HUGO. Estados Unidos, 2011. Un film de Martin Scorcese.
Comentario de Jorge Gutman
Este es la obra más personal, original y audaz de Martin Scorcese que seguramente causará un considerable placer a aquel público que ama al cine. Aunque el libro en que Hugo está basado, The Invention of Hugo Cabret, es un cuento ilustrado para niños, lo cierto es que el logrado guión de John Logan lo transforma más en un relato para adultos; de todos modos, posee la suficiente calidez y encanto como para que también pueda ser considerado un film para toda la familia.
Empleando por primera vez la técnica del 3D, Scorcese ha logrado un resultado asombroso realzando los mágicos poderes que el cine puede deparar en esta cautivante fantasía de ensoñación, aventura y misterio.
Su trama transcurre en París en 1930 y gira en torno de Hugo (Asa Butterfield), un niño huérfano de 12 años que perdió a su padre (Jude Law) en un incendio. El está obstinado en desenterrar el secreto de un robot que su progenitor recibió de un museo y que había tratado de repararlo sin haberlo logrado. Sin ningún pariente cercano a su lado, Hugo vive solo en una estación de trenes y debe permanentemente eludir la presencia de un implacable gendarme policial (Sacha Baron Cohen) que está a la caza de niños huérfanos para ser destinados a un orfanato. La soledad del niño desaparece a partir del día en que conoce a Isabelle (Chloe Grace Moretz), una joven que también huérfana fue criada y educada por su padrastro Georges Méliès (Ben Kingsley) y su señora (Helen Macrory); Isabelle será un factor clave para componer el robot de Hugo y a medida que el metraje avanza se irá determinando de qué manera ese objeto está vinculado con su padrastro a través de una historia que se remonta al pasado.
Si hay algún elemento que pudiera ser objetable en el film es que su comienzo resulta lento y un poco desconcertante al no saber hacia donde enfoca. Pero superado ese tramo, el relato encuentra su razón de ser y revela una amplia gama de emociones que permiten a la audiencia conectarse plenamente con el mismo.
Lo más trascendente de esta película es el tributo que Scorcese rinde a Georges Méliès, el famoso director francés que fue un pionero en el uso de los efectos especiales; este cineasta tuvo importante resonancia en la primera época del cine mudo con 80 filmes realizados desde comienzos del siglo pasado hasta el inicio de la primera guerra mundial cuando su fama comenzó a declinar. A través del ingenioso guión, el público tiene oportunidad de apreciar algunas escenas de sus primeros filmes así como extractos de Le Voyage dans la Lune realizado en 1902, que para muchos historiadores es su más importante creación y el primer trabajo de ciencia ficción abordado por el cine.
Meticulosamente realizado, Scorcese contó con un excelente equipo técnico de colaboradores, entre ellos el director de fotografía Robert Richardson quien fue un elemento vital para el magnífico empleo del 3D, Dante Ferreti en los diseños de producción, Sandy Powell en el vestuario y Howard Shore en la música. A diferencia de otros filmes, su riqueza visual no empalidece las virtudes de un homogéneo elenco donde en los roles principales los adolescentes Butterfield y Moretz proporcionan grato encanto sin llegar a empalagar, Kingsley llega a emocionar y Cohen exhibe pintoresquismo en su personaje sin desbordar; en los papeles secundarios, Richard Griffiths, Frances de la Tour, Christopher Lee, Emily Mortimer se desempeñan adecuadamente aportando calidez y alguna que otra nota de humor a sus breves roles.
En síntesis, Scorcese ofrece un fascinante viaje mágico a los orígenes del cine y si hay algún mensaje que se puede extraer del film, eso queda expresado cuando en la escena final Méliès se dirige al público que lo está homenajeando diciéndole “¡Vengan y sueñen conmigo!”. Ese hermoso sueño que ofrecen las imágenes cinematográficas es lo que también el gran director americano siente y quiere compartir con su audiencia. A no dudarlo que lo ha logrado con este inolvidable film
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