THE DESCENDANTS. Estados Unidos, 2011. Un film de Alexandre Paine
Comentario de Jorge Gutman
Después de varios años de ausencia retorna Alexandre Paine con The Descendants el mejor film de su carrera, ratificando una vez más que es uno de los realizadores más humanistas sabiendo cómo utilizar el tono de comedia cálida para narrar un relato dramático. Adaptando una novela de Kaui Hart Hemmings, el guión preparado por Paine, Nat Faxon y Jim Rush es a todas luces excelente y permite que el público permanezca atrapado durante casi dos horas de metraje apreciando una gran película.
George Clooney, en su mejor actuación para el cine, es Matt King, el protagonista y relator de lo que acontece en Hawai donde vive con su familia. Lo primero que aclara es que ese lugar no es el paraíso sobre la tierra que todos imaginan; la verdad es que tiene sus buenas razones para pensar así. Como abogado de muy buena posición económica especializado en bienes raíces, aparentemente tiene todo para ser feliz, pero el destino le asesta un duro golpe cuando su esposa Elizabeth (Patricia Hastie) sufre un grave accidente náutico dejándola en estado de coma. Aparte de la angustia que lo embarga al saber que son muy pocas las posibilidades de que su señora se recupere, Matt debe por vez primera asumir la responsabilidad de actuar como padre de familia dado que nunca mantuvo cercanía con sus dos hijas, Scottie (Amara Miller) de 10 años y Alexandra (Shailene Woodley) de 17 años; ahora le corresponde recomponer la unidad familiar. Por si eso fuera poco, la situación se vuelve más compleja cuando Alexandra le revela que su madre lo estaba engañando con otro hombre casado.
Aunque el dolor, frustración, traición conyugal e impotencia de Matt para revertir los acontecimientos son aspectos que bien podrían adoptar un cariz de melodrama lacrimógeno, Payne logra que los hechos dramáticos y patéticos de la historia puedan combinarse con situaciones de humor sin desembocar en la farsa o la caricatura.
Clooney prácticamente domina el film con una interpretación excepcional. Como un individuo imperfecto, padre desorientado, marido desolado y traicionado, así como el hombre que debe adoptar una trascendental decisión sobre una considerable superficie de terreno virgen en Kauai que pertenece a la familia ampliada y que sus primos desean vender, el actor transmite en todo momento la vulnerabilidad, ternura y la cambiante gama de sentimientos por la que atraviesa su personaje.
Aunque el popular actor despierte entusiasmo, el guión también posibilita que cada uno de los personajes secundarios adquiera gravitación; en tal sentido todo el elenco que lo acompaña proporciona estupendas caracterizaciones. Miller, como la hija adolescente rebelde y a veces impertinente, es una verdadera revelación; también se destaca Nick Krause quien animando al muchacho bobalicón que sale con Alexandra ofrece algunos de los momentos más risueños del relato; no menos importante es la presencia de Robert Foster como el suegro de Matt, Matthew Lilard como Brian, el amante de Elizabeth, y en especial Judy Greer que en escasos minutos de intervención deja una excelente impresión caracterizando a la esposa engañada de Brian.
Además de los factores mencionados, el suceso artístico de este film es debido a que aborda tópicos que tienen validez universal donde en mayor o menor grado cada espectador puede sentirse identificado. Por lo que antecede no sería extraño que este excelente drama se haga merecedor de varias nominaciones a la hora de los Oscars.
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