15.11.06

TAXI TO THE DARK SIDE

Estados Unidos, 2007. Un film de Alex Gibney
Comentarios de Jorge Gutman



El autor de este dramático documental –que ganó el Oscar al mejor de 2007-, es Alex Gibney quien también dirigió “Enron: The Smartest Guys in the Room”; así como en ese film consideró la corrupción económica de una gigantesca corporación que quebró dejando 60 mil millones de dólares en deuda, Taxi to the dark side apunta a la corrupción de la ley que convierte a los encargados de aplicarla en individuos con licencia para matar.
La excelente investigación de Gibney sobre lo que significa el abuso del poder, produce evidencias que resultan escalofriantes; el público no está contemplando un relato de ficción, ni tampoco asiste a un documental sobre tragedias que tuvieron lugar en los períodos más sombríos de la Edad Media; lo que está viendo son acontecimientos que tuvieron y siguen teniendo actualidad, en los albores del siglo XXI y en un mundo que uno cree que es civilizado. Si tecnológicamente el hombre ha alcanzado un nivel de excelencia, desde un punto de vista humano no tiene razones para jactarse, después de contemplar este desgarrante documental.
Partiendo de un acontecimiento que en principio parecería puntual, Gibney nos conduce a la “la parte oscura” que hace referencia a procedimientos utilizados para luchar contra el terrorismo después del 11 de septiembre de 2001. Hacia fines de 2002, un taxista afgano de nombre Dilawar fue detenido por ser considerado “terrorista”; después de cinco días de prisión en la base de la fuerza aérea estadounidense de Bagram en Afganistán, falleció a causa del tratamiento que recibió durante los interrogatorios de que fue objeto.

TAXI TO THE DARK SIDE:Utilizando imágenes raramente vistas y en algunos casos desconocidas hasta el presente, el espectador contempla fotos tomadas en centros de detención como los de Abu Ghraib y Guantánamo, donde los supuestos reos se asemejan a animales brutalmente castigados y en algunos casos mutilados


Dilawar, completamente inocente como después se comprobó, fue el primero en la lista de muertos resultantes como producto de la metodología empleada por la administración del gobierno de los Estados Unidos, para sonsacar información de los sospechosos detenidos. La táctica consiste en utilizar técnicas inhumanas de tortura que deterioran la resistencia de los detenidos haciendo que éstos confiesen lo que sus carceleros desean escuchar. Además de que la información obtenida está viciada de valor, las técnicas de humillación y tortura convierten al interrogador en un terrorista similar o superior al del prisionero interrogado. Utilizando imágenes raramente vistas y en algunos casos desconocidas hasta el presente, el

espectador contempla fotos tomadas en centros de detención como los de Abu Ghraib y Guantánamo, donde los supuestos reos se asemejan a animales brutalmente castigados y en algunos casos mutilados.
El documental incluye entrevistas con las familias de los torturados que dejan al espectador en un estado de completa perplejidad y desconcierto. También abarca a altos ex funcionarios de gobierno quienes como interrogadores admitieron utilizar las tácticas inclementes de tortura, siguiendo las órdenes recibidas de sus superiores.
Gibney efectúa una dramática acusación a personajes claves del gobierno de los Estados Unidos, quienes no tienen reparos en condonar las torturas y humillaciones realizadas a los detenidos con tal de lograr la información deseada; de este modo se contraría los principios básicos constitucionales del país, como así también los derechos fundamentales consagrados por el Convenio de Ginebra relativo al trato debido a los prisioneros de guerra.
La moraleja de este documental es que el sistema institucional de tortura homicida infligida a detenidos sospechosos de terrorismo, aniquila los principios morales en la guerra contra el terror; al así hacerlo, pone en tela de juicio el funcionamiento democrático del país más poderoso del mundo al estar generando odios sin límites y un profundo cisma entre los seres humanos.
J.G.
PPP½

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