23.4.07

Cine Abril 2007

CINE EN LA PLAZA
Comentarios de Jorge Gutman

LA VIE EN ROSE (LA MOME). Francia, 2006. Un film de Olivier Dahan
REIGN OVER ME. Estados Unidos, 2007. Un film de Mike Binder
SHARKWATER. Canadá, 2006. Un film de Rob Stewart
CASHBACK. Gran Bretaña, 2006. Un film de Sean Ellis
I THINK I LOVE MY WIFE. Estados Unidos, 2007. Un film de Chris Rock
L’IVRESSE DU POUVOIR. (THE COMEDY OF POWER). Francia, 2006. Un film de Claude Chabrol
THE WIND THAT SHAKES THE BARLEY. Irlanda-Gran Bretaña-Alemania-Italia-España, 2006. Un film de Ken Loach
THE WHITE MASAI. Alemania, 2005. Un film de Hermine Huntgeburth
300. Estados Unidos, 2006. Un film de Zack Snyder
ZODIAC. Estados Unidos, 2007. Un film de David Fincher
BLACK SNAKE MOAN. Estados Unidos, 2006. Un film de Craig Brewer
THE NUMBER 23. Estados Unidos, 2007. Un film de Joel Schumacher
BREACH. Estados Unidos, 2006. Un film de Billy Ray

DVDs

BORAT (Fox Film)
UN DIMANCHE A KIGALI. (Warner Bros, Equinox)
BABEL. (Paramount Vantage)
C.R.A.Z.Y. (TVA Films-Cirrus)



LA VIE EN ROSE (LA MOME). Francia, 2006. Un film de Olivier Dahan
Resulta un desafío volcar en imágenes la vida de una persona de matices tan excepcionales como la de Edith Giovanna Gassion, más conocida en el mundo entero como Edith Piaf, y también con el cariñoso apodo de “La Môme” en su país de origen. Esa diminuta mujer que en el momento de su muerte (11 de octubre de 1963) a los 47 años de edad parecía una anciana septuagenaria, vivió intensa y apasionadamente; de allí que uno puede comprender la dificultad encontrada por Olivier Dahan, realizador y guionista de LA VIE EN ROSE, para sintetizar en dos horas y veinte minutos de metraje los aspectos más remarcables de una existencia turbulenta que no fue precisamente color de rosa.
Cuando el film concluye con su voz entonando, “Non, Je ne regrette rien”, el público experimenta una sensación especial al sentir cerca suyo la mágica presencia de quien fuera la mejor embajadora en el mundo de la canción popular de Francia. Pero claro, esa emoción no está referida a los méritos de haber visto un gran film, sino a su protagonista. Es Marion Cotillard animando a Edith, la razón por la que esta película merece ser vista; de no haber sido por ella, y por Piaf por supuesto, el espectador podría haber evitado este relato al que el director Dahan no supo o no pudo transmitir cabalmente todos los matices y la profundidad humana que emergía del gorrión de París. Ciertamente el guión esboza un retrato de esta sensacional intérprete, pero resulta forzado y un tanto artificial, enfatizando en aspectos repetitivos como, por ejemplo, sus colapsos sufridos en escena, dejando de lado otras facetas que pudieran haber explicado mejor el proceso autodestructivo de sus últimos años.
Lo primero que llama la atención es la estructura del relato.

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Dahan apela a un mecanismo de zig-zag que no conduce a resultados fructíferos. El mecanismo de los flashbacks, retrocediendo en el tiempo para posteriormente volver al presente, tiene sentido cuando es funcional a la narrativa de la historia; aquí, en cambio, desconcentra y la continua movilidad temporal desordenadamente expuesta llega a veces a confundir.
Dejando de lado esa observación, el guión pasa revista a su vida a partir de 1918; su triste infancia (en la expresiva interpretación de Manon Chevallier) queda reflejada mostrando a la madre (Clotilde Courau) de Edith cantando en la calle para los transeúntes en el barrio obrero de Belleville de París, mientras que la criatura es descuidada; cuando posteriormente la abandona, su padre (Jean-Paul Rouve), un contorsionista de circo, la lleva a Normandía para que su madre (Catherine Allegret) -que regentea un prostíbulo-, se ocupe de ella. Aunque el lugar no es precisamente el más propicio para una niña tan pequeña, esa infancia traumatizada encuentra su compensación -al menos por lo que el relato muestra- con el afecto que le brindan algunas pupilas del burdel como en el caso de Titine (conmovedora Emmanuelle Seigner), aunque este personaje es de ficción. A una infancia desvalida –con una ceguera temporaria- le sucede una adolescencia con demasiado alcohol y en donde su frágil cuerpo comenzará a sentir los primeros golpes. Ya adulta, es descubierta cantando en las calles de Montmartre por Louis Leplee (Gérard Depardieu), el dueño de un club nocturno, quien le brinda la oportunidad de actuar en uno de los más importantes cabarets de París donde obtendrá un éxito clamoroso, y posteriormente llegaría la fama internacional.
Un espacio relativamente amplio Dahan le dedica a Marcel Cerdan (Jean-Pierre Martins), el gran amor de la vida de Edith, quien al morir en un accidente de aviación la deja sola y desconsolada. También se enfatiza su adicción a la morfina y al alcohol. Otros detalles, como una hija que muere a los 6 años de meningitis, la acusación que fue objeto por la misteriosa muerte de Leplee, el halago recibido de Marlene Dietrich (Caroline Sihol), así como un buen número de personajes secundarios, son enfocados en forma esquemática y fugaz sin mayor trascendencia dramática.
A pesar de sus altibajos, el film vale por Cotillard. Ella está prácticamente en casi todo el film y su absorbente actuación permite que el espectador se identifique con el personaje que anima; su interpretación es meritoria porque proporciona intensidad a un personalidad mítica sin desbordarse; sus gestos, miradas, la voz áspera, postura encorvada, exabruptos y demás detalles que configuraron la personalidad de inmortal artista, son excelentemente transmitidas por Cotillard, alcanzando de ese modo a equilibrar la relativa debilidad del guión y la discutible estructura del film.
Cabe aclarar que la banda sonora del film corresponde a los registros originales de la inolvidable Piaf. ¡Qué enorme placer, volver a escucharla y comprobar que los temas por ella interpretados, hoy día tienen más vigencia que nunca!
Jorge Gutman (J.G.)
PP½

