Crónica de Jorge Gutman
LA PIEL QUE HABITO. España, 2011. Un film de Pedro Almodóvar
Carente de la profundidad que ha caracterizado al cine de Almodóvar a partir de sus trabajos más maduros que comenzaron en 1994 con La Flor de mi Secreto (1994), el último film de Almodóvar logra inter
esar aunque sin llegar a provocar el entusiasmo habitual.
Adaptado de la novela “Tarántula” de Thierry Jonquet, el guión confeccionado por el director junto a su hermano Agustín Almodóvar penetra en el terreno del thriller perverso donde la forma radical que adopta la historia a mitad de camino crea perplejidad. Para no privar de la curiosidad al público deseoso de ver La piel que habito bastará con indicar sobre su tema pero sin suministrar mayores detalles que pudieran malograr su interés. La historia se centra en un eminente cirujano plástico de Toledo cuyo estado de enajenación mental lo induce a crear un nuevo tipo de piel mediante la transgénesis que consiste en la combinación de células animales y vegetales; para la experimentación que realiza, utiliza como conejillo de indias a una joven a quien mantiene encerrada en una de las habitaciones de su suntuosa mansión. De aquí en más y a medida que el metraje va cobrando acción, el espectador se impone de las razones que lo llevan a convertirse en un monstruoso Frankenstein, del vínculo que lo une con la mujer prisionera, así como del resentimiento producido por el dolor de heridas emocionales del pasado aún no cicatrizadas.
En gran parte perturbador, el relato que está narrado en forma fragmentada con ruptura de sus tiempos, transita entre varios géneros entre los cuales se destaca el horror psicológico. Si bien el suspenso que genera su trama es capaz de producir una razonable intriga, cuando todos los hilos sueltos llegan a unirse en la resolución del misterio que lo alienta, uno tiene la sensación de haber asistido a una historia disparatada e insólitamente fría, sin una dimensión dramática que realmente llegue a emocionar.
A pesar de tratarse de una obra menor, este film logra crear una atmósfera atractiva, proporciona algunos toques surrealistas bien calibrados y permite gozar de ciertos momentos que, si bien absurdos, producen hilaridad. A lo anterior habrá que agregar la sofisticada creatividad que anima al relato, su impecable elegancia, una muy buena banda sonora con la música de Alberto Iglesias, la buena fotografía de José Luis Alcaíne, el original vestuario de Paco Delgado en colaboración con el famoso innovador Jean Paul Gautier y el excepcional diseño de producción de Antxón Gómez.
Como es habitual, Almodóvar se reunió con un elenco inobjetable. Después de su último trabajo con el director en “Átame” (1990), Antonio Banderas vuelve a hacerlo caracterizando al obsesionado cirujano sediento de venganza por trágicos acontecimientos que afectaron por completo su vida. Marisa Paredes está estupenda como la cómplice ama de llaves del facultativo, en tanto que Elena Anaya se distingue en un difícil trabajo dentro de las características especiales de un rol que la mantiene en cautiverio a lo largo del relato.
Es muy probable que este film radicalice la opinión de los espectadores, pero aunque se trata de un Almodóvar de menor envergadura, los leales seguidores de este gran director no deplorarán el tiempo invertido que insume su visión.
MARGIN CALL. Estados Unidos, 2011. Un film escrito y dirigido por JC Chandor
Inspirado en los sucesos que condujeron a la quiebra de Lehman Brothers en Septiembre de 2008 con la consiguiente crisis económica que produjo a nivel mundial y que todavía está repercutiendo, el novel realizador JC Chandor propone con Margin Call una dramatización de los hechos previos que condujeron a dicha situación, imaginando a una de las tantas empresas financieras actuando con el mismo nivel de irresponsabilidad y malicia. El film deja una sensación de pesadumbre contemplando una historia que si bien es muy conocida tiene el mérito de describir una realidad tan sombría como repulsiva al ilustrar los esfuerzos de una compañía financiera para evitar su derrumbe, aunque eso implique hundir al resto del mundo.
Todo acontece en un período de escasas 36 horas en el seno de un banco de inversiones. La primera jornada comienza con la decisión de los cuadros superiores despidiendo a una considerable parte del personal, frente a eventuales problemas que puedan surgir a breve plazo. Uno de los afectados es Eric Dale (Stanlely Tucci), un gerente de riesgo con 19 años de antigüedad, quien apenas es notificado de la medida adoptada es despojado en la forma más inhumana posible de todos sus atributos y pertenencias de la empresa y es acompañado por un agente de seguridad hasta la puerta del edificio; sin embargo y antes de dejar el lugar logra entregarle un USB a Peter Sullivan (Zachary Quinto), un joven analista, advirtiéndole que tenga cuidado. Horas después, cuando todos los empleados ya se han retirado, Peter examina lo que Eric le ha confiado y se alarma al constatar que el análisis de proyecciones realizados por el ex gerente refleja que la compañía corre el riesgo de una quiebra inminente debido a la posesión de activos financieros compuestos por hipotecas tóxicas de valor casi nulo así como otros productos inservibles. Peter convoca urgentemente a su compañero de trabajo Seth Bregman (Penn Badgley) y a Will Emerson (Paul Bettany), el jefe de ambos, imponiéndoles de la gravedad de los hechos para ser posteriormente transmitida a su superior Sam Rogers (Kevin Spacey) lo que está pasando. A medida que avanza la noche llegan a la organización otros ejecutivos de alto nivel (Demi Moore, Simon Baker), y finalmente a las 4 de la madrugada arriba el dueño y CEO de la compañía John Tuld (Jeremy Irons). En esa reunión de emergencia se adopta la decisión de ubicar con urgencia a Dale y de reincorporarlo a la compañía, cualquiera que sea los honorarios que exija por sus servicios; además, Tuld ordena la venta inmediata de los activos putrefactos de la firma al mejor precio posible apenas el mercado se reabra, para evitar que la noticia llegue a divulgarse. De allí en más, seguirá una segunda jornada signada por una marcada tensión.
