Este film desafía la posibilidad de lograr un juicio que sea lo más objetivo posible sobre sus verdaderos méritos. Por una parte el director Craig Zobel ha logrado un relato meticulosamente ejecutado con una interpretación que por su naturalidad llega a maravillar. Sin embargo, su tema se presta a un apasionado nivel de discusión dado que según cuál sea la visión que adopte la audiencia, podrá resultar en un film misógino que no tiene escrúpulos en explotar la condición femenina, o bien en un documento que genuinamente traduce los misteriosos mecanismos de poder que se pueden ejercer a través de los canales menos imaginados.
En un restaurante de comida al paso situado en un suburbio de Ohio, su supervisora Sandra (Ann Dowd) recibe un llamado telefónico de un inspector policial llamado Daniels (Pat Healy) haciéndole saber que Becky (Dreama Walker), una de sus jóvenes empleadas que maneja la caja registradora, le robó una suma de dinero de la cartera a una de sus clientas. Siguiendo las instrucciones recibidas telefónicamente por el funcionario, la chica es obligada a permanecer en una de las piezas del establecimiento y a partir de allí durante casi 80 minutos, donde el tiempo de la ficción coincide con el real, el espectador contempla con considerable incomodidad de qué forma Becky es sometida a una opresión psicológica y a una inconcebible vejación física.
Después de los primeros 10 minutos de esa llamada que se prolonga durante una hora, la frustración se apodera del espectador, porque queda completamente claro que el inspector policial no es tal sino más bien un psicópata sádico dispuesto a denigrar a la supuesta ladrona con la colaboración de los restantes personajes que se someten ciegamente cumpliendo sus órdenes; es necesario poseer un nivel altísimo de estupidez como para no darse cuenta de que hay un farsante detrás de esta maniobra y es en ese sentido que el film irrita la sensibilidad del público que se resiste a creer lo que está ocurriendo.
Dicho lo que precede es necesario indicar que el film se ha basado en incidentes que verdaderamente han ocurrido hace algunos años en Estados Unidos y que durante la última década se han registrado nada menos que 70 casos similares; es precisamente en éstos mismos donde el realizador se ha inspirado para elaborar su guión.
Como es imposible negar la realidad, sólo cabe señalar que a pesar del desagrado que esta historia de sumisión puede producir, Zobel trató de ofrecer el cuadro más realista posible a través de un relato que más que ficción se acerca en algunos momentos a suponer que se trata de un documental denunciando la forma en que un perverso y diabólico individuo puede llegar a ejercer un increíble poder de manipulación y sembrar un violento horror en una aterrorizada víctima sin tener que recurrir a ningún arma de fuego.
Conclusión: Un film que aunque por su tema resulta difícil de presenciar, no obstante se destaca por su excelente dirección e interpretación. Jorge Gutman
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