REIGN OVER ME. Estados Unidos, 2007. Un film de Mike Binder
Cualquier pérdida familiar implica en mayor o menor grado un duelo emocional. Peor aún cuando desaparecen todos los integrantes de la familia nuclear y queda sólo uno de sus integrantes para sufrir el dolor. Ese es el tema de Reign over me, tratado por el cine en diversas oportunidades, como en el inolvidable film de director Kryzysztof Kieslowski “Three Colors:Blue” donde Juliette Binoche animaba a una mujer cuyo marido e hija mueren en un accidente automovilístico. En este caso el drama aflige a un hombre cuya esposa y 3 hijas sucumben en uno de los trágicos vuelos del 11 de Septiembre.
El personaje en cuestión es Charlie (Adam Sandler), que hasta esa fecha era un exitoso dentista y después de la desgracia se apartó del mundo; además de no ejercer su profesión, es un individuo mentalmente perturbado que vive en una especie de limbo, ignorando cualquier mecanismo de la memoria que pudiera asociarlo con su familia desaparecida; durante los cinco años siguientes ha estado viviendo del dinero proporcionado por el seguro, entretenido con juegos de video y modificando su cocina.
El film descansa en la relación establecida entre Charlie y Alan (Don Cheadle) un antiguo compañero de estudios a quien no veía desde hace muchos años y que se desempeña como dentista en su clínica dental compartida con otros profesionales. Después de haber reencontrado a Charlie y descubriendo el mísero estado moral y emocional en el que se encuentra, Alan realiza desesperados esfuerzos para tratar de ayudarlo a retornar a una vida normal.

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Loable en el propósito de describir un drama aflictivo familiar, este film se destaca más por la convicción de sus dos personajes principales que por su originalidad. En su intento de que el relato adquiera más complejidad, el guión acude a personajes o situaciones poco creíbles en dos historias conexas. Una de ellas es la de una dulce psiquiatra (Liv Tyler) trabajando en el mismo edificio que Alan y que se ocupa del tratamiento de Charlie; la otra subtrama se refiere a una paciente de Alan (Saffron Burrows) con problemas psiquiátricos y que cuando acude a verlo para que le haga un tratamiento dental, urge al dentista para que le permita practicar sexo oral (?); como se trata de un drama y no de una comedia, grande es mi asombro al ver cómo la historia central queda desenfocada con la introducción de elementos tan incongruentes como ridículos.
Esencialmente, este film se destaca por por las excelentes interpretaciones de Sandler y Cheadle. Sandler confirma su capacidad histriónica en papeles dramáticos, ya revelada en “Punch Drunk Love”; aquí realiza una valiosa composición de un hombre enajenado y perdido, con bruscas explosiones de violencia y con dificultades para abrirse al mundo exterior y exorcizar sus demonios interiores. Cheadle, por su parte, brinda una labor impecable, como el buen hombre de familia, que ama a su mujer (Jada Pinkett Smith) y a sus hijos pero que va alienándose al querer ayudar a Charlie, con el alto costo de hacer peligrar su estabilidad hogareña.
En un rol secundario, Donald Sutherland se luce como un juez comprensivo que debe adoptar una decisión en un difícil caso humano. Binder, también se reserva un papel, como el administrador de negocios de Charlie; su participación resulta superflua ya que además de no agregar nada a la historia, más bien la desmerece.
Con un desenlace apresurado y poco satisfactorio queda como resultado un relato con una historia emotiva, con actores muy buenos pero con un guión pleno de altibajos. J.G.
PP¼

SHARKWATER. Canadá, 2006. Un film de Rob Stewart
Hace poco menos de tres se estrenó “Sharks 3D”, un documental de Jean-Jacques Mantello que era un llamado de atención para evitar la extinción de los tiburones. Muchos de los conceptos allí expuestos se vuelven a enfatizar en el film canadiense SHARKWATER de Rob Stewart; sin embargo, algunos acontecimientos dramáticos que surgieron durante su filmación determinaron que el relato haya adoptado un rumbo diferente al que en principio tenía previsto su realizador.
Stewart, experto buceador y fotógrafo submarino, es un apasionado admirador del tiburón. Además de admirar su belleza, confiesa que desde pequeño quedó fascinado con estos poderosos y perfectos animales. Si sus elogios responden a la experiencia positiva que tuvo con los mismos, resulta en cambio cuestionable el esfuerzo realizado para transmitir la idea de que los tiburones no son hostiles, ni tampoco los asesinos sangrientos que los medios de comunicación han difundido, creando en el público un miedo injustificado a estos cetáceos.
Stewart afirma que los tiburones no comen a la gente ya que no les apetece la carne humana, ni que tampoco tienen intención de atacar a las personas, y que cuando algunos accidentes se producen, eso es debido a “equivocaciones” de estas bestias; él señala que gran parte de su vida estuvo cerca de los mismos, llegándolos a filmar –aunque con gran dificultad- sin que sufriese ataque alguno. Además agrega que si se comparara el número de muertes producidos por los tiburones con las de otros animales, por ejemplo los elefantes, el resultado favorecería ampliamente a los tiburones por cuanto sólo se producen “5 calamidades por año” en los mares del mundo.
Esa posición de la “supuesta” inocencia de los tiburones mostrándolos tímidos, sensibles y mucho más temerosos del hombre que a la inversa, resulta –como dijera anteriormente- muy discutible y teniendo en cuenta la estructura adoptada por el film, distrae un poco de su verdadero propósito como es el de alertar acerca de la matanza indiscriminada de estos animales. Habiendo sobrevivido por más de 400 millones de años y constituyendo un elemento integral de la vida oceánica para mantener el equilibrio marino y proveer del oxígeno necesario, la especie corre peligro de ser extinguida sino se adoptan medidas de preservación y seguridad por parte de las autoridades gubernamentales e internacionales.
La segunda parte del film adquiere los visos de aventura policial. En abril de 2002 Stewart se unió al equipo del renombrado conservacionista Paul Watson en una excursión marítima. Al ser invitado por el gobierno de Costa Rica para patrullar las aguas de la Isla de Cocos, el equipo interceptó a un bote marino donde cazadores furtivos estaban atrapando tiburones. Una vez de retorno en tierra firme, Stewart, Watson y los otros miembros de la embarcación eran acusados de intento de asesinato. Para evitar el arresto por parte de las autoridades locales, Stewart y el resto de la tripulación huyen de Costa Rica, lo que origina una persecución por parte de las autoridades marítimas que bien podría constituir el tema de una película policial diferente. El episodio reveló la existencia de una poderosa mafia de Taiwán que frente a la “vista ciega” de las autoridades costarricenses, realizan un negocio valuado en millones de dólares al comercializar las alas del tiburón, manjar principesco de los más cotizados restaurantes del sudeste asiático; esa es una de las razones por las que, según el documental, más de 100 millones de tiburones son matados anualmente.
Después de que la expedición llega a las Islas Galápagos, Stewart sufre una grave enfermedad al haber sido infectado su sistema linfático, corriendo el riesgo de perder una de sus piernas. Felizmente, el hecho no alcanzó el resultado dramático aguardado y de este modo el film pudo ser completado.
Es loable el esfuerzo que implicó la realización de este documental y la noble intención que lo anima. Sin embargo, cierta edición lo habría beneficiado más; hay elementos que podían haber sido reducidos, como la amplitud dedicada al elogio del tiburón, la extensión del proceso vivido en Costa Rica incluyendo la huída y el posterior retorno a ese país, y finalmente la enfermedad de Stewart, que si bien fue penosa, no forma parte del objetivo de este documental.


