2.11.06

THE BAND’S VISIT

Israel, 2007. Un film dirigido y escrito por Eran Kolirin
Una de las más agradable sorpresas que tuve en el último festival de Cannes fue “descubrir” un pequeño gran film del cual no tenía ningún comentario previo. Presentado en la categoría oficial “Un certain regard”, al minuto de haber terminado su primera proyección, la reacción positiva de la crítica y gente de la industria fue unánimemente consagratoria y el nombre de Eran Kolirin comenzaba a ser reconocido internacionalmente. En su ópera prima como director, Kolirin ofrece una historia humana y universal acerca de la influencia espiritual de la música y de la solidaridad que se establece entre personas de culturas diferentes. Además, lo más remarcable, es que la acción del film transcurre en una región del mundo donde la tensión siempre está presente a causa del eterno conflicto árabe-israelí. Afortunadamente el realizador, sin desconocer la realidad vigente y con una visión positiva –la única para perseverar y seguir adelante-, optó por narrar una bella fábula adulta que llega fácilmente a cualquier audiencia.
Una pequeña banda orquestal de policía de Alexandría (Egipto) llega a Israel para tocar en ocasión de la ceremonia de inauguración de un centro cultural árabe. Por problemas burocráticos, nadie la aguarda a su llegada al aeropuerto y es entonces que sus 8 integrantes liderados por Tewfiq (Sasson Gabai), su director, deciden valerse por sí mismos para llegar al lugar donde tendrá lugar el evento. Al abordar un autobús equivocado, quedan varados en medio del desierto y se ven forzados a aguardar hasta el día siguiente para que otro medio de transporte los conduzca a destino. Es ahí donde en ese pueblo perdido del mundo, se encuentra Dina (excelente Ronit Elkabetz), la sensual propietaria de un pequeño café al paso, quien ofrece a los viajeros albergue, comida y un poco de entretención. Lo que transcurre durante esa breve estadía de casi 24 horas es lo que valoriza a este bello film. Así, conversaciones a veces no muy cómodas mantenidas en dificultoso inglés, silencios expresivos, un poco de música agradable y algunas escenas de chispeante humor surgidas de actitudes naturales que emergen del contraste de personalidades entre los miembros del grupo y entre ellos y su anfitriona, van configurando un cuadro de pintura nostálgica, entremezclada con tierna dulzura que de ningún modo bordea en el sentimentalismo forzado.
Kolyrin, ingeniosamente dotó a su guión de diálogos realistas enfatizando situaciones donde sus personajes demuestran la condición instintiva de generosidad y apoyo, más allá de las fronteras geográficas, raciales, religiosas o políticas que lamentablemente dividen al mundo. Al así hacerlo, logró una comedia donde la música y el espíritu humano se manifiestan a través del genuino amor universal que permite que la gente pueda reunirse y comunicarse entre sí.
Merecido ganador del premio de la crítica en Cannes, el film cuenta con un homogéneo nivel de interpretación que contribuye aún más realzar la calidad de este cálido relato. J.G.
PPP½

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