7.5.12

UNA RESPETABLE DAMA

THE LADY. Francia-Gran Bretaña, 2011. Un film de Luc Besson. Elenco: Michelle Yeoh, David Thewlis

Es loable la intención del realizador francés Luc Besson en abordar la vida política de una preclara figura como Aung San Suu Kyi, la hija pródiga de Myanmar. Sin embargo, el resultado aunque no desechable, dista de profundizar satisfactoriamente en la lucha emprendida por esta notable mujer para lograr la democratización de su país.

El film comienza en 1947 cuando la pequeña Suu –tal como es llamada- de tan sólo dos años de edad, pierde a su padre Aung San, un general nacionalista que negoció con Gran Bretaña la independencia nacional de Birmania (nombre original del país), quien es asesinado por adversarios políticos. En esos primeros minutos es donde Besson mejor expresa cinematográficamente la situación de ese dramático momento aunque el relato no haga referencia a las consecuencias políticas del asesinato.

De allí, la acción se desplaza a Inglaterra en 1998 donde se ve al profesor británico Michael Aris (David Thewlis), marido de Suu (Michelle Yeoh), recibir de su médico el diagnóstico de un cáncer terminal de próstata; poco después en su hogar, añorando a su esposa ausente, observa unas fotografías de la familia reunida y a través de sus recuerdos el relato retrocede a 1988. La tranquilidad familiar que Michael comparte con su mujer y sus dos hijos en Oxford, donde la familia ha vivido por muchos años, se ve alterada cuando Suu recibe la noticia de que su madre está gravemente enferma en Rangún; de allí que decide partir, en un viaje que en principio no debería durar más de dos semanas, para estar a su lado.

Durante su estancia, ella no es indiferente al drama que su país sufre bajo la opresiva dictadura militar que no ve con buenos ojos su llegada y deseando que deje el país lo antes posible. Sin embargo, el pueblo la reclama para que se convierta en líder política del partido de oposición y es así que su estadía se prolongará indefinidamente por imperio de las circunstancias.

Lo que sigue en ese período es bien conocido. Como si uno estuviese leyendo un manual ilustrado puntualizando hechos, pero sin ahondar en los mismos, se aprecia algunos de los momentos significativos vividos por Suu como su cautiverio domiciliario impuesto por los militares, los reencuentros con su familia a través de las visitas temporarias de Michael y sus hijos, los esfuerzos desplegados por su abnegado marido para que ella pueda ser considerada para el Premio Nobel de la Paz, distinción que fue obtenida en 1991 aunque encontrándose impedida de asistir a la ceremonia, la huelga de hambre a la que se somete a fin de que los prisioneros políticos gocen de un tratamiento más humano, las protestas callejeras del pueblo y su represión por las tropas militares comandadas por el General Than Shwe (Agga Poechit), hasta llegar nuevamente a 1998. Cuando Michael ve su salud rápidamente deteriorada y los militares le niegan la visa para que visite por última vez a su mujer, el régimen le ofrece a Suu viajar a Gran Bretaña para verlo, pero ella no acepta la proposición porque sabe que en ese caso no podría regresar más al país.

El relato finaliza en 2007 con una nota de relativa esperanza y aunque los acontecimientos posteriores no están incluidos en el film es bien sabido que la ilustre dama finalizó su arresto domiciliario en 2010 y que a principios de abril de 2012 fue elegida para ocupar una banca en el parlamento frente a la apertura democrática que comienza a prevalecer en Myanmar.

Claramente, la narración de esta película se asemeja a la de una esquemática telenovela en serie. Nada se sabe acerca de cómo transcurrieron los años de Suu antes de regresar a su país natal en 1988 ni tampoco queda reflejada con convicción la firmeza de su vocación política; más aún, de lo que aquí se puede apreciar parecería que si su madre no estuviese por morir, la vida de esta mujer habría continuado en Oxford viviendo tranquilamente con su familia.

El guión de Rebecca Frayn enfatiza melodramáticamente el gran amor entre Suu y Michael, sin embargo no se comprende claramente su decisión de no acudir al lecho de su marido agonizante a quien tanto amó cuando sabía que su muerte era inminente; lo que es evidente es que su devoción política tenía absoluta prioridad, pero precisamente esa pasión por su pueblo y su indescriptible resistencia frente al oprobioso régimen no adquiere gravitación en la pantalla como para justificar su conducta.

Aunque el film carezca de personalidad, de todos modos mantiene su interés en gran parte debido a la remarcable actuación de sus protagonistas. Yeoh, que físicamente se asemeja a la verdadera campeona de los derechos humanos, ofrece todos los matices de distinción y estilo que hizo que sea conocida como “la dama” que da título al film; por su parte Thewlis transmite muy bien la ternura y devoción de un marido que supo comprender el compromiso indeclinable de su mujer hacia su pueblo.

Conclusión: A pesar de una narración convencional y superficial, el film reviste interés para quienes quieran familiarizarse con una gran dama que cambió la historia de su país a través de una lucha antiviolenta como la que inspiró al inmortal Mahatma Gandhi y Nelson Mandela. Jorge Gutman
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Michelle Yeoh y David Thewlis en una tierna escena del film de Luc Besson

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