En su primer trabajo como realizador Chandor ha logrado un documento de gran madurez, donde el espectador queda totalmente inmerso en la acción y sumergido en el mismo clima de suspenso agobiante que envuelve a los altos ejecutivos de la firma.
Muy parecido a lo que el dramaturgo David Mamet ofrecíera en Glengarry Glen Ross, el texto de Chandor es de gran ingeniosidad con algunos memorables monólogos y corrosivos diálogos. Por ejemplo, demostrando que a medida que se va ascendiendo a las posiciones superiores de la escala jerárquica los ejecutivos saben menos que sus subalternos, el público asiste a una escena fascinante cuando al comenzar la dramática reunión nocturna, Tuld le pide a Peter que le explique en los términos más simples posibles, como si tuviera que dirigirse a un niño de 6 años, en qué radica la gravedad de la situación. De modo similar procede Chandor con su relato permitiendo que el mismo pueda ser seguido por cualquier persona que ignore la forma en que los mercados operan, llegando a saber cómo actúan los titanes multimillonarios de estas instituciones cuya fortuna ha sido acumulada en base a la especulación y depredación efectuada al modesto e inocente inversor.
Aunque gran parte de este lúcido documento es debido a su realizador, no menos importante es la contribución realizada por el brillante elenco que lo anima donde cada uno de los actores participantes se despoja de su propia personalidad para reemplazarla con asombrosa convicción con la del personaje asumido.
Este elogiable film produce en el espectador una gran frustración por la naturaleza de su tema; sin embargo su visión es muy recomendable porque Chandor retrata acabadamente el rostro humano de los rapaces financieros, aunque en última instancia carezcan de humanidad. Lo triste del caso es que la mayoría de los mismos sale impune de los delitos cometidos y nada parece indicar que el sistema haya cambiado para evitar el advenimiento de nuevas catástrofes económicas.
LIKE CRAZY. United States, 2011. Un film de Drake Doremus
Esta película del joven realizador Drake Doremus en principio reúne los atributos necesarios para convertirse en una buena hi
storia romántica, sin embargo se queda a mitad de camino y solo en forma muy intermitente presenta algunas situaciones que despiertan relativo interés.
La historia se refiere a la relación no muy convencional que une a dos jóvenes próximos a graduarse en la Universidad de Los Ángeles. Ella es Anne (Felicity Jones) quien se siente atraída por Jacob (Anton Yelchin), uno de sus compañeros de curso; para conquistarlo, utiliza un modo bastante particular al dejarle un curioso mensaje de amor en el parabrisas de su coche. Después de conocerse, flirtear e intimar, llega la hora de la separación porque Anne, que es británica, reside en Estados Unidos con una visa de estudiante de vencimiento inminente. Para pasar el verano junto a su novio, contraviene el permiso legal al quedarse más tiempo del debido antes de retornar a Londres; cuando posteriormente quiere volver a Los Ángeles con una visa de turista, los funcionarios de inmigración americana le niegan su entrada, obligándola a regresar a Inglaterra.
Aunque en principio podría despertar curiosidad en ver cómo se habrá desarrollar un vínculo sentimental donde las partes viven a miles de kilómetros de distancia, el guión de Daremus y Ben York Jones carece de la necesaria sustancia cómo para que lo que se expone resulte más atractivo. Durante la separación física, los estados anímicos de la pareja se ven alterados con el resultado de que Jacob pronto encuentra solaz sentimental con una colega de su trabajo (Jennifer Lawrence), en tanto que Anne no dudará en intimar con un vecino (Charlie Bewley) del lugar donde habita. El viaje que él efectúa a Londres para reencontrar a su novia provocará situaciones de ruptura, reconciliación, reproches, resentimientos, pero sin que todo ello repercuta vitalmente en el espectador; a todo esto, la mutua infidelidad de la pareja resta convicción a la sinceridad de los sentimientos envueltos.
Lo más objetable de Like Crazy es la débil caracterización de sus personajes y la falta de química existente entre los personajes principales donde se observa a un Jacob más bien pasivo frente a una Anne mucho más dinámica y apasionada. Los pasajes en que el relato alcanza un matiz de mayor interés son en las escenas que intervienen los padres de Anne (Alex Kingston y Oliver Muirhead) quienes le otorgan un poco de calor y humor al mismo.
La actuación de Jones y Yelchin es buena pero sus personajes, especialmente el de Jacob, carecen de la profundidad necesaria y su final abierto de novelita rosa impide que el film llegue a perdurar en la memoria del espectador. Para resumir, aunque este film se puede ver está muy lejos de generar el entusiasmo que dentro del mismo género alcanzaran, para citar algunos ejemplos, Before Sunrise(1995) y Before Sunset (2004) con Ethan Hawke y Julie Delpy y/o hace poco tiempo Blue Valentine (2010) con Ryan Gosling y Michelle Williams