CASHBACK. Gran Bretaña, 2006. Un film de Sean Ellis
El director Sean Ellis, quien en 2006 fue nominado para el Oscar por su corto de 18 minutos “Cashback”, decidió expandirlo a un largo metraje conservando su espíritu original; así, el arte y su vinculación con la belleza, la angustia amorosa de un joven aspirante a artista, y la congelación del tiempo para gozar lo que la fantasía puede procurar al ser humano, constituyen algunos de los elementos bien perfilados de esta melancólica comedia.
Ben es un estudiante de arte que vive con gran dolor la desazón causada por el abandono de Suzy, el primer amor de su vida. La pena lo agobia y eso se refleja en la pérdida de apetito y en el crónico insomnio que padece pasando largas noches en vela. Para combatir la falta de sueño decide trabajar en un supermercado con un horario nocturno de ocho horas diarias. Para matizar su trabajo se convierte en un gran soñador, imaginando que puede detener el tiempo para apreciar de ese modo la belleza que lo rodea.
Lo que se destaca de este film es la habilidad especial del realizador en extraer el máximo fruto de una historia pequeña, brindándole una sensibilidad especial en la caracterización de su personaje principal. Si por una parte, la relación que Ben mantiene con sus compinches de trabajo responde a situaciones que muchas veces fueron exploradas por el cine, es en el ángulo romántico donde Ellis obtiene sus mejores logros. Tratando de cicatrizar el dolor por la ausencia de Susy, el muchacho lentamente va ganando confianza en sí mismo cuando conoce a Sharon, una compañera de trabajo; la simpatía inicial existente entre ellos deviene en un sentimiento más profundo, donde el tímido joven vuelca su amor en los bosquejos que realiza de ella. Cuando una lamentable coincidencia hace que Sharon desconfíe de Ben y la relación se interrumpa, el director infunde al guión de un contenido poético sorprendente con la grata sorpresa de un desenlace original, tierno e irresistible

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Esta contemplativa comedia no es una obra artística excepcional pero sin duda tiene la suficiente espontaneidad y encanto como para ganarse de inmediato la simpatía del público. En gran parte, eso se debe a la presencia de Sean Biggerstaff, un actor que manteniendo un bajo perfil en un rol de pocas palabras, demuestra gran expresividad al transmitir cabalmente la angustia amorosa de un sensible joven. A su lado se luce Emilia Fox (muy parecido a la actriz canadiense Sarah Polley) que expresa delicadeza y dulzura como el interés romántico de Ben.
En los renglones técnicos se distinguen los aspectos visuales del film –especialmente en las escenas en que el tiempo queda congelado-, así como la banda sonora cuya música original corresponde a Guy Farley y en donde se incluye, entre otros, un tema romántico de la ópera “Norma” de Bellini. J.G.
PPP

I THINK I LOVE MY WIFE. Estados Unidos, 2007. Un film de Chris Rock
Chris Rock quiso emular a Eric Rohmer, adaptando uno de sus cuentos morales “Chloë in the Afternoon”, a la época actual. El proyecto quedó solo en buenas intenciones porque I think I love my wife conserva la premisa inicial pero sin el ingenio, ironía, gracia y romanticismo que caracterizó al film del veterano director francés.
En la visión de Rohmer, su héroe es un hombre felizmente casado cuyo estado civil le sustrae de la capacidad de poder flirtear con otras mujeres; de allí que cuando Chloë asoma en su vida, surgirá el clásico conflicto que abruma a muchas personas en el matrimonio, cuando el amor hacia la pareja con quien convive entra en colisión con el deseo que despierta la aventura extraconyugal.
La mira de Rock, de acuerdo al guión que compuso en colaboración con Louis C.K, es diferente. Richard Cooper (Rock) también es un hombre casado y feliz, como el Frédéric de Rohmer; su esposa Brenda (Gina Torres), es una mujer inteligente y madre excelente para sus pequeños hijos; todo marcharía maravillosamente si no fuese por el hecho de que él está aburrido.
Lo primero que uno se formula es cómo coexisten armoniosamente la felicidad con el aburrimiento. Eso no queda aclarado, pero puede hacerse abstracción del asunto. ¿En qué consiste la monotonía de Richard? La relación con su mujer es asexuada porque ella es esquiva a las relaciones sexuales. ¿Por qué? Nuevamente, habrá que pasar por alto ese hecho ya que no hay indicio alguno de frigidez femenina y además todo hace suponer que ella quiere a su marido.
Si hasta ese momento -10 minutos de metraje- el espectador toma con seriedad lo que cree estar viendo, cambiará radicalmente de opinión por lo que sigue a continuación. El propósito de indagar sobre la opresión o angustia que aflige a Richard en su relación matrimonial queda desdibujado cuando la historia adopta un rumbo inesperado, sin la menor coherencia lógica.
En procura de buscar el tono de comedia, el guión introduce a Nikki (Kerry Washington), una atractiva joven que años atrás fuera la novia de un amigo de juventud de Richard. Aquí, ella llega en forma inesperada a su vida tratando de seducirlo en la forma más descarada y atrevida posible; eso origina situaciones que además de ser absolutamente increíbles, carecen de gracia y hasta llegan a irritar.
Si se presenta a Richard como un hombre metódico, responsable, serio, que se desenvuelve exitosamente en una empresa de prestigio donde todo es orden y disciplina, nada permite justificar que la vampiresa Nikki aparezca diariamente en su lugar de trabajo, sin problemas de acceso alguno y comience a revolucionar el orden existente.
A medida que avanza el film, los hechos devienen más estúpidos. Así, Richard interrumpe reuniones de trabajo o se ausenta del lugar dejando de lado a importantes clientes internacionales porque Nikki solicita su presencia. Una situación límite ocurre cuando ella lo obliga a dejar su oficina para viajar por el día a Washington D.C. para que la ayude a retirar cosas personales de un departamento en que se alojaba con su novio.
Uno de los escasos momentos graciosos, es cuando Richard ingiere algunas pastillas de Viagra como anticipo de un encuentro amoroso; sin embargo, la consecuencia “funesta” que el hecho provoca origina una situación que aunque de escaso buen gusto, podrá permitir la leve sonrisa del espectador.
La resolución del film es pedestre y sin sorpresa alguna. Aunque todo gire en saber si el hombre se acostará finalmente con Nikki, o si mantendrá una fidelidad absoluta a su esposa, la situación no genera suspenso alguno.
Rock es un buen comediante, pero aquí -en su condición de director y guionista- no ha sido aquí capaz de captar el conflicto que aqueja a su personaje principal, ni tampoco ofrecer una comedia medianamente divertida o erótica que justifique el precio de la entrada. J.G.


