5.11.06

THE COUNTERFEITERS (Die Falscher).

Austria, 2007. Un film de Stefan Ruzowitzky

La tragedia del holocausto ha sido objeto de innumerables películas y aquí, otra vez más, el director vienés Stefan Ruzowitzky vuelve a considerarlo. ¿No es tiempo de dejar de tratar tópicos largamente analizados? La respuesta es un contundente “NO”. Como el realizador lo señala en un reportaje realizado sobre este film, en la Europa de hoy día –más concretamente en Austria- existen partidos políticos de extrema derecha asociados a la ideología nazi, que representan el 20% de los sufragios emitidos; esa fría estadística es escalofriante y es por eso que los episodios descriptos por The Counterfeiters resultan importantes, sobretodo cuando se está frente a un relato de calidad, como acontece con este film.
El relato está inspirado en un hecho real acontecido durante la Segunda Guerra donde los nazis elaboraron un plan secreto para desestabilizar las economías de Gran Bretaña y Estados Unidos, los dos principales países adversarios de Alemania.
Salomon Sorowitsch (Karl Markovics), el personaje principal basado en la verdadera persona de Salomon Smolianoff, es un artista judío que además de pintor y retratista es también un excelente falsificador. Antes del comienzo de la guerra es encarcelado por la Gestapo y conducido al campo de concentración de Mauthausen; posteriormente es transferido a otro en Sachsenhausen, donde sus dotes especiales llegan a conocimiento del comisario Herzog (Devid Striesow); así, éste le encomienda liderar a un pequeño grupo de prisioneros para ocuparse de la falsificación en gran escala de libras esterlinas, para que los nazis puedan seguir financiando la guerra. Aislados del mundo exterior, Sally y su equipo de expertos logran un éxito rotundo ya que ni siquiera el Banco Central de Inglaterra duda de la legitimidad de los billetes falsificados. Como recompensa, este grupo es objeto de un tratamiento privilegiado, como gozar de buenas comidas, disponer adecuadas camas para descansar, recibir tabaco de buena calidad, aparatos de radio y hasta una mesa de ping pong para jugar durante los “ratos de ocio”.
El relato asume la forma de un thriller por cuanto los prisioneros sabían que estaban permanentemente amenazados de muerte si no cumplían satisfactoriamente con su cometido. Eso hace crisis, cuando en un momento dado se produce una disensión dentro del grupo; Adolf Burger (August Diehl), uno de sus miembros que se ocupa de la tipografía y había perdido a su esposa en Auschwitz, decide no seguir adelante con esta operación para no ser un lacayo de los nazis al servicio de una causa que los beneficia. La tensión adquiere mayor relevancia, cuando Sorowitsch recibe la orden de falsificar dólares estadounidenses y Burger se opone. ¿Cómo es posible sabotear la operación cuando eso significará una muerte segura?
Más que centrarse en la tragedia del holocausto, el film tiene como eje central el gran conflicto moral expuesto, al contraponer la actitud pragmática de Sorowitsch con el idealismo de Burger sabiendo que con su conducta está alentando una causa innoble.
Tácitamente, el film plantea a su público sobre qué es lo que haría en un caso semejante. Obviamente, no existe una fácil respuesta para esta situación por cuanto solo puede saberlo aquél que haya atravesado por una experiencia similar. En todo caso, no es difícil comprender que el instinto natural de supervivencia pueda ser más fuerte que asumir el carácter de mártir para bien de la humanidad.
Más allá de este difícil dilema, el director remarca los horrores de la guerra con gran sutileza y evitando, en la medida de lo posible, situaciones gráficas violentas que repugnen el sentimiento del espectador. Se podría objetar de que Ruzowitzky haya narrado su historia utilizando un criterio más cerebral que emocional; sin embargo, personalmente considero que el film trata con profundidad y respeto a sus personajes, logrando exaltar y sensibilizar al público a pesar de que emocionalmente no alcance la dimensión de otros relatos de tema similar.
El director ha reunido a un excelente elenco de intérpretes encabezado por Markovics en el rol central; este actor ha logrado una acertada composición, al caracterizar a un hombre con un rostro banal, nada carismático ni físicamente atractivo, y que a pesar de no ganar en principio la simpatía del espectador, demuestra a la postre poseer ciertos valores que otorgan integridad a su persona.
Un dato curioso de esta película es que en su banda sonora predominan varios tangos porteños,-“Mano a Mano”, “Volver”, “Por una cabeza”, “Cuesta Abajo”-; a pesar de que ningún espectador de origen latino habrá de objetar su inclusión, la música porteña no guarda asociación con el contenido del relato.
El film ha sido recompensado recientemente con el Oscar a la mejor película extranjera de 2007; se trata de una distinción bien merecida.
Jorge Gutman (J.G.)
PPP½

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