cuando la misteriosa Julia retorna
al pueblo. Una buena película que esperamos que en algún momento se exhiba
comercialmente.
Por otro lado, de lo
peor del Festival, tendría que mencionar Rímini, una película austríaca
de Ulrich Seidl. La historia se centra sobre Ritchie Bravo (Michael Thomas), un
cantante en decadencia que hace el recorrido en hoteles de Rímini. Este un destino
vacacional que atrae a mucha gente de Austria, especialmente mujeres, a algunas
de las cuales atrae para sacarles dinero. Hay toda una situación ahí también de
subsistencia y de marginalidad. Y en esto aparece también una hija de él, lo
que le complica la existencia. Básicamente es una película sin mayor relevancia
estética y con una historia banal.
En cuanto a la
presentación latinoamericana y española hay que admitir que más bien fue
decepcionante. En general, se trató de filmes mediocres. Sin mayor trascendencia.
Dos estaciones: Un film de Juan Pablo González de México se centra
en la historia de una mujer propietaria de una mediana fábrica de tequila, quien
se ve amenazada por las circunstancias de la competencia, por una parte, y
también por algunas fuerzas un poco ocultas, que están conspirando contra ella.
La historia, sin embargo, nunca logra un verdadero foco. Hay cosas confusas, en
particular la relación de esta mujer de tendencia lesbiana, pero que no la
manifiesta abiertamente, con la joven asistente. Es una película no bien
lograda, aunque tiene buenas imágenes y por lo menos da algunas nociones del proceso
de fabricación del tequila.
De Argentina vino la película La Edad Media, dirigida por Alejo Moguillansky y Luciana Acuña, que son también los actores de la película pero que tampoco lo hacen bien en esa capacidad. Quizás lo interesante es que se trata de una película de la pandemia, en este caso, gente que laboraba en actividades de teatro y producción de videos que trata de sobrevivir bajo las nuevas circunstancias creadas por el encierro y el aislamiento. El único factor que da una cierta dinámica original al film es la presencia de Cleo (Cleo Moguillansky), la hija de la pareja, que introduce un elemento un tanto absurdo, pero que anima la alicaída trama.
Alcarrás: el drama del vaciamiento de las zonas rurales en España |
Un poco más interesante
fueron un par de películas, una proveniente de España, Alcarrás, dirigida por
Carla Simón, y una portuguesa, Alma Viva dirigida por Cristele Alves Meira. Alcarrás
es una reflexión sobre una situación que afecta a muchas partes del mundo y
parece más grave en España: el vaciamiento de la población en las regiones
rurales. Hay también una interesante relación con los mitos y religiosidad del ambiente, conexión que también encontramos en el film portugués. Alma Viva es una película interesante en términos de la relación de la
chica (Lua Michel) con su abuela, el ambiente familiar y las tensiones que allí
surgen. Sin ser una película extraordinaria, mantiene el interés del público
principalmente por la emocionalidad que transmite.La chica (Lua Michel) que tiene una especial relación con su abuela,
en Alma Viva, y se revela como una notable joven actriz
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