L’IVRESSE DU POUVOIR. (THE COMEDY OF POWER). Francia, 2006. Un film de Claude Chabrol
El último film de Claude Chabrol “La Ebriedad del Poder” es un drama inspirado en el affaire Elf, un caso político-financiero de corrupción que conmocionó a Francia en la década del 90.
En un guión que le pertenece y escrito conjuntamente con Odile Barski, el realizador recurre por séptima vez a su ireemplazable musa Isabelle Huppert quien interpreta a una jueza de instrucción que debe considerar un caso judicial de una empresa corrupta, la compañía petrolera de referencia, y la de sus personeros que involucran a hombres de negocios, representantes del mundo de las finanzas y políticos de importante nivel.
Proviniendo de un maestro como Chabrol no resulta extraño que su relato destile cierta ironía y un tono burlón al ilustrar hasta dónde es posible manejar los límites del poder político, su malicia y las heridas que ocasiona.
El relato refleja satisfactoriamente la personalidad de la jueza, una mujer dueña de un temperamento que no admite concesiones de ninguna especie, y el ridículo al que los acusados son expuestos por ella. Lo interesante del film es la metamorfosis de esta mujer quien en su afán de destruir a los corruptos, termina embriagándose de ese extraño poder que llega a afectar tanto su actividad pública como servidora de la justicia, como su vida privada donde su matrimonio se encuentra en estado crítico, lo que la conduce a una existencia solitaria.
Chabrol ofrece una historia mordaz, donde manipuladores, mentirosos y estafadores terminan confundiéndose. El relato permite para comprobar que la codicia exacerbada de ciertas corporaciones no es patrimonio exclusivo de Francia, a juzgar por lo acontecido con las maniobras fraudulentas de Enron en los Estados Unidos.
El director no utiliza medias tintas para describir un ambiente de podredumbre, pero lo hace sin acudir a notas sensacionalistas y apelando a su acostumbrada sobriedad.
Huppert deslumbra como la protagonista de esta historia; fría, calculadora y precisa, a veces un tanto condescendiente, antipática y raramente humana, ella ofrece el modelo preciso del papel imaginado por el director. La acompañan eficazmente Francois Berléand, Patarick Bruel y Thomas Chabrol. J.G.
PPP

THE WIND THAT SHAKES THE BARLEY. Irlanda-Gran Bretaña-Alemania-Italia-España, 2006. Un film de Ken Loach
El veterano realizador británico Ken Loach es por excelencia un hombre que constantemente asume una posición política y/o social en los proyectos que encara. En el caso de THE WIND THAT SHAKES THE BARLEY incursiona nuevamente en el cine político al considerar una de las páginas más turbulentas de la historia de Irlanda que tuvo lugar en la década del 20 del siglo pasado. Loach y su habitual guionista Paul Laverty ubican la acción en una pequeña aldea de Irlanda, en un período en que el gobierno británico trataba de evitar de que una república irlandesa fuese adquiriendo cuerpo; ese hecho tuvo como antecedente el intento de levantamiento armado contra la ocupación británica por parte de la Armada Civil Irlandesa, los Voluntarios Irlandeses y la Fraternidad Republicana de Irlanda que tuvo lugar en Dublín en 1916.
La anécdota presenta a Damian, un apacible y tranquilo joven que a punto de viajar a Inglaterra para estudiar medicina, cambia radicalmente sus planes al comprobar la acción brutal emprendida por un batallón inglés –Black and Tans- apostado en el lugar para intimidar a la población. Inmediatamente se une a su arrojado hermano Teddy, para integrar el movimiento guerrillero del IRA. Cuando en el verano de 1921 se establece una tregua que será seguida en diciembre de ese año con la firma del Tratado Anglo-Irlandés que dio lugar a la creación del Estado Libre Irlandés en 1922, entre los combatientes se produce un elemento divisivo que también afecta la posición asumida por los hermanos. La aparente victoria del Tratado implicaba que Irlanda, a pesar de su condición de estado libre, seguiría formando parte del imperio británico y por lo tanto debía su lealtad a la corona. Damian se une a los republicanos que se oponen al Tratado al considerarlo meramente formal ya que Irlanda seguiría formando parte del dominio del Reino Unido, sin lograr su soberanía. Teddy, por el contrario, adoptando el uniforme británico se ubica en el grupo conciliatorio, al considerar que el acuerdo es un paso positivo hacia el camino de paz. Los puntos de vista diametralmente opuestos quebrantan la solidaridad entre Damian y Teddy, para finalmente desembocar en un episodio trágico.
La ruptura fraternal constituye un espejo de la escalada de violencia que se produciría en la región con familias deshechas y una población dividida ideológicamente, que a la postre llegó a desencadenar una guerra civil que duraría hasta mediados de 1923, con la pérdida de algunos líderes del movimiento independentista.
El film de Loach es honesto, exuda sinceridad y, como en toda su filmografía, trasunta un gran humanismo. Sin embargo, padece de algunas limitaciones. Al establecer un paralelo entre el desencuentro de los hermanos con el experimentado por los ciudadanos de Irlanda, el relato no logra imprimir el vigor necesario que se pudo apreciar, por ejemplo, en “Michael Collins” de Neil Jordan sobre la misma temática. Otro aspecto es que si bien resulta innegable que Loach demuestra su simpatía hacia los oprimidos como lo fueron los irlandeses en procura de su independencia, lo cierto es que el guión adopta un maniqueísmo marcado; así, los soldados ingleses invasores son exhibidos como extremadamente sanguinarios, carentes del mínimo respeto y consideración haciendo el prójimo, quedando estereotipados como los “monstruos” de la historia, mientras que los guerrilleros irlandeses resultan ennoblecidos. Finamente, el factor previsible, que si bien no es por si mismo un defecto, atenúa el impacto de la “sorpresa” al preverse lo que habrá de suceder.
A su favor, el film reproduce el momento histórico con total veracidad y aunque Loach no evita escenas de dura violencia, uno queda cautivado por la intensidad del relato, por la humanidad de sus personajes y por un final impactante y sobrecogedor. El reparto es uniformemente satisfactorio, tanto en lo que respecta al actor irlandés Cillian Murphy animando el papel protagónico, como con los otros integrantes del elenco, entre ellos, Pádraic Delaney, Liam Cunningham y Orla Fitzgerald.
En resumen, un film que aunque un tanto desigual tiene la rúbrica “Loach”, lo que significa estar en presencia de un cine comprometido y con una visión ideológica que si podrá o no ser discutible, es siempre respetable y sincera. J.G.
PPP

