Comentario de Jorge Gutman
THE WAY. Estados Unidos, 2010. Un film escrito y dirigido por Emilio Estévez
En un film dedicado a su abuelo, el director Emilio Estévez eligió a su padre Martin Sheen como el protagonista de un relato de significativo contenido espiritual acerca de un hombre que rinde un tributo póstumo a su hijo.
El guión presenta a Tom (Sheen), un oftalmólogo de California que inesperadamente recibe un llamado telefónico de Francia donde le comunican que su hijo Daniel (Estévez) falleció en una tormenta acaecida en los Pirineos cuando estaba emprendiendo el milenario Camino de Santiago, una ruta que recorren los peregrinos procedentes de Europa y cuya meta es llegar a pie hasta la Catedral de Santiago de Compostela de esa misma ciudad en donde se veneran las reliquias del apóstol Santiago el Mayor. Completamente apesadumbrado, Tom viaja al lugar de la tragedia para recuperar su cuerpo pero en el lugar cambia de opinión y respetando los principios religiosos de su hijo resuelve efectuar el camino que Daniel debió emprender llevando consigo sus cenizas y cumplir con lo que él habría deseado realizar en vida.
De este modo y a lo largo de un itinerario de 800 kilómetros, el relato se convierte en una película del camino aunque diferente de las tradicionalmente conocidas. Las circunstancias hacen que en esa marcha también participen un agradable y extravertido holandés (Yorick van Wageningen) que desea perder peso con el ejercicio físico que implica caminar el largo trecho, una canadiense divorciada de edad media (Deborah Kara Unger) que tratará de perder el vicio de fumar y un escritor irlandés (James Nesbitt) que intenta escribir un libro en base a la experiencia que recoja a través del largo recorrido.
Durante el itinerario queda reflejado el drama de Tom quien se mantiene parco y poco propenso para compartir con sus compañeros de ruta la tristeza íntima que lo aflige; ese dolor es en parte atenuado por la presencia ensoñadora de su hijo que le sirve de aliciente suministrándole fuerza para cumplir con su meta. Pasando por pequeñas localidades y algunas ciudades de importancia como Pamplona, Burgos y León, el viaje ofrece algunos momentos de tensión como cuando a Tom se le cae la mochila con las cenizas de su hijo en un río y posteriormente cuando un joven gitano le roba sus pertenencias para serle posteriormente reintegradas por el padre de aquél.
La naturaleza del film está lejos de ajustarse a los tradicionales gustos del público joven de hoy día puesto que no hay acción violenta, sangre, sexo o drogas para que le otorguen “color”; en cambio destila una especial sensibilidad que satisfará al espectador inclinado por un relato sincero y humano. La interpretación es irreprochable aunque claramente se distingue la de Sheen quien con su expresivo rostro transmite el sufrimiento de su personaje a pesar del escaso diálogo que el guión le permite mantener. En los rubros de producción, se destaca la fotografía de Juan Miguel Azpiroz captando las bellas imágenes de los paisajes montañosos de Francia y las zonas vascas de España.
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