Comentarios de Jorge Gutman
El director John Lee Hancock, basándose en el libro de Michael Lewis The Blind Side: Evolution of a Game, aborda la vida del jugador afroamericano Michael Ohner, a partir del momento que llega a conocer a una afluente familia blanca que habrá de cambiar su existencia.
El relato presenta a Ohner (Quinton Aaron), un corpulento adolescente de 18 años de edad sin hogar y viviendo en la indigencia. Sin familia ni un medio social de referencia, salvo los ocasionales vecinos de su edad que habitan en uno de los sectores más pobres de Memphis, su rendimiento escolar es muy bajo y apenas alcanza a expresarse cuando se ve obligado a hablar; aunque se siente atraído por el fútbol americano con aspiraciones de ser jugador, nada indica que pueda lograr sus propósitos. Cuando una noche Anne Tuohy (Sandra Bullock), una mujer blanca sureña de excelente posición social y económica, lo encuentra desorientado en la calle y sin tener a donde ir, ella le ofrece su hogar para pasar la noche. Lo que parecería un gesto de amabilidad de Anne hacia un pobre muchacho, al poco tiempo se convierte en una relación mucho más importante cuando la familia Tuohy lo incorpora como un integrante más de la misma.
De allí en adelante, el espectador contempla un idílico cuadro familiar donde tanto Anne como su marido Sean (Tim McGraw) y sus dos encantadores hijos (Jae Head y Lily Collins) viven en perfecta armonía y brindan al incrédulo Michael el calor y bienestar de un hogar que jamás soñó tener.
Los esfuerzos que debe realizar el nuevo miembro familiar para adaptarse a la nueva situación y la particular relación que Anne establece con Michael como si se tratase de una verdadera madre dándole todo el afecto y cariño a su hijo adoptivo, son dos de los elementos que gravitan en el relato. En tal sentido y a pesar de que todos quieren a Michael, es Anne la fuerza motriz que impulsa a que el muchacho pueda mejorar sus resultados en la escuela y que además llegue a convertirse en una estrella del deporte.
Si lo que el film expone no se hubiera basado en un hecho real donde sus personajes mantienen sus verdaderos nombres, el espectador habría creído que asiste a un cuento rosa originado por los estudios Disney. Pero no. Aunque todo resulta demasiado increíble para que sea cierto, el caso de Ohner es más real que la historia de la Cenicienta. Con el material ofrecido por el libro de Lewis, Hancock logra un film popular donde el gran público se identifica fácilmente con los miembros de la familia por la gran simpatía que derrochan sus integrantes y porque además el guión combina adecuadamente el tema central con el del deporte, satisfaciendo ampliamente a los amantes del fútbol americano.
La limitación de este film radica en el hecho de que se centra exclusivamente en la historia central sin entrar a considerar las connotaciones raciales y las diferencias de clase. A pesar de que hay una breve escena en la que Anne se siente molesta por las sutiles observaciones raciales que sus amigas de la alta sociedad sureña hacen de Michael, y en otra donde los Tuohy -que son republicanos seguidores de Bush- no tienen reparos en contratar a la tutora de Michael (Kathy Bates) que confiesa ser demócrata, el tratamiento es demasiado superficial, desaprovechando profundizar el contexto social donde transcurre la acción.
La observación mencionada está más que compensada por la forma en que Hancock aborda la dinámica familiar y las buenas interpretaciones que obtiene de su elenco; en tal aspecto cabe distinguir la lograda caracterización que Aaron logra de su personaje, y muy en especial la excelente actuación de Bullock como la mujer férrea y determinada a lograr su propósito de dar protección, cariño y un hogar a su nuevo hijo. De este modo, queda como resultado un film amable y reconfortante que sin llegar a ser extraordinario brinda dos horas de sano entretenimiento.
LAST TRAIN HOME. Canadá-China, 2009. Un film de Lixin Fan
Este primer documental del director Lixin Fan testimonia un tema serio como lo es la disolución de los lazos familiares como consecuencia del importante proceso de industrialización emprendido por la gigantesca China.
