Comentario de Jorge Gutman
Nuevamente el público de Montreal tiene la ocasión de disfrutar un espectáculo de calidad con el renombrado Cirque du Soleil en ocasión de la presentación de Dralion. En rigor de verdad se trata de un reestreno puesto que el espectáculo tuvo su estreno en abril de 1999 en la tradicional carpa circense y de esa manera recorrió el mundo entero. A partir de octubre de 2010 la compañía comenzó a representar el espectáculo en las arenas de Canadá y Estados Unidos con el propósito de congregar a un público más numeroso y poder incluir ciudades más pequeñas.
Si bien es cierto que la carpa permite un encuentro más íntimo con sus intérpretes lo cierto es que el brillo del espectáculo sigue vigente. El elenco ya no es el mismo y ahora está prestigiado con la participación de artistas de origen oriental, además de haber sido reelaborado parcialmente con la inclusión de nuevos cuadros, aunque sin alterar la esencia de su contenido original.
El objetivo de Dralion es tratar de fusionar la tradición milenaria de las artes acrobáticas chinas con el enfoque multidisciplinario que ha caracterizado a todas las producciones de esta compañía. La trama está inspirada en la filosofía oriental de la búsqueda de un equilibrio entre el ser humano y la naturaleza; a pesar de que el hilo temático es endeble, de ningún modo disminuye la jerarquía de lo que se presencia.
Con un equipo interpretativo que incluye más de 50 acróbatas, atletas, músicos y cantantes provenientes de diferentes lugares del mundo, Dralion cobra enorme vuelo en sentido figurativo y también literal en el marco del escenario donde se desarrolla. Dentro de sus variados números se destaca el de apertura, denominado “Los cuatro elementos y el pequeño buda”, donde están presentes los factores fundamentales que rigen el orden natural y representados por el aire, agua, fuego y tierra. Otros cuadros incluyen un sorprendente ballet con los “draliones” -mitad dragón y mitad león- a través de dinámicas y magnéticas secuencias con los artistas realizando movimientos acrobáticos mientras logran balancear pelotas de cuero. Más íntimo y de admirable belleza plástica es un “pas de deux” de una danza aérea donde sus bailarines dan prueba de su competencia en materia de flexibilidad y fuerza. También remarcable es observar a un artista realizando un estupendo acto de malabarismo con siete pelotas simultáneamente con estilizada coreografía y reminiscencia de danza moderna. El arte de la acrobacia despierta admiración en el despliegue realizado por 10 artistas que se zambullen y se tiran entre ellos como si se tratara de flechas a través de pequeños aros de madera.
Además de sus números artísticos, la fusión de la cultura occidental y oriental se manifiesta en la presencia de la música con motivos rítmicos y líricos inspirados en melodías indias con influencia europea, así como con su fastuoso y exótico vestuario de intensos colores provenientes de China, India y África.
Si hay alguna objeción que el espectáculo me ha merecido es la inclusión de payasos que de algún modo no se acomodan a la naturaleza del mismo. Más allá de esta observación debo aclarar que el entusiasmo de los espectadores al terminar la función ratifica una vez más el merecido prestigio mundial del Cirque du Soleil. Las representaciones continúan hasta el 30 de diciembre en el Centro Bell.
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