THE WHITE MASAI. Alemania, 2005. Un film de Hermine Huntgeburth
Adaptado de una obra autobiográfica de la escritora Corinne Hofmann, este drama se destaca por ilustrar el choque cultural entre dos civilizaciones completamente opuestas, a través de un romance extraño vivido por una culta mujer europea y un hombre negro africano.
Con nombres cambiados para los propósitos del film, el guión presenta a Carola (Nina Hoss), una chica suiza que viaja a Kenia de vacaciones con su novio Stefan (Janek Rieke) y llega a conocer fortuitamente a Lemalian (Jacky Ido), guerrero de una tribu local. Desde el primer momento en que lo divisa, un irresistible impulso motiva a que decida no regresar con su novio a Europa. Ese amor a primera vista conducirá a que Carola se case con el nativo y vaya a vivir con él a su aldea de Barsaloi, completamente aislada de la civilización moderna. Como es de suponer, de inmediato comienzan a surgir los inconvenientes propios de una mujer de su clase social y económica que debe sumergirse en el seno de una cultura completamente diferente a la suya y que para sobrevivir deberá adaptarse a la misma.
El interés del film radica en la observación de comportamientos de la gente local que, tanto para Carola como para el público que sigue su relato, resultan sorprendentes. Entre los problemas que la recién casada debe superar figuran la falta de un idioma en común que hace difícil la comunicación verbal con su marido, el comportamiento sexual donde solo cuenta la gratificación del hombre, un microcosmos cultural en donde la mujer es marginada y queda sujeta a la voluntad del esposo, las prácticas crueles de la circuncisión femenina, y en general las supersticiones de un medio que obstruyen toda lógica o raciocinio. Eso conduce a una relación tensa de agresión y conflicto de la pareja porque al desafío de Carola de querer desafiar las convenciones se une la perturbación emocional de su marido al presenciar que sus actitudes y movimientos son considerados audaces y transgresores de las normas vigentes.
Si la narración no estuviera basado en la vida real de la autora, se haría difícil de concebir que una persona como Carola pudiera haber elegido una opción de vida en un medio poco acogedor, agravado por la falta de electricidad, una dieta alimenticia bastante particular y tradiciones que se oponen al modernismo cultural de la civilización occidental; a todo ello, cabría agregar la existencia de una marcada corrupción policial que en tal sentido pareciera no reconocer fronteras culturales.
La narración se realiza en gran parte a través de la voz en off describiendo las experiencias culturales señaladas; ese hecho no siempre repercute favorablemente en un relato que se extiende demasiado. Además de su contenido antropológico y de una historia romántica que aunque auténtica resulta difícil de creer, el film se distingue por una buena interpretación de Nina Hoss en el personaje central y por la buena fotografía de Martin Langer captando la belleza salvaje de Kenia. J.G.
PPP

300. Estados Unidos, 2006. Un film de Zack Snyder
Una película como 300 genera reacciones opuestas. Por un lado es casi seguro que el público adolescente –a quien fundamentalmente va dirigido- encuentre una válvula de escape que le proporcione entretenimiento; en el otro extremo se encuentra una audiencia que no quedará satisfecha con un film que se torna largo y repetitivo, sin otros elementos que despierten curiosidad como que no sea la de una violencia excesiva y sangrienta, descuartizamientos, desmembramientos humanos y cabezas volando por los aires.
El director Zack Snyder ofrece una típica superproducción de Hollywood tratando de recrear una novela gráfica basada en un comic de Frank Miller que tuvo repercusión popular; puede ser que la lectura haya estimulado la imaginación de los lectores, pero su transposición al cine no ha sido muy feliz.
El relato que transcurre en la antigua Grecia, 480 años antes de la era cristiana, tiene como eje central a un ejército de trescientos guerreros espartanos quienes capitaneados por su rey Leónidas tratarán de detener el avance de los 250 mil soldados del rey Xerxes de Persia, un monarca que pretende dominar al mundo. La batalla de Las Termópilas, nudo central de la trama, resulta adversa para Esparta aunque contribuye a causar estragos en el ejército persa con la muerte de miles de sus hombres.

<<300:>>

Nadie que vea un film como el presente, pretenderá rigurosidad histórica; pero dejando de lado la reproducción discutible de acontecimientos pasados y difíciles de constatar, lo que aquí se contempla es un relato acartonado con actores que declaman, una voz en off que queriendo explicar el comportamiento de sus personajes se asemeja a la a la de los relatores de los antiguos radioteatros, todo ello unido a pobres diálogos y con una sutilidad que brilla por su ausencia. En líneas generales, la película no acierta con el tono preciso, deambulando entre un realismo dramático, una ilustración de historieta filmada, la sensación de contemplar un videojuego y una textura de irrealidad soñadora que no llega a conformar.
La caracterización psicológica de los personajes es inexistente y eso influye en las interpretaciones obtenidas. Gerard Butler como Leónidas ofrece una actuación exagerada de un líder carismático que apela al machismo y a los clásicos principios de valentía, coraje y patriotismo para estimular a su reducido ejército en su lucha contra los persas. Rodrigo del Toro, como Xerxes, tiene todas las apariencias de un personaje andrógino y el resto del elenco debe adaptarse a personajes unidimensionales surgidos del guión de Kurt Johnstad y Michael B. Gordon.
En los renglones técnicos, el film impresiona favorablemente en su estilo visual y además, gracias a la digitalización de imágenes a través de computadoras, se logra realzar algunas escenas como en el caso de la batalla de Las Termópilas. J.G.
PP