Aunque hasta el presente se han visto filmes ilustrando el modo en que el desarrollo industrial no planificado del país ha tenido repercusiones negativas para el medio ambiente, aquí el realizador enfoca el problema desde otro ángulo, tomando como referencia a la familia Zhang. La misma vive en una aldea ubicada en una zona rural y para poder subsistir y contar con el dinero para financiar la educación de sus dos hijos, los padres se ven forzados a trabajar en una fábrica textil de Guangzhou. Como la usina está ubicada a una distancia que insume dos días de viaje en tren para llegar a destino e igual tiempo para regresar, el matrimonio solo retorna al hogar una vez por año para que la familia esté físicamente unida.
Sin duda, China se ha convertido en un poderoso líder mundial que manufactura centenares de productos industriales y los exporta al resto del mundo a un precio competitivo. Sin embargo, quien no vive allí ignora lo que se esconde por detrás. Aunque el gobierno chino pueda destacar con orgullo la vitalidad de su economía, la estadística oficial no revela las duras condiciones de vida de sus trabajadores, el mísero salario con que son remunerados y cómo la ausencia de los padres en el hogar va creando un vacío imposible de reemplazar, provocando de este modo la disgregación familiar.
Con este documental de alto contenido social, el joven cineasta demuestra que la industrialización china es lograda a un precio muy alto. En otras palabras, la armonía familiar de antaño se ve alterada frente a una realidad implacable: dado que el campo ya no constituye el medio factible para satisfacer las condiciones de vida moderna, los padres se sacrifican por sus hijos pagando el alto precio de la separación física con la descomposición de la estructura familiar.
En este emotivo e íntimo retrato humano de considerable valor periodístico, el director refleja las contradicciones inherentes de la China actual, dentro del contexto de un mundo globalizado. Sin duda, este documental es digno de ser apreciado.
FAIS-MOI PLAISIR. Francia, 2009. Un film de Emmanuel Mouret
En su tercer film como director, guionista y actor, Emmanuel Mouret demuestra una vez más su propensión a las comedias románticas pero con un toque muy personal; inspirado en algunos de los grandes maestros del cine mudo como Buster Keaton, el film también tiene reminiscencias de las obras de vaudeville donde Feydeau ha sido el gran maestro del género. Dentro de los límites de relativa sencillez, la película es ingeniosa donde a partir de una trama racionalmente burda e improbable, Mouret es capaz de extraerle máxima sustancia para suministrar una hora y media de agrado.
El protagonista es Jean-Jacques (Mouret), un hombre perdedor y simpático que sin quererlo se envuelve en innecesarias complicaciones para que finalmente nada le resulte como se lo había propuesto. El relato transcurre en un período de 24 horas y comienza cuando Ariane (Frédérique Bel), la chica con quien convive, está persuadida de que Jean-Jacques vive con la fantasía de una joven (Judith Godrèche) que había llegado a conocer en forma accidental poco tiempo atrás. Para evitar problemas futuros, ella lo estimula a que se acueste con la desconocida para que así pueda liberarse de sus fantasmas y no llegue a malograr la relación de pareja. Pero sucede que esa dama seductora no es nada menos que la hija del presidente de Francia que siente por él una gran atracción y lista para organizarle una fiesta en su honor. Los múltiples infortunios que le suceden a nuestro antihéroe durante esa velada es mejor verlo que relatarlo, aunque para dar una idea al lector basta señalar que puede compararse a la odisea que el personaje de Peter Sellers atraviesa en el gracioso film de Blake Edwards The Party (1968).
Para gozar de este film cuyo ritmo jamás decae, es necesario dejarse llevar por las situaciones absurdas propuestas; como evidentemente se trata de una fantasía bien realizada donde predomina un inteligente humor físico que jamás apela al mal gusto para estimular la sonrisa del espectador, el resultado final es satisfactorio.
MARY AND MAX. Australia, 2009. Un film escrito y dirigido por Adam Elliot
Siguiendo los pasos de “Persepolis” y “Waltz with Bashir”, entre otros ejemplos, Mary y Max es otro film animado destinado a una población adulta que sea proclive al cine artístico. Adam Elliot utilizando el estilo “stop motion”, transmite un bello relato basado en una historia verdadera.
El relato narrado con cierta melancolía se refiere a la amistad única e improbable entablada entre dos personas disfuncionales viviendo en continentes diferentes a lo largo de un período de 20 años. Curiosamente, mientras estuvieron con vida no se dio la posibilidad de producirse un encuentro físico. Estos personajes son Mary y Max.
