Comentario de Sergio Martínez
Se dice que en cuanto a la evaluación de
la calidad de las películas se aplican los criterios de tres enjuiciadores
diferentes: los espectadores, los críticos y los distribuidores. De más está
decir, en muchas ocasiones las evaluaciones que de ahí surgen son muy
contradictorias.
Como crítico tuve ocasión de ver Bonjour
Tristesse en el Festival Internacional de Cine de Toronto de 2024, y en las
habituales intercambios al final de la proyección para los medios todos con los
que hablé coincidíamos en el tedio que este film nos había producido.
Paradojalmente, al cabo de casi un año, he
aquí que este film se presenta en las pantallas de Montreal y, por lo que se ha
informado por sus publicistas, también en cines de Estados Unidos. ¿En qué
están pensando los distribuidores o exhibidores? ¿Acaso ha valido como excusa
que el film ha sido dirigido por una canadiense? ¿O ha habido aquí un buen
trabajo de contactos e influencias? Señalo esto porque en ese mismo festival tuvimos
ocasión de ver, por ejemplo, The Mother and the Bear (La madre y el oso)
ambientado en Winnipeg dirigida por el canadiense de origen coreano Johnny Ma. O
en materia de cine internacional una obra de gran calidad como Pedro Páramo
(del director Rodrigo Prieto) o si queremos hablar de cine de Estados Unidos,
la muy agradable comedia-thriller Riff Raff del realizador Dino Montiel.
Ninguno de estos filmes ha sido programación para exhibirse en Montreal u otras
ciudades canadienses, lo que habla de la estrechez de criterio de quienes
seleccionan las películas que después se exhibirán en las salas.
En cambio, y hasta con buena publicidad y nos
imaginamos, con buen respaldo de dinero, se exhibe esta producción que no tiene
mayores méritos artísticos y sobre la cual reproducimos aquí la apreciación
crítica que nos mereció cuando se exhibió en el TIFF. Y nos atrevemos a apostar que no durará mucho
en cartelera, los espectadores no son tan masoquistas.
Bonjour
Tristesse—Dirigido por
Durga Chew-Bose (Coproducción Canadá, Alemania)
La novela homónima en que este film se
basa fue un bestseller en los años 50, Françoise Sagan, su autora, lo escribió
cuando tenía 18 años. La historia, centrada en la vida de Cécile (Lily McInerny)
una adolescente cuya madre ha muerto, y que está de vacaciones en la costa con
su padre, Raymond (Claes Bang) y Elsa (Nailia Harzoune) la novia de éste
intentaba retratar la angustia existencial de una juventud asediada entonces
por la vacuidad de la vida en una Francia de postguerra que gozaba de una
creciente posteridad, mientras el espectro de la Guerra Fría parecía
ensombrecer su futuro. En este film, la directora Durga Chew-Bosse, no sabemos
si intencionalmente, introduce elementos incongruentes: la moda, especialmente
los trajes de baño de las actrices y los modelos de los automóviles evidencian
que se trata del período en que se escribió la historia—los años 50—sin
embargo, incoherentemente, hay también teléfonos celulares en escena, los que
por lo demás no tienen uso alguno en la historia. ¿Una simple inconsecuencia y
falta de conocimiento de la directora? ¿Un recurso deliberado, aunque sin claro
objetivo? Muchas de las escenas son extremadamente tediosas: ¿cuántas veces
queremos ver a los protagonistas nadando en el mar o tomando el sol en la
playa? En suma, una versión de una novela cuya temática está por lo demás
envejecida y la directora fracasa en su intento—si es que lo tuvo—de hacer la
historia relevante nuevamente.
No recomendamos esta película por ser
extremadamente aburrida, un juicio quizás muy categórico y que rara vez usamos,
pero que esta vez calza muy bien.
Duración: 110 min.
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