Los lectores del más popular detective tendrán otra vez que bregar para reconocer al real Sherlock Holmes—detective primeramente cerebral como lo concibió Arthur Conan Doyle—en medio de la maraña de balazos y violencia gratuita del recientemente estrenado Sherlock Holmes—A Game of Shadows (Sherlock Holmes—Un juego de sombras). Básicamente se trata de un Sherlock Holmes adaptado para las mentalidades light de Norteamérica.
Comentario de Sergio Martínez
SHERLOCK HOLMES—A GAME OF SHADOWS. Dirigida por Guy Ritchie (EE.UU., 2011)
Confieso haber ido a la exhibición de este film con cierta predisposición negativa fomentada por la primera versión de Sherlock Holmes, dirigida por el mismo realizador que esta vez nos ha endilgado una segunda parte a la historia del famoso detective. Lamentablemente ese sentimiento se vio confirmado una vez terminada la cinta.
Mi primera objeción apunta a la premisa misma del personaje central (encarnado por Robert Downey Jr.,) la que es completamente desvirtuada en esta segunda versión aun más que en la primera. En efecto, cualquiera que haya leído al menos algunas de las obras del famoso detective creado por Arthur Conan Doyle, o haya disfrutado de la excelente serie producida por Granada Television de Gran Bretaña en 1994, sabrá que Holmes es primeramente un detective cerebral, un hombre que resuelve sus casos recurriendo a lo que llama “deducción” (en estricto sentido, se trata de su opuesto, “inducción” la llegada a una conclusión a partir de la observación de un evento o detalle particular). En todo caso, básicamente un proceso lógico. Ese es su fuerte, como luego lo sería en otro detective famoso como Hercule Poirot, creado por Agatha Christie), y eso es lo que da al personaje su carácter esencial. En los textos originales efectivamente Holmes recurre ocasionalmente a la violencia y al uso de armas, pero eso es sólo un complemento a su trabajo detectivesco. Lo central es su impecable capacidad de razonamiento.
En este film en cambio lo que se enfatiza en algo así como un 90 por ciento de la historia, es el uso de armamento, incluyendo ametralladoras cuyo uso estaba muy lejos de ser generalizado en la época en que la película se sitúa (1891) sin contar que tampoco las armas cortas tenían el grado de precisión con que se las muestra aquí.
Downey en el rol de Holmes, le confiere al personaje un aspecto caricaturesco, propio de personajes cómicos que este actor ha encarnado en otras ocasiones, por cierto su interpretación no se condice con el personaje más bien severo creado por Conan Doyle, con sus excentricidades es cierto, pero un excéntrico con encanto, no el tipo deschavetado que Downey retrata. Tampoco Jude Law le hace honor al Dr. Watson, el compañero de aventuras de Holmes, el retrato del personaje cae también en la caricatura, muy lejos de ser el elemento catalizador de las energías y arranques del detective. La complementariedad de los personajes no se advierte por parte alguna.
La comparación a la serie que aquí conocimos por las ondas del canal PBS de Estados Unidos con Jeremy Brett en el rol estelar se nos hace inevitable, y por cierto Brett era mil veces mejor que el payasesco Downey, al punto que muchos lo llaman el “definitivo” Holmes. Lamentablemente dada la exposición mediática de este reciente film, es probable que ahora mucha gente, especialmente la más joven, termine con la idea de que Holmes era como lo ha caracterizado Downey en esta cinta. Lo que por cierto no le hace ninguna justicia al más famoso detective.
Sherlock Holmes—A Game of Shadows no se basa en alguna de las historias específicas del detective, sino más bien lo que los guionistas del film (Michele y Kieran Mulroney) hicieron fue combinar tramas de diversas historias, en especial The Adventure of the Final Problem donde tiene su encuentro mortal con el Profesor Moriarty y parcialmente en The Adventure of the Empty House, cuando al final el detective hace su retorno. Inspirándose en otras historias donde Holmes ponía su talento al servicio de uno u otro gobierno para desbaratar planes de enemigos internacionales. En este caso se trata de las acciones terroristas de grupos anarquistas, destinadas supuestamente a desestabilizar Europa y crear condiciones para un nuevo conflicto, especialmente entre Alemania y Francia. Recuérdese que este período victoriano de fines del siglo 19 es conocido también como la Belle Époque, un período de paz en el viejo continente que se había iniciado al terminar la guerra franco-prusiana y que se extendería con sólo pocas escaramuzas hasta la Gran Guerra de 1914-1918. Holmes, el Dr. Watson, con la ayuda de la gitana Simsa (Noomi Rapace) intentan llegar hasta las raíces de los atentados anarquistas y confrontar al villano que ha estado moviendo los hilos detrás de todos ellos.
El film en suma no hace justicia al personaje, por el contrario lo adapta a las demandas comerciales de un público que quiera ver mucha acción, peleas y balaceras en gran escala, pero quienes quieran ver al detective en acción en su juego deductivo (inductivo más bien) se verán defraudados, prácticamente no hay nada de eso, a no ser que se quiera hacer pasar por habilidad lógica, la aparente capacidad del Holmes de Downey de anticipar donde alguno de sus numerosos adversarios intentará golpearlo.
Sherlock Holmes—A Game of Shadows es un film que entretendrá a los que busquen diversión en una adaptación muy “light” del célebre personaje.
(En exhibición en Montreal desde el 16 de diciembre en versión original inglesa y en versión doblada al francés).
15.12.11
CINE EN LA PLAZA: SHERLOCK HOLMES COMO CARICATURA
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