Mary es una niña de 8 años (Bethany Whitmore) que lleva una vida solitaria viviendo en un suburbio de Melbourne en Australia. Con una madre alcohólica y un padre no muy pródigo afectivamente, Mary no es feliz y es por eso que busca un amigo. Al ubicar circunstancialmente una guía telefónica en la oficina de correos, selecciona el primer nombre que se le cruza. El destinatario es Max Horovitz que vive en Nueva York; y a quien la niña le dirigirá una carta para iniciar una relación epistolar.
Por su parte, Max también es un marginado social de 48 años de edad y excedido de peso, que ve su rutina alterada con la recepción de la primera carta de Mary. Ese es el comienzo de lo que se convertirá a través de los años en una sólida amistad, solamente puesta a prueba en una oportunidad pero que en última instancia predomina el intenso sentimiento de cariño que les une. A través de la correspondencia postal, surgirán los detalles personales de estos dos excéntricos personajes, con sus debilidades y fobias, sus momentos de alegría y de tristeza, los gustos que tienen en común saboreando chocolates y/o gozando con los dibujos animados de un programa de televisión, así como también Mary se impondrá que su amigo sufre el síndrome de Asperger lo que explica su inadaptabilidad social y su elevado nivel de ansiedad. Como resultado de esa relación Max sobrelleva mejor su problema emocional, mientras que Mary logra adquirir el sentimiento valorativo de su persona.
Narrado de manera agradable por Barry Humphries y con las eficientes voces de Philip Seymour Hoffman (Max) y Toni Collette (la adulta Mary), el film denota el gran trabajo de Elliot con la técnica de animación empleada que permite dotar a sus personajes la impresión de estar contemplando actores en vivo. Además de ser visualmente impecable, el film es altamente inspirador por su contenido espiritual y humano al resaltar el valor de la amistad.
No son muchos los filmes de Taiwán que se estrenan en Canadá, excepto los que se aprecian en los festivales internacionales; de allí que resulta oportuno la presentación de Parking que, sin llegar a ser una obra maestra, constituye un muy buen relato para que el público de este continente eche un rápido vistazo a algunas de las características de la sociedad de Taipei, la capital de la isla, a través de la original historia urdida por el novel director Chung Mong-Hong.
Mezcla de comedia negra, drama, y aventura, el tono de este amable y absurdo film va variando de acuerdo a las situaciones que en cada momento vive Chen-Mo (Chang Chen), su personaje principal. El relato es una crónica de lo que le sucede a este individuo cuando como consecuencia de una situación accidental debe enfrentar situaciones tan variadas como inesperadas.
Es el día de la madre en Taipei. Después de haber comprado una torta a fin de llevársela a su distanciada mujer (Kwai Lunmei) para una cena de reconciliación, Chen comprueba que no puede sacar su coche del parque de estacionamiento porque hay otro vehículo ubicado en doble fila bloqueándole la salida. Urgido por regresar a su casa, trata de localizar al propietario del coche obstaculizador y esa infructuosa tarea lo lleva a tener que sumergirse en la oscuridad de la noche y enfrentar una galería de curiosos personajes. Entre los mismos se encuentran una pareja de ancianos que extraña al hijo desaparecido y que se encarga del cuidado de su nieta (Lin Kai-jung), un barbero amputado (Jack Kao) cocinando una sopa de cabeza de pescado, una prostituta china (Peggy Tseng) tratando de huir del proxeneta (Leon Dai) que la explota, un sastre de Hong Kong (ChapmanTo) tremendamente endeudado y amenazado por la mafia.
A través de las situaciones descriptas el relato permite que cada uno de estos personajes transmita su propia historia mediante flashbacks. Todo eso origina un buen caleidoscopio cultural donde el público entra en contacto con ciertos estratos sociales de Taipei y se interiorice de algunas de sus costumbres y formas de vida.Chung Mong-Hong, que además de director y guionista es también responsable de la excelente fotografía, relata en forma pausada pero segura para llegar a un desenlace convincente. Transitando por diferentes géneros que confluyen armoniosamente y logrando que los actores respondan a lo que el guión les exige, el director ofrece un film digno, honesto, con una adecuada dosis de emoción, dentro de un estilo decididamente personal.