ZODIAC. Estados Unidos, 2007. Un film de David Fincher
El realizador David Fincher y el guionista James Vanderbilt ofrecen un notable film artístico basado en una sangrienta sucesión de muertes causadas por un asesino en serie, que tuvo lugar en la región de la bahía de San Francisco desde fines de la década del 60 hasta los primeros años de la década siguiente.
Antes que nada cabe aclarar que aquí no se está frente a un relato de suspenso tradicional. Lo que a primera vista parecería un thriller sobre un psicópata criminal y sus víctimas, al promediar el metraje se evidencia que la historia enfatiza el proceso de investigación de las personas que estuvieron envueltos tratando de esclarecer el caso y las consecuencias del desgaste sufrido por tratar de llegar a solucionarlo.
El prólogo del film muestra al criminal en cuestión disparando a quemarropa a una pareja de adolescentes que estacionó su coche en una zona apartada y oscura en la noche del 4 de julio de 1969, observando a la distancia los fuegos artificiales en celebración del día de la independencia; la joven muere en tanto que el muchacho queda herido gravemente. Días después, el diario San Francisco Chronicle recibe la primera de una serie de cartas de quien dice ser el asesino y utiliza como apodo el curioso nombre de “Zodiac”; las evidencias que aporta parecen confirmar que efectivamente se trata del criminal que atacó a los dos adolescentes; la misiva va acompañada de criptogramas para su publicación bajo la amenaza de que si sus instrucciones no son cumplidas, comenzará una carrera de ejecuciones a granel.
A partir de allí, el relato asume la forma de un rompecabezas de gran complejidad donde 4 personas tratarán de armarlo. El editor del periódico encomienda al reportero Paul Avery (Robert Downey, Jr.) para que se encargue del problema; además, y aunque no es convocado para participar en la tarea, el caricaturista político del periódico Robert Graysmith (Jake Gyllenhaal) comienza a interesarse seriamente en el mismo. Por su parte, la policía toma cartas en el asunto con la intervención del inspector de homicidios David Toschi (Mark Ruffalo) acompañado de su colega William Armstrong (Anthony Edwards).
El film que abarca un período de 22 años, se caracteriza por su sorprendente seriedad; en tal sentido, Fincher eludió por completo la morbosidad y la violencia generada por la sucesión de crímenes se reduce a su mínima expresión. El guión analiza y escudriña con lujo de detalles los esfuerzos realizados por los detectives y periodistas involucrados para dilucidar el problema sin exagerar las tintas; así, el relato transmite una credibilidad sorprendente, permitiendo al público sumergirse en la realidad de los acontecimientos vividos por los investigadores. Con todo, después de una primera hora exitosamente narrada, la paciencia del espectador se resiente en su parte intermedia porque el relato se torna lento, debido a que la acción solamente se transmite en minucias y diálogos demasiado técnicos, y confinados en la sala de redacción del diario y en el precinto policial
Los últimos 45 minutos finales renuevan el interés de la primera sección, cuando con el transcurso del tiempo el caso queda abandonado y sus investigadores caen en desgracia al no haber resuelto el misterio. Es allí donde el film adquiere gran intensidad dramática al convertirse en un duelo de voluntades entre Graysmith y Toschi. El ex caricaturista ha dedicado años de vida para llegar al fondo del problema y al tener la certeza de quién es el asesino, trata de probárselo a Toschi; pero éste no lo admite porque falta el detalle certero para que las claras evidencias puedan convertirse en pruebas concretas. De allí en más, se ve cómo Graysmith, al estar empecinado en resolver el problema, cae en un estado de obsesión desesperada poniendo en riesgo su estabilidad familiar y su salud mental.
La interpretación del elenco es incuestionable, sobresaliendo Gyllenhaal al animar a un individuo que a pesar de su naturaleza blanda y tímida, no le impide mostrar su fuerte obstinación para esclarecer la identidad del asesino; también es muy satisfactoria la actuación de Ruffalo como el carismático detective, y Downey Jr como Avery, el periodista que termina autodestruyéndose.
En líneas generales, este film de calidad podrá frustrar a algunos espectadores porque el caso queda irresuelto; pero ésa es una realidad que no puede ser modificada. A pesar de la convicción que tiene Graysmith sobre la identidad del criminal, la justicia no lo comprendió así porque las evidencias existentes fueron juzgadas de “circunstanciales”, y cuando en un momento dado todo parecía que la investigación llegaría a feliz puerto, la inoportuna muerte del aparente asesino impidió concluir el rompecabezas.
En todo caso, lo que aquí se ve no es un acontecimiento único; el lector seguramente recordará lo que pasó en 1994 con el affaire O.J. Simpson, cuando en 1994 el atleta fue acusado de haber asesinado a su esposa y posteriormente quedó sobreseído en un juicio que repercutió internacionalmente. ¿Será ése, el tema del próximo film de Fincher? J.G.
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BLACK SNAKE MOAN. Estados Unidos, 2006. Un film de Craig Brewer

Una cargada escena sexual denotando salvajismo e instinto animal en el preludio de Black Snake Moan, predispone el clima de lo que vendrá después. Ella es Rae (Christina Ricci), una joven ninfómana haciendo el amor con su novio Ronnie (Justin Timberlake), un soldado que debe dejarla por un tiempo en cumplimiento de sus deberes. La pena de verlo partir y la soledad que la envuelve, unida a su estado de desequilibrio emocional, contribuyen a que Rae se entregue de inmediato a la prostitución, a las drogas y al trago, para finalmente desabarrancarse en un infierno moral incontrolable de parar. Maltratada y físicamente golpeada por el mejor amigo de Ronnie (Michael Raymond-James), queda tirada y ensangrentada en medio de un camino ubicado en las afueras de una pequeña ciudad de Tennesse, donde transcurre el relato.
Paralelamente y en el mismo villorrio se encuentra Lazarus (Samuel L. Jackson), otro ser solitario cuya vida parece no tener mucho sentido después de que su esposa lo ha dejado para irse con su hermano.
Cuando Lazarus encuentra desvanecida a Rae, en un gesto humanitario la recoge y la lleva a su casa para tratar de sanar sus heridas; medianamente recuperada ella trata de huir para seguir su violenta ruta destructiva. Pero él recurre a un método poco convencional para evitar que lo haga, tratando de “salvarla” y “curarla” física y moralmente. Posteriormente, estos dos personajes llegarán a conocerse y mutuamente comprenderse cuando el pasado y los secretos ocultos quedan develados y ambos pueden exorcizar por completo sus demonios internos.
Curiosa combinación de dos almas solitarias en procura de redención como la que se da entre el maduro hombre negro de alma blanca y la joven blanca promiscua de alma perdida. Lo que en papel puede aparecer como un relato tantas veces explorado, en la pantalla queda expuesto como un buen melodrama en donde el realizador, quien es también autor del libreto, entremezcla el dramatismo que surge del mismo con la sensualidad de los blues, un elemento esencial de esta historia. Sin duda, la música sureña infunde al relato un clima sugestivo y una energía palpitante, donde su ritmo se asemeja al de los latidos que emergen de las penas del dolor y angustia que viven sus personajes.
Aunque el reparto no es pequeño, el film se concentra fundamentalmente en Ricci y Jackson. A nivel interpretativo son ellos los que elevan el nivel del relato tratando de disimular su duración un tanto excesiva así como cierta languidez que se percibe en algunas de sus secuencias. Ciertamente, constituye un placer observar la forma cómo ambos interactúan creando una aureola mágica de dos personajes no vinculados románticamente; así, cuando Lazarus extrae su guitarra en un bar y entona una balada melancólica en tanto que Rae baila con sensualidad y abandono, uno no deja de admirar la belleza de esa escena.

