12.7.22

COMICCON: EN UN COMIENZO FUE LA HISTORIETA…

Crónica de Sergio Martínez

Probablemente la mayoría de los seguidores de los súper héroes o de otros personajes que ellos ven en sus taquilleras películas o

en las series televisivas, desconocen que desde Superman, pasando por Batman, Dr. Strange o Thor, hasta los personajes más recientes, todos ellos fueron originalmente personajes de historietas.  Inicialmente, el medio en que se dieron a conocer fueron los comics, como se los conoce en inglés. Esto, porque aun cuando sus aventuras fueran más bien serias, dramáticas e incluso terroríficas, el nombre genérico—comics—pegó porque sus primeros personajes, aparecidos en diarios, tenían como misión hacer reír, proveer diversión en medio del—a menudo—triste y deprimente mundo de sucesos cotidianos que los diarios reporteaban.

Eventualmente esas historietas tuvieron tal éxito que dieron origen a sus propias publicaciones; nacieron así las revistas de historietas y con ellas algunos de los gigantescos imperios multimedios como son hoy Marvel o DC, en Estados Unidos. Aunque de menor envergadura, fenómenos editoriales de similares características se han dado en otros países como Francia (con personajes como Tintin), España (su más famosa historieta Mortadelo y Filemón) e incluso en América Latina, donde probablemente sus dos personajes de historieta más conocidos son Mafalda (Argentina) y Condorito (Chile).

No es de extrañar por tanto que a tanta gente les interese y hasta les guste identificarse con esos personajes—hoy famosos en el cine o en la televisión—pero que originalmente llegaban a manos de niños y adolescentes en la forma de revista de historietas. El interés por este medio eventualmente se ha visto ampliado a una serie de otros derivados: estrellas del cine y televisión, videojuegos, y una creciente gama de mercaderías, desde T-shirts a figurines. Precisamente es esta explosión de productos derivados de la que alguna vez fue un humilde producto de la cultura popular, menospreciada como sub-literatura y hasta asediada por una comisión investigadora del Congreso de Estados Unidos, la que en Montreal y muchas otras ciudades donde el evento se celebra, congrega a miles de personas: la Comic Convention o ComicCon.

La ComicCon de Montreal, efectuada entre el 8 y el 10 de julio en el Palais des congrés fue la primera después de los dos años de interrupción debidos a la pandemia. Sin duda uno de sus elementos sobresalientes es la gran cantidad de asistentes que participan del evento, disfrazados, personificando a sus personajes favoritos. Esto de disfrazarse tiene sus orígenes en la antigüedad y se sospecha que prácticamente casi todas las civilizaciones incurrieron en algún momento en la práctica colectiva de “ser lo otro”. Esto significaba vestirse como algún animal o algunos seres míticos, como una forma de adquirir sus poderes o al menos, aspirar a ser como ellos. A lo mejor hay algo de ello en el deseo de aquellos vestidos como Superman o Batman.

Sin duda a Pablo Neruda, que gustaba de organizar fiestas donde sus invitados debían disfrazarse y dónde él mismo era el primero en llevar un disfraz, le hubiera gustado eventos como estos, aunque no creemos que le hubiera interesado mucho vestirse como súper héroe, eso sí, de seguro se hubiera sentido muy atraído por las bellas chicas vestidas como Wonder Woman.

Por mi parte, con nostalgia recorro los kioscos donde hay antiguas revistas de historietas de los años de mi infancia y juventud (a precios que hoy me hacen recordar con maldiciones los momentos en que mis viejas revistas fueron descartadas sin pena ni gloria), Y por allí encuentro algunos tesoros: un antiguo Capitán Marvel (el original, hoy llamado Shazam), algún Súper Ratón (no el de traje amarillo, que en inglés se llama Mighty Mouse, sino uno menos difundido, que en español era conocido como el Ratón Superatómico) y algunos otros de personajes creados por Walter Lantz o Walt Disney.

Como en años anteriores, ComicCon demostró que es sin duda una gran celebración no sólo de la historieta—aunque ese es su punto de partida—sino de todo lo que llamamos cultura popular.

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