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Ricci, en su mejor papel hasta el presente, es la adecuada fierecilla salvaje que entregada a la ferocidad sexual y a la violencia, lo hace como revancha por haber sido violada cuando pequeña; esa marca emocional es transmitida con una virulencia tan intensa que, aunque incómodo de contemplarla, queda positivamente grabada en la memoria del espectador. Jackson, también es muy convincente como un hombre que, aunque duro y sufrido, sabe infundir ternura al rescatar a Rae del barro humano, comprobando que aún tiene una misión útil para cumplir en su vida.
No es éste un film que gustará a todos por igual; sin embargo, más allá de las preferencias de cada espectador, su director ofrece un film meritorio que además de contar con buenos actores sabe como hacerles expresar sus sentimientos a través de la excelente música que envuelve a su trama. J.G.
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THE NUMBER 23. Estados Unidos, 2007. Un film de Joel Schumacher
Es difícil concebir una historia más entreverada y disparatada que la que uno presencia en este film de Joe Schumacher. Fernley Phillips, por primera vez escribiendo un guión para el cine, debe tener afición a los números y especialmente al 23, para extraer todas las conclusiones que matemáticamente obtiene el personaje central de este relato. Para el espectador es en cambio un tormento tolerar durante una hora y cuarenta minutos las combinaciones de ese número primo frente a disquisiciones que lejos de contener algún asidero científico, aburren en forma soporífera.
Lo primero que sorprende es cómo un buen actor de comedia del nivel de Jim Carrey pudo prestarse para realizar una composición dramática tan descabellada mostrando la transformación de un hombre común y corriente en un maniático obsesivo que lo va conduciendo a una progresiva locura.
Carrey interpreta a Walter, un cazador de perros cuya vida familiar transcurre en forma normal hasta el día en que su señora (Virginia Madsen) le regala para su cumpleaños un libro de segunda mano y escrito a máquina cuyo título es “El número 23”. Comenzándolo a leer, llega a confundir su persona con el protagonista de la novela; y al hacerlo va aumentando su obsesión por el número de referencia, demostrando como todas las cosas de la vida y todos los caminos conducen irremisiblemente a esa cifra de dos dígitos; así, el funesto día “11-9-2001” es 23 si se suma 11 + 9 + 2 + 1, o bien que los padres individualmente contribuyen con 23 cromosomas en el DNA de los hijos que tienen; eso sigue a lo largo de todo el film ejemplificando casos no solamente en diálogos, sino también escritos y tatuados en el cuerpo de Walter. Cuando la paranoia lo llega a dominar por completo, el próximo paso es tratar de ubicar a su autor para que lo ayude a descifrar un crimen que surge del libro que lee y lo libere de su perturbación mental. Aquí interrumpo la sinopsis porque su trama cambia por completo de tono, para peor, y lo que sigue es el resultado de la imaginación del guionista de este film armando una historia deliberadamente incoherente y venderla como un thriller psicológico.
Si el realizador es considerado como el responsable final de un film, uno se pregunta cómo Schumacher no prestó atención al libro cinematográfico que tenía entre sus manos; posiblemente no haya visto “The Shining”, un excelente film de horror psicológico de Stanley Kubrick, donde Jack Nicholson también se convierte lentamente en un demente pero dentro de un contexto absolutamente realista y comprensible?
En cuanto a Carrey, si bien es cierto que demostró su versatilidad alternando comedias con dramas serios, lo importante es que esté consciente de la clase de proyectos en que se involucra, porque este film debería eliminarlo de su currículum. El resto del elenco, incluyendo Virginia Madsen y Danny Huston, están completamente desaprovechados y tratando de ponerle buena cara al mal tiempo, aunque sin lograrlo..
Es lamentable que productos tan despreciables como el presente puedan gozar del privilegio de estrenarse en salas de primera línea y atrayendo a un público incauto que debe pagar el costo de admisión. Aunque el año recién comienza, es muy posible que este desastre figure en la lista de los peores títulos de 2007. J.G.
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BREACH. Estados Unidos, 2006. Un film de Billy Ray
Basado en un caso verídico, Breach expone el caso de Robert Hanssen, un veterano funcionario del FBI quien durante 22 de los 25 años de servicio traicionó la confianza del organismo a quien servía, al vender secretos militares e información reservada a Rusia. Cuando en Febrero de 2001 fue apresado, su captura alcanzó dominio público.
El director Billy Ray sigue la clásica estructura para este tipo de filmes comenzando cronológicamente desde el final para retroceder al pasado. Después de un breve prólogo que utiliza material de archivo anunciando la detención de Hanssen, el relato comienza en firme hacia finales de 2000 cuando Eric O’Neill (Ryan Phnillippe), un nuevo agente en formación del FBI, recibe de su jefa (Laura Linney) la misión de vigilar minuciosamente la conducta de Hanssen (Chris Cooper), bajo la excusa de que se sospecha de que sea un pervertido sexual; es así que se le asigna trabajar como asistente del espía. Después de un ríspido comienzo en las relaciones entabladas entre los dos, se va creando un lazo de acercamiento y empatía entre ambos. Con el correr de los días Eric, no logra detectar rasgo alguno; la devoción religiosa de Hanssen, su desprecio a la ex-Unión Soviética atribuyendo que se desmoronó por su condición de atea, sus actitudes de afectuoso marido y cariñoso abuelo de sus nietos, hacen de él un hombre que despierta en Eric respeto y hasta cierta admiración por su rectitud moral. Cuando el joven aprendiz transmite estas impresiones a su jefa, ella le confiesa de que en realidad, las razones de investigarlo descansan en el hecho de creer que ese hombre es el traidor más grande que haya tenido la institución, al actuar de doble agente suministrando información secreta a los rusos. A partir de allí Eric deberá reunir las evidencias para condenar a Hanssen.

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Desde la óptica de la realización, este film es impecable; el relato crea una auténtica atmósfera de frialdad y deshumanización que uno asocia a priori con los agentes de este tipo de organizaciones y que por sus funciones se convierten en seres solitarios, fríos, calculadores y desconfiados hasta de sus más íntimos colaboradores. El realizador y guionista Ray, que tiene como antecedente otro importante film (Shattered Glass) también sobre un caso verídico en la revelación de un escándalo en el mundo del periodismo, logra una muy buena descripción de caracteres. El más fascinante de todos ellos es sin duda el de Hanssen, en donde Cooper extrae lo máximo posible de una personalidad extremadamente compleja; en sus actitudes, gestos y modo de expresarse el actor se convierte en un auténtico espía cascarrabias que logra intimidar, demostrar cinismo, reflejar y sorprender con sus actitudes del ideal hombre de familia que ama a su mujer y tratando de que Eric siga su mismo camino; su convicción religiosa que lo lleva a ser un reaccionario católico, impediría sospechar sobre su doble personalidad. Por su parte, Phillippe se encuentra en desigualdad de condiciones frente a la extraordinaria actuación de Cooper, pero de todos modos saca partido como un joven idealista desilusionándose poco a poco de la naturaleza de su trabajo, no sólo porque le va creando conflictos con su dulce esposa (Caroline Dhavernas) al no poder tener la intimidad de confiarle lo que está haciendo en su trabajo, sino también por el sentimiento de culpa por fingir ante Hanssen y su temor de que éste lo descubra cuando a partir de cierto momento comienza a desconfiar de él. Aunque un tanto unidimensional, Linney se luce como una funcionaria que ha sacrificado su vida personal debido a las exigencias demandadas por la responsabilidad de su cargo.
A pesar de los elementos favorables destacados, las objeciones del film radican en algunos aspectos claves. Al saber desde un principio que Hanssen es arrestado, el suspenso se atenúa un poco; además, y como todo el relato asume el punto de vista de Eric, en ningún momento se muestra cómo actúa Hanssen en su carácter de doble espía, salvo en casi la última secuencia del film donde se lo pesca “in fraganti”; ese hecho, es otra razón que conspira para que la intriga no alcance el nivel que merece. Finalmente, la objeción mayor radica en que a pesar de que la personalidad del villano está descripta en forma asombrosa, falta con todo el elemento clave que permita entrever sus motivaciones para actuar como traidor de su patria. Quizá él mismo lo ignore, pero lo cierto es que como espectador, ese desconocimiento crea una cierta frustración. Atendiendo a sus virtudes y a las limitaciones apuntadas, el film arroja un resultado netamente favorable. Si como thriller el relato no alcanza un nivel de intriga que apasione, en cambio se destaca por un buen estudio de personalidad, por el brillante desempeño de Cooper y por una realización sobria que evita cualquier sensacionalismo desbordante.
J.G.
PP½

DVDs

BORAT (Fox Film)
Para quien aún no haya visto el film protagonizado por Sacha Barón Cohen acerca de los aprendizajes culturales de los Estados Unidos que logrará Borat para beneficio de su gloriosa nación de Kazakhstán, he aquí la oportunidad de disfrutarlo con la reciente aparición del video. Esta sátira irreverente, rústica y vulgar ha logrado un espectacular éxito de público y una buena recepción crítica en ocasión de su estreno, a pesar de sus extravagancias y desbordes. Sin embargo la personalidad de Borat, en la interpretación de Barón Cohen, es tan avasallante que permite ser condescendiente a los excesos del hilarante relato.
Para completar la breve duración del film (80 minutos), el DVD incluye -entre otros agregados- alrededor de 30 minutos adicionales de escenas que fueron suprimidas, y en donde la histeria de Borat alcanza niveles insospechados, además de un tour promocional del film. La edición del DVD puede apreciarse con subtítulos en inglés, francés o en español.

UN DIMANCHE A KIGALI. (Warner Bros, Equinox)
Como se expresó en oportunidad de su estreno, este es el primer film que fue filmado en auténticos escenarios de Ruanda, donde tuvo lugar el genocidio de 1994. El director canadiense Robert Favreau se ha basado en la novela de Gil Courtemanche “Un domingo en la piscina en Kigali” para contar una sobria historia de amor entre un cineasta canadiense de mediana edad (Luc Picard) que llega al lugar para filmar un documental sobre el SIDA y una joven (Fatouy N’Diaye) tutsi en un ambiente de máxima tensión, odio y guerra fratricida. La acción que tiene lugar en Kigali, capital de Ruanda, transcurre desde tres meses antes de que comenzara la exterminación étnica de los tutsis por parte de los hutus hasta el momento en que estalla la sangrienta guerra civil.
Entre los elementos distintivos de este DVD, cabe mencionar la inclusión de un documental “Un rodaje en Kigali” que, como su nombre lo indica, ilustra el esfuerzo realizado por el equipo de filmación para traer toneladas de material técnico desde Montreal a Kigali para que el proyecto resultara factible, y la ambientación de todos sus integrantes para adaptarse al clima social, frágil y complejo del país.. De interés resultan los comentarios del director Favreau y la narración de Céline Bonnier. La presentación es en su versión original francesa con subtítulos en inglés.

BABEL. (Paramount Vantage)
En oportunidad de su estreno he destacado este importante film de Alejandro González Iñárritu, la tercera obra de su trilogía comenzada con “Amores Perros” y seguida con “21 gramos”. A través de cuatro historias entrelazadas, su tema refleja las barreras que separan a la humanidad.
El DVD es presentado en formato “panorámico”, en versión original que comprende varios idiomas, y con subtítulos en inglés y en español.

C.R.A.Z.Y. (TVA Films-Cirrus)
Hace algunas semanas tuvo lugar el lanzamiento de la edición del coleccionista de este film estrenado en 2005 y posiblemente la mejor película canadiense de los últimos 20 años.
El público asiste a una excelente crónica de una familia de Quebec de baja clase media durante las décadas del 60 y 70. La familia en cuestión está conformada por el padre Gervais (magnífica interpretación de Michel Cöté), Laurianne (extraordinaria composición de Danielle Proulx) y sus cinco hijos varones que conforman la sigla del film: Christian (Maxime Tremblay), Raymond (Pierre-Luc Brillant), Antoine (Alex Gravel), Zach (Marc-André Grondin) e Yvan, el más pequeño. El film adopta la óptica de Zach quien con humor y sarcasmo relata las desventuras de haber sido diferente de sus hermanos, a pesar de sus grandes esfuerzos por parecerse a ellos. El relato pasa revista a su infancia y adolescencia mostrando los caminos insospechables que la vida le traza, para que finalmente termine aceptando su verdadera naturaleza sexual y deje de rechazar lo que en realidad es.
Pocas veces, el cine ha abordado el tema de la homosexualidad con tanta sensibilidad, sutileza y nivel de respeto, afecto y sobriedad. El sacrificio que Zach realiza para demostrarle a su padre que es un hombre como los demás, produce en el público un profundo sentimiento de emoción y entrañable cariño hacia su persona. Esta poética fábula sobre el alma humana del director Jean-Marc Vallée se ve enriquecida por una banda sonora que comprende temas de Pink Floyd, Charles Aznavour, David Bowie, entre otros.
El cofre contempla dos DVDs, uno es el film en sí mismo, en tanto que el otro se refiere a diferentes aspectos que tuvieron lugar durante la realización del film. Por ejemplo, las referencias del director que en un principio se sintió frustrado al haber tenido que recortar su guión por motivos presupuestarios. Los agregados incluyen también las opiniones del productor, la de los actores que participaron en la filmación, los efectos visuales que realzaron determinadas secuencias, parte del rodaje efectuado en Marruecos y algunas escenas que fueron suprimidas en su versión original. Los dos DVDs se presentan en francés con subtítulos en inglés.